jueves, 4 de septiembre de 2025

O CON JESUCRISTO O CONTRA JESUCRISTO – Por San Ezequiel Moreno Díaz, Obispo de Pasto, Colombia.


 

 

   Comentario de Nicky Pío: Este escrito está dirigido contra la satánica y diabólica  doctrina de los llamados “Católicos neutrales o indiferentes” Que gustan de prender una vela a Dios y otra al demonio del liberalismo.

 

   Los liberales que hacen guerra franca a Jesucristo, y se despachan a su gusto contra todo lo que le pertenece, con ruido y escándalo; los que le persiguen de un modo más moderado y sin grandes alborotos; los que buscan el modo de que el liberalismo, sin dejar de ser tal, ande unido con el catolicismo, con perjuicio de éste, y los que ayudan y protegen a todos esos en su obra liberalesca, es claro y manifiesto que están contra Jesucristo, y no militan en el bando de los que están con ÉL Pero ocurre que hay católicos que creen poder permanecer neutrales, y no pertenecer a ninguno de esos dos bandos opuestos que hoy se disputan el gobierno de los pueblos, aspirando el uno a regirlos según la ley de Dios y enseñanzas de la Iglesia, y el otro sin tener en cuenta para nada lo que manda Dios y lo que enseña la Iglesia. Este es otro error que es preciso disipar, y a eso dedico este capítulo.

 

   Ese estado neutral, ese puesto medio en que quieren permanecer algunos católicos, es una ilusión, una quimera, un engaño completo, porque jamás ha existido ni existirá. Así lo declaró formalmente Jesucristo en su Evangelio cuando dijo: «El que no está conmigo, está contra Mí.» Algunos han querido oponer a esa sentencia esta otra, que se lee en San Lucas: «El que no está contra vosotros, por vosotros es.» Cornelio Alápide y todos los expositores dicen que no hay oposición entre esas dos sentencias, porque la última debe entenderse así: El que en nada está contra vosotros, está por vosotros. Eso no se verifica en el neutral en religión, y por eso resulta siempre que el que no está con Jesucristo, está contra Él.

 

   Tiene Jesucristo la plenitud de autoridad sobre las naciones, los pueblos y los individuos, y puede imponer su ley a unos y otros con pleno derecho a ser obedecido. Las naciones, pues, los pueblos y los individuos que están neutrales y les sea indiferente el que Jesucristo sea o no sea obedecido, están contra Él, porque no le procuran una obediencia que le corresponde, y dejan que no se le rinda el homenaje que se le debe como a Soberano Señor de todo, y permiten hasta que se le insulte y desprecie

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   Jesucristo tiene derecho a que todo sea para Él, para gloría suya, y todo, por consiguiente, debe ordenarse a ese fin en el gobierno de las naciones, de los pueblos, de las familias, y en la conducta de los individuos. Los que no procuren ese estado de cosas, aquéllos para quienes sea indiferente que se le dé o no se le dé gloría a Jesucristo, que se le reconozca o no por Soberano Señor de todo, que se le sirva o no se le sirva, están contra Jesucristo.

 

   De aquí se puede deducir que un Gobierno, aun cuando no dicte leyes de persecución contra la Iglesia de Jesucristo, con sólo el hecho de mostrarse indiferente para con ella, está ya contra Jesucristo. Esto se comprenderá mejor con un ejemplo.

 

   Supongamos que un hombre se presenta de repente en una, casa, y dirigiéndose puñal en mano a la señora de ella, le exige cuánto dinero guarda en sus arcas, so pena de hundirle el puñal en el pecho. Allí mismo está un hijo de la señora, fuerte y robusto, que puede, muy bien defender a su madre y librarla de aquel peligro; pero lejos de hacer eso, dice para sí: «Ahí se las arregle mi madre como pueda. Si la roban, que la roben; si no quiere dar el dinero y la matan, que la maten; nada tengo que ver en eso; observaré una conducta neutral ¿Quién no dirá, en este caso que ese hijo, en el mero hecho de no obrar a favor de su madre pudiendo hacerlo, obró contra su madre? Esto es indudable, porque la madre salió perjudicada por no haberla defendido su hijo. »

 

   Hace lo mismo un Gobierno que ve y observa los daños que se hacen a la Religión de Jesucristo, y dice como aquel hijo: «Ahí se las haya la Religión como pueda. Si se blasfema de Dios, que se blasfeme; si se propagan errores contrarios a sus doctrinas, que se propaguen; si se la borra de los corazones por la seducción, que se la borre; si desaparece totalmente de los pueblos, que desaparezca; si Jesucristo es olvidado por completo, me da lo mismo; no tengo que ver en eso. Yo he de permanecer neutral.» ¿Quién puede dudar, preguntamos de nuevo, de que ese Gobierno está contra Jesucristo?

 

   La misma doctrina se puede aplicar a los individuos que pueden y deben hacer algo por Jesucristo y no lo hacen.  Hoy se encuentran muchos de esos, que dicen muy frescos: no me meto en política; allá se las arreglen; que suba el que quiera; lo mismo me importa que manden unos como que manden otros. ¿Quién no ve que estos hombres están contra Jesucristo, puesto que nada les importa que suban al poder hombres que lo persigan en su Iglesia, en sus ministros y en sus cosas?

 

   Hay otros muchos de los que cada uno de ellos se explica de este modo: Sensible es todo lo que está pasando; grande es el peligro en que nos hallamos; los enemigos de Dios trabajan con ardor; pero ¡qué hemos de hacer! Yo con nadie pienso meterme; no es cuestión de indisponerse con nadie.

 

   Algunos o muchos de los que hablan de ese modo pueden hacer mucho por Jesucristo, o por su posición social, o por su talento, o porque disponen de no pocos recursos; no lo hacen y dejan que trabajen los enemigos de Jesucristo, con tal de que esos enemigos de Jesucristo sean amigos de ellos y no los persigan como hacen con el Divino Maestro: ¿Diremos que éstos están con Jesucristo, siendo amigos de sus enemigos y no oponiéndose a sus planes de guerra a Jesucristo, pudiendo hacerlo?

 

   Basta: esos neutrales están juzgados por Jesucristo con esta sentencia que dió contra ellos: «Quien no está conmigo, está contra Mí.»

 

CARTAS PASTORALES

CIRCULARES Y OTROS ESCRITOS

 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

¿QUÉ ES HACERSE PEQUEÑO?


 

   Las novicias del Monasterio de Lisieux, oyendo a Santa Teresita hablar siempre de su pequeño camino de infancia espiritual, le preguntaron un día:

 

   ¿Qué se necesita para tener el espíritu de la infancia? ¿Qué significa hacerse pequeño, permanecer pequeño?

 

   La santa respondió:

 

   – Permanecer pequeño es reconocer la propia insignificancia, esperarlo todo de Dios y no angustiarse por las propias faltas, porque los niños pequeños, a menudo por ser pequeños, se preocupan poco; es desapegarse de la riqueza y no preocuparse por nada. Entre los pobres, el padre le da a su hijo, siendo aún pequeño, todo lo que necesita, pero cuando crece, ya no quiere mantenerlo y le dice: «Ahora puedes mantenerte con tu trabajo». Pues bien, para no oír esas palabras, no quiero crecer, ¡para siempre considerarme incapaz de ganarme la vida eterna! Permanecer pequeño es, además, no atribuir mérito a las virtudes practicadas, sino reconocerlas como tomadas de un tesoro puesto por Dios en las manos de su pequeña hija, para que las use cuando las necesite...

 

   ¡Cuánto simplifica esto la vida espiritual, evitando las desesperadas complicaciones y angustias en las que luchan tantas pobres almas, sedientas de perfección pero atemorizadas por el rigor de la Justicia Eterna!

 

   ¿Acaso Nuestro Señor no nos manda hacernos pequeños para entrar en el Reino de los Cielos? ¿Y puede un niño pequeño temer a un Padre tan Misericordioso? ¡Ah! Dejemos atrás ese orgullo de creernos siempre grandes, que, incluso en la práctica de la virtud, se infiltra sutilmente, haciéndonos creer capaces de mucho, o ya avanzados, cuando en realidad seguimos siendo tan pobres y miserables.

 

   ¡Hagámonos pequeños, verdaderamente como niños pequeños, humildes, pobres, abandonados a la Divina Misericordia! ¡Es tan bueno ser pequeños y humildes! ¡Cómo se inunda de paz el corazón cuando se vive así, como un niño pequeño, en la vida espiritual!

 

Pensamientos para cada día del año. Tomado del “Breviario de la Confianza” Monseñor Brandão, Ascânio. Año 1936.

 

lunes, 1 de septiembre de 2025

SERMÓN SOBRE LA LIMOSNA – Por San Juan Crisóstomo.

 



RECIBIREMOS MÁS DE LO QUE DEMOS.

 

   San juan Crisóstomo, el más grande orador de todos los tiempos, dice asi en un famosísimo sermón que pronunció hace 15 siglos:


   “Cuando repartes limosnas, das dinero y recibirás cielo. Alejas la pobreza de otros y se te acercarán a tí las riquezas de Dios. Das cosas terrenas y recibirás bienes celestiales. Siempre y en toda ocasión necesitas que Dios se compadezca de tí, por eso siempre debes compadecerte de los necesitados. Cuando das a los pobres estás colocando tus riquezas en el banco que más intereses paga: el banco del cielo. Lo que les das a los pobres lo recibe Dios, y Él se encarga de multiplicarlo por mil y devolvértelo. Y aunque cuando des limosna estés en pecado, no por eso dejarás de recibir premios de Dios. No recibirás tanto como si estuvieras en gracia, pero sí recibirás y mucho. Cada limosna tuya es una semilla que esparces y te producirá cosechas abundantes... Dios permite que otros padezcan necesidad, para que tú puedas ayudarlos y así le vayas pagando tus pecados... cada pobre que ayudas se convierte en un médico que te trae curación para las enfermedades de tu alma... las oraciones que los pobres elevan por tí, se convierten en protectores que te libran de los rayos de la justicia divina... No quita tanto el agua las manchas y mugre de tus vestidos como la limosna las manchas de tu alma... La ayuda a los pobres va volviendo pura y blanca tu alma... ¿Qué tienes hijos y familia numerosa? La limosna atrae premios del cielo para ellos y los libra de muchos peligros. La buena tierra te devuelve 40 o 60 o 100 granos por cada semilla que allí siembras. En cambio el cielo te devuelve multiplicadas por mil las limosnas que repartes... Mira al cielo que te espera y cómpratelo, comprártelo con tus limosnas.”

sábado, 23 de agosto de 2025

La naturaleza de la religión judía hoy – Por el Padre Don Curzio Nitoglia.


 


INTRODUCCIÓN.

 

   Para mostrar al lector cómo son todavía hoy la religiosidad, el ceremonial y la moral del judaísmo postbíblico, me serviré sobre todo de las obras del rabino veneciano Leon da Modena (Historia di riti hebraici, Venecia, 1678), del rabino convertido al catolicismo Paolo Medici (Ritos y costumbres de los judíos, Turín, 1737), de Johannes Buxtorfius (Synagoga judaica, Basilea, 1680), de Don Giulio Bartolocci (Bibliotheca magna rabínica, Roma 1675-1683), de Elia S. Artom (Vita d'Israele, Roma, 4ª ed., 1993) y de Elio Toaff (Essere ebreo, Milán, 1994).

 

EDUCACIÓN INFANTIL.

 

   A los doce años, los niños reciben una explicación resumida de algunos pasajes del Antiguo Testamento (principalmente la Torá, no los Profetas) y son instruidos principalmente en el estudio del Talmud, mientras que los más dotados son aplicados al estudio de la Cábala.

 

   El Talmud contiene blasfemias no solo contra Nuestro Señor Jesucristo, sino también contra Dios Padre: «Dios reza, […] juega tres horas al día, discute con los rabinos y es derrotado, los bienaventurados del cielo no le creen, […] Dios puede pecar…». Medici afirma no haber leído estas cosas en los libros de autores cristianos, sino haberlas «aprendido, en mi infancia, de libros [judíos]» (P. MEDICI, op. cit., p. 27).

 

LA AUTORIDAD DE LOS RABINOS.

 

   Los jóvenes judíos que han continuado sus estudios se denominan Maschil (eruditos) o Caver de Rab (compañero del rabino); en un nivel superior, Chaham, que significa rabino o sabio. De entre estos, se elige un rabino comunitario (Chaham de Kaàl) para cada ciudad, con la tarea de resolver dudas sobre asuntos permisibles, oficiar matrimonios, declarar divorcios y excomulgar a los criminales (P. MEDICI, op. cit., págs. 34-36).

 

LOS SACERDOTES Y LOS LEVITAS.

 

   Antes de que los judíos adoraran al becerro de oro en el desierto, mientras Moisés hablaba con el Todopoderoso en el monte Sinaí (c. 1280 a. C.), todos los primogénitos eran sacerdotes consagrados al culto de Dios. Sin embargo, tras el pecado de idolatría, los levitas (de la tribu de Leví) fueron elegidos en su lugar, con la particularidad de que solo la familia de Aarón, de la tribu de Leví, sus hijos y sus descendientes estaban destinados al sacerdocio; mientras que los miembros de las demás familias de la tribu de Leví permanecieron como simples clérigos consagrados al culto de Dios. Este sacerdocio de la familia de Aarón, de la tribu de Leví, perduró hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.

 

   No faltan, incluso en nuestros tiempos, judíos mentirosos que afirman falsamente ser descendientes de la casa de Aarón y se hacen pasar por sacerdotes. […] Esto es absolutamente falso, ya que con la destrucción de Jerusalén y del Templo, [los judíos] perdieron todo conocimiento de su tribu, de modo que no hay nadie que pueda afirmar con veracidad que pertenece a esta o aquella tribu. (P. MEDICI, cit., págs. 44-45)

 

LAS ORACIONES.

 

   Los judíos suelen recitar el Kadish, que es una alabanza a Dios, tras lo cual los presentes responden: «Amén». Los talmudistas enseñan que en ese momento Dios sacude la cabeza y dice: «¡Ay del Padre [Dios] que envió a sus hijos a la esclavitud, y ay de los hijos que se ven privados de la mesa de su Padre!» (Ibíd., pág. 65). Esta es una costumbre típicamente talmúdica de juzgar a Dios como impotente e incapaz de liberar a un pueblo de la esclavitud.

 

SUEÑOS.

 

   Es increíble la fe que los judíos depositan en los sueños. Creen que la bondad o maldad de un sueño reside en su buena o mala interpretación […]. El método que siguen para contrarrestar la maldad de un sueño, cuando es desafortunado, es ayunar al día siguiente […]. El soñador ayuna todo ese día y, al anochecer, se presenta ante tres rabinos […] a quienes les dice siete veces […]: «He tenido un buen sueño». Y ellos le responden otras tantas: «Has tenido un buen sueño, y bueno es, que Dios lo haga bueno». […] Los judíos son tan crédulos en los sueños que no se les permite jurar en sábado, salvo por causa de ellos…» (Ibídem, págs. 99-101).

 

   La teoría de los sueños también juega un papel fundamental en el psicoanálisis freudiano, de origen talmúdico-cabalístico.

sábado, 16 de agosto de 2025

LA MUERTE DE LOS JUSTOS – Por el Padre Jean Croisset. S. J.


 

   

   Aunque el justo muera con una muerte anticipada, se hallará en reposo. La experiencia enseña frecuentemente que los justos son retirados de este mundo en lo más florido de su edad. Muchas veces es efecto de la bondad de Dios que los quiere sacar de los males o peligros de esta vida.

 

   Pero de cualquiera modo y en cualquiera tiempo que ponga fin a su carrera, no se debe reputar su muerte por desgracia, puesto que le coloca Dios en un lugar de paz y de sosiego.

 

   Líbrale de un lugar de destierro, de una región de llantos, de una estancia triste y tumultuosa, en que las tempestades son tan frecuentes, y los escollos tan multiplicados, y tan comunes los naufragios. Solo por una especie de encanto se puede vivir con gusto en un país donde todo nos es contrario; en una tierra que solo lleva abrojos y espinas, donde los más dichosos son aquellos que mejor poseen el arte de atolondrarse, y por decirlo así, el adormecer y confundir sus desasosiegos y sus pesadumbres entre el ruido y el estruendo.

 

   El nacimiento ilustre, la fortuna brillante, los empleos sobresalientes, las prosperidades engañosas, todo esto puede embriagarnos; pero nada de esto es capaz de hacernos verdaderamente dichosos y felices. Todas esas plantas solo producen unas flores por la mañana muy lozanas, que a breves horas se marchitan; y si dan algún fruto, ¡qué raro es el que no sea muy amargo y de poca duración! Basta una fiebre, un dolor, un catarro, un revés de fortuna, un accidente para; trastornarlo todo, para arruinarlo todo y para desvanecerlo todo.

 

   ¿Qué edad, qué salud, qué condición hay exenta de estos fatales accidentes? Esta es la calidad, este es el mérito de la tierra que pisamos.

 

   ¡Mi Dios, y de cuántos males nos libra la muerte de los justos! Y si nosotros lo fuéramos; es decir, si fuéramos verdaderamente santos, ¡qué objeto tan halagüeño y tan gozoso seria tambien para nosotros!

 

   El más perfecto modelo de una muerte preciosa fué la de la santísima Virgen. No solo murió en la caridad, que eso es común a todos los santos; no solo por la caridad, que eso es propio de los mártires, de quien es reina, sino a manos de la misma caridad y del puro amor de Dios. La muerte de los santos es preciosa por el mérito de su vida y de su inocencia, en que consiste todo su precio y toda su estimación. Pues ¿qué vida más pura, más llena de merecimientos, que la de la santísima Vírgen?

 

   No consiste la felicidad de la muerte en morir entre la pompa y el fausto, sino en morir en gracia de Dios; no entre abundancia de bienes, sino con multitud de virtudes, que son los verdaderos tesoros; no rodeado de criados, sino cercado de ángeles. Tal fué la muerte de la santísima Vírgen. Llena de gracia desde el primer instante de su aurora; ¿qué tesoros no aumentaría en el último momento de su brillante día? En ninguno de su vida dejó de multiplicar y doblar los infinitos tesoros de sus merecimientos; ¡pues cuán preciosa seria su santísima muerte!

 

“AÑO CRISTIANO”

AÑO. 1864

San Roque, confesor (+ - 1327) 16 de agosto.


 


   San Roque, abogado contra la pestilencia, fué de nacionalidad francesa, y nació en la villa de Montpellier, en la provincia de Languedoc, de padres ilustres y ricos, y señores de aquel pueblo.

 

  Su padre se llamó Juan y su madre Libera. Desde niño mostró grande inclinación a la virtud; y siendo de doce años comenzó a macerar su cuerpo con ayunos y penitencias, y a hacer guerra a sus gustos y apetitos.

 

   Muertos sus padres, vendió en aquella tierna edad la hacienda que pudo, que era riquísima, y la repartió a los pobres; y tomando el hábito de la tercera orden de san Francisco, y encomendando a un tío suyo el gobierno de su estado y vasallos, se vistió de romero, y dejando su patria, casa, deudos y amigos, se partió de Francia para Italia a visitar los Santos Lugares de Roma.

 

   Llegó al lugar de Acquapendente, donde halló muchos que estaban heridos de pestilencia. Fuese al hospital, y comenzó a servir a los pobres y a hacer la señal de la cruz sobre los apestados, y los sanó maravillosamente a todos. Los mismos milagros obró en Roma, Cesena, Placencia y otras ciudades de Italia.

 

   Más para que él no se envaneciese con tantas maravillas de la virtud de Dios, y para que acrecentase su corona con la paciencia, le dio una recia y aguda calentura, y permitió el Señor que fuese herido en el muslo. Pasó este trabajo san Roque con entera resignación y alegría, retirado en un lugar desierto, donde la providencia de Dios ordenó que un perro le trajese cada día de la mesa de su amo un pedazo de pan con que se pudiese sustentar.

 

   Finalmente volvió a Montpellier su partia, y hallóla muy alterada por la guerra, y como le tomasen por espía, echaron mano de él, y pusiéronle en la cárcel por orden de su mismo tío, a quien el santo ni quiso darse a conocer, por ser maltratado y padecer por amor del Señor. Cinco años estuvo allí desconocido de todos, hasta que entendiendo que se llegaba el fin de su peregrinación, se armó con los santos Sacramentos, y entregó su espíritu al Creador, siendo de edad de treinta y dos años. En su muerte tocaron alegremente por sí mismas las campanas, y se halló junto a su cuerpo una tabla en que estaba escrito el nombre del santo, y la vida que había llevado y el favor que alcanzaría del Señor a los que heridos de pestilencia implorasen con viva fe su patrocinio.

 

   Llevaron su sagrado cadáver con gran pompa a la iglesia y le sepultaron honoríficamente, y su tío, que era hombre rico y principal, le edificó un magnífico templo en el cual y en muchas partes Dios obró por san Roque muchos milagros.

 

   Reflexión: Creció más la devoción de los pueblos, por el gran portento que sucedió en la ciudad de Constanza el año 1414; donde celebrándose el Concilio, y siendo fatigada aquella tierra y comarca de una grave pestilencia, se le hizo al santo una solemnísima procesión en la cual se llevaba la imagen de san Roque, y luego cesó aquella terrible plaga y azote del Señor. También se ha experimentado este mismo favor del santo en otras muchas partes de manera que los pueblos, ciudades y provincias en su mayor aflicción acuden a él, y le toman por intercesor, y por sus oraciones alcanzan del Señor el remedio que no han podido hallar en los médicos humanos y en las medicinas del cuerpo.

 

   Oración: Rogámoste, Señor, que guardes con tu continua piedad a tu pueblo, y que, por los méritos del glorioso san Roque, los libres de todo contagio de alma y cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

“FLOS SANCTORVM”

 

lunes, 11 de agosto de 2025

Santa Clara de Asís. — 12 de agosto (+ 1253).


 

   La seráfica virgen santa Clara, fundadora de las religiosas del seráfico padre san Francisco, fué, como este santo, natural de Asís, y de claro y nobilísimo linaje.

 

   Siendo aún muy niña y no teniendo aún rosario para llevar la cuenta de sus oraciones, las iba contando con piedrecillas, y aunque por voluntad de sus padres vestía ropas preciosas, más interiormente usaba de un áspero cilicio, y ofrecía a Dios su virginidad con gran resistencia de sus padres, que deseaban casarla.

 

   Había Dios enviado en este tiempo al mundo para renovarlo, al seráfico padre san Francisco, el cual estaba en la misma ciudad de Asís; y por su consejo dejó la santa doncella la casa de sus padres y renunciando a todas las grandezas del mundo, se entró en la iglesia de santa María de la Porciúncula que está a una milla de Asís. Allí la aguardaban san Francisco y todos sus santos religiosos con velas en las manos y entonando el Veni Creator Spiritus; y ella, al pie del altar, se desnudó de todas sus galas y preciosas vestiduras, se cortó las trenzas de su rubia cabellera, y recibió de manos del seráfico patriarca el hábito penitencial.

 

   Pretendieron sus deudos y parientes llevársela por fuerza, más la santa se asió tan fuertemente al altar, que al quererla sacar por fuerza, dejó en sus manos la mitad de sus vestiduras, y aun se quitó la toca, para que viesen que había también sacrificado a Cristo la hermosura de sus cabellos. Premió el Señor tan ilustre victoria que su sierva alcanzó de la carne y de la sangre, con dar la misma vocación a su hermana Inés y a otras nobilísimas doncellas, parientas suyas, hasta el número de diez y seis; las cuales formaron la primera comunidad de religiosas de santa Clara.

 

   No solamente en aquella ciudad, sino en la Umbría y por todo el mundo se extendió el resplandor de las virtudes de santa Clara.

 

   Ayunaba a pan y agua todas las vigilias de la Iglesia y toda la cuaresma, llevaba por vestidura interior una asperísima piel de jabalí, y dormía sobre la tierra teniendo un haz de sarmientos por almohada; pero el amor de Cristo le hacía tan suaves éstas, y otras espantosas penitencias, que no había rostro más alegre y apacible que el de la santa.

 

   Y ¿qué lengua podrá decir las inefables dulzuras, éxtasis seráficos y dones de milagros y de profecía con que Jesucristo la regalaba y correspondía a su amor?

 

   Cuando los bandidos y sarracenos con que el malvado Federico II talaba el valle de Espoleto, cercaron la ciudad de Asís y escalaban ya los muros del monasterio de santa Clara, ella, aunque enferma, se hizo llevar a las puertas, y sacando del seno una custodia del santísimo Sacramento, oyó la voz de Jesús, que le decía: «Sí, Clara, yo te protegeré»: y huyeron al punto aquellos bárbaros, dejando muchos cadáveres, heridos como si hubiesen peleado contra los rayos del cielo.

 

   Finalmente toda la vida de la santa fué como la de un serafín sacrificado por amor de Jesucristo, y a la edad de sesenta años, visitada por un coro celestial de santas vírgenes, entregó su alma purísima al divino esposo.

 

   REFLEXIÓN: Los monasterios de santa Clara han llegado a la crecida suma de cuatro mil; y en ellos se han santificado mucha nobilísimas doncellas, condesas, duquesas y princesas, y sobre todo un gran número de almas heroicas que practicando la regla más austera de todas, han sido en la tierra las delicias de Dios, el ornamento de la Iglesia católica, y el más elocuente ejemplo del mundo.

 

   ORACIÓN: Óyenos, Señor y Salvador nuestro, y haz que la alegría que sentimos en la fiesta de tu bienaventurada virgen santa Clara, sea acompañada de los afectos de una verdadera devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

“FLOS SANCTORVM”

 

LA ALEGRÍA DE UNA BUEN CONCIENCIA – “LA IMITACIÓN DE CRISTO” de Tomás de Kempis.


 

  La gloria de un hombre virtuoso es el buen testimonio de su conciencia. Ten una buena conciencia y siempre tendrás alegría. Una buena conciencia sufre mucho y se mantiene alegre en la adversidad. Una mala conciencia siempre está inquieta y asustada.

 

   Disfrutarás de una dulce paz si tu corazón no te acusa de nada. No te regocijes excepto cuando hagas algo bueno. Los malvados nunca tienen verdadera alegría ni sienten paz interior, porque el Señor dijo: «No hay paz para los malvados ».Y si dicen: «Vivimos en paz, no nos sobrevendrá ningún mal», ¿quién se atreverá a ofendernos? No les crean; porque de repente la ira de Dios se levantará contra ellos, y sus obras serán en vano, y sus pensamientos perecerán.

 

   No es difícil para quienes aman jactarse en la tribulación, porque jactarse de esta manera es jactarse en la cruz del Señor. La gloria que el hombre da y recibe es efímera. La gloria del mundo siempre va acompañada de tristeza. La gloria de los buenos está en su conciencia, no en la boca de los hombres.

 

   El gozo de los justos es de Dios y está en Dios, y su gozo proviene de la verdad. Quien desea la gloria verdadera y eterna no se preocupa por la gloria temporal. Quien busca la gloria temporal o no la desprecia con todo su corazón es señal de que no ama la gloria celestial.

 

   Gran paz de corazón tiene quien no se preocupa por la alabanza ni por los insultos. Quien tiene la conciencia tranquila estará fácilmente contento y en paz.

 

   «NO ERES MÁS SANTO POR QUE TE ELOGIEN, NI PEOR POR QUE TE INSULTEN. LO QUE ERES ANTE DIOS, ESO ES LO QUE ERES, Y NADA MÁS»

 

   Porque los hombres te estiman, no puedes ser más grande ante Dios de lo que eres. Si prestas atención a lo que eres por dentro, no te importará lo que te digan los hombres.

 

   «EL HOMBRE MIRA EL ROSTRO, PERO DIOS EL CORAZÓN, EL HOMBRE CONSIDERA LAS OBRAS, Y DIOS PESA LAS INTENCIONES».

 

   Trabajar siempre bien para Dios y su gloria, y tenerse en menos de lo que se vale, es señal de un alma humilde. 

domingo, 10 de agosto de 2025

HISTORIA DE LA VIDA DE SANTA FILOMENA (virgen y mártir) SEGÚN LAS REVELACIONES DE LA MADRE MARÍA LUISA DE JESÚS.


 


   A pesar de tener sus restos mortales, la Iglesia aun no sabía nada sobre la vida de Santa Filomena.  Lo que sabemos de esta santa es gracias a las revelaciones privadas recibidas de la misma santa en 1863 por tres diferentes personas, en respuesta a las oraciones de muchos a que dejara saber quién era ella y como llegó al martirio.

 

   Las personas favorecidas fueron un joven artista de buena moral y vida piadosa, un devoto sacerdote y una piadosa religiosa de Nápoles, la Venerable Madre María Luisa de Jesús quien murió en olor de santidad. (Estas revelaciones han recibido el Imprimátur de la Santa Sede dando testimonio de que no hay nada contrario a la fe. La Iglesia no ha hecho ningún otro pronunciamiento y no garantiza la autenticidad de las supuestas revelaciones. La Santa Sede dio la autorización para la propagación de estas el 21 de diciembre de 1883.)

 

LO QUE REVELÓ SANTA FILOMENA.

 

   “Yo soy la hija de un príncipe que gobernaba un pequeño estado de Grecia. Mi madre también era de sangre real. No tenían niños. Eran idolatras y continuamente ofrecían oraciones y sacrificios a sus dioses falsos. Un doctor de Roma llamado Publio –ahora está en el Cielo–, vivía en el palacio al servicio de mi padre. Este doctor profesaba el cristianismo. Viendo la aflicción de mis padres y por un impulso del Espíritu Santo les habló acerca de nuestra fe e incluso les prometió posteridad si consentían en recibir el bautismo. La gracia que acompañaba sus palabras, iluminaron el entendimiento de mis padres y triunfó sobre su voluntad. Se hicieron cristianos por encima de sus voluntades: se hicieron Cristianos y obtuvieron la gran deseada felicidad que Publio les había prometido en premio a su conversión.

 

   Al momento de nacer me pusieron el nombre de Lumena, en alusión a la luz de la fe, de la cual era fruto. El día de mi bautismo me llamaron Filomena, hija de la luz (filia luminis) porque en ese día había nacido a la fe. Mis padres me tenían gran cariño y siempre me tenían con ellos. Fue por eso que me llevaron a Roma, en un viaje que mi padre fue obligado a hacer debido a una guerra injusta.

 

   Yo tenía trece años. Cuando arribamos a la capital nos dirigimos al palacio del emperador y fuimos admitidos para una audiencia. Tan pronto como Dioclesiano me vió, fijo los ojos en mí.

 

   El emperador oyó toda la explicación del príncipe, mi padre. Cuando este acabó y no queriendo ser ya más molestado le dijo: – “Yo pondré a tu disposición toda la fuerza de mi imperio y te pediré a cambio sólo una cosa, que es, la mano de tu hija”. Mi padre deslumbrado con un honor que no esperaba, accede inmediatamente a la propuesta del emperador y cuando regresamos a nuestra casa, mi padre y mi madre hicieron todo lo posible para inducirme a que cediera a los deseos del emperador y los suyos. Yo lloraba y les decía: – “¿Ustedes desean que por el amor de un hombre yo rompa la promesa que he hecho a Jesucristo? Mi virginidad le pertenece a Él y yo ya no puedo disponer de ella”. Pero eres muy joven para ese tipo de compromiso me decían, y proferían las más terribles amenazas para hacerme que aceptara la mano del emperador.

 

   La gracia de Dios me hizo invencible. Mi padre no pudiendo convencer al Emperador con las razones que alegó para ser dispensado de la promesa que había hecho, fue obligado por Dioclesiano a llevarme a su presencia.

sábado, 9 de agosto de 2025

San Lorenzo, diácono y mártir. — 10 de agosto (+ 258).


 

   El gloriosísimo y fortísimo mártir san Lorenzo, nació en Huesca del reino de Aragón: su padre llamado Orencio y su madre, Paciencia, fueron santos, y de ellos celebra festividad la iglesia de Huesca. Hízole el papa san Sixto, segundo de este nombre, arcediano, o primero de los diáconos de la iglesia romana. Por este tiempo anduvo muy brava la persecución del emperador Valeriano: y en ella fue preso san Sixto y llevado a la cárcel, salióle al camino san Lorenzo y le dijo:

 

   – «¿Adónde vas, oh padre, sin tu hijo? ¿Adónde vas, oh sacerdote, sin tu diácono?»


   Respondióle el venerable pontífice:


   – «A ti, hijo mío, como a más joven, te aguardan más rigurosos suplicios, y más gloriosa victoria: anda a repartir a los pobres los tesoros de la Iglesia; porque presto me seguirás como hijo al padre, y como diácono al sacerdote.»

 

   Cumplió san Lorenzo enteramente la voluntad del pontífice, y gastó toda la noche en visitar a los pobres y repartirles el tesoro de la Iglesia, y el día siguiente volvió a san Sixto, y viendo que ya le llevaban a degollar, corrió a él y con voz alta y llorosa le dijo:

 

    – «No me desampares, padre santo: ya cumplí tu mandamiento y distribuí los tesoros que me encargaste.»

 

   Oyeron los ministros de justicia estas palabras, y, a la voz de los tesoros, echaron mano de Lorenzo, y dieron noticia de lo que habían oído al emperador, el cual se holgó de ello esperando hartar su codicia. Preguntóle, pues, por los tesoros de la Iglesia; y el santo con una sabiduría y sagacidad, divina le respondió, que se los traería. Y juntando el santo diácono un buen número ciegos, cojos, mancos y pobres, a quienes había socorrido, se vino con ellos al emperador y díjole:

 

   – «Estos son los tesoros de la Iglesia. »

 

   No se puede fácilmente creer la saña que recibió el tirano, viendo así frustradas sus esperanzas: mandóle luego azotar y rasgar sus carnes con escorpiones; y echando de ver que no se quejaba ni daba un solo gemido, antes se reía del tirano y de los tormentos, embravecióse más y exclamó:

 

   – «Tú eres un mago; pero yo te juro por los dioses inmortales que has de padecer tan graves penas que ningún hombre hasta hoy las padeció.»

 

   A lo cual respondió Lorenzo:

 

   – «En nombre de Jesucristo te aseguro que no las temo.»

 

   Mandóle pues atormentar toda la noche con varios suplicios, y finalmente asarle en un lecho de hierro a manera de parrillas, en las cuales no mostró el santo ningún sentimiento de dolor; sino que estando asada una parte de su cuerpo, habló al tirano y le dijo:

 

   – «Ya está asada la mitad de mi cuerpo; manda que me vuelvan de la otra parte, y que me echen la sal.»

 

    Y mientras el tirano con los ojos encarnizados y dando bramidos de rabio y furor mandaba a los sayones que atizasen el fuego, el fortísimo mártir, levantados los ojos al cielo, decía:

 

   – «Recibid, Señor, este sacrificio, en olor de suavidad»; y dando gracias al Señor, expiró.

 

   REFLEXIÓN: Este es el martirio de san Lorenzo, gloria de España, y tan ilustre en toda la cristiandad, después del protomártir san Esteban, que como dice san Agustín, «alumbró con sus resplandores el universo mundo.» ¿Quién no se animará con tal ejemplo a servir a Jesucristo con viva fe, segura esperanza y encendida caridad, sin temer el fuego y crisol de la tribulación por donde se llega al eterno descanso y refrigerio?

 

 

   ORACIÓN: Concédenos, oh Dios todopoderoso, que se apaguen en nosotros las llamas de nuestros vicios; pues concediste al bienaventurado san Lorenzo que venciese el fuego de sus tormentos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

 

“FLOS SANCTORVM”

viernes, 8 de agosto de 2025

ANTIJUDAÍSMO Y ANTISEMITISMO – Por el Padre. Don Curzio Nitoglia.


 

LAS CAUSAS GENERALES DEL ANTIJUDAÍSMO.

 

 

Se habla mucho últimamente del antisemitismo. Pero ¿cuáles son las causas de este fenómeno?

 

   El escritor y periodista judío Bernard Lazare (Nimes, 1865 - París, 1903) se planteó esta misma pregunta ya el siglo pasado.

 

   «Allí donde se han establecido los judíos (...)», respondió, «se ha desarrollado el antisemitismo, o mejor aún, el antijudaísmo, ya que antisemitismo no es una palabra exacta» (B. LAZARE, L'Antisemitisme, Ed. Documents et témoignages, Vienne, 1969, pág. 11).

 

   También admite que “el pueblo judío ha sido odiado por todos los pueblos entre los que se asentó” (op. cit., p. 11) y concluye que las causas generales del antisemitismo están en Israel y no en los pueblos que lo combatieron.

 

   Este razonamiento no es fruto del odio racial ni del antisemitismo, sino la observación de un autor de origen israelita, dotado de una mente clara y objetiva. Ni Lazare ni nosotros pretendemos argumentar que los perseguidores de los judíos siempre tuvieron razón.

 

   La Iglesia, por ejemplo, se ha opuesto al odio racial y a la violencia injustificada contra el judaísmo, al tiempo que recomienda constantemente la prudencia y toma medidas para preservar a los cristianos de la influencia judía.

 

   Sin embargo, hay que admitir, con Lazare, que «los judíos –al menos en parte– causaron sus propios males» (op. cit., p. 11), porque habitualmente el judío es un «ser insociable/inasimilable» («insociable» p. 12), que se niega a ser asimilado por la sociedad, pues es política y religiosamente exclusivista.

 

   Estudiando la historia se puede observar cómo los pueblos conquistados acabaron sometiéndose a los vencedores, aunque en ocasiones mantuvieron su propia fe.

 

   Por el contrario, «dondequiera que los judíos fundaran colonias, dondequiera que fueran reubicados, exigieron no solo poder practicar su propia religión, sino también no estar sujetos a las costumbres de los pueblos entre los que estaban llamados a vivir y poder gobernarse con sus propias leyes» (op. cit., p. 13). En todas partes quisieron seguir siendo judíos, como pueblo, como religión y como Estado, y gracias a los privilegios así obtenidos, pudieron establecer un Estado dentro del Estado.

 

LEY MOSAICA Y LEY TALMUDICA.

 

   En este punto debemos interrumpir el razonamiento de Lazare para recordar la importantísima distinción entre la Ley Mosaica y la Ley Talmúdica, entre el judaísmo antes y después de Cristo.

 

   La ley mosaica, completamente relacionada con el futuro Jesucristo, fue revivida y perfeccionada por el cristianismo; la ley talmúdica, en cambio, es la antítesis y la corrupción de la ley mosaica y la cristiana. El Talmud y la Cábala espuria impidieron la conversión del pueblo elegido al Mesías; el dominio de los fariseos impidió que Israel entrara en la Nueva y Eterna Alianza.

 

   Ahora bien, el talmudismo es una degeneración carnal de la religión mosaica. De hecho, mientras que el mosaísmo enseñaba que Israel había sido elegido para acoger a Cristo y darlo a conocer a todo el mundo, los fariseos y cabalistas-talmudistas sostenían que el mundo fue creado «para estar sujeto al imperio universal... de los judíos» (op. cit., p. 14). He aquí la nueva religión judía que nada tiene que ver con la Biblia ni con Moisés: ¡Es el dominio del judaísmo sobre el mundo entero!

 

   Según esta perspectiva, por un lado están los judíos, los hombres verdaderos, y por el otro los no judíos, los “gojim”, que son como bestias y deben ser esclavos de los judíos. Cuando el Mesías llegó predicando el Evangelio del Reino de los Cielos, la perfección y el cumplimiento del Antiguo Testamento, los fariseos y talmudistas, aun sabiendo que Él era el Mesías y Dios mismo, lo odiaron profundamente, hasta el punto de condenarlo a muerte, porque desbarató su sueño imperialista de dominio material sobre el mundo entero.

 

   Fue con la corrupción del mosaísmo en el talmudismo que comenzó una persecución sistemática y autodefensiva de los judíos (véase B. LAZARE, op. cit., p. 17). Este fenómeno se explica fácilmente: con el auge del odio y el desprecio hacia todos los pueblos no judíos, surgió también la inevitable reacción de estos últimos.

 

   Si hasta entonces solo había habido estallidos locales de odio, a partir de entonces se produjo un acoso sistemático a los judíos asentados en diversos países. Lazare sostiene que la causa de la persecución contra el judaísmo se encuentra precisamente en los principios del talmudismo y no en el comportamiento de los pueblos de acogida, quienes, en su mayoría, no hicieron más que defenderse (“vim vi repellere licet”).

 

   Bernard Lazare pregunta: “¿Por qué se odiaba a los judíos en todos estos países y ciudades? Porque —responde— nunca ingresaron al Estado como ciudadanos, sino como individuos privilegiados. Aunque habían abandonado Palestina, querían, sobre todo, seguir siendo judíos, considerando Jerusalén su única patria y rechazando la asimilación por los pueblos vecinos” (op. cit., p. 22).

 

EL JUDAÍSMO EN LOS TIEMPOS DE LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA.

 

   León XIII recordó con autoridad cómo la sociedad medieval estaba imbuida de la filosofía del Evangelio. Era inevitable, por tanto, que el judaísmo, hostil al Evangelio y a la Iglesia, se opusiera a este orden social. La Iglesia Católica, por lo tanto, tuvo que liderar y guiar una reacción o defensa contra el judaísmo que, por ende, podemos llamar antijudaísmo, un término que debe distinguirse cuidadosamente, como veremos con más detalle más adelante, del antisemitismo.

 

   La razón del antijudaísmo reside en la centenaria oposición del judaísmo talmúdico a Nuestro Señor Jesucristo y a su Iglesia, la cual tuvo que defenderse para no sucumbir. Lazare escribe además: «Por el mero hecho de negar la divinidad de Cristo, los judíos se posicionaron como enemigos del orden social, ya que este se fundaba en el cristianismo» (op. cit., p. 59). Un ejemplo de los conflictos que podían surgir entre el pueblo judío y el orden social cristiano es el relativo a la usura. A lo largo de la Edad Media y hasta el siglo XV, la Iglesia prohibió los préstamos con interés, pero para el judío esta prohibición no era vinculante: «Los judíos, que en aquella época pertenecían mayoritariamente a la clase mercantil (...), se aprovecharon de esta licencia y de la situación económica de los pueblos entre los que vivían» (op. cit., p. 62).

 

   Un pueblo enérgico y vivaz, con un orgullo infinito, que se consideraba superior a todos los demás pueblos; el pueblo judío anhelaba convertirse en una potencia. Tenía un instinto instintivo de dominación (…). Para ejercer este tipo de autoridad, los judíos no tenían la posibilidad de elegir los medios. El oro les otorgaba un poder que todas las leyes religiosas y políticas les negaban. (…) Los poseedores del oro se convertían en amos de sus amos (…)» (op. cit., p. 64).

 

   Los talmudistas, naturalmente, tuvieron una gran influencia al inculcar este amor por el oro en las almas de sus correligionarios. Al priorizar solo los actos externos e ignorar la pureza de intención, redujeron el alma judía, presentándola como el único objetivo de la vida: una felicidad natural y material que se alcanza en la tierra.

 

   Para obtener este bien egoísta, el judío se vio inevitablemente impulsado a buscar oro, se vio encaminado hacia él, se le dispuso a ser usurero. Una vez que el judío se convirtió en tal, el antijudaísmo se complicó, las causas sociales se mezclaron con las religiosas, y la unión de estas explica la intensidad y severidad de las persecuciones que Israel tuvo que soportar. (…) El deicida, ya objeto de horror, al convertirse en usurero, recaudador de impuestos, despiadado recaudador de impuestos, agravó el horror hacia sí mismo (op. cit., p. 66). Así, se ganó un doble desprecio: el de los cristianos y el de los oprimidos.

 

LOS DIVERSOS AGENTES DEL ANTIJUDAÍSMO.