Concepto.
Resurrección
de la carne quiere decir que todos los hombres resucitarán volviendo a tomar
cada alma el cuerpo que tuvo; en ésta vida.
Esto acontecerá al fin del mundo. Los que en
aquel momento vivan todavía, morirán para luego resucitar, porque es necesario
que en todos se cumpla la ley de la muerte: “Asi como en Adán mueren todos, así también todos serán vivificados en
Cristo” (1Cor., XV, 22).
Todas las almas saldrán del Cielo, del
Purgatorio o del Infierno y vendrán a tomar de nuevo sus cuerpos a fin de
comunicarles una vida que ya no cesará (“vida
perdurable”).
Observaciones.
a)
Sólo la Virgen no resucitará ese día
porque Ella, a imitación de su divino Hijo, resucitó poco después de su muerte,
y fué llevada al Cielo en cuerpo y alma.
b)
El alma tomará él mismo cuerpo al cual,
estuvo unida en la tierra.
c) La resurrección de los muertos
sucederá por la virtud de Dios omnipotente, a quien nada es imposible. Si Dios
creó las cosas de la nada bien podrá resucitar en un instante a todos los
hombres.
Cualidad de los cuerpos resucitados. — Habrá
grandísima diferencia entre el cuerpo de los escogidos y el de los condenados.
Las dotes que adornarán los cuerpos
gloriosos de los escogidos son cuatro:1)
la impasibilidad: no estarán sujetos a males y dolores ni a la necesidad de
comer, descansar, etc.; 2) la claridad:
brillarán como el sol y como otras tantas estrellas; 3) la agilidad: podrán trasladarse en un momento y sin fatiga de un
lugar a otro, y de la tierra al Cielo; 4)
la sutileza: con que sin obstáculo alguno podrán penetrar cualquier cuerpo,
como lo hizo Jesucristo resucitado.
El cuerpo de los condenados estará privado
de estas dotes y llevará la horrible marca de su eterna condenación.
Certeza de esta resurrección.
Sagrada Escritura.
— El anciano Job en
medio de sus crueles angustias y dolores decía: “Sé que vive mi Redentor, y que en el último día he de resucitar de la
tierra, y de nueva he de ser rodeado de mi piel y en mi carne veré a Dios; a
quien he de ver yo mismo y mis ojos le han de mirar, y no otro” (Job, XIX,
25-27).
Visión de Ezequiel:
Una prueba irrefragable de la
resurrección de la carne es la visión
del profeta Ezequiel (XXXVIII).
Los macabeos decían al
tirano: “Tú,
oh perversísimo, nos haces perder la vida presente, más el Rey del mundo nos
resucitará” (2 Mac; VII, 9).
Dice San Pablo: “Es
necesario que este cuerpo corruptible quede revestido de incorruptibilidad, que
este cuerpo mortal se vista de inmortalidad” (1Cor; XV, 50-53).
Tradición.
— Todos los Padres han profesado y
defendido este dogma: “La resurrección de los muertos, dice Tertuliano,
es; la confianza de los cristianos; creemos en ella porque Dios lo ha revelado”
Los mártires echaban en cara a los verdugos
esta verdad.
La Iglesia la enseña en sus símbolos: “Creo en la
resurrección de la carne” (Credo). “Espero la resurrección de los muertos”
(Niceno). “A cuyo advenimiento (de Jesucristo) deberán resucitar todos los
hombres con sus propios cuerpos (Atanasiano).
Predicación de Jesucristo.
Nuestro divino Salvador ha enseñado
claramente esta doctrina. Leemos en el Evangelio de San Juan: “La
voluntad de mi Padre que me ha enviado, es que todo aquél que ve al Hijo y cree
en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el último día (VI, 40).
Y poco después, al hablar de la Sagrada.
Eucaristía, dice: “Quien come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día (Id;
55)”.
Razones de conveniencia.
La razón natural nos dice ser conveniente y
necesario que los hombres resuciten:
1) El
cuerpo ha sido hecho para el alma y el alma para el cuerpo; por eso conviene
que un día ambos estén reunidos, a fin de que la obra de Dios, deshecha por un
momento a causa del pecado y de la muerte, sea definitivamente restaurada.
2) Es
el hombre entero el que hace el bien o el mal; por lo tanto el cuerpo ha
contribuido eficazmente así a la salvación: el hombre debe ser recompensado o
castigado todo entero, en su cuerpo y alma, el premio de nuestras obras o el
castigo de nuestros pecados.
3) La
resurrección de Jesucristo es una prenda de la nuestra: “Cristo, dice San
Pablo, ha resucitado de entre los muertos y ha venido a ser como las primicias
de los difuntos; porque así como por un hombre vino la muerte, por un hombre
debe venir también la resurrección dé los muertos” (1Cor., XV, 20-21).
Y en otro pasaje: “Si los muertos no resucitan, tampoco Jesucristo resucitó” (Id., id.,
16).
LA RELIGIÓN EXPLICADA (Año 1953)
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