Este Reglamento se
divide en tres capítulos: el primero trata
de los medios de conservarse en la gracia de Dios; el segundo contiene los actos y las prácticas de piedad que han de
observarse y el tercero tiene por
objeto las principales virtudes que un cristiano debe practicar.
Debemos estar, persuadidos que para para
conseguir la salvación eterna, no basta querer salvarse, sino que es necesario
valerse de los medios que Jesucristo nos ha dejado. De otro modo, si caemos en
el pecado, vanamente alegaremos en el día del juicio que las tentaciones han sido
fuertes y que nosotros éramos débiles; porque Dios nos ha proporcionado los
medios de vencer con su gracia todos los ataques de nuestros enemigos; y si no
queremos aprovecharnos de ellos y sucumbimos, la culpa será nuestra.
Ciertamente que todos los hombres quieren
salvarse; pero como no todos hacen caso de los medios de salvación, esta es la
causa de que tantos pequen y se pierdan.
PRIMER MEDIO.
HUIDA
DE LAS OCASIONES.
El primer medio es evitar la ocasión. EL que
no tiene cuidado de evitar las
ocasiones de pecar, con especialidad
en materia de placeres sensuales,
caerá miserablemente en el pecado. “En la guerra de los sentidos, decía San Felipe Neri,
los cobardes que huyen, son los que vencen” La ocasión es como una venda que nos cubre los ojos y no nos deja ver nada, ni a Dios, ni el infierno, ni las resoluciones que hicimos. La
Sagrada Escritura, dice, que es imposible andar sobre carbones encendidos sin
quemarse. (Prov. 6. 27,) Es pues moralmente imposible exponerse voluntariamente a la ocasión sin sucumbir, por
más que se hayan tomado mil resoluciones
y hecho a Dios mil promesas.
Esta
verdad está demostrada todos los días por la desgracia de tantas almas
tristemente caídas, por no haber evitado las ocasiones.
Y el que ha vivido en la costumbre de pecar
torpemente sabe que no le bastará para contenerse evitar las ocasiones
totalmente próximas, porque si no procura evitar aun las que no son del todo
próximas, fácilmente caerá. Guardémonos
también de dejarnos engañar por el demonio, bajo el pretexto de que la persona
que es causa de nuestras tentaciones, es de grande virtud: porque muchas veces
sucede, que cuanto más piadosa es esta persona, tanto más fuerte es la
tentación.
Se lee
en Santo
Tomás, (de modo conf, a 22.) que las personas más santas son por lo
mismo mucho más atractivas.
La tentación comienza por el espíritu y
acaba por la carne. Un gran siervo de Dios, el Padre Sertorio
Caputo, de la compañía de Jesús,
decía que el demonio
hacia primero amar la virtud; después a la persona; y que al fin nos ciega y
nos precipita.
Es necesario también evitar las malas compañías porque nosotros somos muy débiles; el demonio nos tienta continuamente, los sentidos nos inclinan al mal, y el ejemplo de una mala compañía no dejará de hacernos caer en el pecado.
Lo primero pues, que debemos hacer para
salvamos, es apartarnos de las ocasiones y do las compañías peligrosas. Y en
esto es necesario que nos hagamos violencia, y que cueste lo que costare a
nuestra inclinación natural, tengamos bastante resolución para sobreponernos a
todo respeto humano. Sin hacernos violencia no nos salvamos. Es verdad
que no podemos poner nuestra confianza en nuestras propias fuerzas sino
únicamente en los auxilios de Dios: sin embargo. Dios quiere que cooperemos también por nuestra parte, haciéndonos
violencia cuando es necesario, para ganar el paraíso: (Math. 11, 12.).
“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”
¡Gracias, muy buena información!
ResponderBorrarGracias por compartir y fortalecer la fe. Bendiciones
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