EL BUEN SAMARITANO.
COMENTARIO DEL BLOG: Creo
que lo que está escrito en esta publicación pocos lo saben, y si lo saben, no
en el sentido que estos Santos les dan al ayuno acompañado de las buenas obras
y mortificación de las pasiones. Ayunar solamente no basta para agradar a Dios,
si no se hace lo que se explica en la segunda parte de esta publicación. El que
no lo lee corre el riesgo de ayunar mal. De más está decir que este comentario
no va dirigido a los que saben. Yo no lo sabía. Ahora puedo decir que entiendo
el verdadero sentido del ayuno. Dios nos conceda la gracia de practicarlo.
Falsos pretextos que se alegan para no ayunar.
Alegamos mil
razones falsas para librarnos de la ley del ayuno: la edad, la debilidad
de estómago, las ocupaciones, la rigidez de la ley etc.
Los pecadores no pueden ayunar, es decir, no
tienen fuerza para salvarse, y la tienen para condenarse; pero es más costoso
ir al infierno que ir al cielo El mundo tiene tormentos, sacrificios, privaciones,
exigencias, Ordenes mil veces más penosas qne el Evangelio...
¿Y no ha de haber ninguna energía para el
bien, habiendo tanta fuerza para el mal?... ¡Los que se creen demasiado débiles
para ayunar y hacer abstinencia, saben perfectamente imponerse privaciones cuando
se trata aunque no sea más que de ganar una corta cantidad de dinero; y cuando
se les asegura que obtendrán la gracia, el cielo y la gloria eterna con algunos
días de ayuno, son demasiado débiles!...
¡Ah! no es la debilidad del temperamento la
verdadera causa de la violación de una ley tan santa y tan ventajosa;
las verdaderas, causas de este desorden,
son la perdida de la fe, la indiferencia, la gula y la impiedad.
¿Creéis que vuestra salud sea débil?;
pero ¿no tenéis la culpa de haber
perdido vuestra salud? ¿No la destruís con la avaricia, la lujuria, la vanidad,
la gula, la embriaguez, la cólera, los juegos y otros excesos?
Muchas veces la salud sólo está alterada por el desorden
de las pasiones ¡Oh! ¡Cuántos hay que abusan de esta, salud, don tan precioso de Dios!...
Hay varias especies de ayuno.
Hay el ayuno de la voluntad. Hemos ayunado, dicen algunos, y ¿por qué no ha tenido Dios en cuenta
nuestros ayunos? Porque dice Isaías,
seguís vuestros caprichos y voluntades en los días de ayuno: (LVIII. 3) ¿Acaso el ayuno que yo estimo, dice el Señor por medio
de; Isaías,
no es más bien el que tú deshagas los injustos contratos, que canceles las obligaciones usurarias que
oprimen, que dejes en libertad a los que
han quebrado, y quites todo gravamen? (LVIII.
6 ). ¡Qué partas tu pan con el
hambriento, y que a los pobres y a los que no tienen hogar los acojas en tu casa,
y vistas al que veas desnudo, y no desprecies tu propia carne, o a tu prójimo!
(LVIII.7). Sí esto haces, amanecerá tu
luz, como la aurora, y llegará presto tu curación; y delante de ti, irá siempre
tu justicia, y la gloría del Señor te acogerá en su seno. (LVIII. 8.) Entonces invocarás al Señor, y él te oirá
benigno: Clamarás, y él te dirá: Aquí estoy. (LVIII. 9).
Notad aquí que el Señor
enseña y explica cuál debe ser el ayuno de los cristianos durante la cuaresma y
los demás días de ayuno. Es
preciso: 1°. Que el alma se abstenga de los vicios, así como el cuerpo se
abstiene del alimento, dice San
Jerónimo: Porque el
objeto del ayuno es humillar el cuerpo y
sujetarlo al alma, sujetar el alma a la
razón, la razón a la virtud y al espíritu, y el espirita a Dios; y sí no os
encamináis a este fin, en vano emplearéis el remedio de los ayunos, de la misma
manera que el enfermo toma inútilmente el remedio, si no se abstiene de lo que
puedo dañarle, dice San Crisóstomo: (In Gen. I, homil. VIII).
El mérito de nuestros ayunos, dice San León, no estriba solamente, en la abstinencia de los
alimentos; de nada sirve quitar al cuerpo su nutrición, si el alma no se aparta
de la iniquidad, y si la lengua no deja de hablar mal.
Si sólo la boca
ha pecado, dice San Bernardo, que ayune ella tan sólo, y basta; pero si todo
peca en nosotros, ¿por qué todo no ha de ayunar? Que ayune pues la vista y se
prive de las miradas y de toda curiosidad vana; que ayune el oído, y no se abra
ni a las fábulas, ni a los rumores; que ayune la lengua y se prive de la
maledicencia y de la murmuración; que ayunen las manos huyendo de la pereza; y
sobre todo que ayune el alma, alejándose de los pecados y de su propia
voluntad. Porque sin semejante ayuno, Dios rechaza los demás.
Es pues preciso hacer que el ayuno del
cuerpo sea meritorio por medio del ayuno del alma y del corazón y la
abstinencia de los pecados. Este es el ayuno que prescribe el profeta Joel:
Santificad vuestro ayuno: (I. 23) Porque, como explica San Gregorio,
santificar el ayuno es dedicarse a otras buenas obras, ofreciendo a Dios la
abstinencia de la carne, cese la ira, cálmense las querellas; porque en vano se mortifica el cuerpo, si no se pone un
freno a las malas inclinaciones.
San Jerónimo nos
dice: ¿Da qué sirve debilitar el cuerpo con el ayuno, si el espíritu se subiera
de orgullo? ¿Qué alabanzas puedo merecernos la palidez que imprime el ayuno, si
estamos llenos y manchados de envidia? ¿Qué virtud hay en no beber vino, y en embriagarse
de ira y de odio?
Partid vuestro pan con el qne tiene hambre.
(Isai. LVIII. 7.)
Esta es la segunda condición que Dios exige
en el ayuno para que lo acepte. El ayuno, dice San Gregorio, debe ir acompañado
de piedad y de limosna; es preciso dar al pobre lo que quitamos al estómago: es
preciso dar pan a los pobres, hospitalidad al extranjero, y vestidos al desnudo.
Aquello de que os priváis, dice el mismo
Doctor, es menester darlo a otro, a fin de que el medio que empleáis para
castigar vuestra carne, sirva para reparar las fuerzas de vuestro prójimo: (Homil.
XVI in Evang.)
Santificad vuestro ayuno. Que vuestro ayuno
tenga alas para penetrar hasta el cielo, dice San Bernardo: el ala de la oración y el ala de la justicia. Santifiquen
el ayuno, para que la intención pura y la oración ferviente lo ofrezcan a la
Majestad divina.
“Tesoros
de Cornelio Á Lápide”
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