SEGUNDO MEDIO.
LA
ORACIÓN MENTAL.
El
segundo medio, es la oración mental, sin la que es difícil mantenerse mucho
tiempo en la gracia de Dios. El Espíritu Santo ha dicho: Memorare novissima tua, et in
aeternum non peccabis: (Eccli. 7.40.) El que medita con frecuencia los novísimos
o postrimerías, es decir, la muerte, el juicio, y la eternidad del infierno y
del paraíso, no caerá en el pecado. —Pero estas verdades no se ven con los ojos del cuerpo,
pues que solo el alma puede concebirlas: y
si no las consideramos frecuentemente, se
borran de nuestra memoria, cuando se
presentan los placeres de los sentidos; el
que pierde de visto las verdades eternas, se deja arrastrar fácilmente por lo que a ellos halaga: he aquí porque
tantos desgraciados se entregan al vicio y se condenan. Todos los cristianos saben y creen que deben morir y ser juzgados; pero como no piensan en esto, viven apartados de Dios.
Sin la oración
mental estamos privados de luz y andamos a oscuras; y andando a oscuras
no descubrimos los riesgos, no tomamos precauciones y no imploramos los auxilios
de Dios: tal es la causa de nuestra perdición. Sin la oración
nos falta luz y fuerza para adelantar en el camino de Dios, porque sin la oración,
no pedimos; a Dios que nos ayude, y el que siendo débil por naturaleza no pide
auxilios para sostenerse ¿qué extraño es
que caiga?
Esto
es lo que hacía decir al Cardenal Belarmino, que si un cristiano no medita las
máximas eternas, le es moralmente imposible perseverar en la gracia de Dios.
Por el contrario, el que tiene todos los días
su meditación, caerá difícilmente en el pecado, y si alguna vez tiene la
desgracia de sucumbir en algún encuentro, continuando la oración, volverá muy
luego a Dios. “Un devoto siervo del
Señor ha dicho, que la oración mental y el pecado mortal, no podían vivir
juntos.”
Proponte
pues, hacer cada día a la mañana o a la tarde, aunque es mejor por la mañana, oración
durante media hora. Mira el capítulo siguiente en el que hallarás una breve
explicación del modo como se ha de practicar este ejercicio con facilidad. Por
lo demás, basta que consagres esta media hora a leer o algún libro de meditaciones, cualquiera de
tantos como existen, teniendo cuidado de promover de tiempo en tiempo algún buen
sentimiento.
A de rezar alguna oración, del modo que lo
hallarás consignado en el capítulo siguiente. Te ruego encarecidamente que no omitas hacer
oración al menos una vez cada día, en cualquier desconsuelo en que te halles: y
cualquiera que sea la repugnancia que tengas para hacerla, Si no la abandonas,
no hay duda, que te salvarás.
Además
de la oración, es muy útil ejercitarse también cada día, en la lectura
espiritual por media hora o al menos un cuarto de hora en un libro que trate de
la vida de un santo o de las virtudes cristianas. Cuántos hay que leyendo un libro
devoto se han resuelto a mudar de vida y han llegado a ser grandes Santos, como
San Juan Colombino, San Ignacio de Loyola y tantos otros. Sería aún en extremo ventajoso hacer cada
año los ejercicios espirituales en el retiro de una casa religiosa. Pero al
menos no omitas tu meditación diaria.
“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”
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