viernes, 5 de noviembre de 2021

Sociedades secretas –Por el P. Niceto Alonso Perujo. (Parte II)


 



Así es, en efecto, y he aquí, para prueba, algunos testimonios escogidos entre innumerables que se pueden citar: “La filantropía, decía Le Monde Masonnique, no es precisamente el fin de la masonería, sino sólo uno de sus caracteres, de los menos principales.” Esta declaración tan explícita es confirmada por la experiencia. A la masonería pertenecen muchos príncipes, ministros, generales, muchos hombres, en una palabra, de talento, de posición, y de influencia; y ¿qué han hecho en beneficio de la humanidad? ¿Con qué obras, con qué instituciones han manifestado su amor a los hombres, su deseo de mejorar su posición y aliviar sus miserias? Con nada absolutamente; y lejos de eso han procurado destruir, y en efecto han destruido, las obras e instituciones benéficas que existían, merced a los esfuerzos del catolicismo.

   “Nuestro fin último, se lee en una instrucción secreta del carbonarismo, es el de Voitaire y la Revolución francesa; el anonadamiento del catolicismo y hasta de la idea cristiana, que si quedase en pie sobre las ruinas de Roma, sería más tarde su perpetuación.” (La Iglesia ante la Revolución, tomo II, pág. 82). —La Masonería y el catolicismo, dice el manual de los francmasones, se excluyen mutuamente: suponer una masonería cristiana, sería suponer un círculo cuadrado y un cuadrado redondo (La Voix de l´orient. —Véase Onclair, pág. 203).

  “La tendencia del espíritu masónico es una tendencia de oposición a la Iglesia.” —“El Dios de los masones; decía Proudhon, no es ni Substancia, ni Causa, ni Alma, ni Criador, ni Padre, ni Verbo, ni Amor, ni Paráclito, ni Redentor, ni Satanás... Por lo demás, nada de altares, nada de simulacros, nada de sacrificios, nada de oraciones, nada de sacramentos, nada de gracias, nada de misterios, nada de sacerdocio, nada de profesión de fe, nada de culto. La masonería no es una Iglesia; no se apoya sobre un dogma y una adoración; no afirma cosa alguna que la razón no pueda comprender claramente, y no respeta sino a la Humanidad. La teología de la logia, en una palabra, es la contraposición de la teología” (Proudhon (según Goffin), De la Justice dans la Revolution et dans l'-Eglése. —Textual.) —“No será la engañadora religión de los falsos sacerdotes de Cristo la que guíe nuestros pasos,” exclamaba en una logia el H. Lacomblé. (Citado por Nent, La Franc-masonería Juzgada con documentos auténticos, tom. I, pág. 142.)

   Véanse los medios que quieren emplear para conseguir su objeto. “La corrupción en grande es la que hemos emprendido; la corrupción del pueblo por el clero, la corrupción del clero por nosotros, la corrupción que debe conducirnos un día a encerrar a la Iglesia en el sepulcro... Está decidido en nuestros consejos, que no queremos ya cristianos; luego popularicemos el vicio. Haced corazones viciosos, y no tenéis ya católicos” (Citado por Roques, Conferencias sobre el Syllabus, conf, Vol VII.)

   Este es sin duda aquel último fin que proponía, realizar Mazzini: “Hay pocos que quieran llegar hasta el fin. Lo esencial es que el fin de la gran revolución sea desconocido para estas gentes; haced que no vean sino el primer paso, cuando llegue la palabra de orden quedarán como atónitos al ver que ante el simple poder de la opinión huyen los Reyes, los nobles y los sacerdotes, que formaban la base del antiguo edificio social” (Carta citada por El Consultor de los párrocos, 10 de junio de 1815.)



   Para esto los verdaderos francmasones deben reunir las cualidades siguientes; “han de ser hombres despojados de las preocupaciones de nacionalidad; que sepan bien los limites en que el patriotismo deje de ser una virtud; que no estén sometidos a las preocupaciones de la religión en que han nacido; hombres que no crean que todo lo que profesan como bueno y como verdadero sea necesariamente bueno y verdadero; hombres a quienes no ciegue la grandeza cívica, y a quienes no disguste la pequeñez política; hombres en cuya sociedad lo alto se abaje y lo pequeño se eleve francamente, etc.” (Lessing, citado por Onclair, pág. 244.) Es decir, en menos palabras, hombres sin patriotismo, sin religión, sin-convicciones y sin dignidad (1).

   (1)  Según una  estadística que  hallamos en  la revista  Il Regno di Jesu Cristo, de Noviembre último, Satanás cuenta con un ejército de 21.861,784 soldados, esto es, de  solos  afiliados  a  la  masonería,  entro los cuales hay el número no menos espantoso que  vergonzoso de 1.725,556 mujeres,  en  cuya  plana  mayor  figura,  no  sólo la  pitonisa Walder, sino también Vaughan, presidente del Perfecto triángulo Febela-Rosa, de Nueva York,  y otras energúmenas. La referida Revista italiana añade que la masonería, que  adora a Satanás, reúne anualmente para la transformación del mundo en reino satánico, cuatro millones de pesetas. — (Nota del Editor).

   Por último, véase el horrible credo de la Masonería que publicó la Revista Popular de Barcelona en Julio de 1875. “Nuestros ojos, –decía, no podrían dar crédito a este documento, si un periódico de Roma, Il divin Savatore, no nos garantizase su autenticidad.

   El credo franc-masón, escrito en latín, solo puede ser engendro de Satanás, como que es el programa más sucinto y también el más completo de la rebelión contra Dios y contra su Iglesia. Repugna a nuestra conciencia traducirlo al idioma patrio, pues temeríamos escandalizar a las almas sencillas, y vamos a reproducirlo tal como dice el texto original:

Art. I. Nos per nos.

Art. II. Nullus super nos.

Art. III. Quaecumque, ubicumque, quando cumque, comede, bibe laetare.

Art, IV. Cum quocumque et quacumque conjunge et disjunge, dum modo convenias simul.

Art, V. Da necessaria ad victum, vestitum et voluptates signatis noatris. indígenis.

Art. VI. Uxorem, filios, filias, servos, ancillas cum aliis convenientes non impedías.

Art. VII. Neque aliorum voluntati, etsi contraria volentium, resiste.

Art. VIII. Nihil est quod sit malum et occasio voluntaria mali: imno.

Art. IX. Bonum necare qui volunt praesse nobis.

Art, X. Morimur et redimus, et iterum semper.

Art, XI. Possumus omnia facere quae volumus, absque levi etiam culpa.

Art. XII. Ergo semper liberi erimus.

 

 

“LECCIONES SOBRE EL SYLLABUS”

(Año 1894)


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