Las almas que aman a Dios encuentran el
paraíso en su vida retirada, la cual
las separa del comercio con los hombres. No, no es enfadoso conversar con Dios
en la soledad separándose de las criaturas: Porque ni su conversación tiene amargura, ni tedio su trato, sino alegría
y gozo.
Los mundanos tienen
razón de aborrecer la soledad, porque desde el momento en que se ven privados
de sus diversiones y de sus ocupaciones terrenas, el remordimiento se hace
sentir más vivamente en sus corazones. Buscan la sociedad para ahogar o
distraer sus conciencias; pero cuantos más alivios buscan en las concurrencias
y en las ocupaciones, más espinas y amarguras encuentran.
Lo contrario acontece a los que aman a Dios,
porque en su retiro encuentran un amigo fiel que les consuela y alegra más que
la compañía de sus amigos y parientes, aunque sean estos los primeros
personajes del mundo. San Bernardo decía: Jamás estoy menos sólo, que cuando estoy
sólo, porque entonces encuentro a Dios que me habla: más atento estoy entonces a
escucharle y más dispuesto a unirme a Él.
Nuestro Salvador quería que sus discípulos,
aunque destinados a propagar la fe por el mundo entero, suspendiesen de vez en cuando
sus fatigas, y se retirasen a la soledad para conversar sólo con Dios. Además sabemos que Jesucristo solía
mandarles a diversos lugares de la Judea, a convertir pecadores; pero después
de las fatigas no dejaba de invitarles a que se retirasen a algún lugar
solitario diciéndoles: Venid aparte a un lugar solitario, y descansad un poco;
pues eran muchos los que iban y venían, y ni aun tiempo para comer tenían.
Ya que el Señor impuso el reposo hasta a sus
mismos discípulos, diciéndoles: Descansad
un poco, es necesario que los
que cooperan a su santa obra se
retiren de vez en cuando a la soledad, para recogerse dentro de sí mismos y renovar
sus fuerzas, para trabajar después
con nuevo ardor en la conversión de
las almas.
Los que trabajan para el prójimo, pero con
poco celo y amor de Dios, con el fin de adquirir honores y riquezas, son de
poco provecho para las almas. Si pues el Señor dijo a sus discípulos: Descansad un poco, quería significar con
esto, no que se entregasen al sueño, sino que tomasen descanso conversando con
Dios y pidiéndole gracia para vivir bien y así recobrar fuerzas para trabajar
después por la salud de las almas. Sin
este descanso con Dios en la oración, menguarán nuestras fuerzas para atender
bien al provecho propio y del prójimo.
San Lorenzo Justiniano observa con razón que la soledad se
ha de amar siempre, pero que no siempre se ha de estar en ella;
esto es, que los que son llamados por el Señor a convertir a los pecadores, no
siempre han de permanecer encerrados en su retiro, porque esto sería faltar a
la divina vocación, para la cual todo debe abandonarse cuando Dios lo ordena;
pero deben amar y suspirar por la soledad, donde el Señor se deja encontrar más
que en otra parte.
¡Oh
Jesús mío! ¡He amado poco el retiro porque os he amado poco: continuamente he
ido en busca de los placeres y de los contentos del mundo, que han hecho que os
perdiese a vos, bien infinito!
¡Desdichado
de mí! Durante tantos años he tenido mi corazón en las distracciones sin pensar
más que en los bienes de la tierra, olvidándome de vos. ¡Oh Dios mío! Tomad este corazón
que habéis redimido con el precio de vuestra sangre: abrasadle en vuestro santo
amor: poseedle todo entero. ¡Oh Virgen María, Reina del Cielo! Vos podéis
alcanzarme esta gracia: la espero de vos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.