martes, 2 de febrero de 2021

EVANGELIO DEL DÍA. (2 de febrero). (La purificación de la Santísima Virgen María – Fiesta de la Candelaria) – Con la interpretación de los Santos Padres.

 




LUCAS 2, 22-32.

   Presentación de Jesús en el templo, y la profecía del anciano Simeón.

   En aquel tiempo: Cumplidos los días de la Purificación de María, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor: “Que todo varón que nazca el primero será consagrado al Señor”. Y para dar la ofrenda, conforme está mandado en la ley del señor, un par de tórtolas o dos palominos. Había a la sazón en Jerusalén un hombre justo y temeroso de Dios, llamado Simeón, el cual esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo moraba en él. Se le había revelado que no moriría antes de ver al Cristo o ungido del Señor. Y así vino movido por el Espíritu al Templo. Y al entrar los padres con el Niño Jesús, para practicar lo prescrito por la ley, lo tomó Simeón en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, dejas en paz a tu siervo, según tu palabra: porque mis ojos han visto a tu Salvador, que preparaste ante la faz de todos los pueblos: Luz para revelación de las gentes y para gloria de tu pueblo Israel.

 

   Interpretación de los Santos Padres sobre este pasaje del Evangelio (Tomado de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino)

 

San Cirilo.

 

   Después de la circuncisión se espera todavía el tiempo de la purificación, por lo que dice: “Cumplido asimismo el tiempo de la purificación de la Madre, según la ley”, etc.

 

Beda.

 

   Si examinamos detenidamente las palabras de la ley, hallaremos ciertamente que la misma Madre de Dios, como no había concebido por obra de varón, no estaba obligada al precepto legal. Porque no era considerada como inmunda toda mujer que alumbrase, sino sólo aquélla que alumbrase por obra de varón, por lo cual se distinguía aquella que había concebido y dado a luz siendo virgen. Pero, para que nosotros nos viésemos libres del yugo de la ley, María, como Cristo, se sometió espontáneamente a ella.

 

Tito Bostrense.

 

   Por eso dice claramente el evangelista que se cumplió el tiempo de la purificación, según la ley. Y en verdad que no tenía necesidad la Santísima Virgen de esperar los días de su purificación, porque, habiendo concebido por obra del Espíritu Santo, se vio libre de toda mancha.

Prosigue: “Llevaron al Niño a Jerusalén, para presentarlo al Señor”.


San Atanasio in serm. Super Omnia mihi tradita sunt.

 

   Pero, ¿cuándo el Señor estuvo escondido de la mirada del Padre, de modo que no pudiera ser visto por El? ¿O qué lugar hay fuera de su imperio, en el que pueda estar separado de su Padre hasta que se le lleve a Jerusalén, y sea introducido en el templo? Pero todo esto ha debido ser escrito por causa nuestra, porque así como no ha sido hecho hombre, ni circuncidado en su carne, por causa de sí mismo, sino para hacernos dioses en virtud de su gracia, y para que nos circuncidemos espiritualmente, así fue presentado el Señor por nosotros, para que aprendamos también a presentarnos nosotros mismos.

 

Beda.

 

   Después de treinta y tres días de su circuncisión, es presentado al Señor, dando a entender de una manera mística que ninguno, si no está circuncidado de sus vicios, es digno de presentarse delante de Dios, y que todo el que no esté libre de los nexos del cuerpo mortal, no puede disfrutar perfectamente de los goces de la ciudad eterna.

Prosigue: “Como está escrito en la ley del Señor”.

 

Orígenes, in Lucam, 14.

 

   ¿Dónde están aquellos que niegan que Jesucristo haya proclamado en el Evangelio al Dios de la ley? ¿Puede creerse que Dios, siendo bueno, sometiera a su Hijo a la ley del enemigo, que El mismo no había dado? Porque en la ley de Moisés está escrito lo que sigue: Que todo macho que abriere matriz será consagrado al Señor.

 

Beda.

 

   Las palabras “que abriere matriz” se refieren al primogénito del hombre y del animal, porque estaba mandado que uno y otro debía consagrarse al Señor, y por tanto, pertenecían al sacerdote, pudiendo recibir una ofrenda por el primogénito del hombre y redimir a todo animal inmundo.

 

San Gregorio Niseno, in homilía de occursu Domini.

 

   Esta prescripción de la ley parece cumplirse de una manera singular y diferente de las otras en el Dios encarnado. En efecto, sólo El, concebido inefablemente y nacido de una manera incomprensible, abrió el seno virginal, no abierto antes por la unión conyugal, y se conservó milagrosamente después del parto la señal de la castidad.

 

San Ambrosio, in Lucam, 1, 2.

   Porque no fue hombre el que abrió el seno virginal, sino que el Espíritu Santo infundió germen inmaculado en aquel seno inviolable. Aquel, pues, que santificó las entrañas de otra para que naciese el profeta, es el mismo que abrió las entrañas de su Madre para nacer inmaculado.

 

Beda.

 

   Las palabras: “Que abriere matriz”, se refieren al modo con que se verifica el nacimiento. Pero no se ha de creer que el Señor destruyera por su nacimiento la virginidad del seno sagrado que había santificado aposentándose en él.

 

San Gregorio Niseno, in homilía de occursu Domini.

 

   En sentido espiritual, éste es el sólo parto masculino que ha ocurrido, puesto que no participó de la culpa femenina, por cuya razón se llama con verdad santo. Así el arcángel Gabriel (como recordando que esta disposición solamente se refiere a él) decía: “El fruto santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios”. Y por lo que hace a los demás primogénitos, la prudencia evangélica ha establecido que sean llamados santos, porque su ofrenda a Dios los hace dignos de este nombre. Pero para el primogénito de toda criatura, el Ángel proclama que nace santo como siéndolo por sí mismo.

 

San Ambrosio, in Lucam, 1, 2.

 

   Solamente Jesús, Nuestro Señor, es santo entre todos los nacidos de mujer, puesto que no experimentó en su inmaculado nacimiento las consecuencias del contagio humano que rechazó por su majestad celestial. Porque si seguimos el sentido de la letra ¿cómo podremos decir que es santo todo hombre, cuando sabemos que muchos han sido malvados? Pero Él es aquel santo a quien señalaban los piadosos preceptos de la ley divina en la figura del futuro misterio; porque Él es el que solo debía abrir el seno misterioso de la santa y virgen Iglesia, para engendrar a los pueblos.

 

San Cirilo, homilía 17

 

   ¡Oh profundidad de los secretos de la sabiduría y de la ciencia de Dios! Ofrece hostias Aquel que es honrado igualmente con el Padre, y siendo la verdad, observa las figuras de la ley. Es autor de la ley como Dios y la cumple como hombre. Por ello sigue: “Y para dar la ofrenda conforme está mandado en la ley del Señor (Lev 12,8), un par de tórtolas, o dos palominos”.

 

Beda, in homilía de Purificaciones.

 

   Esta era la ofrenda de los pobres porque el Señor había mandado en la ley que los que pudiesen ofrecer un cordero por el hijo o por la hija, ofreciesen a la vez la tórtola o la paloma; pero que los que no pudieran ofrecer un cordero, ofreciesen dos tórtolas o dos pichones. Así el Señor, siendo rico, se dignó hacerse pobre, para hacernos participantes de sus riquezas por su pobreza.

 

San Cirilo, homilía, 17.

 

   Veamos ahora qué es lo que significan estas ofrendas. La tórtola es la que más cuenta entre todas las aves, y la paloma es el animal más manso. Tal se ha hecho el Señor para nosotros practicando la más perfecta mansedumbre, y haciendo resonar en su huerto las melodías para atraer el mundo. Tanto la tórtola como la paloma eran sacrificadas para manifestarnos por estas figuras que el Señor sufriría en su carne por la vida del mundo.

 

Beda, in homilía de Purificatione.

 

   La paloma representa la candidez y la tórtola la castidad; porque la primera ama la sencillez, y la última la castidad, de tal modo que, si por casualidad pierde su compañera no vuelve a buscar otra. Por esta razón se ofrece una tórtola y una paloma al Señor en holocausto, porque el trato sencillo y honesto de los fieles es un sacrificio agradable a su justicia.

 

San Atanasio in serm. Super Omnia mihi tradita sunt.

   Por esto mandó que se ofreciese dos cosas, porque, como el hombre consta de alma y de cuerpo, Dios exige de nosotros dos clases de sacrificios: la castidad y la mansedumbre, no sólo del cuerpo, sino del alma. Porque, de otro modo, el hombre sería falso e hipócrita, cubriendo con aparente inocencia una malicia oculta.

 

Beda, in homilía de Purificatione.

 

   Pero aunque estas aves son por su costumbre de gemir el emblema de la tristeza presente de los santos, se diferencian, sin embargo, en que la tórtola vuela sola por los bosques, mientras que la paloma acostumbra a volar en compañía de otras, por lo cual la una representa las lágrimas ocultas de nuestras oraciones, y la otra las públicas reuniones de la Iglesia.

 

Beda.

 

   Además la paloma que vuela en compañía de otras, representa la agitación de la vida activa, y la tórtola, que goza en la soledad, representa las alturas de la vida contemplativa. Y como estas dos ofrendas son igualmente agradables al Creador, no dice San Lucas si fueron tórtolas o pichones los que fueron ofrecidos al Señor, a fin de no dar la preferencia a uno de estos dos órdenes de vida, enseñándonos a seguir ambos a dos.

 

San Ambrosio, in Lucam, 1, 2.

   Recibió testimonio la encarnación del divino Verbo, no sólo de los ángeles y los profetas, de los pastores y sus padres, sino también de los justos y los ancianos. Por lo cual se dice: “Y había a la sazón en Jerusalén un hombre justo y temeroso de Dios, llamado Simeón”.

 

Beda.

 

   Difícilmente se guarda la justicia sin el temor. No me refiero al de vernos privados de los bienes temporales (el amor perfecto lo rechaza), sino al santo temor de Dios que dura en el siglo; porque cuanto más ama el justo a Dios, con tanto más cuidado evita el ofenderlo.

 

San Ambrosio, in Lucam, 1, 2.

 

   Y era verdaderamente justo el que no buscaba la gracia para sí, sino para el pueblo. Por esto dice: “Esperaba la consolación de Israel”.

 

San Gregorio Niseno, in homilía de occursu Domini.

 

   No esperaba en verdad el prudente Simeón la felicidad mundana para la consolación de Israel, sino la verdadera transición al brillo de la verdad, por la separación de las sombras de la ley, pues le había sido revelado que habría de ver al Cristo o ungido del Señor antes de salir de la presente vida. Por lo cual prosigue: “Y el Espíritu Santo moraba en él, por quien en verdad era justificado. El mismo Espíritu Santo le había revelado”, etc.

 

San Ambrosio.

 

   Deseaba en verdad verse libre de las ligaduras de la fragilidad de la carne, pero esperaba ver a quien le había sido prometido, porque sabía que son bienaventurados los ojos que lo ven.

 

San Gregorio Magno, Moralium, 23,3, super Iob 6,5.

 

   En esto comprendemos con cuánta ansia los hombres santos del pueblo de Israel desearon ver el misterio de la encarnación del Verbo.

 

Beda.

 

Ver la muerte significa sufrirla, y muy feliz será aquél que antes de ver la muerte de la carne haya tratado de ver con los ojos de su corazón al Cristo o ungido del Señor, tratando de la Jerusalén celestial y frecuentando los umbrales del templo del Señor, esto es, siguiendo los ejemplos de los santos (en quienes habita el Señor). Esta misma gracia del Espíritu Santo, que le había hecho antes conocer al que había de venir, hizo que lo reconociera cuando vino. Por ello sigue: “Así vino inspirado de El al templo”.

 

Orígenes, in Lucam, 15.

 

   Y tú, si quieres poseer a Jesús y abrazarlo, debes cuidar con todo empeño de tener siempre por guía al Espíritu Santo, y venir al templo del Señor. Y por esto sigue: “Y al entrar sus padres con el niño Jesús (esto es, su Madre María y José, que se creía que era su padre) para practicar con Él lo prescrito por la ley, lo tomó Simeón en sus brazos”.

 

San Gregorio Niseno, in homilía de occursu Domini.

 

   Cuán dichosa fue esta santa entrada en el templo sagrado, por la cual se adelantó al término de su vida. ¡Dichosas manos que tocaron al Verbo de vida, y dichosos también los que lo recibieron!

 

Beda.

 

   Aquel hombre justo recibió al niño Jesús en sus brazos, según la ley, para demostrar que la justicia de las obras, que, según la ley, estaban figuradas por las manos y los brazos, debía cambiarse por la gracia humilde, ciertamente, pero saludable de la fe evangélica. Tomó el anciano al niño Jesús, para demostrar que este mundo, ya decrépito, iba a volver a la infancia y la inocencia de la vida cristiana.

 

Orígenes, in Lucam, 15.

 

   Si sólo con tocar la franja del vestido de Jesús quedó curada aquella mujer, ¿qué habremos de juzgar de Simeón, que recibió al niño Jesús en sus brazos, y se regocijaba teniendo así al que había venido a librar a los cautivos, sabiendo que nadie podía sacarlo de la prisión del cuerpo con la esperanza de la vida eterna, sino Aquel que tenía en sus brazos? Por esto se dice: “Y bendijo a Dios diciendo: ahora, Señor, sacas en paz de este mundo a tu siervo”.

 

Teofilacto.

 

   Dice Señor para confesar que es el dueño de la vida y de la muerte, declarando así que era Dios el niño a quien había recibido en sus brazos.

 

Orígenes, in Lucam, 15.

 

   Como diciendo: Cuando yo no tenía a Jesucristo, estaba como cautivo y no podía salir de las prisiones.

 

San Basilio, in homil. De gratiarum actione.

 

   Si examinas los clamores de los justos, verás que todos lloran sobre este mundo y su lamentable duración. Dice David en el salmo (Sal 119,5): “¡Ay de mí, que mi destierro se ha prolongado!”

 

San Ambrosio.

 

   Ve aquí a ese justo que desea librarse de la cárcel de su cuerpo, en que está como encerrado, para empezar a ser con Cristo. Pero el que quiera librarse de esta cárcel vaya al templo, vaya a Jerusalén, espere al Cristo o ungido del Señor, reciba en sus manos al Verbo de Dios y abrácelo ––por decirlo así–– con los brazos de su fe. Entonces será libre, y no verá la muerte quien ha visto la vida.

 

Griego.

 

   Simeón bendecía al Señor sobre todo, porque veía realizadas todas las promesas que se habían hecho, pues había merecido ver con sus propios ojos y tener en sus propias manos al consolador de Israel. Por esto dice: “Según tu palabra”, esto es, porque he obtenido la realización de tus promesas. Y ahora que he sentido de una manera visible lo que deseaba, libras a tu siervo, no espantado por el temor de la muerte ni conturbado por pensamientos de duda. Y por esto añade: “En paz”.

San Gregorio Niceno.

 

   Porque después que Jesucristo destruyó el pecado, su enemigo, y nos reconcilió con su Padre, se llevó a cabo la traslación de los santos a la región de la paz.

 

Orígenes.

 

   ¿Quién es el que se aparta de este mundo en paz, sino aquel que conoce que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo (2Cor 5), y que no tiene nada de enemigo de Dios, sino que ha recibido en sí todas las delicias de la paz por sus buenas obras?

 

Griego.

 

Se le había ofrecido que no moriría antes de ver al Cristo o ungido del Señor, y por tanto, manifestando que esto se había cumplido, añade: “Porque han visto ya mis ojos tu salvación”.

 

San Gregorio Niceno.

 

   Bienaventurados tus ojos, tanto los del alma como los del cuerpo. Estos en verdad, recibiendo al Señor de una manera visible; aquéllos no sólo considerando lo que han visto, sino reconociendo al Verbo del Señor en su carne iluminados por la luz del Espíritu, porque el Salvador que habéis visto es el mismo Jesús, cuyo nombre significa salvación.

 

San Cirilo.

 

   Jesucristo, pues, había sido aquel misterio que se manifestó en los últimos tiempos, y que fue preparado antes de la creación del mundo. Y por esto dice: “la cual has aparejado ante la faz de todos los pueblos”, etc.

 

San Atanasio.

 

   Esto es que la salud de todos los pueblos ha sido hecha por Cristo. ¿Cómo, pues, se ha dicho antes que Israel esperaba su consolación? Porque el Espíritu le hizo conocer que Israel tendría su consolación cuando estuviera preparada la salud para todos los pueblos.

 

Griego.

   Observa también la penetración del venerable y digno anciano. Antes de aparecer como digno de la bienaventurada visión, esperaba el consuelo de Israel. Pero desde que obtuvo lo que esperaba, exclama diciendo que había visto la salvación de todos los pueblos, porque la inefable luz de aquel infante bastó para que viese lo que había de suceder en la prosecución de los tiempos.


Teofilacto.

 

   Dice de un modo significativo: “Para ser revelada”, a fin de que su encarnación fuese vista de todos. Y añade que esta salvación es la luz de las gentes y la gloria de Israel, y con estas palabras: “Sea luz brillante que ilumine a los gentiles”.

 

San Atanasio.

 

   Antes de la venida del Salvador, vivían sumidas las naciones en las últimas tinieblas, privadas del conocimiento del verdadero Dios.

 

San Cirilo.

 

   Pero al venir Jesucristo, fue la luz para los que vivían en las tinieblas del error, a quienes oprimía la mano del enemigo, y a los que llamó Dios Padre al conocimiento de su Divino Hijo, que es la verdadera luz.

 

San Gregorio Niceno.

 

   Israel, sin embargo, estaba débilmente iluminada por la ley, y por tanto, no dice que le hubiese mostrado la luz, puesto que añade: “Y para gloria de tu pueblo de Israel”, recordando la antigua historia de     Moisés, quien, después de hablar con el Señor, volvió con el rostro radiante de gloria. Así también ellos, conociendo la divina luz de la humanidad de Jesucristo, y echando fuera su antigua ceguedad, se transformaban en imagen suya, pasando de una gloria a otra gloria.

 

San Cirilo.

 

   Porque aunque algunos de ellos fuesen desobedientes, otros, sin embargo, se salvaron, y por medio de Jesucristo han alcanzado la gloria. Las primicias de estos fueron los santos apóstoles, cuyas luces iluminan a todo el orbe. Jesucristo fue también especialmente la gloria de Israel, porque procedía de ellos según la carne, aun cuando como Dios fuese rey de los siglos bendecido por todos los hombres.

 

San Gregorio Niceno.

 

   Y por eso dijo terminantemente: “De tu pueblo”, porque no solamente fue adorado por él, sino que además había nacido de él, según la carne.

 

Beda.

 

   También la luz de las naciones debía ser mencionada antes que la gloria de Israel, porque cuando haya entrado la totalidad de ellas, entonces todo Israel será salvo. (Rom 10,15-26.)


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