domingo, 18 de marzo de 2018

Cómo San Francisco paso una Cuaresma en el lago de Perusa con la mitad de un panecillo.





   Por cuanto el venerable siervo de Dios San Francisco en algunas cosas fué otro Cristo, dado al mundo para la salvación de las gentes, Dios Padre lo quiso hacer en muchos actos semejante y conforme a su Hijo Jesucristo, como se ve en el venerable colegio de los doce compañeros, en él hecho admirable de las sagradas llagas y en el ayuno continuado de la santa Cuaresma, que hizo de este modo:

   Una vez pasaba San Francisco, el día de carnaval, cerca del lago de Perusa, en casa de un devoto que lo había hospedado aquella noche se sintió inspirado por Dios para pasar la Cuaresma en una isla del lago; rogó, pues, a su devoto, por amor de Dios, que lo pasase en su barquilla a una isla que no estuviese habitada, y que lo hiciese la noche del Miércoles de Ceniza, de modo que nadie los viese; y aquel hombre, por la grande devoción que le tenía, le cumplió cuidadosamente el deseo. San Francisco no llevó más que dos panecillos. Cuando llegaron a la isla, y aquel amigo se marchaba para volver a su casa, San Francisco le rogo afectuosamente que no descubriese a nadie que estaba allí, y que no viniese a buscarlo hasta el Jueves Santo; y con esto partió, quedando solo San Francisco.

   Como no había habitación donde guarecerse, entró en una espesura de pinos y arbustos, que formaban como una pequeña cabaña o covacha, y se puso en oración entregándose a la contemplación de las cosas celestiales. Allí estuvo toda la Cuaresma sin comer ni beber, si no es la mitad de uno de los panecillos, según observó aquel devoto suyo el Jueves Santo cuando fué a buscarlo, pues de los dos panecillos encontró uno entero y la mitad del otro. La otra mitad se cree que la comió el Santo por reverencia, para no igualarse a Cristo bendito, que pasó cuarenta días y cuarenta noches sin tomar ningún alimento material; de este modo, con aquel medio pan, apartó de sí San Francisco el veneno de la vanagloria y, a ejemplo de Cristo, ayunó cuarenta días y cuarenta noches.

   Después, en el lugar en que San Francisco había hecho tan maravillosa abstinencia, obró Dios muchos milagros por los méritos del Santo, por lo cual comenzaron los hombres a fabricar casas y habitarlas, y en poco tiempo se formó en aquel sitio un pueblo bueno y grande. Allí está el convento de nuestros frailes, llamado de la Isla, y aun hoy día los vecinos de aquel pueblo tienen grande reverencia y devoción al lugar en que San francisco ayunó la dicha Cuaresma. En Alabanza de Cristo Amén.


“FLORECILLAS DE SAN FRANCISCO”

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