De la
grandeza del Corazón de María.
Aquel Corazón es y se
llama grande, que está siempre dispuesto a dispensar favores, y mucho más incomparablemente
el que, no teniendo en cuenta la ingratitud, ni cualquiera otra suerte de mala
correspondencia, está igualmente pronto a dispensarlos, aunque sea a costa de grandes
sacrificios. Semejante grandeza de corazón es hija legítima de la caridad, la
cual extiende y dilata el corazón para encerrar en el a todos los hombres, sin
distinción de amigos, ni enemigos; porque se complace igualmente en hacer bien a
todos por amor de Dios y no mide su caridad y beneficencia por la
correspondencia que halla en las criaturas, sino por la necesidad y las
desgracias de ellas. Tal es puntualmente el Corazón de nuestra augusta Madre.
¡Qué favores, qué gracias, qué beneficios ha dispensado siempre su Corazón a
pesar del olvido, de la ingratitud y mala correspondencia de los hombres! ¿Quién,
pues, podrá medir la grandeza y anchura de su Corazón? Todos somos testigos de
ella, todos la hemos experimentado; porque nadie, dice
San Bernardo, acude debidamente a
aquel Corazón sin ser consolado por él. A todos nos tiene dentro de sí
con maternal afecto, ninguno está excluido de sus favores; a él debemos las gracias
espirituales que el Señor nos comunica, la paciencia en los trabajos, el
consuelo en las aflicciones, y el remedio de nuestros males. Y aun los pecadores,
que viven alejados de Dios, los herejes que le blasfeman y los infieles que le desconocen,
y son, por lo tanto, enemigos de Jesús y de ella, deben a la grandeza de su
Corazón la vida que tienen, la salud de que disfrutan y todos los bienes
naturales y de fortuna. ¡Oh! ¡Cuán inmensa es la
grandeza del Corazón de María! ¿Queremos experimentarla, recibiendo de
él copiosas gracias? Pensemos en ella, resolvámonos a imitarla, y pidámosle con
fervor esta y las demás gracias que necesitamos.
ORACIÓN.
¡Oh Corazón de María, cuya grandeza
testifica y admira el universo!; comunicádnosla a nosotros, haciéndonos
igualmente grandes de corazón, alcanzadnos valor, Madre querida, para olvidar
toda suerte de injurias, y ser todo para todos, a fin de ganarlos para
Jesucristo. Amén.
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