(De San Macario, el Egipcio)
Ángel santo, que velas por mi pobre alma y por mi vida, no me
dejes, aunque soy pecador, y no me desampares a causa de mis manchas.
No dejes que se me acerque el mal espíritu.
Y dirígeme poderoso preservando mi cuerpo mortal.
Toma mi mano débil y condúceme por el camino de la salvación.
Amén.
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