Una
de las peores condiciones que puede tener un espíritu es el ser burlón; Dios
aborrece este vicio y frecuentemente aplica saludables castigos. Nada hay más
contrario a la caridad, y mucho más a la devoción, que el desprecio y mofa del
prójimo. Ahora bien, la burla y la chanza siempre van acompañadas del
desprecio; por eso se consideran pecado grave, de forma que los doctores están
de acuerdo al asegurar que la burla es la más grave de las ofensas que se puede
hacer al prójimo mediante palabras, porque las otras ofensas no excluyen algún
género de estima; en cambio, ésta se hace con menosprecio y desdén.
Cuanto a los juegos de palabras que se
entrecruzan unas y otras con cierta modesta jocosidad y agrado, pertenecen a la
virtud llamada entre los griegos eutrapelia,
que nosotros podemos llamar gracejo; por medio de ella se disfruta de honesta y
amable recreación, tomando como pretexto las ocasiones que las imperfecciones
humanas ofrecen. Con todo, hay que guardarse de pasar del honesto esparcimiento
a la mofa. La mofa provoca risa por el
desprecio del prójimo en que se funda, y la jocosidad hace reír por cierta
sencilla libertad y confianza familiar que se tiene con una persona, unido ello
a cierto sentido ambiguo de la palabra empleada.
Introducción
a la vida devota, III, 27.
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