Capítulo
VI
DON
MELCHIOR SONRIE A SUS VERDUGOS.
Tenemos otro incidente parecido de la misma
clase narrado por el mártir chino, el Venerable Dominico y Obispo, Don
Melchior.
En una de las muchas persecuciones que
atacaron a China, y que dio tantos santos a la Iglesia, este santo obispo fue
perseguido y después de haber resistido los más brutales tormentos, era
condenado a una muerte cruel.
Fue arrastrado al mercado en medio del
populacho, los cuales vinieron a satisfacerse con sus sufrimientos.
Le desnudaron y cinco verdugos armados con
afiladas espadas empezaron a cortar sus dedos, uno por uno, coyuntura por
coyuntura, después sus brazos, luego sus piernas, causándole una agonía
extremadamente dolorosa. Finalmente rajaron su encarnadura y le rompieron los
huesos.
Durante este prolongado martirio, sin
visibles signos de dolor por parte del obispo, sonreía y decía despacio y en alta
voz, “Jesús,
Jesús, Jesús”.
Esto le daba una maravillosa fuerza ante el asombro de sus verdugos.
No hubo una lágrima o queja que se escapara
de sus labios, hasta que finalmente, después de horas de tortura, calladamente,
expiró con la misma dulce y pacífica sonrisa en su cara.
Qué maravillosa consolación no sentiríamos
cuando confinados en cama por una enfermedad o desgarrados por el dolor, repitiéramos
devotamente el Nombre de “Jesús”.
Muchas gentes que no pueden dormir
encontrarían ayuda y consolación si invocaran en estos momentos de insomnio el
Santo Nombre y muy probablemente caerían en un tranquilo sueño.
SAN
ALEJANDRO Y LOS FILÓSOFOS PAGANOS.
Durante el reinado del Emperador
Constantino, la religión cristiana estaba progresando constante y rápidamente.
En Constantinopla, los filósofos paganos se
sintieron Agraviados al ver que muchos de sus adeptos desertaban de su vieja
religión y se unían a la nueva. Ellos rogaron al mismo Emperador pidiendo, en
justicia, deberían de ser escuchados y permitirles convocar una conferencia pública
con el obispo de los cristianos, San Alejandro, que por aquel entonces
gobernaba la sede de Constantinopla. Era un hombre santo pero no un agudo
lógico.
No tuvo miedo, por esta razón, de conocer al
representante de los
filósofos paganos que era un astuto dialéctico y un elocuente orador. En el día
señalado, delante de una vasta asamblea de hombres doctos, el filósofo empezó
muy cuidadosamente preparado a atacar las enseñanzas cristianas. El santo
obispo escuchó por algún tiempo y entonces pronunció el Santo Nombre de Jesús, el cual confundió al filósofo de
tal manera, que no solamente perdió el hilo de su discurso sino que le fue inútil,
incluso con la ayuda de sus colegas, volver al ataque.
Santa Cristiana era una joven esclava en el Kurdistán,
una región casi enteramente pagana. Era costumbre en ese país que, cuando un
niño estaba enfermo, su madre le llevara en brazos a las casas de sus amigos y
preguntara si ellos sabían de algún remedio que pudiera beneficiar al pequeño.
En una de estas ocasiones, una madre trajo a su hijo enfermo a la casa donde Cristiana
vivía. Preguntándole si sabía de algún remedio de esa enfermedad, miró al niño
y dijo: “Jesús,
Jesús, Jesús”.
En un instante, el niño moribundo sonrió y
se levantó con gozo. Estaba completamente curado.
Este extraordinario hecho pronto fue
conocido y llegó a los oídos de la reina que estaba inválida. Dio órdenes para
que trajeran a Cristiana a su presencia.
Llegando a palacio, la real paciente
preguntó a Cristiana si podría, con el mismo remedio, curar su enfermedad en la
que habían fallado los médicos. Una vez más Cristiana pronunció con gran
confianza: “Jesús, Jesús, Jesús”. Y de nuevo, este divino Nombre
fue glorificado. La reina recobró instantáneamente la salud.
Una tercera maravilla más estaba por
suceder. Algunos días después de la cura de la reina, el rey se encontró cara a
cara con una muerte certera. La escapatoria parecía imposible. Sabiendo el
poder del Divino Nombre, el cual él había sido testigo con la cura de su
esposa, su Majestad invocó: “Jesús,
Jesús, Jesús”,
y sucedió que fue arrebatado de tan horrible riesgo. Llamando de la misma
manera a la pequeña esclava, aprendió de ella las verdades del cristianismo,
él, así como una gran multitud de su gente, abrazó la Fe. Cristiana es santa y
su fiesta se celebra el 15 de Diciembre.
San Gregorio de Tours relata que cuando él era un muchacho
su padre cayó gravemente enfermo y se estaba muriendo. Gregorio, rezó
fervientemente por su recuperación. Cuando Gregorio estaba durmiendo por la noche,
su Ángel de la Guarda se le apareció y le dijo: Escribe el Nombre de Jesús en
una tarjeta y colócalo debajo de la almohada del enfermo.
A la mañana siguiente, Gregorio contó a su
madre el mensaje del Ángel, la cual le aconsejó que obedeciera. Así lo hizo,
poniendo la tarjeta debajo de la cabeza de su padre. Para regocijo de la
familia, el paciente se mejoró rápidamente.
Podríamos llenar páginas y páginas con los milagros
y maravillas que ha obrado el Santo Nombre en todos tiempos y lugares, no solamente
por los Santos, sino por todo el que invoque este Divino Nombre con reverencia
y Fe.
Marchese decía: “Intervengo aquí para
relatar las maravillas obradas y las gracias concedidas por Nuestro Señor a
aquellos que son devotos a Su Santo Nombre porque San Juan Crisóstomo me
recuerda que Jesús es siempre nombrado cuando los milagros están hechos por hombres
santos; enumerarlos desde aquí sería tratar de dar una lista de los incontables
milagros que Dios ha hecho a través de todos los siglos, para incrementar la
gloria de Sus Santos o para crear y reforzar la Fe en los corazones de los
hombres.”
ESTAMPAS
DEL SANTO NOMBRE.
Estampas con el Santo Nombre en ellas
inscritas han sido usadas y recomendadas por los grandes amantes del Santo
Nombre como Monseñor André Días, San Leonardo de Puerto-Mauricio y San Gregorio
de Tours arriba mencionados.
Nuestros lectores harían bien en usar estas
estampas, llevándolas consigo durante el día y poniéndolas debajo de la
almohada por la noche, colocándolas en las puertas de las habitaciones.
“LAS
MARAVILLAS DEL SANTO NOMBRE”