jueves, 27 de marzo de 2025

Las confesiones mal hechas llevan muchas almas al infierno le dijo Cristo a San Teresa de Ávila – Por el Pbro. Luis José Chiavarino.


 

   

   DISCÍPULO: — ¿Es, pues, un gran mal la confesión mal hecha?

 

   MAESTRO: — Es la principal causa de la condenación de las almas.

 

   DISCÍPULO: — ¿De veras, Padre?

 

   MAESTRO: — Certísimo. Las Confesiones mal hechas son la causa de la perdición eterna de muchas almas.

 

   DISCÍPULO: — Padre, usted exagera.

 

   MAESTRO: — De ningún modo; no soy yo quien lo dice: lo aseguran los santos más duchos en las vías del espíritu; lo contempló en una visión Santa Teresa de Jesús.

 

   Estaba la Santa en oración y he aquí que al punto ve abrirse ante sus ojos un abismo profundísimo, todo repleto de fuego, encendido en vivas llamas y precipitarse numerosísimas, como los copos de nieve en invierno, las infelices almas. Espantada la santa alza los ojos al cielo y exclama:

 

   — “Dios mío, Dios mío”, Qué es lo que veo — ¿Quiénes son tantas almas pobrecitas? — “Seguramente son de pobres infelices, de idólatras, de turcos, de judíos…”

 

   — No, Teresa, le responde Dios. Sepas que las almas que ves ahora precipitarse en el infierno, por permisión mía, son todas ellas almas de cristianos como tú.

 

   — Pero serán almas de gente que ni creían ni practicaban la religión, ni frecuentaban los sacramentos.

 

  — No, Teresa, no. — Sepas que todas estas almas son de cristianos, bautizados como tú, que como tú creían y practicaban...

 

   — Más no se habrán confesado nunca, ni en la hora de la muerte...

 

   — Son almas que se confesaban y que se confesaron en el trance de la muerte... –– ¿Cómo, pues, Dios mío, se condenan?


   –– ¡Se condenan porque se confesaron mal!... Vé, Teresa, cuenta a todos esta visión y conjura a todos los obispos y sacerdotes a no cansarse nunca de predicar sobre la importancia de la confesión y contra las confesiones mal hechas, a fin de que mis amados cristianos no vengan a convertir la medicina en veneno y a servir para su daño de este Sacramento, que es el Sacramento de la misericordia y del perdón.

 

      DISCÍPULO: — ¡Jesús mío! — ¿Son, pues, tantas las confesiones mal hechas?

 

¡CONFESAOS BIEN!

miércoles, 26 de marzo de 2025

San Guillermo de Norwich, mártir en Inglaterra, en 1137 – 24 de Marzo.




    San Guillermo fue también víctima del odio implacable de los judíos contra nuestra santa religión. Padeció en el duodécimo año de su edad.

   Era hijo de una familia muy piadosa; Varios prodigios habían acompañado su nacimiento e ilustrado su infancia. Llevó una vida muy pura y santa, y siendo su reputación bien conocida, mereció ser elegido por los judíos para el sacrificio de la Pascua.

    Trabajando como aprendiz de curtidor en Norwich, los judíos lo atrajeron a su casa algún tiempo antes de Pascua en 1137.

   Cuando lo tuvieron bajo su control, le ataron las extremidades y la cabeza para evitar todo movimiento y le pusieron una mordaza en la boca. Después de esto le raparon la cabeza, y le hirieron con muchos golpes de puntadas; luego pusieron al inocente en la horca y trataron de quitarle la vida. En su costado izquierdo, hasta lo más profundo del corazón, le hicieron una herida cruel, y para cauterizar el flujo de sangre que corría por todo su cuerpo, le vertieron agua muy caliente sobre la cabeza.

   El día de Pascua, los judíos metieron su cuerpo en un saco y lo llevaron a un bosque cerca de las puertas de la ciudad con la intención de quemarlo allí; Pero al ser sorprendido por un burgués de la ciudad llamado Eiluerdus, lo dejaron colgado de un árbol. En el lugar donde fue encontrado se construyó una capilla llamada “San Guillermo en los bosques”.

   Para protegerse de este mal, los judíos sobornaron con dinero al gobernador de la ciudad, quien se encargó de imponer silencio a Eiluerdus. Pero sólo tuvo éxito por un tiempo; y pronto el crimen fue descubierto y castigado como debía ser, tanto a los judíos culpables, como a  sus cómplices.

   El cuerpo del Santo, que había sido glorificado por los milagros, fue llevado, en 1144, al cementerio de la iglesia catedral, dedicada a la Santísima Trinidad; Seis años más tarde fue colocado en el coro de la misma iglesia.


   Sir Weever dijo: Que antiguamente los judíos en las principales ciudades de Inglaterra se llevaban a niños varones para circuncidarlos, coronarlos con espinas, azotarlos y crucificarlos en burla de Nuestro Señor Jesucristo. Así murió San Ricardo de Pontoise. Matthew Paris y Capgrave, también informan que San Hugo, cuando era niño, fue crucificado por los judíos en Lincoln en 1254.

 

    El nombre de San Guillermo de Norwich está registrado el 24 de marzo en los calendarios ingleses.

 

 

martes, 25 de marzo de 2025

San Ricardo de París, niño, mártir – 25 de marzo – Año 1180 25 de marzo.



Al fin del reinado de Luis VII en Francia, y al principio del de Felipe Augusto, su hijo, que reinó algún tiempo con él, ocurrió en París un hecho casi análogo al ocurrido en la ciudad de Norwich (24 de marzo). El mártir también estaba en edad de razón, y por eso su victoria fue más notable y más gloriosa.

 

   Era un muchacho llamado Richard, de muy buena familia, de tan sólo doce años. Los judíos lo apresaron cerca de la fiesta de Pascua, lo condujeron a su casa y lo llevaron a una bóveda subterránea. El jefe de la sinagoga, al interrogarlo sobre sus creencias y lo que le habían enseñado sus padres, respondió con una firmeza digna de un verdadero cristiano:

 

   «Creo sólo en Dios Padre todopoderoso, y en Jesucristo, su único Hijo, nacido de Santa María Virgen, crucificado y muerto bajo Poncio Pilato».

 

   El rabino, ofendido por esta profesión de fe tan llena de candor, se dirigió a los judíos cómplices de su crimen y les ordenó que lo desnudaran y lo azotaran cruelmente. La ejecución siguió inmediatamente a la orden; el santo joven fue desnudado y golpeado con una furia que sólo podía corresponder a los hijos de la raza de Canaán. Mientras unos le trataban de esta manera, otros, que eran espectadores de la tragedia, le escupían en la cara y, en un horrible desprecio por la fe cristiana que profesaban, proferían mil blasfemias contra la divinidad de Jesucristo, mientras que el mártir le bendecía sin cesar, sin pronunciar otras palabras, en medio de todos estos tormentos, que el sagrado nombre de JESÚS.

 

   Cuando estos tigres hubieron gozado bastante de este primer tormento, le levantaron en una cruz, y le hicieron sufrir todas las indignidades que sus sacrílegos antepasados ​​habían hecho sufrir antiguamente a nuestro divino Salvador en el Calvario; Sin embargo, su barbarie no pudo quebrantar el coraje del Mártir; pero, conservando siempre el amor de Jesús en su corazón, no dejó de tenerlo en sus labios, hasta que al fin su pequeño cuerpo, debilitado por el dolor, dejó salir su alma con un suspiro, y con el mismo adorable nombre de Jesús.

 

   Una impiedad tan detestable, cometida en medio de un reino totalmente cristiano, no quedó impune. El rey incluso quiso exterminar a todos los judíos que estaban en Francia, porque casi en todas partes eran acusados ​​de crímenes similares; además de su usura. El rey por último  se contentó con desterrarlos del reino.

 

   Dios quiso hacer ilustre la memoria del santo mártir, que murió por la causa de su hijo. La tumba que le erigieron en un cementerio llamado Petits-Champs, se hizo famosa por los milagros que allí ocurrían todos los días; lo que impulsó a los cristianos a levantar su santo cuerpo del suelo y llevarlo solemnemente a la Iglesia de los Inocentes, donde permaneció hasta que los ingleses, habiéndose hecho de algún modo dueños de Francia, y particularmente de París, bajo el débil rey Carlos VI, sustrajeron este precioso tesoro para honrarlo en su país, entonces católico, y nos dejaron sólo su cabeza. Todavía se podía ver en el siglo XVIII, en esta misma Iglesia de los Inocentes, custodiada en un rico relicario.

 

   La historia del martirio de San Ricardo fue compuesta por Robert Gaguin, general de la Orden de la Santísima Trinidad; se encuentra también en los Anales y Antigüedades de París; en el martirologio de los santos de Francia, y en varios historiadores que han escrito las acciones de nuestros reyes.

 

   Particularmente en Escipión Dúplex, cuando trata del reinado de Felipe Augusto, en el año 1180, este autor observa, con el cardenal Baronio, en el segundo volumen de sus Anales, que, ocho años antes, otros judíos habían cometido un crimen similar en la ciudad de Nordwich, en Inglaterra, en la persona de un niño, llamado Guillermo, como vimos.

 

   De este niño habla Polidoro Virgilio en su Historia de Inglaterra, como también lo hace el religioso Roberto du Mont en su suplemento a Sigeberto.

 

   Tenemos ya cinco santos inocentes martirizados por los judíos: Simeón, en Trento, Janot, en la diócesis de Colonia, Guillermo, en Nordwich, Hugo en Lincoln y nuestro Ricardo, en París. Pero existen miles de casos en toda la historia del cristianismo, algunos muy bien documentados.

 

   Podemos añadir un quinto, del que habla Raderus en su Santa Baviera, es decir, un niño llamado Miguel, de tres años y medio, hijo de un campesino llamado Jorge, del pueblo de Sappendelf, cerca de la ciudad de Naumburgo. Los judíos, habiéndolo raptado el Domingo de Pasión, para satisfacer su rabia contra los cristianos, lo ataron a una columna, donde lo atormentaron durante tres días con extrañas crueldades: así le abrieron las muñecas y las puntas de los pies, y le hicieron varias incisiones en forma de cruz por todo el cuerpo, para sacarle toda la sangre. Murió en este tormento en el año de Nuestro Señor 1340.

 

   Añadamos que habiéndose convertido los judíos en objeto de un odio tan general, sólo los Papas y los concilios los salvaron, al menos a menudo, de la furia del pueblo y de los edictos de proscripción de los príncipes. En ciertas regiones y ciudades se cometieron terribles masacres o se les obligó, mediante amenazas y torturas, a abrazar el cristianismo.

 

   Alejandro II, por citar sólo dos ejemplos, elogió a los obispos españoles que se habían opuesto a esta violencia; El V Concilio de Tours (1273) prohibió a los cruzados perseguir a los judíos.

 

   Comentario de Nicky Pío: La indulgencia en favor de los Judíos, solo debe ser proporcional a su inocencia, de lo contrario, ya por ley divina, ya por ley humana, deben ser castigados cómo cualquier asesino, con el agravante de ser sus presas predilectas,  son los NIÑOS cristianos, y su ancestral odio a CRISTO.

 

 

 

lunes, 24 de marzo de 2025

SAN SIMÓN DE TRENTO, INOCENTE Y MÁRTIR – 24 de marzo.


 


   El 24 de marzo el Martirologio Romano, conmemora “la pasión de San Simeón, niño, cruelísimamente sacrificado por los judíos en Trento y después glorificado por sus muchos milagros”. En 1475, un muchacho de tres años, llamado Simón, desapareció en el pueblo italiano de Trento; las circunstancias eran tales que la sospecha recayó en los judíos. Esperando declarar sobre esta sospecha, uno de ellos “halló” el cuerpo del niño en una canalización, donde después confesaron haberlo tirado.

 

   El examen del cuerpo, reveló a todas luces que el muchacho no se había ahogado; había heridas extrañas en el cuerpo, de circuncisión y crucifixión. Según testimonios recogidos en Trento poco después de la tragedia. Un médico judío atrajo al niño con halagos, y secuestró al pequeño con miras a la celebración de la Pascua judía.

 

   Después de crucificar al niño y extraerle la sangre, los oficiales de la sinagoga ocultaron su cuerpo por algún tiempo y, después lo arrojaron al canal. Se arrestaron aproximadamente a siete Judíos; fueron torturados y reconocieron que el muchacho había sido ritualmente asesinado con el propósito de obtener sangre cristiana para mezclar con el pan ázimo ceremonial; se hicieron estas confesiones separadamente y estuvieron de acuerdo en la totalidad de los detalles esenciales. Se juzgó a los judíos y finalmente fueron ejecutados.

 

   El funcionario a cargo de la investigación del crimen fue Jean de Salis de Brescia, un Judío convertido, originalmente llamado Jean de Feltro, quien describió cómo su padre lo dijo que Judíos de su pueblo, Lanzhat, habían matado a un niño en una Pascua y de cómo mezclaron su sangre en el vino y en pasteles.

 

   ¡Nadie se ha atrevido alguna vez a reprobar y negar los eventos históricos de este caso; sólo los Judíos inventan “razones” de por qué no era un Asesinato Ritual. Pero no hay ningún escape a la conclusión opuesta. En 1759, en respuesta a una apelación Judía de Polonia, la Inquisición envió al Cardenal Ganganelli (que más tarde llegó a ser el Papa Clemente XIV) para investigar e informar de todo este asunto, con referencia particular a los muchos casos que por entonces se informaron en Polonia. (Ver Informe del Cardenal Ganganelli, en el The Ritual Murder Libel and the Jew, de C. Roth, 1935, pág. 83): “admito entonces como verdadero el hecho del Bendito Simón, muerto a los tres años de edad, asesinado por los Judíos en Trento en el año de 1475 en odio de la fe de Jesucristo (aunque sea discutido por Basnage y Wagenseil); por el famoso Flaminio Cornaro, un Senador Veneciano, en su trabajo “El Culto del Niño San Simón de Trento (Venice, 1753) dispone de todas las dudas levantas por los mencionados críticos”. Los judíos tratan de tirar a descrédito a los jueces que condenaron a los asesinos Judíos.

 

   El Papa Sixto IV, enfrentó la posibilidad de sancionar el culto de San Simón; pero la razón de esto era que el culto no estaba aún autorizado por Roma, era un movimiento popular sin autoridad.  Este mismo Papa, más tarde, expresó su aprobación del veredicto sobre los judíos en la Bula Papal XII Kal. Julio, 1478.

 

   No tenemos sólo el testimonio acerca de lo correcto de los procedimientos de Sixto IV; también de varios otro Papas; Sixto V, quien reguló el culto popular de San Simón al ratificarlo en 1588, como lo citado por Benedicto XIV en Libro I, Ch. XIV, Nº 4 de su trabajo En la Canonización de los Santos; también por el mismo Papa Benedicto XIV en su Bulla Beatus Andreas del 22 de febrero, I755, en que confirma a Simón como un santo, un hecho que omitió de los argumentos de ese abogado de los Judíos, Strack (The Jew and Human Sacrifice); Gregorio XIII reconociendo a Simón como un mártir, y también visitando la urna; y, como ya se declaró, se obligó a reconocer que era un caso de asesinato Judío en odio de Cristiandad según Clemente XIV.

 

   La urna de San Simón está en la Iglesia de San Pedro, en Trento; se muestran reliquias de él todavía, entre ellos el cuchillo sacrificatorio.

 

   Para resumir, el Asesinato Ritual de San Simón de Trento es apoyado por tal evidencia que quien dude de la condena, en consecuencia, lo hace sin razón de las altas autoridades jurídicas y eclesiásticas de cuya probidad e inteligencia no hay la más ligera excusa para ponerlas en duda.

 

FUENTE: Católicos Alerta. (Defendiendo nuestra fe).


sábado, 22 de marzo de 2025

LAS 7 PUERTAS DEL INFIERNO – Por el Padre Guilherme Vaessén.


 


   Comentario de NICKY PÍO: Hace años, y más de una vez publiqué las 4 puertas del infierno de San Alfonso María de Ligorio, fundador de la orden de los “Redentorista”. Esta obra, aumenta el número de puertas a 7, pero siguiendo en todo el espíritu de San Alfonso.

 

La primera puerta: LA IMPUREZA.

 

   No os engañéis, decía San Pablo, los impuros no heredarán el cielo. La impureza es el amor desenfrenado a los placeres de la carne. Pensar voluntariamente en cosas deshonestas; desear practicar, ver, oír cosas escandalosas; decir palabras, tener conversaciones inmorales, leer libros obscenos, mirar graves espectáculos de personas indecentes; permitirse a sí mismo o a otros tomar libertades criminales; practicar en el sacramento del matrimonio lo que la moral cristiana prohíbe... son pecados contra la pureza.

 

   Dirá alguno ese pecado es pequeñito. ¿Pequeñito? Más es un pecado mortal.

 

   Dice San Antonino que es tal la corrupción de este pecado, que ni los demonios pueden sufrirlo, y añade el mismo santo que cuando se cometen actos tan viles, hasta el diablo se fuga para no verlos.

 

   Consideremos ahora el horror que causará a Dios aquella persona que, como dice San Pedro, como un cerdo, se revuelve  en el lodazal de este pecado. Dirán entonces los esclavos de la impureza: Dios es misericordioso, conoce la debilidad de la carne. Pues fíjate, como relata la Escritura, los castigos más terribles que Dios descargo sobre el mundo fueron por culpa  de este pecado.

 

   Abramos, pues, la Escritura. El mundo está todavía en su comienzo y los hombres ya son corruptos, carnales e impúdicos. Dios se arrepiente de haber creado al hombre y por eso decide exterminarlo. Las cataratas del cielo se abren, la lluvia cae durante cuarenta días y cuarenta noches, las aguas suben hasta cubrir las montañas más altas y la humanidad se ahoga, sumergida en las aguas del diluvio. Sólo ocho personas escapan, la familia de Noé, quienes fueron los únicos que mantuvieron la castidad.

 

   ¿Es un pecado leve? ¿Qué más leemos en la Biblia? Había cinco ciudades en Palestina famosas por su comercio, sus riquezas y aún más famosas por su asombrosa corrupción. En aquellas ciudades se cometieron pecados que ni siquiera se pueden nombrar, pecados sensuales contra la naturaleza, pecados horribles que lamentablemente se cometen hoy, después de dos mil años de cristianismo. ¿Qué hizo Dios? Envió lluvia sobre aquellas ciudades, ya no de agua, sino de fuego y azufre, que redujo a cenizas las ciudades y a sus habitantes.

 

   No satisfecho, Dios ordenó que la tierra se abriera y que el infierno se tragara los infames restos de Sodoma y Gomorra.

 

   ¿Qué más nos sigue diciendo la Sagrada Escritura? Que en el pasado Dios ordenó quemar vivos a quienes cometían tales pecados, e incluso a los matrimonios que profanaban su matrimonio mediante el horrendo crimen del adulterio. Este pecado de adulterio, después del asesinato, es el más grave de todos los pecados contra el prójimo, ha sido considerado siempre, incluso por los paganos, como un delito digno de todos los castigos. Los antiguos egipcios condenaban a las mujeres casadas que habían cometido este pecado a ser quemadas vivas; Los sajones también condenaban a la hoguera a las mujeres casadas infieles y a la horca a los cómplices de sus crímenes. Y hay cristianos que con la llama de este pecado, –sin arrepentimiento y sin confesarlo–  se ha cercan al sacramento que San Pablo llama grande.

 

   Estos son apenas los castigos para este mundo. ¿Qué será en el otro mundo?

 

   Está escrito, y la palabra de Dios no vuelve atrás, que los deshonestos no entrarán en el reino de los cielos. Y este es el pecado que arrastra mayor número de almas al infierno.

 

   Dice San Remigio que la mayoría de los condenados están en el infierno a causa de este pecado. San Bernardo dice lo mismo: Este pecado arroja a casi todos al infierno. San Isidoro dice del mismo modo: es la lujuria, mucho más que cualquier otro vicio, lo que somete al género humano al diablo. En una palabra, y es la doctrina de todos los santos, de cien condenados en el infierno, habrá un ladrón, un asesino, un malvado, pero noventa y nueve deshonestos.

 

   Pobres pecadores. Lejos de mí está el infundiros desesperación; Lo que quiero decir es que si te encuentras sumido en este vicio, intenta salir de ese asqueroso atolladero lo antes posible, pues de lo contrario el infierno será tu destino eterno.

 

Lo que debes hacer es lo siguiente:

jueves, 20 de marzo de 2025

San Joaquín, Padre de la Madre de Dios. — 20 de marzo.

 



   

    Fué el gloriosísimo padre de la Santísima Virgen San Joaquín, galileo de nación, de la ciudad de Nazareth, y de linaje real y el más ilustre de toda Judea, porque era de la tribu de Judá, y descendía por línea recta del rey David.


   Llámesele Joaquín, que quiere decir “Preparación del Señor”, porque, como dice San Epifanio, por él se preparó el templo vivo del Señor del mundo, que fue la Virgen María, su hija.

 

   Era hombre justo que trataba en rebaños y lanas, y se casó con una virtuosísima doncella de Belén, llamada Ana. Vivían los dos santos esposos como dos ángeles, pero sin tener hijos, lo cual les era causa de grande humillación, pues entre los judíos se tenía como cosa afrentosa ser estériles, y por maldito quien no dejaba descendencia de sí, porque perdía para siempre la esperanza de emparentar con el Mesías.

 

   Mas el Señor les consoló con enviar a San Joaquín un ángel que le dijese que Ana su mujer había de concebir una doncella santísima escogida de Dios para madre suya, la cual había de parir al Mesías tan deseado; y cumpliéndose el plazo señalado por el ángel, les nació en Nazareth aquella benditísima niña, sobre la cual echó Dios todas sus bendiciones.

 

   ¿Quién podrá declarar la alegría de san Joaquín, cuando vio en sus brazos aquella hija tan deseada no sólo de los hombres, sino de los mismos ángeles? ¡Con qué reverencia la miraría, viendo la hermosura de la niña que admiraba cielo y tierra! Púsole por nombre María, que significa “excelsa”, porque había de ser la más alta y excelsa de todas las puras criaturas; y al cabo de ochenta días fueron Joaquín y Ana a Jerusalén a cumplir la ley de la purificación para ofrecerla en el templo, y cuando la santísima Niña llegó a la edad de tres años, en la festividad de las Encenias, que era por el mes de noviembre, la presentaron a los sacerdotes, para que se criara entre las otras vírgenes consagradas a Dios, en una parte del templo que estaba diputada para crianza y habitación de ellas.

 

   Vivieron en Jerusalén Joaquín y Ana porque el amor que tenían a su hija no les permitía ausentarse de aquel tesoro divino; y así los años que le quedaron de vida, que fueron pocos, frecuentaba lo más que podía san Joaquín aquel templo vivo de Dios, su santísima hija, más preciosa que el templo de Jerusalén y que el cielo empíreo, hasta que siendo ya dé unos ochenta años y la Virgen de once, la dejó por heredera de sus bienes y entregó su espíritu al Señor que le había criado y honrado con la dignidad de padre de la Madre de Dios y Reina de los cielos.

 

   Reflexión: Exclama lleno de admiración San Juan Damasceno: «¡Oh bienaventurado par, Joaquín y Ana, a los cuales está obligada toda criatura! Porque por vosotros ofreció el Creador aquel don que se aventaja a todos los dones del mundo, esto es, a su castísima Madre, la cual sola fué digna de su Creador! Bien os dais a conocer que sois inmaculados por el fruto purísimo de vuestro vientre. Cumplisteis casta y santamente vuestro oficio, y produjisteis el tesoro de la virginidad.» Seamos, pues, devotos de estos gloriosos padres de la Madre de Dios, pues son tan grandes sus méritos y eficaces sus oraciones, porque así como la Virgen puede mucho con Dios, por ser madre suya, así ellos pueden mucho con la Madre de Dios, por hija suya, la cual se huelga que honremos a sus santísimos padres, y como buena hija toma por hechos a sí los obsequios que les hacemos.

 

   Oración: Oh Dios, que entre todos los santos escogiste al bienaventurado san Joaquín para que fuese padre de la Madre de tu Hijo; suplicámoste nos concedas que experimentemos perpetuamente la poderosa protección de aquel, cuya fiesta hoy solemnizamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

“FLOS SACTORVM”

 

 


miércoles, 19 de marzo de 2025

DEVOCIÓN DE LOS TREINTA DÍAS (En honor a San José) Para pedir las gracias necesarias, aún las más difíciles y extraordinarias.


 


DEVOCIÓN DE LOS TREINTA DÍAS (*).

 

   Esta devoción es muy cristiana y teológica, muy recomendable y eficaz para conmover ese poder y bondad del Santo Patriarca SAN JOSÉ, y para alcanzar por su medio las gracias más difíciles y extraordinarias.

 

Por la señal, etc.

Pésame, etc.

 

   ¡Oh amabilísimo Patriarca San José! Desde el abismo de mi pequeñez y miseria os contemplo con emoción y alegría de mi alma en vuestro trono del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, auxiliador de los Ángeles y Santos ante el trono de Dios, de vuestro Jesús y de vuestra santa Esposa.

 

   Por eso yo pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente os traigo ante vuestro altar y vuestra imagen una pena que consoléis, un mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia que obtengáis para mí y para mis seres queridos.

 

   Y, para conmoveros y obligaros a oírme y conseguírmelo, os lo pediré y demandaré durante treinta días continuos, en reverencia a los treinta años, que vivisteis en la tierra con Jesús y María: y os lo pediré, urgente, y confiadamente, Invocando todos los títulos que tenéis para compadeceros de mí, y todos los motivos que tengo para esperar que no dilataréis el oír mi petición, y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en vuestra bondad y poder, que al sentirla os sentiréis también obligado a obtener y darme más aún de lo que os pido y deseo.

 

1) Os lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Hijo de Dios, Dios Hombre y Dios del hombre.

 

2) Os lo suplico por vuestra ansiedad inmensa al sentiros obligado a abandonar a vuestra santa Esposa.

 

3) Os lo ruego por vuestra resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de Dios nacido entre los hombres.

 

4) Os imploro por la dolorosa y humillante Circuncisión de vuestro Jesús, y por el santo, glorioso y dulcísimo nombre que le impusisteis por orden del Eterno.

 

5) Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra vuestro Hijo Dios, por vuestra obedientísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza extrema del destierro y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.

 

6) Os lo pido por vuestra aflicción dolorosísima de tres días, al perder a Vuestro Hijo, y por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo, y por vuestra felicidad inefable de los treinta años que tuvisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia.

 

7) Os lo ruego y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.

 

8) Os lo demando por la dolorosa previsión que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas después en la cruz por agudos clavos; aquélla cabeza que se reclinaba dulcísimamente  sobre vuestro pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabais contra vuestro corazón, desnudo, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz, aquel último momento en que le veíais expirar y morir.

 

9) Os lo pido por vuestro dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María y vuestra entrada en el Limbo de los Justos y al fin en el cielo.

 

10) Os lo suplico por vuestro gozo y vuestra gloria, cuando contemplasteis la Resurrección de vuestro Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los Siglos.

 

11) Os lo demando por vuestra dicha inefable cuando visteis salir del sepulcro a vuestra santísima esposa resucitada, y ser subida a los cielos por los Ángeles y coronada por el Eterno, y entronizada en un solio junto al vuestro.

 

12) Os lo pido y ruego y espero confiadamente por vuestros trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por vuestros triunfos y glorias y feliz bienaventuranza en el cielo con vuestro Hijo Jesús y vuestra esposa Santa María.

 

   ¡Oh mi buen Patriarca San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Iglesia Santa y de sus Doctores y Teólogos, y en el sentido universal del pueblo cristiano, siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pediros y suplicaros y esperar me obtengáis de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante vuestra imagen y ante vuestro trono de bondad y poder en el cielo.

 

Aquí, levantando el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo, con amorosa instancia la gracia que se desea.

ACORDAOS (San José).

 



ACORDAOS SAN JOSÉ.

 

   ¡Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, ya que ejercisteis con Jesús el cargo de Padre, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos con todo fervor. No desechéis mis súplicas, antes bien acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén

DEVOCIÓN EN HONOR A SAN JOSÉ PARA EL DÍA 19 DE CADA MES.

 



DEVOCIÓN PARA EL DÍA 19 DE CADA MES

 

Por la señal, etc.

 

Pésame, etc.

 

Oración a María Santísima.

 

   Amabilísima Madre mía; pues gustáis tanto de que veneremos a vuestro querido esposo San José, encended más en mi corazón la llama de la devoción a tan gran santo, y por la reverencia y amor que le tenéis, os suplico me alcancéis de vuestro divino Hijo el perdón de mis pecados y la gracia que necesito para mi salvación; favor que espero no me negaréis poniendo por medianero a mi patrón y abogado San José. Amén.

 

Oración a San José.

 

   Gloriosísimo patriarca San José, dignísimo esposo de la Madre de Dios, padre adoptivo de nuestro adorable Redentor y poderosísimo abogado nuestro en toda tribulación, en toda necesidad y en todo peligro: os elijo por mi patrón y abogado para toda mi vida y para mi muerte. Os pido humilde y con toda mi alma que me recibáis, santo mío, por perpetuo siervo y esclavo vuestro, y que con vuestro poderoso valimiento me alcancéis la continua protección de vuestra Esposa, la Inmaculada Virgen María y las misericordias de mi amantísimo Jesús. Asistidme siempre y bendecid mis palabras, obras, acciones, pensamientos y deseos para que en todo me conforme a la voluntad divina, y así, sirviéndoos constantemente, logre con vuestro patrocinio una feliz muerte. Así sea, Jesús, María y José.

 

   Felicitaciones a San José por sus siete principales privilegios y las felicidades dispensadas por el Señor:

 

PRIVILEGIOS.

 

PRIMER PRIVILEGIO.

 

   Os felicito, glorioso San José, y doy infinitas gracias a Dios por haberos escogido para padre adoptivo de su unigénito Hijo y para guía del mismo Jesús y de su Santísima Madre en sus penosos viajes durante su vida mortal: por esta vuestra felicidad, os suplico que me guieis en mi viaje de esta vida a la eterna, alcanzándome la gracia de purificar a menudo mi alma en el santo Sacramento de la Penitencia. Así sea, Jesús, María y José.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús y María, José, Joaquín y Ana, en vida y en muerte amparad a mi alma.

 

SEGUNDO PRIVILEGIO.

 

   Os felicito, glorioso San José, y doy infinitas gracias a Dios porque os concedió el favor de guardar de la persecución de Herodes, para beneficio del mundo, a Jesucristo, verdadero Pan de vida: por esta vuestra felicidad os suplico, que me abonéis la de recibirle dignamente con frecuencia, y particularmente, antes de morir, por viático y prenda de la vida eterna. Así sea, Jesús, María y José.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús y María, José, Joaquín y Ana, en vida y en muerte amparad a mi alma.

 

TERCER PRIVILEGIO.

 

   Os felicito, glorioso San José, y doy infinitas gracias a Dios, porque os concedió la dicha de fortaleceros y santificaros con el frecuente contacto y el trato íntimo de nuestro adorable Redentor: por esta vuestra felicidad os suplico que me alcancéis la de no morir sin el auxilio espiritual del Sacramento de la Extremaunción que alivia la enfermedad corporal, si conviene, y sana el alma de las reliquias de los pecados. Así sea, Jesús, María y José.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús y María, José, Joaquín y Ana, en vida y en muerte amparad a mi alma.

 

CUARTO PRIVILEGIO.

 

   Os felicito, glorioso San José, y doy infinitas gracias a Dios porque os concedió una fe vivísima y constante con la que creísteis que era obra del Espíritu Santo el fruto de vuestra purísima Esposa: por esta vuestra felicidad, os suplico que me alcancéis la incomparable de vivir y morir con la mayor firmeza en la santa fe católica. Así sea, Jesús, María y José.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús y María, José, Joaquín y Ana, en vida y en muerte amparad a mi alma.

 

QUINTO PRIVILEGIO.

 

   Os felicito, glorioso San José, y doy infinitas gracias a Dios por haberes escogido para fiel ministro de Jesús y María en la tierra: por esta vuestra gran felicidad, os suplico que me alcancéis la de saberos imitar, sirviendo fiel y constantemente a Dios y a su divina Madre. Así sea, Jesús, María y José.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús y María, José, Joaquín y Ana, en vida y en muerte amparad a mi alma.

 

SEXTO PRIVILEGIO.

 

   Os felicito, glorioso San José, y doy infinitas gracias a Dios porque os concedió la gracia de morir asistido con el mayor cariño por Jesús y María: por esta vuestra inefable felicidad, os suplico que me alcancéis la de morir abrasado en amor de Dios y asistido por vuestra inmaculada Esposa y por Vos mismo. Así sea, Jesús, María y José.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús y María, José, Joaquín y Ana, en vida y en muerte amparad a mi alma.

 

SÉPTIMO PRIVILEGIO.

 

   Os felicito, glorioso San José, y doy infinitas gracias a Dios por el privilegio que os cupo de resucitar con Jesucristo y subir a la eterna gloria: por esta vuestra dicha, os suplico que me alcancéis la de encontrarme en la hora de mi muerte, dispuesto para merecer, desde aquel momento, el descanso eterno de los santos. Así sea, Jesús, María y José.

 

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

Jesús y María, José, Joaquín y Ana, en vida y en muerte amparad a mi alma.