DÍAS V, VI; VII Y VIII.
DIA V.
Súplica: Gracia para desagraviar a Dios por
todos los pecados que se cometen en este instante.
PIEDAD DE SAN JOSÉ EN LA ORACIÓN.
Por la mañana, por la tarde y con frecuencia
entre día, José llamaba a Jesús y a María para elevar unidos su oración a Dios.
. . Jesús presidía, María y José respondían. . . ¡Oh! ¡Qué atención, qué modestia, qué piedad y
qué delicias! . . . Si hubiéramos estado allí presentes habríamos orado también
nosotros con perfección. . .
¿Y no podemos hacerlo ahora?
Propósito: Me imaginaré que estoy en medio de
la Sagrada Familia y estaré atento en la oración como si Jesús la hiciera
conmigo estaré con recogimiento y responderé sin apresurarme, con pausa, sin
levantar demasiado la voz y sin omitir una sola palabra
DÍA VI.
Súplica:
La de unir nuestras oraciones a la de los religiosos que se levantan a orar a
la media noche.
SILENCIO DE SAN JOSÉ.
Todos los santos han sido amantes del
silencio. . . Señor San José amó el silencio por dos motivos principalmente:
1°) Por su asiduidad en el trabajo: se
había señalado su tarea para cada hora del día y nunca se apartaba de ella.
2°) Por su cuidado para con Jesús que
llenaba su corazón y su alma.
Hablar hubiera sido distraerse, hubiera sido
no ejecutar debidamente la tarea fijada, hubiera sido olvidarse de que estaba
en la presencia de Jesús.
Propósito: Difícil
es el silencio en todo tiempo, pero yo quiero señalar algunos minutos de este
día durante los cuales no hablaré sino lo estrictamente necesario.
DÍA VII
Súplica: Hagámosla fervorosa por las infelices
almas que sienten grande repugnancia a obedecer
SUJECIÓN DE SAN JOSÉ A LAS ORDENES QUE SE LE DABAN.
Sometióse Señor San José al Gobernador que
le obligó a marchar a Belem y le obedeció a pesar de la pena que le causaba ver
fatigada a María.
Sometióse al Angel que le mandó huir a
Egipto y le obedeció no obstante la pérdida que iba a sufrir en su trabajo;
“¡Dios lo quiere!” dice, cada vez que recibe una orden, “cumplamos su
voluntad.”
Propósito: De cuantas cosas se nos mandan,
ninguna ha tenido para nosotros los penosos resultados que experimentó en su
vida Señor San José. A su imitación digamos: Este precepto me desazona, me
molesta, me fatiga: pero Dios lo quiere, hágase su voluntad.
DIA VIII.
Súplica: Hagámosla por las personas que se
dejan dominar del deseo de los placeres.
AMOR DE SAN JOSÉ A LA POBREZA.
Amó Señor San José la pobreza por ser esta
el estado en que a la Bondad divina plugo colocarse y San José quiso siempre lo
que quiso Dios; la amó, además, porque por efecto de una gracia particular
conoció claramente los grandes tropiezos y las muchas inquietudes que acarrean
las riquezas. Jesús en sus coloquios íntimos le dijo: “que
el pobre que trabaja y se resigna encuentra con suma facilidad el camino del
cielo.”
Amemos asimismo, nosotros el puesto en que
nos hallamos; pongamos coto a los deseos de riqueza y honores que acaso por
ahora son poco impetuosos, pero que se convertirán más tarde en tormento para
nuestro corazón si no los sofocamos con la energía que debemos oportunamente:
si carecemos de alguna cosa exclamemos con alegría como lo hiciera San José:
Dios mío, de vuestra Providencia espero mi pan de cada día.
Propósito: Sigamos la conducta de un tierno
niño que rogaba a Dios por sus padres diciendo: “¡oh mi Dios! dadnos no más que
lo necesario cada día.”
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