PRIMERO.
Considera que el infierno no tiene fin: en
él se padece todos los suplicios y todos son eternos. Asi, después de cien, después
de mil años de sufrimientos; el infierno no hará más que comenzar; y si se pasarán
cien mil, o cien millones, o mil millones de años y de siglos el infierno no
por eso acabará, sino que estará comenzando. Si un Angel llevase ahora a un condenado
la noticia de que Dios quiere librarle del infierno, cuando hayan pasado tantos
millones de siglos, o como gotas hay de
agua, como las hojas de árboles y los granos de arena en la mar y por toda la
tierra: — tú te espantarías; pero este desgraciado
experimentaría seguramente con esta noticia, más gozo que tú, aunque supieses
que ibas a ser elevado sobre el trono de un gran reino. En efecto, el condenado
se diría a sí mismo; es verdad que deben transcurrir tantos siglos, más al fin
vendrá un día en que hayan pasado. — ¡Ay!
¡Todos estos siglos, pasarán
efectivamente, y el infierno no pasará; todos estos siglos se multiplicarán
tantas veces como hay granos de arena, gotas de agua, hojas de árboles, y el infierno
no se acortará por ello! Todos los réprobos dirían a Dios de buena gana: “Señor, aumentad mi suplicio tanto como os
plazca; hacedle durar tanto tiempo como queráis y con tal que les pongáis un término
estoy contento” — pero no, este término no vendrá jamás –– Si al menos el
desgraciado pudiese hacerse ilusión diciendo: ¿quién sabe? ¡Puede ser que
algún día tenga Dios compasión de mí y me saque del infierno! No, vuelvo a
decir, el réprobo tendrá siempre delante de sus ojos la sentencia de su
condenación eterna y se verá siempre obligado a decir: todas estas penas que sufro, este fuego, estos dolores y estos gritos,
jamás, jamás acabarán ¿cuánto durarán?
¡Siempre! ¡Siempre! — ¡Oh jamás! ¡Oh siempre! ¡Oh eternidad! ¡Oh infierno!
¡¡¡Cómo!!! ¡Los hombres están convencidos de que esto es lo que les espera, y sin
embargo, pecan y continúan viviendo en el pecado!
SEGUNDO
Hermano mío, fija bien en esto tu atención;
reflexiona que el infierno, si pecas, es también para ti. Ya arde bajo tus pies
este horrible horno; y mientras lees estas líneas, ¡cuántas almas se precipitan en él! Piensa bien que si una vez caes en él, y a no
podrás salir. Si desgraciadamente has
merecido ya el infierno por alguna falta grave, da gracias a Dios por haberte
perdonado hasta hoy; y pronto, apresúrate a poner a esto remedio: llora tus
pecados y aprovecha los medios, más
seguros que puedas para salvarte.
Confiésate
con frecuencia, ten cada día un rato de lectura
espiritual; ten especial devoción a la Santìsima
Virgen rezando lodos los días el rosario y ayunando todos los sábados;
resiste a las tentaciones, invocando frecuentemente a Jesús
y a María; evita las ocasiones de pecar y si Dios te llama a dejar el mundo,
¡ah! hazlo, hazlo sin vacilar. Por más que lo hagas sólo por escapar a una
eternidad de tormentos, es pequeña cosa lo que se te pide, no es nada.
Digamos
con San Bernardo: Para asegurar uno su eternidad (salvación), no hay
precaución que baste. — ¡Mira
cuantos anacoretas, para evitar el infierno han ido a vivir a las grutas y a
los desiertos! –– ¿Y tú que haces, después de haber merecido tantas veces el
infierno? ¿Qué haces, mi querido hermano, que haces? ¡Ah! teme por tu
condenación, vuélvete a Dios y dile
de todo corazón:
Señor, heme aquí, yo soy vuestro, y quiero hacer todo lo
que exijáis de mí. — Oh María, asistidme bajo el seguro asilo de vuestra
protección, pues sois refugio de pecadores.
¡VIVA JESÚS NUESTRO AMOR!
Y
¡MARÍA NUESTRA ESPERANZA!
“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.