martes, 3 de abril de 2018

LA LEVITACIÓN – Por Fray Antonio Royo Marín O.P.




   
Aclaración: para entender esta publicación de ser leído en su totalidad. Pues al sacar una parte de su contexto, se puede llegar a conclusiones erróneas.


LEVITACIÓN.

   He aquí otro fenómeno maravilloso que no presenta, sin embargo, las dificultades del anterior para su explicación satisfactoria.

   1. El hecho. — Como su nombre indica, consiste este fenómeno en la elevación espontánea, mantenimiento o desplazamiento en el aire del cuerpo humano sin apoyo alguno y sin causa natural visible.

   Por lo regular, la levitación mística se verifica siempre estando el paciente en éxtasis. Si la elevación es poca, se la suele llamar éxtasis ascensional. Si el cuerpo se eleva a grandes alturas, recibe el nombre de vuelo extático. Y si empieza a correr velozmente a ras del suelo, pero sin tocar en él, constituye la llamada marcha extática.

   2. Casos históricos. —Se han dado multitud de casos en las vidas de los santos. Los principales son los de San Francisco de Asís, Santa Catalina de Sena, San Felipe Neri, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Francisco Javier, Santo Tomás de Villanueva, San Pablo de la Cruz y, sobre todo, San José de Cupertino, que es, sin disputa, el primero de todos en esta manifestación extraordinaria de lo sobrenatural. En su proceso de canonización se registran más de setenta casos de levitación ocurridos sólo en la villa de Cupertino o sus alrededores; el número total fué muchísimo mayor. Se le vio volar bajo las bóvedas de la iglesia, sobre el pulpito, a lo largo de las murallas o delante de un crucifijo o imagen piadosa; planear sobre el altar o en torno del tabernáculo, sobre las copas de los árboles, sostenerse y balancearse como un pájaro ligero sobre las ramas débilísimas, franquear de un salto largas distancias. Una palabra, una mirada, el menor incidente relacionado con la piedad, le producían estos transportes. En una época de su vida llegaron a ser tan frecuentes que sus superiores hubieron de excluirle del cargo de hebdomadario en el coro, pues, en contra de su voluntad, interrumpía y perturbaba las ceremonias de la comunidad con sus vuelos extáticos. Dichos vuelos fueron perfectamente vistos y comprobados por multitud de personas, entre ellas por el papa Urbano VIII y el príncipe protestante Juan Federico de Brunswick, quien quedó tan impresionado por el fenómeno, que no solamente se convirtió al catolicismo, sino que tomó el cordón de la Orden franciscana, a la que pertenecía el Santo.

   También es notabilísimo el caso de la Venerable sor María de Jesús de Agreda. En sus éxtasis, su cuerpo se hacía inmóvil, insensible, y se mantenía un poco elevado sobre la tierra, ligero como si hubiese perdido su peso material. Bastaba con soplarle ligerísimamente, aun desde lejos, para verle agitarse y balancearse como una ligera pluma.

   3. Explicación del fenómeno. —Cuando el fenómeno se realiza en los santos, tiene un origen evidentemente sobrenatural, aunque podría también verificarse por intervención diabólica, como veremos. La simple naturaleza no puede alterar las leyes de la gravedad, siempre fijas y constantes.

   “Los racionalistas—advierte Tanquerey —han intentado explicar este fenómeno de un modo natural, ya por la aspiración profunda de aire en los pulmones, ya por una fuerza física desconocida, ya por la intervención de espíritus o de almas separadas; quiere esto decir que no han hallado explicación seria de ellos.

   La explicación clásica de los autores católicos (López Ezquerra, Scaramelli, Ribet, etc.) es la de Benedicto XIV, recogida en estas tres conclusiones

1. La elevación en el aire bien comprobada no puede explicarse naturalmente.
2.  No supera, sin embargo, las fuerzas del ángel ni del demonio, los cuales pueden levantar en vilo los cuerpos.
3. En los santos, ese fenómeno es una participación anticipada del don de agilidad, propio de los cuerpos gloriosos.

   4. Sus falsificaciones. —Sin embargo, aunque esta explicación sea plenamente satisfactoria y nada deje que desear, hay que tener en cuenta que es éste uno de los fenómenos sobrenaturales que más fácilmente se pueden falsificar, no sólo por la acción preternatural diabólica, sino incluso por los mismos extravíos de la patología humana. Vamos, pues, a dividir estas falsificaciones en dos grupos: naturales y preternaturales.

   a) FALSIFICACIONES NATURALES. —Los casos más interesantes hay que buscarlos en la patología. En las crisis del tétanos, las fuerzas de los enfermos se centuplican, y a veces se les ve elevarse en el aire, por encima de las camas y de las mesas. “Nosotros mismos—escribe el Dr. Surbled, de quien tomamos los datos que citamos —hemos visto a uno dar un brinco en su cuarto y trepar por una lámpara con apariencia de verdadero volador. En las fiebres graves con delirio, especialmente en la fiebre tifoidea, puede observarse el mismo fenómeno. Una de nuestras enfermas, en los accesos frenéticos, se elevaba a alturas increíbles, hasta el techo, con ligereza desconcertante”

   El histerismo ofrece casos verdaderamente sorprendentes. “El período de contracciones clónicas de las crisis histéricas—añade el Dr. Surbled—se caracteriza por sus movimientos, tan bruscos como poderosos. La enferma se eleva súbitamente, como empujada por un resorte, y su cuerpo rígido y como de una pieza salta de la tierra y se lanza al aire, volviendo a caer y rebotando de nuevo sin parar hasta quince o veinte veces. Hay lanzamientos de una rapidez sorprendente; saltos verdaderamente prodigiosos”.

   Explicación de estos hechos. —Se trata de simples actos de agilidad o de acrobacia, determinados por la violencia de las crisis nerviosas, sin relación alguna con la levitación sobrenatural o preternatural. Es muy fácil distinguir estos casos patológicos de los sobrenaturales. En sus crisis más violentas, ningún enfermo, ninguna histérica, llega a ascender lenta y gradualmente por el aire fuera de todo apoyo, a mantenerse inmóvil, a permanecer suspendida entre cielo y tierra y a guardar por largo tiempo, lejos del suelo, una posición totalmente contraria a las leyes del equilibrio y de la gravedad.

   Todas estas son condiciones necesarias para constituir una verdadera levitación, y todas ellas—o al menos en su conjunto—escapan manifiestamente a las simples fuerzas de la naturaleza aun exacerbada por lo morboso y patológico.

   b) FALSIFICACIONES PRETERNATURALES. —Más difíciles de distinguir son las falsificaciones preternaturales. No solamente porque el demonio puede reproducir el fenómeno con todas las apariencias externas exigidas para la levitación sobrenatural, sino porque su acción cabe—permitiéndolo Dios— hasta en los mismos santos y personas de comprobada y sólida piedad. Como norma de discernimiento habrá que recurrir a la de los efectos que produce en el alma el fenómeno.

   Es evidente que el demonio no puede alterar las leyes de la naturaleza, toda vez que ni los ángeles buenos pueden hacerlo. Sólo Dios, autor de esas leyes, puede suspenderlas o derogarlas en algún caso particular. El demonio no puede suspender la ley de la gravedad, pero puede simular los milagros de este género por el concurso invisible de sus fuerzas naturales. Así se explican—cuando son diabólicos—los desplazamientos y elevación de objetos inanimados, la marcha y la suspensión sobre las aguas, los vuelos y las traslaciones rápidas, etc. La mayoría de los fenómenos espiritistas —cuando no se deben al fraude y al engaño de los médiums, frecuentísimamente comprobados—hay que atribuirlos a esta acción preternatural diabólica.


“Teología de la perfección cristiana” 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.