La GULA es el apetito
desordenado de comer y beber. De
este vicio nos aparta Cristo diciendo: Mirad
no se hagan pesados vuestros corazones con demasiado comer y beber, y con los
cuidados de este mundo.
Pues cuando este feo vicio tentare tu
corazón, podrás resistirle con las consideraciones siguientes. Primeramente considera que por un
pecado de gula vino la muerte a todo el género humano. Y de aquí viene a ser
ésta la primera batalla que te conviene vencer; porque cuanto menos la
vencieres, tanto serán más terribles las otras, y tú más flaco para ellas. Por esto comienza por la gula, si quieres
alcanzar victoria: si ésta no vences primero, de balde trabajarás en las otras.
Porque entonces podrás sojuzgar los
enemigos que vienen de fuera, cuando tuvieres muertos los que nacen de dentro.
Y con poco fruto hace guerra los extraños quien dentro de su casa tiene los
enemigos. Por esto el diablo tentó a nuestro Salvador primero de gula (Mateo
IV), queriendo luego apoderarse de la puerta de todos los otros vicios.
Pon
también los ojos en aquella singular abstinencia de Cristo nuestro Salvador: el
cual no sólo después del ayuno del desierto, mas también otras muchas veces
trató muy ásperamente su carne santísima, y padeció hambre, no sólo para
nuestro remedio, sino también para nuestro ejemplo. Pues si aquél que con
su vista mantiene los ángeles y da de comer a las aves del aire, padeció hambre
por ti, ¿cuánta razón será que tú
también por ti la padezcas? ¿Con qué
título te precias de siervo de Cristo, si sufriendo Él hambre, tú gastas la
vida en comer y beber, y padeciendo Él trabajos por tu salvación, tú no los quieres padecer por la tuya? Y si te es pesada
la cruz de la abstinencia, pon los ojos en la hiel y vinagre que el Señor probó
en la cruz: porque como dice San Bernardo:
no hay manjar tan desabrido, que no se haga sabroso, si fuere templado con la
hiel y vinagre de Cristo.
Considera
también la abstinencia de todos aquellos santos Padres del yermo, los cuales
apartándose a los desiertos, crucificaron con Cristo su carne con todos sus
apetitos y pudieron con el favor de este Señor sustentarse muchos años con
raíces de yerbas, y hacer tan grandes abstinencias que parecen a los hombres
increíbles. Pues si éstos así imitaron Cristo, y por este camino fueron al
cielo, cómo quieres tú ir adonde ellos fueron,
caminando por deleites y regalos.
Mira
también cuántos pobres hay en el mundo que tendrían por gran felicidad hartarse
de pan y agua; y por aquí entenderás cuán liberal fué contigo el Señor, que por
ventura te proveyó más largamente que a ellos: por lo cual no es razón que la
liberalidad de su gracia conviertas en instrumento de tu gula. Considera también cuántas veces con tu boca
has recibido aquella hostia consagrada, y no consientas que por la misma puerta
por donde entra la vida, entre la muerte y el nutrimento y cebo de los otros
pecados. Mira además que el deleite de la gula apenas se extiende por dos dedos
de espacio y por dos puntos de tiempo, y que es muy fuera de razón que a tan
pequeña parte del hombre y a tan breve deleite no basten la tierra, la mar y el
aire. Por esta causa muchas veces se roban los pobres, por esto se hacen
los insultos; para que la hambre de los pequeños se convierta en deleite de los
poderosos. Miserable cosa es por cierto
que el deleite de una tan pequeña parte del hombre eche todo el hombre en el
infierno, y que todos los miembros y sentidos del cuerpo padezcan perpetuamente
por la golosina de uno. ¿No miras cuan ciegamente yerras, pues al cuerpo que de
aquí a muy poco han de comer los gusanos, crías con manjares delicados, y dejas
de curar el ánima, que será luego presentada ante el tribunal de Dios, y si se
hallare hambrienta de virtudes (con cuanto el vientre esté lleno de preciosos
manjares) será condenada a los tormentos eternos? Y siendo ella
castigada, no quedará el cuerpo sin castigo: porque así como para ella fué
criado, así juntamente con ella será castigado. Así que despreciando lo que en ti es más
principal, y regalando lo que es de menos estima, pierdes lo uno y lo otro, y
con tu misma espada te degüellas; porque la carne que te fué dada por
ayudadora, haces que sea lazo de tu vida; la cual te acompañará en los
tormentos, como aquí te siguió en los vicios.
Acuérdate
de la hambre y pobreza de Lázaro (Lucas XVI), el cual deseaba comer de las
migajas que caían de la mesa del rico, y no había quien se las diese; y con
todo esto, muriendo fué llevado al seno de Abraham por mano de los ángeles; mas
por el contrario, el rico glotón, vestido de púrpura y fina tela, fué sepultado
en los infiernos. Porque no pueden
tener una misma despedida el hambre y la hartura, el deleite y la continencia:
más en la muerte sucede la miseria a los deleites, y los deleites a la miseria.
Abundantemente comiste y bebiste en radiantes pasados: ¿qué es ahora lo que
ganaste con tantos regalos? Por cierto nada, sino remordimiento de consciencia,
que por ventura perpetuamente te atormentará. De manera que todo cuanto
desordenadamente comiste, perdiste: y ganaste para ti, cuanto lo repartiste
entre los pobres, esto último es lo que tienes guardado y depositado en la
ciudad celestial.
Mas
para que no te enredes en este vicio, debes primeramente considerar que muchas
veces cuando la necesidad busca la satisfacción de sí misma, el deleite que
debajo de este manto está escondido, pretende cumplir su deseo, y tanto más
fácilmente engaña, cuanto con olor de más honesta necesidad encubre su apetito.
Por esto es necesaria grande cautela y
prudencia para refrenar el apetito del deleite y poner la sensualidad debajo
del imperio de la razón. Pues si quieres que tu carne sirva y se sujete al
ánima, haz que tu ánima se sujete a Dios, porque necesario es que el ánima sea
regida por Dios para que pueda regir su carne; y por esta orden somos
maravillosamente reformados: conviene saber, que Dios enseñoree la razón, y la
razón al ánima, y el ánima al
cuerpo: porque así queda todo el hombre reformado. Pero el cuerpo resiste al
imperio del ánima, si ella no se somete al imperio de la razón, y si la razón
no se conforma con la voluntad de Dios.
Cuando fueres tentado de la gula, imagina que ya gozaste
de ese breve deleite, y que pasó ya aquella hora; pues el deleite del gusto es
como el sueño de la noche pasada: sino que este deleite, acabado, deja triste
la consciencia: más vencido, déjala contenta y alegre.
Conforme a esto con mucha razón es celebrada
aquella noble sentencia de un sabio que dice: Si hicieres alguna obra virtuosa
con trabajo, el trabajo pasa, y la virtud persevera:
más si hicieres alguna cosa torpe con deleite, el deleite pasa, y la torpeza
permanece.
GUIA
DE PECADORES
Fray
Luis de Granada
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