El mundo atraviesa
actualmente una de las horas más trágicas de su historia política y social. La
eterna lucha entre el bien y el mal que constituye la trama de la vida humana
se presenta ante nuestro tiempo en condiciones particularmente formidables,
desde hecho de que el segundo (el mal) parece haber obtenido una ventaja sobre
el primero (el bien), y de manera considerable, ya no obstruyéndolo
abiertamente, sino atacándolo a traición.
Esta traición, la organizó de tal manera que
los hombres de buena voluntad están expuestos, casi en cualquier momento, a
encontrarse contratados, sin saberlo, por los reclutadores del mal, para
dejarse agarrar por los dientes de un engranaje del que muy raramente escapan aquellos
que se dejan morder y ponen, una vez atrapados, todo sus fuerzas del lado equivocado,
con la íntima convicción de que se dedican al servicio de la buena causa.
Cualquiera que haya se haya fijado y
reflexionado (sobre esta cuestión) se ha dado cuenta de que las cosas son así
para los buenos, y que el
verdadero peligro que actualmente corre la humanidad radica en la facilidad con
que el mal logra presentarse como bien.
¿Cómo
es que los falsos profetas encuentran crédito tan fácilmente, y tan cerca de
nosotros? Este es todo el problema de la hora presente. Su
solución coincide con la del problema de las sociedades secretas.
De hecho, es a la sombra de las sociedades
secretas que el mal es hecho de mil maneras. Es de allí que sale ataviado con
los diversos atuendos que sabe llevar para hacerse aceptar en todos los círculos,
no por lo que es, sino por lo que se juzga parecer (aparentar) para engañar y
seducir a aquellas mismas personas que lo repelerían más enérgicamente si se
presentara a ellos sin adornos.
Reducido el punto de vista al nivel más práctico,
al mismo tiempo que lo más sintéticamente posible, la situación debe ser
considerada de manera erudita (inteligente); Dos
tácticas están presentes; y ese es el punto al que debe dirigirse
especialmente nuestra atención,
porque de la adopción de uno u otro de estas dos tácticas depende lógicamente los éxitos del Bien o de
los del Mal.
La
primera es muy sencilla. Los que la eligen se previenen de cualquier
cálculo sutil. Se limitan a actuar con honestidad y franqueza. Actuando
abiertamente, ¿qué podría ser más natural cuando se actúa con lealtad? Uno es
la consecuencia del otro.
La
segunda búsqueda por el contrario es sombra y misterio. Ella procede por
oscuros preparativos, por maniobras, por desvíos. Su rasgo característico es
que quienes lo practican se sitúan por encima de todo, en lo secreto. Y por
eso, cuando meditan en una acción que requiere un esfuerzo colectivo, y por lo
tanto un acuerdo previo, su principal preocupación es que este acuerdo
permanezca ignorado, conducen así a la constitución de lo que se llama sociedades
secretas, por una solicitud no menos natural que aquello por lo que los
partidarios de la acción justa son llevados a preparativos tan visibles como
sus actos.
Que el Bien no se preocupe por esconderse,
no exigiendo el secreto de quienes se alistan bajo sus banderas, una vez más, nada
más natural. ¿Por
qué (el bien) se escondería? El bien no sabe esconderse. Su radiación es saludable
como la del calor solar.
Que
por el contrario, el mal se oculta en las organizaciones secretas allí donde le
parece peligroso mostrarse a la intemperie, nada más comprensible. El mal se esconde
porque es mal y no tiene necesidad de otra razón para esconderse. Que sus
organizaciones secretas se basan en mentiras, nada es más lógico; porque quien
hace el mal, se encuentra casi fatalmente impulsado a mentir. Que finalmente
estas mismas organizaciones secretas bajan a la hipocresía, nada aún más
explicable, y aún nada más inevitable. Porque, así como el mal se esconde
porque es el mal y no necesita de otra razón para esconderse, miente y es un
hipócrita por necesidad y sus mentiras y sus hipocresías no necesitan mayor
explicación.
Si es así, no sería temerario decir que
dondequiera que haya maldad necesariamente deba encontrarse el secreto y la mentira.
El secreto, la mentira y la hipocresía, por otra parte, podemos afirmar con
certeza existe donde existe el mal.
Por lo tanto nada más cierto que el punto de
vista de la Iglesia, que se ha visto atacada implacablemente desde hace siglos,
por hombres que se enorgullecen de ser libres
pensadores (iluminados), y surgen de la masonería, organización que se basa en el SECRETO,
LA MENTIRA Y LA HIPOCRESÍA.
Asaltada de este modo, la Iglesia es evidentemente
atacada por el mal. ¡Que argumento! en favor de la sublimidad de su misión en
el mundo que la suministrada por el accionar de sus más feroces adversarios.
Pero precisamente porque el ataque fue
invisible, sólo en un par de siglos fue capaz de producir inmensos estragos.
Como no discernimos debidamente la preparación, era tan natural que no sabíamos
tomar las precauciones requeridas por la situación.
El mundo civilizado, sin embargo, fue
advertido del susto que estaba a punto de tener que sufrir. El Papado denunció
las organizaciones secretas y particularmente la Masonería de la primera mitad
del siglo XVIII y, en diferentes momentos, renovó sus advertencias. El mundo miró
en la dirección indicada por los Romanos Pontífices. Pero
las precauciones (también) fueron bien tomadas por la perfidia de los
asaltantes. Y por entonces la masonería se presentó con miradas tan
inocentes, tan ingenua, tan tonta incluso, y al mismo tiempo parecía tan
exclusivamente ocupado con la filantropía, tan inocentemente enamorada de la
filosofía humanitarista, que se creía sinceramente que era un error por parte
de líderes de la Iglesia. Nos preguntamos por qué la asociación masónica afectó
el misterio, mientras que su objeto parecía no comportarse de cualquier manera.
Pero esta contradicción fue enmascarada por apariencias de infantilismo tales,
que sólo causaba risa. Se pensó que la francmasonería, haría que la gente creyera que es una sociedad secreta para atraer clientes, sabiendo que el
misterio ejerce sobre ciertos hombres un enorme influjo. Se pensó que en realidad, es una empresa
secreta que da risa (cómo ya de dijo). La prueba es que sabíamos de su
existencia, su objetivo y nombres de
algunos de sus miembros.
Pero lo cierto es que “No” teníamos idea de que la organización masónica es ordenada, de manera que lo que se nos aparece como “una” sociedad es en realidad un “conjunto” de sociedades, algunas de las cuales son “visibles” y se muestran como hablábamos antes, pero las otras son “invisibles”, tienen un aspecto completamente diferente y hacen maniobrar al primero sin que ellos lo sospechen (la invisible, controla la visible). Por lo tanto, es comprensible que el mundo cristiano haya permanecido sordo a las advertencias justificadas de los Papas y que la Francmasonería nunca habría sido conocida, sino después, que los que la mueven (invisiblemente) se vieron en la obligación de actuar.
Ahora bien, es inevitable que aquellos que,
en lugar de actuar honestamente, traman maquinaciones, se contradicen cuando
llega el momento de la acción. Y es por sus contradicciones que puedan ser
desenmascarados. La masonería que ya lo ha experimentado (ser descubierta) más
de una vez se prepara para ello. Inmediatamente
después de la Revolución en su obra, el jesuita Barruel da prueba de sus
conspiraciones
y sus crímenes en su célebre obra, publicada en 1797: Memorias al servicio de
la historia del jacobinismo
Mas, ¿qué relevancia tiene la voz de un
hombre en una nación cuando se levantan miles de otras voces para evitar que se
escuche? La masonería no se contentó con buscar amortiguar la voz de su acusador.
Cambió su rostro; gracias a lo cual Barruel (sólo) parecía haberse equivocado, (el descrédito del
denunciante, vieja táctica del enemigo acorralado y desenmascarado).
También se formó un nuevo centro de
liderazgo, y fue por medio del Iluminismo que había transmitido la Masonería,
la inspiración que preparo la Revolución. La
Alta Venta italiana con esta inspiración pasó de 1820 a 1848. Pero los documentos de primera mano
relacionados con el iluminismo había caído en posesión de las autoridades de
Baviera, las cartas de los miembros de la Alta Venta y, las instrucciones
secretas que sirvieron como su regla, fueron entregados al Papa Gregorio XVI,
quien las entregó al historiador francés Crétineau-Joly. Éste la publicó, con
la aprobación de Pío IX, en su obra “La Iglesia Romana frente a la Revolución”,
así como Barruel había publicado en sus Memorias al servicio de la historia del
jacobinismo, los códigos de los Illuminati. El
mundo cristiano pudo poseer
una doble prueba que relacionaba tanto la
mentira, la hipocresía, cómo las
traiciones masónicas y, sobre todo los misteriosos vínculos que conectaban a
las sociedades secretas entre ellas.
Era
mucho y al mismo tiempo era poco. Quedaba, en efecto, llevar esta doble prueba
a la atención de las élites, sacar de ella las enseñanzas prácticas y,
finalmente identificar e indicar sobre las tácticas, a las que (la Iglesia) se
podría oponer eficazmente, contra la mentira y la traición. Naturalmente, el
enemigo pudo crear toda la venganza concebible para aquellos que propusieron
tal objetivo. No falló.
Y es
por eso que las obras de Eckert, Deschamps y Claudio Jannet no tuvieron la fortuna
que necesitaban y merecían tener.
Pero llegó una hora en que, nuevamente,
después de prepararse, los poderes
ocultos (la masonería invisible) se vieron obligados a actuar y, en
consecuencia a mostrarse.
A la masonería se le dio la misión de tomar
el futuro del poder político y fue mientras estaba involucrada en esta
operación que ella fue atrapada en flagrante delito.
Algunos antimasones acecharon los pasos de
la masonería. Ellos publicaron sus obras y, al mismo tiempo, crearon retornos
de propaganda que aseguraron la eficacia de sus descubrimientos, sus estudios y
su enseñanza. Esta última circunstancia nunca se había logrado hasta entonces y constituyó
un progreso cuyas consecuencias pronto se harían sentir.
Podemos
considerar que hoy no sólo ciertos actos de la masonería son conocidos, sino
que una verdadera enseñanza se logró gracias al accionar de la anti masonería.
Se divide en cuatro partes el estudio de la
anti-masonería y estudiosos se han especializado en cada una de estos niveles
En el primer nivel de educación antimasónica,
los investigadores anotan los ardides, los hechos y gestos de la masonería en
nuestra época.
En el segundo nivel, los historiadores que
están en proceso de renovación, se avocan al estudio de la historia de la Revolución y la del siglo
XIX, descubren y muestran los hechos y gestos de la masonería en el pasado.
En el tercer nivel, los intelectuales se
dedican a descubrir los procesos empleados por esta misma Francmasonería, para
penetrar en la matriz de su extraordinaria organización y explicar su éxito
increíble.
Otros finalmente, puestos por los primeros
en posesión de conocimientos, hechos y los medios por los cuales funcionan,
identifican su origen y causa. Estamos buscando lo que puede ser los inventores
del organismo masónico y con qué propósito se lo imaginaron.
Los resultados ya adquiridos en el estudio
del tercer grado han llevado a una doble observación. Por un lado, se establece
que la masonería no es una simple asociación, sino que incluye todo un mundo de
asociaciones enredadas en otros y superpuestos de tal manera que sus vínculos y
relaciones de superioridad de uno frente a otro lo hacen casi impenetrable. Por
otro lado, vemos que este mundo de asociaciones que constituye la Francmasonería
no es en sí mismo sólo una parte de un todo más grande, que se agita bajo el mundo
visible, que conspira contra sí misma, que lo asalta en todo punto y en todo
tiempo: es el mundo de las sociedades secretas.
La cuestión masónica se amplía así
singularmente. De este estudio racional surge una nueva percepción y una
considerable utilidad práctica.
Constatamos,
de hecho, que las sociedades secretas dan nacimiento unas a otras, para las
necesidades que se presenten. Cada uno tiene su tarea especial. Hecho el
trabajo, se le asigna al grupo otro destino o se va a dormir (se lo deja en
reserva) si es necesario, o finalmente desaparece para ser reemplazado por
otro.
La masonería es en cierto modo la antecámara
mal iluminada de todas las demás sociedades secretas (así la denomino un
miembro de la Alta-Venta). Ella recluta a sus seguidores del mundo secular, es
decir de entre los amantes del mundo profano; y proporciona luego un lugar de
reclutamiento a las demás sociedades secretas que encuentran en sus talleres a individuos
ya seleccionados que se especializan de acuerdo a sus aptitudes.
Como
decíamos, se le encomendó otra misión durante treinta años. Ella fue elegida
por los líderes ocultos para tener que tomar el poder político. Sabemos cómo se
apoderó de esta tarea, apoyado por todas las fuerzas y ayudado por todos los
recursos disponibles para quienes los hacen funcionar.
Pero, como también dijimos, se desenmascara
y por lo tanto se condena. Una sociedad secreta que ya no es secreta no puede,
de hecho, seguir haciendo trabajo social secreto. La ignominia de los medios
que empleó estalla en todos los ojos ocultos y los gobernantes se ven obligados
a apartarse a sí mismos del mundo de las sociedades secretas, la asociación así
deshonra al miembro (como fruta podrida),
para que la deshonra y la infección muera con él y no gane a todos los demás.
Por lo tanto el compromiso de la llamada
masonería francés es muy grande. La de los países latinos también lo es. Las ejecuciones son inevitables. Los ojos
entrenados ya pueden ver los preparativos y es de creer que la masonería en los
países protestantes será de la misma forma afectado por el rebote.
Los espíritus superficiales podrán entonces
imaginar que para el mundo cristiano el peligro que corre actualmente ha terminado.
Que desaparecida la masonería de la faz de
la tierra el peligro creado por la existencia de sociedades secretas no existiría
más. La bestia muerta no mata el veneno. Este veneno simplemente sería
destilado por otras bestias, nos referimos a perdurables grupos secretos. Solo
que esta vez se nos advierte que no hay final, gracias al descubrimiento de la
filiación de las sociedades secretas. Sabemos que si se suprimiera la
masonería, destruido por sus líderes, sería reemplazado por otros grupos que
procedería exactamente como ella los creo. Ella se deslizó en organizaciones “oficiales” (como la Iglesia
católica) cuyos líderes ocultos querrían la
dislocación de manera similar. Los grupos llamados a tener éxito tomarían una
figura tan cristiana, tan católica como fuera necesario para ganar aceptación
en las milicias religiosas. Este
trabajo ya ha comenzado.
Mientras la llamada masonería francesa se
pudre, otras asociaciones se crean bajo el pretexto ya sea de defensa católica, ya sean de concepción superior o más moderna de catolicismo, o para
luchar contra las sociedades secretas masónicas, buscan insinuarse en los
círculos religiosos. ¿Llegarán allí-ellas? Este es el verdadero peligro.
Como
dijimos al principio, dos tácticas están presentes: uno natural al bien; el otro
apto sólo para el mal. Allí la cuestión capital para los partidarios del mal,
es hacerse aceptar por los partidarios del Bien (el demonio se disfraza de
ángel de luz).
Hecho esto, saben que solo habría que
esperar las consecuencias, porque estas, a pesar de las mejores intenciones y
las precauciones más meticulosas, sólo pueden ser favorables para ellos, (los partidarios
del mal). Porque le dejamos hacer sus preparativos
No pudimos impedir el triunfo político de la
Francia masónica, porque sólo pensamos en oponernos a
sus acciones, cuando terminaron de prevenirse.
Los estudios y la propaganda hecha por los
antimasones nos ponen en mejor situación, estamos ahora en una posición mucho
mejor, sabemos de las tácticas enemigas; y, en consecuencia, de sus preparativos y, podemos así, tomar nuestras precauciones.
Para finalizar con su destrucción, tendrían
que convencernos de aceptar el empleo de sociedades secretas, para defensa del
catolicismo o la práctica de tal o cual parte de la moral social del Evangelio.
Si queremos salvarnos de las sociedades secretas debemos oponerles una táctica
adecuada, la misma consiste en organizar una propaganda opuesta a las suya,
este punto es de capital importancia, y de que lo hagamos está condicionada
nuestra victoria.
Paul Copin Albancelli.
Año 1912
NOTA
DE NICKY PÍO: Este
programa, propuesta del autor, está en todo conteste con el programa de S.S.
Papa León XIII cuyo extracto de un importante documento anti-masónico
cita D.
Félix Sarda y Salvany. En la obra ¡Guerra de Frente! Del año (1897) su
propuesta de acción anti-masónica nos dice:
La palabra del Papa (León XIII) en su
consabida Carta al pueblo italiano dió nueva oportunidad a estas materias, que
nosotros, dóciles en todo a tan augusta voz, hemos querido ahora tratar con el
carácter mismo que el mismo Vicario de Cristo se ha dignado como presentarnos
de su mano en un párrafo del citado Documento, que habla del modo siguiente:
“Tratándose
(dice) de la secta masónica, que todo lo ha invadido, no es suficiente
ponerse en guardia contra ella. Hay que salir al campo y afrontarla con valor.
Lo cual haréis vosotros, amados Hijos, oponiendo prensa contra prensa, escuela
contra escuela, sociedad contra sociedad, congreso contra congreso, en una
palabra acción contra acción”
Y para más abundamiento citemos a D. Félix
Sardá y Salvany:
“Sigamos,
empero. La acción divina, contra la acción diabólica, pues ha sido en todos
tiempos la ocupación exclusiva de la Iglesia católica y de sus hijos. Del
Cenáculo de Jerusalén salió, el día de Pentecostés, armada de todas armas la
sociedad cristiana a luchar con el demonio, dueño del mundo e ignominiosamente servido
por todos los poderes de él, y lo venció. Y en tal día recibieron divina y celestial
investidura de paladines de Cristo, para lanzarse a pelear esas batallas, no
solamente los Apóstoles, sino muchos otros discípulos del Salvador, y entre
ellos con María varias piadosas mujeres, en número todos de ciento veinte. En
lo cual no puede menos de verse una exacta representación de todo el pueblo
fiel en sus diversas clases y categorías. De allí procedió como de su primera
fuente la acción católica que no cesamos de predicar, y de la que el mismo
Soberano Pontífice nos traza como con el dedo el más sintético programa.
Es vida el Espíritu Santo, y la vida es
movimiento, es fuerza, es actividad; así como la muerte es pasividad absoluta,
es la completa inercia, es el no ser. Casi es lo mismo el no obrar. Pidámosle,
pues, a Él, nos dé tal vida y fuerza como hoy se requieren para corresponder a
las presentes necesidades, que tan parecido van tornando el mundo moderno a lo
que fué en tiempo de los primeros cristianos y a lo que por el esfuerzo de ellos,
sostenidos por la virtud de Dios, dejó de ser muy en breve. Como hoy y más que
hoy bramaban en torno del recogido Cenáculo de los primeros discípulos del
Crucificado ciegas y enfurecidas muchedumbres; como hoy y más que hoy desatentados
gobernantes maquinaban leyes de proscripción contraía Iglesia, y afilaban cuchillos
para hacerla desaparecer ahogada en mares de sangre generosa. Y la acción católica
arrolló aquella formidable acción diabólica, para no dejar de la última más que
el ominoso recuerdo. Hoy, pues, como entonces desarróllese acción contra
acción, y sea con iguales medios y sea sobre todo por igual Espíritu de Dios a que
agigante nuestra pequeñez. Iguales serán entonces los resultados.”
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