viernes, 1 de febrero de 2019

DE LA PAZ INTERIOR Y VERDADERA SENDA DEL PARAÍSO – Por El V.P.D. Lorenzo Escupoli – De la Orden los Clérigos Regulares de San Cayetano. (Cap. I y II)





CAPÍTULO I.

   Cuál sea la naturaleza del corazón humano, y cómo debe ser gobernado.

   El corazón del hombre ha sido criado únicamente para ser amado y poseído de Dios, su Criador. Siendo, pues, tan alto y tan excelente el fin de su creación, se debe considerar como la principal y la más noble de todas sus obras. De su gobierno depende la vida o la muerte espiritual. El arte de gobernarlo no es difícil; porque siendo propiedad suya hacer todas las cosas por amor, y nada por fuerza, basta que veles dulcemente y sin violencia sobre sus movimientos, para que hagas de él cuanto quisieres.

   Por esta causa debes primeramente fundar y establecer de manera la intención de tu corazón, que de lo interior proceda lo exterior; porque si bien las penitencias corporales, y lodos los ejercicios con que se castiga y aflige la carne, no dejan de ser loables, cuando son moderados, con discreción, y como conviene a la persona que los hace: no obstante, no adquirirás jamás por solo su medio alguna virtud, sino ilusión y viento de vanagloria, con que pierdas enteramente tu trabajo, si de lo interior no fueren animados y reglados semejantes ejercicios.

   La vida del hombre no es otra cosa que guerra y tentación continúa. Por esta causa has de velar siempre sobre ti misma, y guardar tu corazón, para que se conserve siempre pacífico y quieto; y cuando advirtieres que en tu alma se levanta algún movimiento de inquietud sensual, procurarás con toda diligencia reprimirlo luego, pacificando tu corazón, y no permitiéndole que se desvíe o tuerza a alguna de las cosas que lo perturban. Esto ejecutarás todas las veces que sintieres alguna inquietud, ya sea en la oración, ya en cualquiera otro tiempo; pero advierte, que todo esto se ha de hacer con suavidad y dulzura, y sin alguna fuerza o violencia. En suma, el principal y continuo ejercicio de tu vida ha de ser pacificar tu corazón, cuando se hallare inquieto y turbado; porque en este estado no podrás orar bien, si primero no lo sosiegas y restituyes a su primera tranquilidad.

CAPÍTULO II.

   Del cuidado que debe tener el alma de pacificarse y adquirir una perfecta tranquilidad.

   Esta atención o centinela de paz sobre tu corazón te llevará a cosas grandes sin alguna dificultad o trabajo; porque con ella velarás de tal suerte sobre ti mismo, que te acostumbres a orar, a obedecer, a humillarte y a sufrir sin inquietud las injurias y menosprecios. No es dudable que, antes que llegues a conseguir esta paz interior, padecerás mucha pena y trabajo, por no estar ejercitado; pero quedará siempre tu alma muy consolada en cualquiera contradicción que la suceda; y de día en día aprenderás mejor este ejercicio de sosegar y pacificar tu espíritu: y si tal vez te hallares tan atribulado y tan inquieto, que te parezca imposible recobrar la paz interior, recurre luego a la oración y persevera en ella, a imitación de Cristo nuestro Señor, que oró tres veces en el huerto ( Mateo, XXVI) , para enseñarte con su ejemplo, que nuestro único recurso y refugio ha de ser la oración; y que aunque te sientas muy contristado y pusilánime, no debes dejarla, sino continuarla con perseverancia , hasta que reconozcas que tu voluntad se halle enteramente conforme con la de Dios, y por consiguiente devota y pacífica, y juntamente fuerte, generosa y atrevida para recibir y abrazar con gusto lo mismo que antes temía y aborrecía, como hizo nuestro Redentor: Levantaos, y vamos: que llega el que me ha de entregar. (Mateo, ibid.)


“COMBATE ESPIRITUAL”

POR  EL V, P. D. LORENZO ESCUPOLI,
DE LA ORDEN DE LOS PP. CLÉRIGOS REGULARES

DE SAN CAYETANO.

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