CAPÍTULO V.
Este Capítulo ya ha sido escrito más de una
vez, las obras de P.
Deschamps, del P. Neut, de Mons. Fava, del médico abogado Eckert, Paul Rosen,
Léo Taxil y otros autores antimasónicos nos
exime de escribirlo de nuevo.
Baste repetir lo que el
general Garibaldi aprendió de los Jefes de la Orden:
“La hermandad, la promesa
todopoderosa con la que hemos establecido nuestro poder, significa:
“Fraternidad en la Masonería, para
constituir un Estado dentro de un Estado,
con medios y funcionamiento independiente del estado, desconocido para el
estado”.
“Fraternidad en la Masonería, para constituir un Estado
por encima del Estado, con una unidad, un cosmopolitismo,
una universalidad que la haga superior y líder del Estado”.
“Fraternidad en la Masonería, para constituir un estado contra el estado,
mientras existan ejércitos permanentes, instrumentos de opresión, principios de
parasitismo, obstáculo para cualquier confraternización”. (Nota de Nicky Pío.
Aquí la masonería, señala al ejército como un impedimento para la tan ansiada
fraternidad universal)
“Llegará un día en que, tras la partición
total de Europa en dos imperios, Alemania Occidental y Rusia Oriental, La
Masonería los unirá en uno, con Roma como
capital del Universo entero”.
Aquí
está la República
universal tantas veces nombrada y elogiado en la masonería; esperada
por los judíos desde siglos, deseada y ofrecida por Lucifer a sus seguidores, como
se lo había ofrecido a Jesucristo en el desierto:
El
diablo llevó a Jesús a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del
mundo y toda la gloria que los acompaña, le dice: Yo te daré todo esto, si postrándote
me adoras.
¡Ay!
A esta misma propuesta hecha por Lucifer a los hombres, cuántos son los que, en
lugar de responderle con Jesucristo:
“¡Vete, Satanás!” ¡Se
dejaron engañar y, postrándose ante él, le ofrecieron su incienso y su adoración!
“MONSEÑOR
MEURÍN S.J.”
Arzobispo-Obispo
de Port-Louis
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