martes, 30 de julio de 2019

La frecuente y devota Confesion y Comunión es lo que hace mayor guerra al infierno – Por EL PADRE FRAY MANUEL DE JAÉN.



   En el Prado Espiritual (Tom. 2. Lib. 5. C.7) se cuenta, que conjurando un Sacerdote a un demonio, y preguntándole ¿qué cosa era lo que hacían los cristianos que más les atormentase? Respondió: No hay cosa que tanto nos atormente y enflaquezca nuestras fuerzas, como el verlos confesar y comulgar muy a menudo, y más si es cada día. De aquí es que el demonio no solo procura impedir tan devoto empleo, sino que aún tiene rabiosa envidia de tan gran felicidad. Confírmelo este caso, que manifestó a su pesar.

   Refiere Cesario (Parra fol. 257) que se llegó a confesar con un Cura un mancebo de gentil disposición: fue confesando tantas, tan feas y tan enormes culpas, que ya enfadado el Cura, le dijo: Hombre, aunque hubieras vivido mil años, era poco tiempo para lo que confiesas. Respondió él: Más de mil años tengo. ¿Más de mil años? ¿Pues quién eres? Soy el demonio, ¿Tú, y confesándote? ¿De cuándo  por acá? ¿Qué te ha movido? Yo te lo diré (dijo el demonio): Estaba yo allí apartado viendo los que llegaban a confesar: Veíalos al llegar tan abominables como yo me veo; pero al levantarse de tus pies ya iban tan hermosos, tan lindos y resplandecientes, que me llegué aquí cerca por oír lo que decían, y lo que tú les decías, que era prometerles la remisión de todos sus pecados; y asi, por ver si me sucede lo mismo he llegado yo, y dicho también parte de mis culpas, y las confesaré todas si quieres oírme. Aguarda desventurado dijo el Confesor. Di no más de esto: Criador mío, pequé contra ti: me pesa de haberte ofendido, perdóname. Eso no diré yo, respondió el demonio. Pues anda, perro maldito, vete a los infiernos; y al punto desapareció. De estos ejemplos puedes inferir cuán importante es la confesión, pues hasta el mismo demonio tiene envidia de tanto bien.


“Fray Manuel de Jaén, Capuchino y Misionero apostólico”

Año 1819.

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