Hace ya largo tiempo
que acostumbra la Iglesia católica administrar la santa Eucaristía a los fieles
bajo la sola especie del pan; pues hubo grandes inconvenientes que ocasionaron
la supresión del cáliz: más obrando de esta suerte, la Iglesia no ha disminuido
nada al tesoro divino que distribuye a sus hijos en el Sacramento, pues
Jesucristo todo entero sin división ni disminución se da en cada una de las
especies.
Algunos herejes lo han negado, y a veces aun
los católicos han dudado también; asi lo hacían aquellos de quienes habla
Alejandro de Halés, que profesó mucho tiempo con gloria la teología en Paris en
donde murió en 1245; mas fueron convencidos por un prodigio admirable, de que
la Iglesia obra siempre con sabiduría y no puede errar.
Un doctor irrefragable refiere que muchos; religiosos
vinieron un día a pedir al prior de su monasterio les diese la comunión con las
dos especies; pues no podían creer, decían, que recibían a Jesucristo todo
entero si no se le daba al mismo tiempo el pan y el vino consagrados en el altar.
El sacerdote procura sacarlos de su error pero en vano; entonces pone en manos
de Dios la causa que no podía ganar y comienza el santo Sacrificio. Dios es toda
bondad y misericordia; y para confirmar la enseñanza de su Iglesia y las palabras del santo prior, y para disipar para
siempre la ilusión de los incrédulos vino él mismo en auxilio de la verdad
desconocida.
Al dividir el celebrante la sagrada Hostia, brotó
la sangre de la fractura y la patena se llenó hasta los bordes; hace una señal,
se acercan los incrédulos y quedan asombrados: ven que la Sangre de Jesucristo
está verdaderamente en la Hostia lo mismo
que en el cáliz. El religioso junta en seguida los dos fragmentos y la sangre que
había brotado de ellos, vuelve a entrar sin dejar ninguna señal.
Todas las dudas quedaron disipadas y los
monjes arrepentidos confesaron con el sacerdote lo que más tarde el Concilio de
Trento definió tan claramente diciendo: «Anatema
al que niegue que el Augusto Sacramento bajo cada especie y bajo cada una de
las partes en que se dividen estas especies, contiene a Jesucristo todo entero.»
Un hecho conmovedor de la historia de los santos
de Bélgica tiene relación con este mismo asunto. —La Bienaventurada Adela de Schaerbeek
enterrada con el olor de sus virtudes en el monasterio de Santa María de la
Cumbre, situado a las puertas de Bruselas: celoso el Señor de conservar para sí
solo el corazón de su fiel sierva quiso obligarla a vivir en un aislamiento absoluto;
hirióla con la enfermedad de la lepra e inmediatamente se le prohibió toda
relación con sus hermanas. Por premio de esta dura prueba heroicamente aceptada,
fue Adela colmada de celestiales consuelos: muchas veces durante la Misa se la
vió caer en éxtasis y permanecer fuera de sí en santos arrobamientos: sin
embargo, una cosa llenaba de tristeza su alma y le causaba a veces amargas
penas; su enfermedad impedía que se le diese como a sus compañeras, según la costumbre
de la orden del Cister, la santa Comunión bajo la especie del vino con el
cáliz; y un día que se quejaba amorosamente a su divino Esposo de verse privada
de tan gran bien: «Hija
muy amada, le dijo el Salvador, inundando su corazón de delicias inefables; no
te turbes, y deja de quejarte como si se disminuyese en algo el don que te hago
de mí mismo en el Sacramento. Quién tiene fe firme, sabe bien que todos los que
participan de mi Cuerpo reciben también al mismo tiempo toda mi sangre
preciosa; porque en este misterio de amor si se posee una parte se tiene todo;
¿y cómo se puede pensar en que se llame parte, cuando realmente es el todo?»
LOS
MILAGROS VISIBLES DE LA EUCARISTÍA
Atravez
de los tiempos y lugares
Año
1909.
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