I.
Hombres apostólicos, aprended de San José Calasanz a instruir a los pobres.
Esta función no es brillante a los ojos de los hombres, pero es grande ante los
de Dios y digna de todo vuestro celo. Es fecunda en méritos y en consuelos para
vosotros, y en frutos de salvación para esas pobres almas, ¡ay! muy a menudo
abandonadas. No se os ama, Señor, porque no se os
conoce; si el mundo os conociese, os amaría (San Agustín).
II.
Padres de familia, velad por la instrucción de vuestros servidores. Enviadlos a
la Iglesia para que aprendan en ella el camino del cielo; instruidlos vosotros
mismos sobre los deberes que la religión les impone. Una palabra de vuestra
boca hará mucha impresión en su corazón; no toleréis sus vicios y demostrad
bondad especial a los que son más virtuosos. ¡Qué gloria para vosotros, si
ganáis para Dios el alma de vuestro servidor! No
repeláis a vuestros servidores, poseen la misma naturaleza que vosotros
(San Ignacio).
III.
Si tu posición no te permite trabajar en la instrucción y edificación de tu
prójimo, por lo menos ora a Dios por la conversión de los pecadores. Tus
oraciones atraerán acaso más almas a Dios que los trabajos de los hombres
apostólicos. Mientras ellos riegan la tierra con su sudor y su sangre, tú
obtendrás del Cielo la gracia, ese rocío celestial que la debe hacer fértil.
¿Qué haces tú por la conversión de los pecadores? Por
lo menos humíllate: y si nada puedes hacer por la salvación de los demás,
trabaja seriamente por salvar tu alma.
El
buen ejemplo. Orad por la educación cristiana de los niños.
ORACIÓN: Oh
Dios, que por San José de Calasanz, vuestro confesor, habéis dado a la Iglesia
un nuevo auxilio para formar a la infancia en el espíritu de inteligencia y de
piedad, concedednos, por sus ejemplos e intercesión, la gracia de practicar y
enseñar vuestra doctrina, de modo que merezcamos las recompensas eternas. Por
J. C. N. S.
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