Ahora que tengo casi 80 años, y estoy a las puertas del fin de mis días. Mirando mi pasado, reconozco que en mi juventud seguí un mal camino, un camino que me llevó a la ruina.
A través de revistas, espectáculos inmorales,
malos ejemplos, y una mala prensa. Veo hoy a la mayoría de los jóvenes seguir
el mal camino que yo seguí, los jóvenes lo siguen sin pensarlo dos veces, despreocupados, cómo yo mimos lo hice.
Había
cristianos fieles y verdaderamente practicantes a mí alrededor, más no le daba
importancia. Yo estaba ciego un impulso, propio de brutos, un impulso bestial
que me empujó hacia un estilo de vida equivocado.
A los 20 años cometí un crimen llevado por
una pasión irracional, cuyo recuerdo todavía hoy me horroriza. María Goretti,
hoy santa, fue el ángel bueno que Dios puso en mi camino para salvarme. Sus
palabras, tanto de reproche como de perdón, todavía están impresas en mi
corazón hoy. Ella rezo por mí, intercedió por su asesino.
Me condenaron a casi 30 años de prisión. Si
no hubiera sido menor de edad, según la legislación italiana me habría
condenado a cadena perpetua. Sin embargo, acepté el castigo como algo que
merecía.
Resignado, expié mi pecado. La pequeña María
fue verdaderamente mi luz, mi protección. Con su ayuda pude cumplir bien esos años
de prisión. Cuando la sociedad me aceptó nuevamente entre sus miembros, busqué
vivir honestamente. Con caridad angelical, los hijos de San Francisco, los
Frailes Menores Capuchinos, me acogieron entre ellos, no como a un siervo, sino como a un hermano. He vivido con ellos
durante 24 años. Ahora espero con serenidad el día en que podré ser admitido a
la visión de Dios, para abrazar nuevamente a mis seres queridos y estar cerca
de mi ángel de la guarda, María Goretti, y de su querida madre, Assunta Goretti.
Que todos los que lean esta carta deseen
seguir la santa enseñanza de hacer el bien y evitar el mal. Que todos crean,
con la fe de los pequeños, que la religión y sus preceptos no son algo de lo
que se pueda prescindir. Al contrario, es el verdadero consuelo y el único
camino seguro en todas las circunstancias de la vida, incluso las más
dolorosas.
“PAZ
Y BIEN”
Alessandro
Serenelli. Macerata, Italia 5 de mayo de 1961.
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