Él no
vino a traer la paz…
¿Y por qué
entonces los ángeles anuncian al mundo a su llegada: “Paz a los hombres de
buena voluntad”?
¿Y por qué
entonces Él mismo nos dice: “Mi paz os dejo, mi paz os doy”?
Porque hay dos especies de paz: la paz de
Dios, la paz del mundo.
La paz de Dios,
esa que el “mundo no puede dar” según la palabra del Maestro.
La paz del mundo, que no puede jamás unirse
con la paz de Dios, la única que es verdadera paz.
Y Cristo vino al
mundo a darnos la paz de Dios, y no a traernos la paz del mundo.
Al contrario,
vino a traernos la espada para luchar contra el mundo.
Vino a armarnos soldados y a ponerse Él al
frente como nuestro Capitán.
Él fué el primero en declarar la guerra al
mundo: a su soberbia, a su sensualidad, a su codicia.
Y quiere que nosotros, sus soldados, le
acompañemos sin descanso en esta guerra.
No puedo ser cobarde: ¡con Él a la lucha!
El mundo odia a Cristo, porque Cristo vino a declararle la guerra, porque no le deja gozar de su paz, paz falsa y engañosa, paz fingida e hipócrita; esa paz que el mundo pone en el goce de los placeres, en la satisfacción de sus ansias de honor y de gloria, en la abundancia de los bienes terrenos.
Y el mundo me odiará también a mí si con
Cristo le declaro la guerra, y guerra a muerte.
Tengo que ser siempre soldado, y soldado en campaña, listo para el combate, sin temor y sin miedo.
El mundo puede luchar contra mí; pero
Cristo, mi capitán, venció al mundo: “Confía, me dice, Yo vencí al mundo”.
Y con Él yo también lo venceré.
Y podré así gozar de la paz anunciada por
los ángeles en el día del nacimiento del Príncipe de la paz.
Y podré así gozar de la paz que Cristo nos
dejó al despedirse para subir al cielo.
Esa es la paz verdadera. Esa es la paz que
el mundo no puede dar.
“ENTRE
ÉL Y YO”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.