De
aquí aparece claro que este sistema de completa y permanente vigilancia de
todas las actividades de los ciudadanos en todos sus aspectos ha de derivar en
el terror institucionalizado. Se crea en todo el país, comenzando por el Partido y por la Policía
Secreta con él conectada, un complejo permanente de culpabilidad, como si se le
estuviera traicionando, De aquí, las críticas y autocríticas, las confesiones,
las purgas periódicas, ya individuales, ya en masas, que caracterizan al Estado
soviético. (Nota nuestra: Esto puede aplicarse a cualquier estado Marxista, de
manera solapada) Existe sobre todo esto una abundante literatura, cuya
seriedad no puede ponerse en duda. El
Partido Comunista, (Nota nuestra: Hoy el partido comunista se camuflo
con la democracia.) con su policía secreta que le es inmanente, se
convierte en una férrea estructura en manos de una camarilla que detenta la
totalidad del poder, teniendo a su discreción la vida y el honor de todos y
cada uno de los ciudadanos.
Hay quienes piensan que este terror
permanentemente institucionalizado no es intrínseco y esencial al comunismo. No
lo creemos. Está en las entrañas de un sistema que con la dialéctica, que es
lucha, trabaja sistemáticamente para cambiar la estructura y el funcionamiento
del ser humano. Se quiere convertir al
hombre en un ser que funcione en sentido contrario al que le piden sus
aspiraciones más profundas. Hecho para el ser, la verdad y el bien, se le
quiere hacer marchar en el sentido de la nada, de la mentira y del mal. Ya
lo dijimos en nuestra primera lección sobre la dialéctica. La dialéctica, en que se funda el comunismo, exige, por su esencia
misma, una transformación del hombre sobre la base de la mentira, el odio y el
crimen.
Este problema del “terror institucionalizado”, al que ahora sólo nos referiremos
accidentalmente pero que debe ser estudiado con mayor prolijidad al tratar de
la guerra revolucionaria, está vinculado con la célebre cuestión examinada en
el siglo pasado por Donoso Cortés en
su famoso Discurso sobre la Dictadura: “Señores,
no hay más que dos represiones posibles: una interior y otra exterior, la
religiosa y la política. Estas son de tal naturaleza, que cuando el termómetro
religioso está subido, el termómetro de la represión está bajo, y cuando el
termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política,
la tiranía está alta. Esta es una ley de la humanidad, una ley de la historia”.
Una
sociedad como la intentada por el presunto humanismo marxista —sin religión,
sin filosofía, sin política, sin propiedad, sin familia— no puede marchar sino
por la fuerza del terror permanente e institucionalizado.
“EL
PODER DESTRUCTIVO DE LA DIALECTICA COMUNISTA”
Cruz
y Fierro Editores.
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