I.
Existen
personas que siempre viven temiendo males futuros. Es
una ilusión del demonio; rechaza esos vanos temores. ¿Por qué buscar en lo por venir motivos de temor y de
tristeza? Ya el tiempo presente nos proporciona
bastantes. Ten confianza en Dios: nos ha ayudado en lo pasado, también lo hará
en lo futuro. Apóyate en Dios,
no se retirará para que caigas; arrójate en sus brazos con entera confianza, te
recibirá y te sanará (San Agustín).
II. Si
los males que temes cayeren sobre ti, si la pobreza, la calumnia, la deshonra,
la enfermedad te alcanzan, no por ello desesperes. Cuando
tus sufrimientos parezcan sin remedio, entonces es cuando debes redoblar tu
confianza en Dios; cuando el mundo nos abandona es cuando se complace en acudir
a socorrernos. Pon toda tu
esperanza en Él, su mano no es menos poderosa ni su corazón menos tierno que
antes. ¡Qué de prodigios no ha obrado en favor de
sus servidores! ¿Acaso no te ha
dado a ti mismo infinitamente más de lo que le podías pedir, puesto que, para
ti, ha creado este mundo y ha sacrificado a su Hijo unigénito?
III. Recurre a Dios en toda circunstancia, y sobre todo en las
aflicciones. Invócalo y ten confianza en Él, como si nada esperases de ti
mismo. Con todo, trabaja por tu parte; emplea, para alcanzar tus objetivos,
todos los medios honestos y lícitos, como si nada esperases de Dios. No te abandones y Él no te abandonará, sobre todo si, a la confianza, sabes unir la humildad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.