jueves, 23 de agosto de 2018

MÁXIMAS ETERNAS – MEDITACIÓN VI – Por San Alfonso María de Ligorio – SOBRE EL INFIERNO.



PRIMERO.

   Considera, que el infierno es una prisión horrible, llena de fuego, en el que son sumergidos los condenado teniendo sobre si un abismo: un abismo por debajo, un abismo por todas parles; fuego en los ojos, fuego en la boca, fuego en todo. Además cada uno de los sentidos tiene un suplicio particular; los ojos son cegados por el humo y las tinieblas, y espantados por la vista horrible de otros condenados y de los demonios: los oídos oirán sin cesar alaridos, quejas, maldiciones y blasfemias; el olfato sufrirá el mal olor de estos innumerables cuerpos en putrefacción; el gusto será atormentado por una sed ardiente y un hambre devoradora, sin que pueda jamás alcanzar una gota de agua ni una migaja de pan. Estos desgraciados prisioneros abrasados de sed, devorados por las llamas y presa de todos los tormentos, gimen, braman y se desesperan; pero ya no hay ni habrá jamás para ellos alivio ni consuelo. ¿Oh infierno, infierno? ¿Cómo se hallan hombres, que no quieren pensar en tí, ni creer en tu existencia, si no cuando son precipitados en tus abismos?

   Y tú, mi querido lector, ¿qué dices a esto? Si murieses al presente ¿Adónde irías? Tú que no puedes soportar una chispa que te cae sobre la mano, ¿sufrirás quedar sumergido en un mar de fuego y de tan crueles tormentos, sin socorro ni consuelo, por toda la eternidad?

SEGUNDO.

   Considera todavía más ¡ho hombre! las penas que afligirán las potencias del alma. La memoria será continuamente atormentada con los remordimientos de la conciencia, por ese gusano eterno, que roerá sin cesar al condenado, echándole en cara el haberse perdido voluntariamente por unos placeres, emponzoñados. ¡Ay! ¿Qué serán entonces para él esas satisfacciones de un momento comparadas no digo con cien años, sino con millones do años, de infierno? Ese gusano desapiadado le recordará el tiempo que Dios le concedió para repagar sus faltas, la facilidad y las ocasiones que le habrán presentado para salvarse, los buenos ejemplos de sus semejantes, con resoluciones conocidas pero no ejecutadas, y verá que ya no hay remedio para su desgracia ¡Oh!; ¡que doble infierno aquel! La voluntad  será siempre contrariada, nunca tendrá lo que le agrade sino lo que le disguste, es decir, todos los tormentos imaginables. El entendimiento conocerá la grandeza del bien perdido es decir, ¡Dios y el paraíso! ¡Oh Dios mío, Dios mío! ¡Perdonadme, por el amor de Jesucristo!

   ¡Oh pecador! tu que ahora haces poco caso de perder el paraíso y a Dios, entonces reconocerás tu ceguedad cuando ya no tengas remedio, cuando veas a los escogidos elevarse triunfantes y alegres al reino de los cielos; mientras que tu serás arrojado como un animal inmundo lejos de esta patria bienaventurada, lejos de la hermosa cara de Dios, lejos de la compañía de María Santísima, de los ángeles y de los Santos. Entonces exclamarás con desesperación: ¡Oh paraíso! ¡Oh felicidad! ¡Oh Dios! ¡Oh Bien infinito! ¡tú no eres, ni serás nunca para mí!

   — ¡Animo, hermano mío haz penitencia, muda de vida y no esperes  que el tiempo haya pasado también para tí. Entrégate a Dios y comienza a amarle verdaderamente. RUEGA A JESÚS Y A MARÍA que tengan piedad de tí.


“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”






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