domingo, 30 de enero de 2022

Fin supremo de la masonería, el satanismo – Presbítero Nicolás Serra y Caussa.


 


   ¿Cuál es de una vez el fin supremo de la orden?

   No ha de ofrecer dificultad la respuesta (…) El fin, especifica la naturaleza de una sociedad y esta naturaleza en la definición viene estampada. (…): la masonería es satánica. Satánico por consiguiente debe de ser su fin. ¿En qué consiste este satanismo? En el triunfo de Satanás sobre el Dios verdadero, procurado por la secta.

   ¿Cómo se demuestra la realidad de este fin satánico? Muy sencillamente. La secta es maniquea por su origen gnóstico-maniqueo, por la historia de su propagación y desarrollo, por sus doctrinas y prácticas: bien asentados dejamos estos extremos en nuestros “Orígenes de la masonería”. Por maniqueísmo se entiende la coexistencia y lucha de dos principios adversos de las cosas, uno bueno y otro malo, el Dios verdadero y Satanás. Ahora bien, comienza la masonería por trastrocar los términos, convirtiendo al Dios bueno, al único y verdadero Dios, en Dios malo, y a Satanás en Dios bueno: luego despoja a aquel (Dios verdadero) de sus inconmutables atributos y real soberanía, le carga de todos los oprobios, le hace guerra mortal como a Creador, como a Salvador, le hace guerra a su nombre y adoración,  y persigue a sus fieles servidores; mientras por el contrario enaltece al rey de los demonios, le pide inspiraciones, ejecuta sus mandatos, promueve sus intentos, se le rinde a guisa de vil esclavo y pugna por sojuzgar bajo sus plantas la humanidad entera. ¿Esto no se llama trabajar en pro de su gloria y reino universal?

   Con gran sabiduría el Congreso antimasónico celebrado en Trento, en cabeza de sus acuerdos y como base fundamental de los mismos, puso la siguiente declaración: “La francmasonería es una secta religiosa (es decir, de carácter religioso en buena o mala parte) y maniquea, y la última razón de sus secretos y misterios es el culto de Lucifer o Satanás adorado en las traslogias como el Dios bueno en oposición al Dios de los católicos, a quien los iniciados blasfemos apellidan el Dios malo.”

   Luego si la última razón de los secretos y misterios de la masonería, o digamos, lo sumo y extremo de ella, su perfección y coronamiento, la síntesis y expresión de sus sentimientos se cifra en el culto y adoración de Satanás, ineludiblemente infiérese que su conato perseverante, su único anhelo y colmo de sus ansias lo constituye el triunfo del ángel rebelde.

   Este argumento general se descompone en dos y con todo rigor a dos equivale. Uno es de autoridad y descansa en el sufragio de los eminentes varones que después de concienzudas pesquisas votaron la declaración del Congreso antimasónico. ¿Quién osará tener en menos este unánime fallo? El otro argumento brota de las entrañas mismas de la declaración y sin socorro extraño por sí se defiende. Tres conceptos encierra: 1. La masonería es de carácter religioso; 2. Es maniquea; 3. Adora a Satanás: los cuales una vez convenientemente expuestos, de ellos espontáneamente se desprende la conclusión. Vamos por partes.

(Estos tres puntos lo ire publicando en forma independiente) Si Dios quiere.

 

 

 


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