Adaptación
de la Novena compuesta en 1827 por el padre fray Miguel Antonio Escalante OH,
capellán del convento de San Juan de Dios; aprobada por Mons. Fernando Caicedo
y Florez, Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, el 6 de Noviembre de 1827, y por
Mons. Juan Manuel González Arbeláez, Arzobispo coadjutor de dicha sede, en
Octubre de 1936.
NOVENA EN HONOR A SAN MIGUEL ARCÁNGEL, PRÍNCIPE DE TODA LA
MILICIA CELESTIAL, PROTECTOR UNIVERSAL DE LA SANTA IGLESIA Y ABOGADO
PODEROSÍSIMO PARA PRESENTAR LAS ALMAS FIELES ANTE EL DIVINO TRIBUNAL.
Por la señal ✠ de
la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios
nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Altísimo Señor y Dios eterno, uno en esencia y
trino en personas, yo
el más indigno, miserable y delincuente pecador, postrado ante vuestra divina y
adorable Presencia, y la de todos los angélicos espíritus celestiales, Santos y
Santas de la Corte del Cielo, y justos de la tierra, confieso, mi Señor y mi
Dios, que os he ofendido un sin número de veces, mereciendo por tan graves y
enormes ofensas los más terribles y justos castigos, como los que han sentido y
sentirán eternamente en el Infierno el soberbio Lucifer y sus secuaces, en cuya
infeliz compañía, mucho tiempo a que estaría yo padeciendo, a no haber mediado
vuestra infinita piedad y misericordia, que no ha permitido que yo me pierda
eternamente, sino que aún me esperáis para que arrepentido de tanta culpa y
ofensa como ingratitudes he cometido contra Vos mi Dios, al fin las llore y
haga por ellas la necesaria e indispensable penitencia. Y esta es, Señor, la
que protesto hacer desde ahora, pidiéndoos como os pido de todo mi corazón me
perdonéis todas mis culpas, delitos y pecados, pues de todos ellos me
arrepiento, los detesto y aborrezco; y os doy palabra de no volver a ofenderos.
Perdonadme, Señor, pues de verdad me pesa el haberos ofendido, y aquí me
estaré, mi Dios, postrado ante vuestra divina Presencia, hasta que compadecido
de mí os dignéis concederme por los méritos de la Pasión y muerte de vuestro
divino Hijo mi Señor Jesucristo, también por los de su santísima Madre María, y
por los ruegos de vuestro Arcángel San Miguel, el perdón de todos mis pecados,
con vuestra amistad y gracia, para serviros y amaros fielmente hasta el fin de
mi vida. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Glorioso y humildísimo Arcángel San Miguel,
primer ministro
del Altísimo, Príncipe supremo de las milicias de los ángeles, poderosísimo
protector del Catolicismo, celosísimo defensor y fiel custodio de la Santa
Iglesia, enemigo poderoso de la culpa y herejía, sustentáculo el más firme de
la fe Católica, abogado de las almas fieles para presentarlas ante el divino
tribunal, abanderado que llevaréis en vuestras manos la Santísima Cruz en el
día grande del Juicio de Dios (Ofertorio,
Misa de Difuntos), Ángel enviado de Dios para significar
los misterios contenidos en su divina voz y santa palabra, compañero perpetuo
de los Santos Arcángeles Gabriel, Rafael, y las otras cuatro lumbreras que con
vos arden continuamente ante el trono de Dios; yo os suplico humildemente seáis
nuestro intercesor para que vuestros devotos que os tributamos este humilde
culto, consigamos por vuestra poderosa intercesión los bienes espirituales y
corporales que os pedimos en esta novena, si ha de ser para mayor honra y
gloria de Dios y salvación de nuestras almas. Amén.
DÍA TERCERO – 23 DE
SEPTIEMBRE
Dios y Señor de las Virtudes, por las cuales obráis prodigios propios
de vuestro soberano poder, yo os ofrezco los méritos de estos prodigiosos
espíritus, con los de vuestro humilde Arcángel San Miguel, quien entre los
varios milagros que ha obrado, el más admirable fue el que se vio en el monte
Gárgano con un pastor, que habiéndole éste disparado una flecha a un toro que
estaba acostado dentro de una cueva, retrocediendo la saeta con la misma
violencia, hirió al pastor, con cuyo suceso quedaron todos atónitos y
ordenándose por el obispo de aquella diócesis, San Lorenzo Mayorano, un ayuno
de tres días, conocieron ser voluntad de Dios se erigiese allí un templo y
altar en honor del Santo Arcángel San Miguel (Juan
Croisset SJ, Año Cristiano, tomo V, día 8 de Mayo).
Yo os suplico, Dios y Señor mío, me concedáis
por los méritos de vuestro humilde Arcángel, el verme libre de las saetas, de
las tentaciones y sugestiones del mortal enemigo de nuestras almas; para que,
sirviéndoos en adelante de templo vivo de vuestra Divina Majestad y alumbrado
con tantas luces como ejemplos de virtudes, seáis glorificado y alabado por
todos los hombres y los Ángeles; con lo demás que os pido en esta novena, a
mayor gloria vuestra y bien de las almas. Amén.
—Aquí se rezan tres Padrenuestros y
Avemarías en honor a San Miguel Arcángel.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
¡Oh Purísima e Inmaculada Virgen María!, Madre
de Dios, Soberana Reina de los Ángeles y de los hombres, a
vuestros sagrados pies se postra también este tan abominable e inmundo pecador
que por la gravedad de mis culpas no merezco llegar a ver el rostro de vuestro
divino hijo mi Señor Jesucristo, ni tampoco el vuestro, ¡oh Emperatriz de los cielos y tierra! Acordaos
que sois el refugio de los pecadores, la esperanza de los que en Vos confían, y
la luz que alumbra las conciencias para hacer buena confesión de todos los
pecados: haced, Señora, que tanto en mí como en mis prójimos no se malogre el
fruto preciosísimo de la Pasión y Muerte de vuestro Hijo Jesucristo, mi Señor y
Dios. Esta gracia os la pido, por los dolores de vuestro corazón, y por los
merecimientos de vuestro fiel siervo el Príncipe San Miguel. También os
suplicamos que miréis se conserve la paz entre todos los cristianos, para la
exaltación de nuestra fe Católica y conversión de los pecadores a verdadera
penitencia, que protejáis al soberano pontífice, Vicario de Cristo en la tierra
y a todos los miembros de la Santa Iglesia, y pues ella os elogia diciendo «Regocíjate, Virgen
María, pues tú sola has dado muerte a todas las herejías en el mundo entero» (Oficio
parvo de la Bienaventurada Virgen María), exterminadlas todas, ¡oh Reina
poderosísima!, y no permitáis que
ninguna de ellas, ni la que actualmente nos inquieta, de ningún modo
prevalezcan: para que logrando vivir y morir en aquella Fe santa y Católica
religión que en el sagrado Bautismo profesamos, y llegando todos al
conocimiento de Jesucristo, podamos guardar la ley de Dios y ser felices
eternamente en la gloria en compañía vuestra y de todos los santos. Amén.
—Aquí se pedirá a Dios
nuestro Señor, que por los méritos de su Madre santísima y los de San Miguel
Arcángel se digne oír nuestras humildes súplicas, y socorrer las necesidades de
la Santa Iglesia y las de todos los Católicos.
GOZOS EN HONOR A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
Pues lleváis la voz de Dios
Como el ministro más fiel,
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois el Príncipe Miguel,
Que cual valiente adalid
Venciste en gloriosa lid
Al arrogante Luzbel:
Y pues triunfaste de él
Con sólo el nombre de Dios:
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois el ministro más fiel,
Protector del Cristianismo,
Que os encargó el Altísimo
Que cuidaseis siempre de él:
Y del mundo y de Luzbel
Le defendéis con tu voz:
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois celoso defensor,
De la Iglesia fiel custodio,
Defendiéndola del odio
Del demonio engañador,
Y pues todo ese valor
Debéis al nombre de Dios.
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois especial enemigo
De todo error y herejía,
Pues ni de noche ni de día
Jamás podrá hallar abrigo,
Y pues Dios le vence contigo
Y vos con la voz de Dios.
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois de la fe el oráculo,
La que nunca podrá caer,
Por más que haga Lucifer
Desde su último habitáculo;
Y pues es débil obstáculo
Para no seguir tu voz.
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois abogado piadoso
De todas las almas fieles,
Proveyéndolas de bienes
Ante el Juez justo y celoso,
Y pues que sois tan poderoso
Como lo es también tu voz.
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois el Ángel enviado
A Juan Evangelista, siervo de Dios,
Para darle vos, la Voz
De profeta que ha anunciado:
«Y pues bienaventurado
El que oye la voz de Dios».
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Sois el Príncipe armado
Con las armas de la Cruz,
Armas de Cristo Jesús,
Con las que nos han signado,
Y con ellas siempre has triunfado
A honor y gloria de Dios.
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Al fin que sois compañero
De las otras seis lumbreras
Que arden en sus esferas,
Y sois de ellas el primero,
Que del Dios verdadero
Es el trono que nos dais vos.
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Pues lleváis la voz de Dios
Como el ministro más fiel,
Tu voz seguimos, Miguel,
Diciendo «¿Quién como Dios?».
Antífona:
Príncipe
gloriosísimo San Miguel Arcángel, acuérdate de nosotros, y aquí y en cualquier
parte ruega por nosotros al Hijo de Dios.
℣. En presencia de los Ángeles te
alabaré, Dios mío.
℟. Te adoraré en tu santo Templo, y
confesaré tu santo Nombre.
ORACIÓN
¡Oh Dios!, que
con admirable orden dispones los ministerios de los Ángeles y de los hombres,
concédenos benigno que nos amparen en la tierra mientras vivimos aquellos que
nunca cesan de servirte oficiosos en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
PRECES ORDENADAS POR EL PAPA LEÓN XIII (300
días de Indulgencia)
¡Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza!
Mira propicio al pueblo que a Ti clama; y por la intercesión de la gloriosa e
inmaculada siempre Virgen María, Madre de Dios, de San José, su esposo, y de
tus santos Apóstoles Pedro y Pablo, y de todos los Santos, escucha
misericordioso y benigno las suplicas que te dirigimos pidiéndote la conversión
de los pecadores, la exaltación y libertad de la Santa Madre Iglesia. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la pelea, y sé nuestro
amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio. Reprímale Dios, como
rendidamente te lo suplicamos, y tú, Príncipe de la milicia celestial, armado
del poder divino, precipita al Infierno a Satanás y a todos los espíritus
malignos que para perdición de las almas andan dispersos por el mundo. Amén.
En el nombre del Padre, y
del Hijo ✠, y del
Espíritu Santo. Amén.
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