domingo, 22 de diciembre de 2019

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad. Del nacimiento de Jesucristo nuestro Señor en el portal de Belén. (Meditación primera – Puntos I, II, III).





MEDITACIÓN PRIMERA.


PUNTO PRIMERO.


   Primeramente se ha de considerar lo que hizo el Verbo eterno encarnado en las entrañas de su Madre, cuando llegó la hora de salir de ellas.

   Ponderando lo primero, que así como no quiso anticipar el tiempo de su nacimiento, tampoco quiso dilatarle, sino nacer puntualmente cumplidos los nueve meses, para manifestarse al mundo con un entrañable deseo de comenzar su carrera con gran fervor y alegría de corazón, cumpliéndose lo que dijo David: Alegróse como gigante para correr su carrera; de lo sumo del cielo es su salida, sin parar hasta el otro extremo (Ps. XVIII, 7): porque aunque sabía cuan áspera había de ser la carrera desde su nacimiento hasta su muerte, se alegró con fortaleza para comenzarla, saliendo del vientre de la Virgen, que era su cielo, poniendo luego los pies en el lugar más vil y bajo que babia en la tierra: por lo cual debo darle gracias y suplicarle me dé luz para conocer y sentir lo que en esta su entrada pasa. O Niño más fuerte que gigante: pues como nuevo sol resplandeciente queréis salir por el oriente a correr vuestra carrera hasta el occidente de la cruz, alumbrad mí entendimiento y encended mi voluntad, para que vea y contemple vuestra salida, y ame con gran fervor las virtudes que descubrís en ella.


PUNTO SEGUNDO.



   Luego ponderaré, cuan liberal se mostró entonces con su Madre, a la manera que un hombre poderoso y rico, cuando se ha hospedado en casa de un aldeano pobre, y lo ha hecho buen hospedaje, no por interés sino por servirle, suele a la despedida pagárselo muy bien, y darle alguna preciosa dádiva, o por agradecimiento o por limosna: así lambien como a Virgen había hecho a su Hijo tan buen hospedaje nueve meses , al tiempo que quiso salir de la posada, la dió dones riquísimos de gracia, una altísima contemplación de aquel misterio, y unos júbilos de alegría extraordinarios, en lugar de los dolores que otras mujeres suelen sentir cuando están de parto; porque no era razón, que quien no tuvo deleite sensual en el concebir, tuviese dolor en el parir; y aunque consigo no dispensó en lo que era padecer dolores, quiso que su Madre en este caso no los padeciese. De la misma manera puedo considerar, que cuando entra Cristo nuestro señor sacramentalmente en nosotros, a la primera entrada nos da la gracia sacramental: y si le hacemos buen hospedaje, antes de la salida nos da ricas joyas de afectos de devoción y contemplación y júbilos de alegría, como quien paga el buen hospedaje que le hacemos. Por tanto, alma mía, mira como hospedas a este Huésped soberano, para que te deje rica y harta con los dones del cielo.


PUNTO TERCERO.


   En tercer lugar ponderaré, como Cristo nuestro señor por la misma causa quiso salir del vientre de su Madre con un modo milagroso, sin que ella padeciese detrimento en su virginidad, porque no era razón saliese de la casa donde tan buen hospedaje le habían hecho con daño de la entereza que tenía, honrando con esto a su Madre, y avisándonos a todos, que por hospedarle y servirle no recibiremos detrimento, haciendo, si fuere menester, para ello algún milagro; porque quien no le hizo para preservarse a sí de padecer, suele hacerle para preservar de ello a sus escogidos cuando les conviene. ¡O Maestro soberano! cuan bien me enseñáis con este ejemplo la condición del verdadero amor, que es riguroso para sí y blando con otros: para si quiere los rigores por afligirse, y para el prójimo los favores por regalarle: ayudadme con vuestra copiosa gracia, para que en ambas cosas imite vuestra encendida caridad.



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