miércoles, 10 de febrero de 2021

SOBRE LAS CRUCES – Por Cornelio A Lápide. (Parte III).


 



Dios ama a quienes envía Cruces.

 

   Reprendo y castigo a todos los que amo, dice el Señor en el Apocalipsis: (III. 19). Jesucristo envía cruces a los fíeles: “para aumentar sus méritos; .mantenerlos en la humildad; para hacerles expiar sus pecados; 4° para manifestar con mayor brillo su bondad, su poder y su sabiduría, como sucedió cuando la resurrección de Lázaro, y como experimentaron el ciego, el paralitico, los mártires, etc...

 

Las cruces inspiran valor.

 

   En todas las ciudades por donde paso, dice el gran Apóstol: el Espíritu Santo me dice que me aguardan cadenas y tribulaciones. Pero nada de esto temo, ni aprecio más mi vida que a mí mismo, o a mi alma, contento estoy mientras que de esta suerte concluya felizmente mi carrera y cumpla con el ministerio recibido del Señor Jesús. (Act. XX. 23-24).

 

   Estoy pronto no sólo a ser aprisionado, sino a morir también por el nombre del Señor Jesús. (Act. XXI. 13).

 

   El valor heroico de San Pablo ha sido imitado por millares de mártires y por los Santos de todos los siglos. Si las cruces fuesen tan pesadas, como lo dicen los ciegos partidarios del mundo, no habrían los Santos subido al cielo, con paso tan firme, tan rápido y alegre. Los mayores Santos siempre han sido los que más cruces han recibido; y como el gran Apóstol rebosaban de alegría en medio de todas sus pruebas; ningún trabajo podía detenerlos.

 

De Dios viene el valor necesario para sufrir las cruces.

 

   He padecido persecuciones y vejaciones, dice San Pablo á Timoteo y ¡qué grandes han sido! Pero el Señor me ha sacado a salvo de todas ellas.

 

   Estoy contigo en la tribulación, dice el Señor;  te pondré a salvo, y  te llenaré de gloria. (Psal. XC. 13).

 

   Nada temas, dice el Señor por boca de Isaías, que yo soy tu sostén. (XLI. 13).

 

   ¿Quién es el que ha esperado en Dios en la adversidad, y ha sido desoído? Ved a José, a Jeremías, a Daniel, a los tres niños en el horno, a Job, a Tobías, a la viuda de Naim, al Centurión, al buen ladrón, a los apóstoles, a los mártires, etc...

 

Cuán grande es el número de las cruces.

 

   En su segunda Carta a los Corintios, San Pablo nos hace una abreviada enumeración de las cruces, comprendiendo tan sólo en ella las cruces que vienen de los peligros: Me he visto muchas veces en peligro en los viajes, dice; peligros en los ríos, peligros entre los ladrones, peligros de parte de mis allegados, peligros en las ciudades, peligros en los desiertos, peligros en el mar, peligros entre los falsos hermanos. El Apóstol pasa luego a otras cruces: He vivido, dice, en medio de trabajos y pesares, sufriendo vigilias, con hambre y sed, con frio y desnudez. (II. Cor. XI. 27). Hemos sufrido toda suerte de tribulaciones: combates por de fuera, por dentro temores: Omnem tribulationem passi sumus: foris pugnae, intus timores. (II. Cor. Vil. 5). Cruces por causa de contratiempos, enojos, tristezas, aflicciones, pérdidas, decepciones, celos, maledicencias, calumnias, etc Cruces por causa de enfermedades que nos afligen, o afligen a nuestros parientes y amigos, etc… Cruces por causa de la muerte de un padre, de una madre, de un esposo, de una esposa, de un niño, etc...

 

   Habiendo el pecado entrado en el mundo, ha traído toda clase de miserias, de tribulaciones, de calamidades, etc...

 

“Tesoros de Cornelio Á Lapide”

 

 


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