jueves, 15 de febrero de 2018

AYUNO Y ABSTINENCIA – Por Cornelio Á Lápide (II parte)




   COMENTARIO DEL BLOG: Esta parte de Cornelio Á Lápide constituye todo una joya sobre el ayuno, jamás, y lo digo en sentido literal, leí algo tan bello y profundo sobre el ayuno como lo constituye este fragmento. 



Excelencia del ayuno, sus admirables efectos y sus ventajas.


   El ayuno, dice San León, engendra los pensamientos castos, las voluntades razonables y rectas, y los más saludables consejos: con esta aflicción voluntaria, la carne muere para, las concupiscencias, y el espíritu se renueva con las virtudes.

   Oíd a San Ambrosio: ¿Qué es el ayuno, dice, sino la imagen del cielo y el precio con que puede adquirirse? El ayuno es el alimento del alma, el alimento del espíritu. El ayuno es la vida de los ángeles; el ayuno es la muerte del pecado, la destrucción de los crímenes, el remedio de la salvación, el manantial de la gracia, el fundamento le la castidad. Por medio del ayuno se llega pronto a Dios.

   El ayuno, dice San Efrén, es el carro que conduce al cielo. El ayuno suscita profetas, y enseña sabiduría a los legisladores. El ayuno es el guarda perfecto del alma, cohabita con el cuerpo sin dañarle.


   El ayuno es un alma a toda prueba para los soldados valientes y los intrépidos atletas. El ayuno resiste a las tentaciones; da unción a la piedad. El ayuno apaga la violencia del fuego, cierra las fauces de los leones, y encamina las oraciones al cielo. La abstinencia es madre de la santidad, disciplina de la juventud y adorno de la vejez.  No sólo es el ayuno una virtud perfecta, sino el cimiento de las demás virtudes; es la santificación, la pureza, la prudencia, virtudes sin las cuales nadie puede ver a Dios.

   El hambre, dice San Ambrosio, es amiga de la virginidad, y enemiga de la lujuria; pero los excesos en la mesa ahogan la castidad y alimentan las pasiones: (Serm, de Quadrag.)

   Asi como el soldado no es nada sin armas, dice San Crisóstomo, y las armas no son tampoco nada sin el soldado, de la misma manera la oración no es nada sin el ayuno, ni el ayuno sin la oración. (In Matth., c. VI).

   El ayuno, Dice San Basilio, hace que los hombres sean semejantes a los ángeles.

   El ayuno es el alimento del alma, dice S. Crisóstomo. El ayuno, añade el mismo Santo, purifica el alma, alivia los sentidos, sujeta la carne al espíritu, hace que el corazón esté contrito y humillado, disipa las nubes de la concupiscencia, apaga los ardores de las pasiones abrasadoras, y enciende la antorcha de la castidad.

Ved lo que hace el ayuno, dice San Atanasio: cura las enfermedades, calma la impetuosidad de la sangre, ahuyenta los demonios, arroja los malos pensamientos, da más belleza y blancura al alma, más pureza al corazón, y hace que el cuerpo esté más sano y robusto.

   Por medio del ayuno es como Elias sube al cielo en un carro triunfal, dice San Ambrosio.

   Sabemos, dice San Pedro de Ravena, que es el ayuno el alcázar de Dios, el campo de Jesucristo, la muralla inexpugnable del Espíritu Santo, el estandarte de la fe, el signo de la castidad, el trofeo de la santidad.

   Puesto que por gula perdimos las alegrías del paraíso, dice San Gregorio, esforcémonos en conquistarlas de nuevo con el ayuno y la abstinencia.

   ¿A qué debió Sansón el ser tan fuerte e invencible? dice San Basilio. ¿No fué el ayuno el que hizo merecer a su madre la gracia de concebirle? El ayuno le concibió, el ayuno le alimentó, y el ayuno hizo de él un prodigio de fuerza.  El ayuno, añade aquel gran Doctor, engendra profetas, da más fuerza a los fuertes: el ayuno da sabiduría a los que dictan leyes, es el escudo de los que combaten con valor. El ayuno es el que dió fuerza a Sansón, y en tanto que éste fué fiel en guardarlo, derribó a millares de enemigos en cada combate, arrancó las puertas de las ciudades, y los leones no pudieron resistir al vigor de su brazo. Pero desde el momento en que la embriaguez del vino y de la voluptuosidad se apoderó de él, en seguida lo prendieron los enemigos, le arrancaron los ojos, y fué juguete de los niños.

   Cuando el alma derrama lágrimas de arrepentimiento, dice San Gregorio, es también indispensable que la carne, que ha sido esclava de los criminales placeres, sea castigada con el ayuno.

   Samuel, dice S. Jerónimo, reunió el pueblo en Masphath, le fortificó con un ayuno que impuso, y asi le hizo victorioso de sus enemigos. (In Lib. Rey.) A fin de poder combatir a sus enemigos, dice San León, repararon las fuerzas de su alma y de su cuerpo por medio de un ayuno severo. Se abstuvieron de comer y de beber; se impusieron esta ruda penitencia, y para vencer a sus enemigos, empezaron por vencer en sí mismos el atractivo de la gula.

   Los ayunos, añade el mismo San León, nos hacen fuertes contra el pecado; triunfan de las concupiscencias, rechazan las tentaciones, calman el orgullo, templan la ira, y alimentan todos los afectos de la buena voluntad para hacernos practicar perfectamente todas las virtudes.

   El ayuno, dice San Atanasio, eleva al hombre hasta el trono de Dios (Tract, de Virgin.).

   Judith ayunaba todos los días de su vida menos el día del sábado, dice la Escritura. (Judith. VIII. 6.) Holofernes y sus soldados, amigos de beber mucho, se embriagaban, dice San Ambrosio; pero había una mujer, Judith, que no bebía, ayunaba todos los días, menos los festivos. Armada con el ayuno, sé adelanta y destruye todo el ejército de los Asirios. Por medio de la energía de una resolución formada en la abstinencia, corta la cabeza á Holofernes, salva su pudor y alcanza la victoria. Fortificada con el ayuno, se introduce en el campo extranjero; Holofernes queda sumergido en el vino, y no siente el golpe mortal. Asi el ayuno de una sola mujer anonada el numeroso ejército de los asirios y salva el pueblo de Dios.

   Por causa del odio y de la crueldad de Aman, el rey Asuero ordenó el exterminio de los judíos que estaban cautivos. Al momento, dice la Escritura, la reina Esther, asustada del inminente peligro, acude al Señor. Dejando todos sus adornos de reina, se pone vestidos de luto; en vez de usar perfumes, cubre su cabeza con cenizas y polvo, castiga su cuerpo con ayunos, y manda decir a Mardoqueo: id, reunid a todos los judíos que encontréis en Lusan, y rogad por mí: no comáis ni bebáis nada durante tres días y tres noches: yo ayunaré también con mis criadas; y entonces, a pesar de la ley que lo prohíbe, entraré sin ser llamada a las habitaciones del rey, y me expondré al peligro y A la muerte para salvar A mí pueblo.

   Esther, dice San Ambrosio, se volvió más hermosa con el ayuno; porque el Señor aumentaba su gracia en aquella alma sobria. Así es que desde el momento en que se presentó al rey, dice la Escritura, Dios cambió el corazón de Asuero, el cual se lanzó en sus brazos. ¿Qué tenéis, Esther? La dijo: soy vuestro hermano, nada temáis, no moriréis. (XV. 11-13). De este modo Esther, con su ayuno y su oración, se conquistó un nombre inmortal, alcanzando libertad para su pueblo, un patíbulo para el cruel Aman, justicia para Asuero y gloria para Dios.


   La que ayunó tres días, dice San Ambrosio, gustó al rey y obtuvo lo que pedía, la salvación de su pueblo y entre tanto Aman, sentado en un regio festín, en medio de su intemperancia pagó la pena que su embriaguez merecía. El ayuno es pues el sacrificio de la reconciliación y el aumento de las virtudes. Esther con su ayuno, dice Clemente de Alejandría es más  fuerte que todos sus enemigos; desgarra el decreto tiránico que hacía perecer A su pueblo, y calma al tirano; reprimió a Aman y hace triunfar a los suyos.
   Judas Macabeo y sus soldados obtienen con sus ayunos los socorros del cielo, y numerosas victorias sobre sus poderosos y temibles enemigos. (Lib. Macabeos.)

   El Ayuno, dice San Ambrosio, es el dueño de la continencia, la disciplina de la pureza, la humildad del espíritu, la flagelación de la carne corrompida, la expresión de la sobriedad, la regla de la virtud, la purificación del alma, la mano de la misericordia, el principio de la dulzura, el atractivo de la caridad, la gracia de la vejez, el custodio de la juventud. El ayuno es el alivio de las enfermedades, el alimento de la salvación, el viático del buen camino, el tesoro de toda la vida.

   Los Ninivitas son condenados por la justicia de Dios a ser destruidos; se dedican a un riguroso y universal ayuno, y al momento Dios les perdona.

   Los Apóstoles ayunan y oran; el Espíritu Santo baja sobre ellos, los llena de sus dones y los convierte en hombres heroicos...

   San Ambrosio atribuye todos los milagros de Elias a sus ayunos.  Con sus ayunos, dice, Elias cierra el cielo al criminal pueblo judaico; con su ayuno resucita al hijo de la viuda; su ayuno detiene las inundaciones; su ayuno hace bajar el fuego del cielo; su ayuno lo hace subir al cielo en un carro de fuego; con su ayuno de cuarenta días consigue conversar con Dios y hallarse en su presencia. Cuanto más ayuna, más poderoso es; detiene también las aguas del Jordán con su ayuno.

   El ayuno es la salud del cuerpo, del alma, de la memoria y de la inteligencia. El ayuno prolonga la vida, nos libra de mil enfermedades precoces y crueles ¿Cuál es siempre el primer mandato de un médico? cuál es su primero y principal remedio? La dieta, que es un ayuno y una abstinencia absolutos...




“Tesoros de Cornelio Á Lápide”

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