La lengua del hombre, para ser bien gobernada,
necesita de freno que la contenga dentro de las reglas de la sabiduría y
discreción cristiana; porque todos somos naturalmente inclinados a dejarla
correr y discurrir libremente de las cosas que agradan y deleitan a los
sentidos.
El hablar mucho nace ordinariamente de nuestra soberbia y
presunción; porque persuadiéndonos a que somos muy entendidos y sabios,
y enamorándonos de nuestros propios conceptos, nos esforzamos con sobradas
réplicas a imprimirlos en los ánimos de los demás, pretendiendo dominar en las
conversaciones, y que todo el mundo nos escuche como maestros.
No se pueden explicar con pocas palabras los
daños que nacen de este detestable vicio. La locuacidad es madre de la pereza, indicio de
ignorancia y de locura, ocasiona la detracción y la mentira, entibia el fervor
de la devoción, fortifica las pasiones desordenadas, y acostumbra la lengua a
no decir sino palabras vanas, indiscretas y ociosas.
No te alargues jamás en discursos y
razonamientos prolijos con quien no te oye con gusto para no darle enfado, y
haz lo mismo con quien te escucha cortesanamente para no exceder los términos
de la modestia.
Huye
siempre de hablar con sobrada eficacia y con alta voz, porque ambas cosas son
odiosas, y muestran mucha presunción y vanidad.
No
hables jamás de tí mismo, de tus cosas, de tus padres o de tus parientes sino cuando
te obligare la necesidad; y entonces lo harás muy brevemente y con toda la
moderación y modestia posible, y si te pareciere que alguno habla sobradamente de
sí y de sus cosas, no por eso lo menosprecies; pero guárdate de imitarlo,
aunque sus palabras no se dirijan sino a la acusación y al menosprecio de sí
mismo, y a su propia confusión.
Del
prójimo y de las cosas que le pertenecen no hables jamás sino cuando se ofreciere
la ocasión de confesar su mérito y su virtud para no defraudarle de la
aprobación o alabanza que se le debe.
Habla con gusto de Dios, y particularmente de
su amor y de su bondad infinita.
Pero
temiendo que puedes errar en esto y no hablar con la dignidad que conviene, gustarás
más de escuchar con atención lo que otros dijeren, conservando sus palabras en
lo íntimo de tu corazon.
En cuanto a los discursos y razonamientos profanos,
si llegaren a tus oídos, no los permitas que entren en tu corazon; pero si te
fuere forzoso escuchar al que te habla para responderle, no dejes de dar con el
pensamiento una breve vista al cielo donde reina tu Dios, y desde donde aquella
alta soberana Majestad no se desdeña de mirar tu profunda bajeza.
Examina bien todo lo que quisieres decir antes que del
corazón pase a la lengua.
Procura usar en esto de toda la
circunspección posible; porque muchas veces se fían inadvertidamente a la
lengua algunas cosas que deberían sepultarse en el silencio, y no pocas
palabras que en la conversación parecen buenas y dignas de decirse, sería mejor
suprimirlas; lo cual se conoce claramente pasada la ocasión del razonamiento.
La virtud del silencio,
hija mía, es un poderoso escudo en el combate espiritual, y los que le guardan
pueden prometerse con seguridad grandes victorias; porque ordinariamente
desconfían de sí mismos, confían en Dios, tienen mucho atractivo para la oración
, y una grande inclinación y facilidad para todos los ejercicios de la virtud.
Para aficionarte y acostumbrarte al silencio,
considera a menudo los grandes bienes que proceden de esta virtud, y los males
infinitos que nacen de la locuacidad y de la destemplanza de la lengua; pero si
quieres adquirir en breve tiempo esta virtud, procura callar aun cuando
tuvieres ocasión o motivo de hablar; con tal que tu silencio no te cause a ti o
al prójimo algún perjuicio. Huye sobre todo de las conversaciones profanas; prefiere
la compañía de los Ángeles, de los Santos y del mismo Dios, a la de los
hombres. Acuérdate, finalmente, de
la difícil y peligrosa guerra que tienes dentro y fuera de ti misma, porque
viendo cuánto tienes que hacer para defenderte de tus enemigos, dejarás sin dificultad
las conversaciones y discursos inútiles.
“COMBATE ESPIRITUAL” Año 1865
Qué belleza de mensaje o reflexión, claro que me dejo enseñanza... gracias por esta publicación....a Dios mi Padre bendito seas amado mio.
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