Martirologio Romano 11 de febrero
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
En cuanto a mí de nada me gloriaré, sino de
mis flaquezas. (2 Corintios 12, 5)
En Lourdes de Francia, la Aparición de la
bienaventurada Virgen María Inmaculada.
En Andrinópolis de Tracia, los santos
Mártires Lucio, Obispo, y sus compañeros, en tiempo de Constancio. Lucio,
habiendo padecido muchísimo de loas Arrianos, consumó el martirio en la
prisión; los otros, los más nobles de la ciudad, por no querer comunicar con
los Arrianos anatematizados a la sazón en el Concilio Sardicense, fueron
condenados a muerte por el Conde Filagrio.
En
África, el triunfo de los santos Mártires Saturnino, Presbítero, Dativo, Félix,
Ampelio y sus Compañeros; los cuales, en la persecución de Diocleciano,
acudiendo, como de costumbre, a solemnizar el Domingo, presos por los soldados,
padecieron el martirio por orden del Procónsul Anolino.
En Numidia, la conmemoración de muchísimos
santos Mártires, que, apresados en la misma persecución, y no queriendo,
conforme al edicto imperial, entregar las divinas Escrituras, con atrocísimos
suplicios fueron atormentados y muertos.
En Roma, san Gregorio II, Papa, que resistió
acérrimamente a la impiedad de León Isáurico, y envió a Alemania a san Bonifacio
a predicar el Evangelio.
También en Roma, san Pascual I, Papa, que
sacó de las criptas muchos cuerpos de santos Mártires, y los colocó
honoríficamente en diversas Iglesias de la Ciudad.
En Ravena, san Calócero, Obispo y Confesor.
En Milán, san Lázaro, Obispo.
En Capua, san Castrense, Obispo.
En Castro-Landón de Francia, san Severino,
Abad del monasterio de Acauno, por cuyas oraciones el piadoso Rey Clodoveo curó
de una larga enfermedad.
En Egipto, san Jonás, Monje, esclarecido por
sus virtudes.
En Viena de Francia, la Traslación del
cuerpo de san Desiderio, Obispo y Mártir, desde el territorio de Lyon, en que
había padecido el martirio el 23 de Mayo.
Y en otras partes, otros muchos santos
Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
El 11 de febrero de 1858, la Santísima
Virgen dignose mostrarse por primera vez a Santa Bernardita Soubirous;
la última aparición tuvo lugar el 16 de julio de ese mismo año. Desde entonces,
las peregrinaciones se han sucedido procedentes de todas las partes del mundo,
y, en multitud, los enfermos han acudido a implorar a María Inmaculada. Muchos
han obtenido una milagrosa curación, muchos otros han recibido la gracia de
soportar sus padecimientos con espíritu de fe y de ofrecerlos a Dios.
MEDITACIÓN SOBRE CÓMO ES PRECISO SOPORTAR LAS ENFERMEDADES
I. La enfermedad es un presente de Dios que,
a menudo, nos es más útil que la salud. Dios tiene sus designios cuando nos
envía una enfermedad: quiere castigarnos por nuestros pecados, o apartarnos de
ellos, o bien ejercitar nuestra paciencia y darnos ocasión de adquirir méritos.
Si seriamente buscases la razón de tus sufrimientos, encontrarías que Dios
quiere acosarte para que renuncies a tus vicios y lleves una vida más santa. No
nos quejemos de nuestras enfermedades, ellas pueden ser para nosotros fuente de
grandes virtudes (Salviano).
II. Sufre pacientemente los dolores de tu
enfermedad, súfrelos de buena gana y por el amor de Dios. Mas, como Dios te
impone el deber de velar por tu salud, recurre a los medios humanos. Sigue las
prescripciones del médico y obedece a los que te cuidan. El que sufre tiene
muchas ocasiones de practicar la virtud: aprovecha diligentemente estas
ocasiones.
III. No murmures, no te impacientes;
persuádete de que estás en tu lecho como en una cruz, y mira con qué paciencia
sufrió Jesús en la suya. Para imitarlo, piensa en todos los pobres enfermos
abandonados y en los suplicios de las almas del purgatorio; y recuerda que en
las adversidades y en los sufrimientos es donde se reconoce al hombre virtuoso.
En la adversidad, el pecador se queja y su impaciencia se derrama en
blasfemias; el justo sufre con paciencia (San Cipriano).
La
paciencia.
Orad
por los enfermos.
ORACIÓN
Oh Dios, que por la Inmaculada Concepción de
la Virgen habéis preparado un digno santuario a vuestro Hijo, concedednos, os
suplicamos, que, celebrando la aparición de María Santísima, obtengamos la
salud del alma y del cuerpo. Por J. C. N. S.
Fuentes:
Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I;
Patron Saints Index.
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