miércoles, 26 de noviembre de 2025

ORACIÓN DE LA MEDALLA MILAGROSA

 



   Se la debe rezar alrededor de las 5:30 p.m. del 27 de noviembre, o el día 27 de cada mes y en caso de necesidad urgente.

 

   Oh Virgen Inmaculada, que, como sabemos, siempre y en todo lugar estás dispuesta a conceder las súplicas de tus hijos exiliados en este valle de lágrimas, también sabemos que en ciertos días y a ciertas horas te place derramar con mayor abundancia los tesoros de tus gracias. Aquí estamos, pues, oh María, postrados a tus pies, precisamente en este día bendito y a esta hora bendita que tú has elegido para la manifestación de tu Medalla.

 

   Nos acercamos a Ti llenos de inmensa gratitud y confianza sin límites, en esta hora tan querida para Ti, para agradecerte el gran don que nos has concedido al otorgarnos Tu imagen como muestra de afecto y garantía de Tu protección. Te prometemos, según Tu voluntad, hacer de Tu santa Medalla nuestra compañera inseparable; será la señal de Tu presencia con nosotros; será el libro en el que aprenderemos cuánto nos has amado y qué debemos hacer para que tantos sacrificios, los Tuyos y los de Tu divino Hijo, no sean en vano. Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, reposará siempre sobre el nuestro y lo hará latir al unísono con el Tuyo. Lo inflamará con amor por Jesús y le dará la fuerza para llevar nuestra propia cruz tras Él cada día.

 

   Esta hora es tuya, oh María, la hora de tu inagotable bondad, de tu triunfante misericordia, la hora en que hiciste brotar, por medio de tu Medalla, ese torrente de gracia y maravillas que inundó la tierra. Concédenos, oh Madre nuestra, que esta hora, cuando, recordemos, la tierna bondad de tu Corazón te impulsó a venir a visitarnos y traernos el remedio para tantos males, concédenos que esta hora sea también nuestra, la hora de nuestra sincera conversión y la hora del pleno cumplimiento de nuestros votos.

 

   Tú que prometiste, precisamente en esta hora bendita, a quienes te lo pidieran con confianza, que te concederían grandes gracias, vuelve tu mirada benevolente hacia nosotros que te suplicamos. Confesamos que no merecemos tus gracias, pero ¿a quién más podríamos acudir sino a Ti, Madre nuestra, en cuyas manos Dios ha confiado todas sus gracias? Ten piedad de nosotros. Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción y por el amor que te impulsó a darnos tu preciosa Medalla.

 

   Oh, Consoladora de los afligidos, que una vez te conmoviste con nuestras miserias, mira los males que nos oprimen. Que tu Medalla derrame sus rayos benéficos sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos: que sane a nuestros enfermos, que traiga paz a nuestras familias, que nos libre de todo peligro. Que tu Medalla traiga consuelo a los que sufren, alivio a los que lloran y luz y fortaleza a todos.

 

   Pero permítenos, oh María, en esta hora solemne, pedir a tu Inmaculado Corazón la conversión de los pecadores, especialmente de aquellos que más amamos. Recuerda que también ellos son tus hijos, que por ellos sufriste, oraste y lloraste. Sálvalos, oh Refugio de los Pecadores, para que, después de haberte amado, invocado y servido en la tierra, podamos darte gracias y alabarte eternamente en el Cielo. Amén.

 

   Dios te salve, Reina, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. A ti clamamos, desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ven, pues, santísima abogada, vuelve hacia nosotros tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

 

   – ¡Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos! (3 veces)


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