A vos corriendo voy, brazos sagrados
en la Cruz sacrosanta descubiertos,
que para recibirme estáis abiertos
y por no castigarme estáis clavados.
A vos, divinos ojos eclipsados
de tanta sangre y lágrimas cubiertos,
pues para perdonarme estàis despiertos
y por no condenarme estàis cerrados.
A vos, clavados pies, por no dejarme,
a vos sangre vertida, para ungirme,
a vos cabeza baja, por llamarme.
A vos, costado herido, quiero unirme,
a vos, clavos preciosos, quiero atarme,
para quedar unido, atado y firme.
GREGORIO DE MATOS
(1633 – 1696)
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