lunes, 8 de octubre de 2018

MÁXIMAS ETERNAS – MEDITACIÓN VII y final de estas máximas – Por San Alfonso María de Ligorio – SOBRE LA ETERNIDAD DE LAS PENAS.







PRIMERO.

   Considera que el infierno no tiene fin: en él se padece todos los suplicios y todos son eternos. Asi, después de cien, después de mil años de sufrimientos; el infierno no hará más que comenzar; y si se pasarán cien mil, o cien millones, o mil millones de años y de siglos el infierno no por eso acabará, sino que estará comenzando. Si un Angel llevase ahora a un condenado la noticia de que Dios quiere librarle del infierno, cuando hayan pasado tantos millones de siglos, o como gotas hay  de agua, como las hojas de árboles y los granos de arena en la mar y por toda la tierra: — tú te espantarías; pero este desgraciado experimentaría seguramente con esta noticia, más gozo que tú, aunque supieses que ibas a ser elevado sobre el trono de un gran reino. En efecto, el condenado se diría a sí mismo; es verdad que deben transcurrir tantos siglos, más al fin vendrá un día en que hayan pasado. — ¡Ay! ¡Todos estos siglos, pasarán efectivamente, y el infierno no pasará; todos estos siglos se multiplicarán tantas veces como hay granos de arena, gotas de agua, hojas de árboles, y el infierno no se acortará por ello! Todos los réprobos dirían a Dios de buena gana: “Señor, aumentad mi suplicio tanto como os plazca; hacedle durar tanto tiempo como queráis y con tal que les pongáis un término estoy contento” — pero no, este término no vendrá jamás –– Si al menos el desgraciado pudiese hacerse ilusión diciendo: ¿quién sabe? ¡Puede ser que algún día tenga Dios compasión de mí y me saque del infierno! No, vuelvo a decir, el réprobo tendrá siempre delante de sus ojos la sentencia de su condenación eterna y se verá siempre obligado a decir: todas estas penas que sufro, este fuego, estos dolores y estos gritos, jamás, jamás acabarán ¿cuánto durarán? ¡Siempre! ¡Siempre! ¡Oh jamás! ¡Oh siempre! ¡Oh eternidad! ¡Oh infierno! ¡¡¡Cómo!!! ¡Los hombres están convencidos de que esto es lo que les espera, y sin embargo, pecan y continúan viviendo en el pecado!

SEGUNDO

   Hermano mío, fija bien en esto tu atención; reflexiona que el infierno, si pecas, es también para ti. Ya arde bajo tus pies este horrible horno; y mientras lees estas líneas, ¡cuántas almas se precipitan en él! Piensa bien que si una vez caes en él, y a no podrás salir. Si desgraciadamente has merecido ya el infierno por alguna falta grave, da gracias a Dios por haberte perdonado hasta hoy; y pronto, apresúrate a poner a esto remedio: llora tus pecados y aprovecha los medios, más seguros que puedas para salvarte.

Confiésate con frecuencia, ten cada día un rato de  lectura espiritual; ten especial devoción a la Santìsima Virgen rezando lodos los días el rosario y ayunando todos los sábados; resiste a las tentaciones, invocando frecuentemente a Jesús y a María; evita las ocasiones de pecar y si Dios te llama a dejar el mundo, ¡ah! hazlo, hazlo sin vacilar. Por más que lo hagas sólo por escapar a una eternidad de tormentos, es pequeña cosa lo que se te pide, no es nada.

   Digamos con San Bernardo: Para asegurar uno su eternidad (salvación), no hay precaución que baste. — ¡Mira cuantos anacoretas, para evitar el infierno han ido a vivir a las grutas y a los desiertos! –– ¿Y tú que haces, después de haber merecido tantas veces el infierno? ¿Qué haces, mi querido hermano, que haces? ¡Ah! teme por tu condenación, vuélvete a Dios y dile de todo corazón:
   Señor, heme aquí, yo soy vuestro, y quiero hacer todo lo que exijáis de mí. — Oh María, asistidme bajo el seguro asilo de vuestra protección, pues sois refugio de pecadores.



¡VIVA JESÚS NUESTRO AMOR!
Y
¡MARÍA NUESTRA ESPERANZA!



“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”







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