Dice
un anciano: “Ante todo necesitamos humildad;
y por cada cosa que nos dicen debemos estar dispuestos a decir: Perdón. Porque
es por la humildad por lo que es aniquilado todo engaño de nuestro enemigo y
adversario”.
Busquemos el sentido de este dicho del
anciano. ¿Por qué nos dice: “Ante todo
necesitamos humildad”, y no más bien: “Ante
todo necesitamos la temperancia”? En efecto el Apóstol nos dice: El atleta
se priva de todo (1 Co 9, 25). ¿O por qué no dijo más bien: “Ante todo necesitamos el temor de Dios”.
Ya que la Escritura nos dice: El principio de la sabiduría es el temor del
Señor (Pr 15, 27) ¿O por qué no dijo tampoco: “Ante todo necesitamos la limosna, o la fe” como en efecto está escrito:
Por las limosnas y la fe los pecados son purificados, o como nos dice el Apóstol:
Sin la fe es imposible agradar a Dios? (Hebreos. 11, 6).
Por lo tanto, si es imposible agradar a Dios
sin la fe, si por las limosnas y la fe son purificados los pecados, si el
hombre se aparta del mal por el temor del Señor, si el principio de la sabiduría
es el temor del Señor, y finalmente si el atleta se priva de todo, ¿por qué
dijo el anciano: “Ante todo necesitamos
humildad”, dejando de lado todo aquello que es tan necesario?
Porque lo que nos quiere enseñar es que, ni
el temor de Dios, ni la limosna, ni la fe, ni la temperancia, ni ninguna otra
virtud, puede existir sin la humildad. Y por ese motivo dice: “Ante todo necesitamos humildad: y por cada
cosa que nos dicen debemos estar dispuestos a decir: Perdón. Porque es por la
humildad por lo que es aniquilado todo engaño de nuestro enemigo y adversario”.
“CONFERENCIAS”
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