I.
¿Quieres
gustar la dulzura que hay al conversar con Dios en la oración?
Evita las reuniones mundanas: la voz de este divino Esposo no se hace
oír en las plazas públicas; habla al corazón sólo en la soledad. Huye de los
hombres y de sus vanas conversaciones y encontrarás a Dios en la oración. Habla
a mi corazón, divino Maestro mío; en adelante estará sordo para todas las
creaturas para no escucharos más que a Vos.
II.
Sosiega el tumulto de tus pasiones, si quieres orar a Dios con atención y
recibir sus santas inspiraciones. Mientras tu alma esté turbada por las
tempestades que en ti excitan el odio, el amor, el deseo de hacerte notar, no
experimentarás jamás las dulzuras de la oración; ahora bien, ¿quieres
un secreto para domar pronto tus pasiones? Ama la soledad. Las
pasiones son vencidas sin lucha cuando la soledad secunda a la gracia. (Casiodoro).
III.
Acostúmbrate
poco a poco a pensar en Dios: mantén tu espíritu recogido lo más que
puedas, y no te costará mucho trabajo orar a Dios sin distracción. Para lograrlo, es menester que toda tu vida sea casi una
oración continua. Ah señor, es tan dulce y tan
consolador conversar con Vos en todo tiempo; en todo lugar puedo yo gozar de
esta dicha y no hago caso de ella; cuando haya gustado la dulzura de la
conversación con Dios, la sociedad de los hombres me disgustará. Desolada
está la tierra, porque no hay quien reflexione en su corazón. (Jeremías).
Tratad
de adquirir la verdadera devoción.
Orad
por vuestro obispo.
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