martes, 14 de septiembre de 2021

EL ANTISEMITISMO Y EL CONCILIO ECUMENICO. (Parte 2 de 2) – Por el Presbítero. Joaquín Sáenz y Arriaga. Doctor en Filosofía y Teología de la Arquidiócesis de México. Editorial Nuevo Orden (Año 1964).


 

Es verdad que no fueron todos los judíos igualmente culpables. Fueron sus dirigentes, fue la Sinagoga, la secta soberbia de los fariseos la que en su odio implacable contra Jesucristo agotó la intriga y la calumnia para crucificar a su Mesías. Pero la solidaridad humana hace que muchas veces paguen los justos por los pecadores, En el diluvio, los niños que perecieron ciertamente no eran personalmente responsables de “la corrupción de la carne” que atrajo ese universal castigo. El pecado de Adán fue un pecado personal, pero Adán,  cabeza física era también cabeza moral, representante jurídico de todos sus descendientes; por eso dice San Pablo que en él todos pecamos y todos incurrimos en la común condenación. ¿Es acaso una injusta condenación; es un absurdo divino?

   ¿Quién, por ignorante que sea, va a negar ahora la especialísima solidaridad que existe en el pueblo de Israel? La sangre judía es inconfundible y por muy mezclada que se halle no deja de mostrar los caracteres buenos y malos de la raza que un día fue el pueblo predilecto del Señor.

   — EI reportaje de la Prensa Asociada nos dice que el celo de su Eminencia el Cardenal Bea, de su Excelencia el Obispo de Cuernavaca — ellos parecen ser los principales promotores del proyecto contra el antisemitismo — espera que dicho decreto conciliar “ayude a poner fin al uso de referencias de las Escrituras sobre la crucifixión por parte de organizaciones antisemitas, como bases de panfletos para difundir el odio contra los judíos”. ¡Cuántos sofismas en tan pocas palabras! Que demuestran que el uso de esas “referencias” es incorrecto, es arbitrario, es falso, es calumnioso. Sería necesario suprimir toda la tradición cristiana de veinte siglos que unánimemente ha usado el mismo lenguaje, ha tenido las mismas creencias y ha meditado y vivido las palabras del Antiguo y Nuevo Testamento. No son solamente las organizaciones antisemitas, ni son tan sólo libelos o panfletos los que han hecho uso de esas referencias; son los Santos Padres, son los Papas, los Concilios, es la liturgia de la Iglesia, es la misma Biblia que indeleblemente condena la perfidia del pueblo de Israel. El silencio que piden los promotores del proyecto en defensa del judaismo internacional implica en cierto modo una condenación intolerable de la Sagrada Escritura. Para acabar con las referencias escriturísticas sería menester acabar con el valor histórico y con la inspiración divina, de la Biblia. ¿Por qué hacer callar a la Escritura, porque miente o porque dice la verdad? La Escritura no miente, ni puede mentir, porque es la palabra de Dios, luego la razón verdadera del silencio que quieren imponernos, es la verdad, la verdad indeleble, consignada en el texto Sagrado y que en boca divina condena la perfidia, la ingratitud y las maldades del “pueblo de dura cerviz”.

   Dios había prometido a su pueblo sus bendiciones, si guardaba sus mandamientos, “Si de verdad escuchas la voz de Yavé, tu Dios, guardando diligentemente todos sus mandamientos, que hoy te prescribo, poniéndolos por obra, Yavé, tu Dios, te pondrá en alto sobre todos los pueblos de la tierra”... Pero esas bendiciones divinas eran condicionadas; exigían la observancia fiel de la ley divina. Si el pueblo de Israel no aceptaba prácticamente los preceptos de Dios, si quería sacudir el yugo de su ley divina, el Señor también lanzaría sobre él el furor y los castigos de su justicia infinita: “Pero, si no obedecen la voz de Yavé, tu Dios, guardando todos sus mandamientos y todas sus leyes que yo te prescribo hoy, he aquí las maldiciones que vendrán sobre ti y te alcanzarán: Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo. “Maldita tu canasta y maldita tu artesa. Maldito será el fruto de tus entrañas, el fruto de tu suelo y las crías de tus vacas y de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar y en salir. Y Yavé mandará contra ti la maldición, la turbación y la amenaza en todo cuanto emprendas hasta que seas destruido y perezcas bien pronto, por la perversidad de tus obras, con que te apartaste de Mi... (Deuteronomio XXVII).

   La palabra de Dios escrita está. Los cielos y la tierra pasarán, pero esa palabra no pasará.

   No solamente quebrantaron los Mandamientos de Dios y todo aquello que EI había establecido como condición absoluta, para perpetuar sus bendiciones y hacer de Israel el Pueblo Elegido; sino que tos hebreos, violando el pacto con Dios, quebrantando, la ley divina y rechazando blasfema y sangrientamente al Cristo prometido, se hicieron reos del deicidio y con ese crimen inauguraron una serie horrenda de crímenes que en, dos mil años han cometido en contra de la humanidad regenerada y santificada por Cristo.


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