viernes, 30 de diciembre de 2016

JACINTA MARTO (III parte final) Una vida breve, santa y llena de enseñanzas para la salvación de nuestras almas.




LOS ULTIMOS DIAS DE JACINTA Y SU MUERTE –– Vamos a exponer brevemente y en partes la vida y muerte de Jacinta Marto. (Tomado del libro “Apariciones de la Santísima Virgen en Fátima” por el Padre Leonardo Ruskovic O.F.M. Año 1946)

   Llegó Jacinta a Lisboa acompañada de su madre; aquí comenzarán para su espíritu las más dolorosas pruebas, y aquí también recibirá eterna recompensa de manos del Eterno Juez a sus heroicas virtudes.

   En el hospital en donde debía ser internada no encontraron alojamiento, por hallarse el nosocomio repleto de enfermos. La Providencia acudió en su auxilio, y por especial excepción fué recibida en un asilo de huérfanas llamado Orfanato de Nossa Senhora dos Milagros (rúa da Estrela 17).

   En este asilo se encontraba como en su propio hogar; para ella fué “La casa de Nuestra Señora de Fátima”, y a la madre superiora, a quien llamaba “madrina” y en quien había depositado toda confianza, la apreciaba en gran manera.

   La Reverenda Madre Superiora. Sor María Godinho, al recibir a Jacinta en el Asilo la consideró especial bendición del cielo y muy pronto pudo cerciorarse de su acertado criterio, pues Jacinta era verdadero modelo de inocencia y modestia y un vivo ejemplo de obediencia y paciencia, no menos que de piedad; virtudes éstas que mucho contribuyeron al adelanto espiritual de aquel establecimiento. Aconsejaba a sus compañeras a la práctica de la obediencia y a dominar sus caprichos, repudiar las mentiras y sufrir todas las contrariedades por amor de Dios para obtener el cielo.

   Su alegría por vivir junto a Jesús, bajo el mismo techo, le proporcionaba tal inmensa alegría, que olvidaba las crueles dolencias que la martirizaban; mientras se albergó en la Casa de Nuestra Señora de Fátima, acompañaba a Jesús en su soledad del sagrario con frecuentes visitas eucarísticas y lo recibía casi diariamente en su inocente corazón.

   A medida que su enfermedad cobraba mayores progresos, sus dolores también se intensificaban más y más; la bondadosa Madre de los Afligidos no dejó de sostenerla y animarla en las dolorosas pruebas con frecuentes y consoladoras apariciones.

   Conversaba un día con la Madre Superiora, quien se encontraba junto al lecho de la enferma, cuando ésta le dijo:

   —Madre, retírese de ahí, porque ese lugar vendrá en seguida a ocuparlo Nuestra Señora,

   Y mientras hablaba así, tenía los ojos fijos hacia el lugar donde esperaba la visión.

   Expondremos aquí algunas de las numerosas instrucciones que la Virgen Santísima se dignaba comunicar a Jacinta, y que ella revelaba fielmente a su “Madrina”, la Madre Superiora.

   “EL PECADO QUE LLEVA MAS ALMAS AL INFIERNO ES EL PECADO CARNAL; POR ESO ES NECESARIO DEJAR EL LUJO, NO OBSTINASÉ EN EL PECADO COMO HASTA AHORA; ES NECESARIO HACER MUCHA PENITENCIA.”

   En otra ocasión le decía la Madre de Dios: “NO PUEDO TOLERAR UNAS MODAS QUE TANTO OFENDEN A DIOS NUESTRO SEÑOR. LAS PERSONAS QUE SIRVEN A DIOS NO DEBEN SEGUIR LAS MODAS. LAS GUERRAS SON SEÑALES DE CASTIGOS DEL MUNDO”.

jueves, 29 de diciembre de 2016

JACINTA MARTO (II parte) Una vida breve, santa y llena de enseñanzas para la salvación de nuestras almas.




   JACINTA EN EL HOSPITAL –– Vamos a exponer brevemente y en partes la vida y muerte de Jacinta Marto. (Tomado del libro “Apariciones de la Santísima Virgen en Fátima” por el Padre Leonardo Ruskovic O.F.M. Año 1946)

   La enfermedad continuaba su acción destructora en el cuerpo de Jacinta; sus padres, alarmados, resolvieron llevarla al hospital de Vila Nova de Ourem. Este pueblo, como ya dijimos al principio de esta historia, es de origen medioeval. Muy cerca se encuentra C’astel, el último y bien patente vestigio musulmán.

   Vila Nova es ya bien conocida por nuestros pastores; allí pasaron tres días de duro encarcelamiento, abandonados de todos, hasta de sus mismos padres.

   Muy penoso parecía a los padres de Jacinta comunicar a su pequeña esta resolución, ignorando ellos que la enferma esperaba ya de antemano, con tranquila resignación, este deseo de la voluntad Divina; sus padres quedaron admirados viendo con cuánta serenidad y calma recibía de sus labios la triste noticia.       

   De todos se despidió, especialmente de Lucía, a quien en esta ocasión le refirió todo lo que la Santísima Virgen le había manifestado cuando se le apareció durante su enfermedad.

   —Pregunté a Nuestra Señora — dijo Jacinta— si tú también irías a Vila Nova, y me dijo que no; eso fué para mí lo más penoso. Me advirtió que me acompañaría mi madre al hospital, y allí me quedaría sola.

   Después de un momento de silencio, Jacinta añadió:

   — ¡Ah, si tú fueras conmigo!... Me cuesta separarme de ti. En el hospital estaré sin ninguna compañía. ¡Cuánto sufriré allí!

   Bien conocía la pequeña enferma por qué iba al hospital; así lo manifestó a su prima cuando le dijo:

   —Nuestra Señora quiere que vaya al hospital, no para curarme, sino para sufrir allí por amor de Dios y por la conversión de los pecadores.

   Y estas proféticas palabras que le comunicara la Madre de Dios cumpliéronse al pie de la letra.

   Cuando su madre la visitó por primera vez, no manifestaba otro anhelo que el de ver a su prima Lucía.

   En la segunda visita llegó la señora Olimpia, acompañada de Lucía; cuando se vieron las dos inseparables compañeras, se abrazaron tiernamente y recordaron los lejanos días de inocente alegría. Los momentos transcurrieron veloces y cuando se despidieron, mucho tenían aún que decirse mutuamente. A cuantos preguntaban a Lucía por la salud de Jacinta, respondía:

   —La encontré como siempre, muy alegre. Su único deseo es sufrir por amor de Dios, en honor del Inmaculado Corazón de María y por la conversión de los pecadores. Sólo en eso piensa y de eso habla; es su único y mayor anhelo.

   Después de dos largos meses de permanencia en el hospital, Jacinta regresó nuevamente a su casa sin la menor muestra de alivio. Al contrario, se le manifestó una gran herida a modo de úlcera y que era necesario curarla con mucho dolor de la paciente. Nueva penitencia que la bondadosa y paternal mano de Dios la enviaba y ella aceptaba con entera resignación. No era para ella menos dolorosa cruz las continuas y multiplicadas visitas que afluían ahora más numerosas, al saberse la noticia de su grave enfermedad; a todas recibía con plácido semblante, ofreciendo a Dios sus interiores sufrimientos, por la conversión de los pecadores y en sufragio de las benditas almas del Purgatorio. Mucho le complacía la visita de los pequeñuelos; con ellos pasaba dulces momentos, enseñándoles los rudimentos de la doctrina cristiana; les hacía rezar el santo rosario y les aconsejaba no ofender a Dios Nuestro Señor para no caer en el infierno..., y los pequeñuelos se encontraban felices en la amable compañía de la bondadosa paciente.

   Nunca olvidaba a su ya difunto hermano Francisco.

   — ¡Ah, si pudiera verlo!... —repetía con frecuencia.

   Su prima la consolaba, diciéndole:

   —Ya pronto le verás; ya no te falta mucho para ir al cielo; en cambio, yo. . .

   —Pediré mucho para que pronto vayas al cielo— decía Jacinta —; es Nuestra Señora la que desea que aún continúes viviendo en la tierra.

   Visitó un día Lucía al señor párroco de Olival, quien, como hemos dicho, se interesaba mucho por el adelanto espiritual de los pastorcitos; al saber que Jacinta se encontraba muy enferma y tan sumamente debilitada que no podía rezar de rodillas sus oraciones, le ordenó que las recitara en su mismo lecho de dolor. Al oír Jacinta el mensaje, contestó:

   — ¿Y Nuestra Señora se quedará conforme con tal oración?

   Lucía le contestó que era voluntad de Dios el cumplimiento de los mandatos de sus ministros.

   Jacinta manifestaba confidencialmente a Lucía lo siguiente:

   — ¡Si supieras cuánto gozo todas las veces que digo a Jesús que le amo!; siento en mi interior como si tuviera fuego.

   Muy resignada le dijo un día a Lucía:

   —De nuevo vi a la hermosa Señora y me dijo que me llevarían nuevamente al hospital, en Lisboa, y que allí sufriré mucho y moriré sin verte... Pero me animó mucho a sufrir todo por amor de Dios y que Ella misma me llevaría al Paraíso—, y concluyó entre lágrimas:

   —Nunca más te veré; .allá no irás a visitarme...

   No habían pasado varios días de este doloroso coloquio, cuando se presentó en Aljustrel un especialista, el doctor Enrique Lisboa, y diagnosticando a nuestra enferma declaró que era necesario llevarla a la capital, Lisboa, y allí operarla, asegurando a sus padres que recobraría la salud.

   Al pensar Jacinta en su pronta y para siempre ausencia, no podía evitar que furtivas lágrimas asomaran sus ojos. Y encontróla un día Lucía abrazando tiernamente a una imagen de la Virgen y diciendo:
   — ¡Oh, querida Madre Celestial!... ¿moriré tan lejos de mis padres y de Lucía?. . .

   ¡Cuanto más se acercaba la muerte, tanto más se acrecentaba en ella el deseo vehemente de salvar pecadores!

   — ¿Qué harás en el cielo? — le preguntó Lucía.

   —Amaré mucho a Jesús y al Inmaculado Corazón de María. Rezaré por los pecadores y por el Santo Padre.

   Y terminó rogando a su prima que no revelase a nadie todo cuanto la Santísima Virgen le había manifestado.

   Llegó el día fijado para partir hacia Lisboa. Momentos amargos y dolorosos fueron para nuestra enferma aquellos en que dirigía el último adiós a los seres queridos, de quienes ahora la distancia la alejaba y la muerte más tarde se encargaría de sellar con su gélido hálito esta separación. Difícil es a la palabra interpretar fielmente los sentimientos que unen a dos almas que vibraron y latieron al unísono bajo el impulso de un mismo y santo ideal. ¿Qué podremos decir de los últimos instantes que transcurrieron para Jacinta y Lucía?... Dejemos respetuosos correr las lágrimas que brotaron de ambos corazones, que ellas, en su mudo lenguaje, nos hablarán con más elocuencia.





martes, 27 de diciembre de 2016

LOS MASONES (PARTE II)




¿QUE DOCTRINA ENSEÑAN LOS MASONES?

   Siendo como son los masones y demás sectarios enemigos de los curas y frailes, no hay que decir que sus enseñanzas han de ser diametralmente opuestas a las que frailes y curas enseñan. Y como está ya plenamente demostrado que la doctrina que éstos enseñan es buena, lógicamente se deduce que ha de ser mala la que sectarios y masones propagan.

   Esto no obstante, y para que la demostración que resulta de los dictados de la lógica quede confirmada por los hechos, expondremos someramente la doctrina masónica, tal y como se enseña a los que tienen la desgracia de ser presos en las redes de las logias.

   Lo primero que se le dice al candidato a masón es que a la secta no le importa un bledo que sea católico, protestante o judío, mahometano, etcétera, o que no tenga creencia ninguna, con tal que convenga en la existencia de un gran arquitecto del universo, reduciendo de este modo la divinidad del Supremo Hacedor a la categoría de un maestro de obras, pues para la masonería todas las religiones son iguales y todos los hombres tan estimables, cualquiera que sea la creencia que profesen. Y aunque esto no es verdad, pues para la secta masónica son indiferentes todas las creencias menos las de la religión católica, a la que tienen declarada guerra sin cuartel, resulta que al que ingresa en una logia se le obliga a profesar el principio de la libertad de cultos, que únicamente puede perjudicar a la verdad, pues la mentira sale con esto ganando.

   A esta primera enseñanza, que como se ve, va derechamente contra la Religión católica, que es la única verdadera, porque la verdad es una y no admite participaciones, porque tan mentira resulta decir que dos y tres son cuatro, como que son cuatro y medio, o cuatro y nueve décimas, sigue otra más concreta y la única que sin ambages ni símbolos se expone a la consideración de los que solicitan ser masones.

   —Sabed—les dice el venerable de la logia—que varios Pontífices de la Religión católica, han excomulgado a los masones. A pesar de esto, ¿insistís en recibir la luz? (Esto es: en ser masón.)

   Si el aspirante dice que no, le plantan bonitamente, y no con buenos modos, de patitas en la calle, y si dice que sí, presta el juramento y le quitan la venda que ha cubierto sus ojos desde que penetró en las calles próximas a la logia, por las que así vendado le hacen dar un sin número de vueltas para despistarle, y nunca puede reconocer el sitio a que se le llevó, si no es admitido en la secta.

   De donde se deduce, que para ser masón hay que declarar que nada se le importa ser excomulgado, o lo que es lo mismo, hay que hacer un acto explícito de rebeldía contra el Vicario de Jesucristo en la tierra, y separarse voluntariamente de la comunión de la Iglesia.

   Y ahora preguntaremos: ¿Puede dudarse racionalmente que el fin que se propone conseguir la masonería en el orden religioso, es un fin diametralmente contrario al catolicismo?

   Pero sigamos relatando las enseñanzas que recibe el masón en el acto de ser iniciado en una logia. Después de habérsele dicho que para la masonería todas las religiones son iguales y todas respetables, y ya hemos visto hasta qué punto es esto verdad se le dice también: La masonería tiene por objeto borrar las barreras que dividen a los hombres en razas y nacionalidades, para convertirlos en miembros de una sola familia, pues esas divisiones territoriales son invención de los tiranos para oprimir más fácilmente a la humanidad.

   O lo que es igual.

   Después de borrar en el masón la idea de Dios y su obligación de defender la religión que profesa, borra la secta la idea de la patria, y apunta su propósito de infiltrar en el ánimo del adepto el espíritu de rebeldía contra el rey o jefe superior de su nación, presentándole con los caracteres de un tirano aborrecible que levanta fronteras entre el pueblo que rige y los demás pueblos, de acuerdo con los otros soberanos, para mejor dominar y oprimir al resto del género humano.

   ¿Cabe decir después de esto que la masonería no es una asociación, no ya política, sino revolucionaria y demoledora?

   No le basta, sin embargo, a la masonería borrar la idea de Dios, de la patria y de toda autoridad religiosa y civil de los corazones de sus afiliados; necesita acabar con la familia para lograr la destrucción de la sociedad cristiana y fundar otra basada en los principios del materialismo, según nos, lo ha enseñado el augusto Pontífice León XII en su admirable encíclica Humanum Genus.

   Veamos de qué modo procede para llegar á conseguir tan abominable fin.

   Después de prestado el juramento masónico, el venerable entrega al nuevo afiliado un par de guantes blancos, diciéndole estas palabras: —Recibid este par de guantes para la elegida de vuestro corazón. Y luego añade: —Cuando lleguéis al grado de compañero podréis visitar las logias de adopción.

   Con lo cual el recipiendario se queda como quien ve visiones, sin encontrar la relación que pueda existir entre aquel par de guantes que el venerable le ofrece galantemente para la elegida de su corazón, y la promesa de que podrá visitar las logias de adopción cuando reciba el grado de compañero.

   Y es que quizá no sepa entonces que existen logias de mujeres, y que esas logias se conocen con el nombre de logias de adopción, y que en esas logias ha de demostrar más aún que en la suya propia si le puede ser otorgado el grado de maestro, si hemos de creer en las palabras del masón Alberto Pike, gran comendador que fue del Supremo Consejo masónico de Charleston, que vienen a decir, en substancia, que el masón que sólo ama a una mujer no es digno de recibir el grado de maestro. Las palabras textuales del susodicho masón son más expresivas; pero, por razones fáciles de comprender, no nos atrevemos a transcribirlas en toda su descarnada desnudez.

   Pero no paran en esto los propósitos de la secta masónica para destruir a la familia cristiana; su acción en este punto llega al extremo de considerar como único matrimonio válido a sus ojos la sacrílega parodia de la celebración de este santo Sacramento, que se verifica en la logia, en la que el venerable de la misma hace de sacerdote, ni considera como hijos legítimos, desde el punto de vista masónico, más que aquellos cuyos padres se prestan a llevarlos a las logias para que sean bautizados masónicamente, otra horrible parodia del sacramento del Bautismo. La mujer y los hijos del masón que no son reconocidos como tales en las logias por medio de tan abominables sacrilegios, no son para la secta otra cosa que la hembra y los vástagos naturales o profanos del afiliado, como dicen en las logias de todo lo que no es masónico; y de aquí que consideren a la esposa legítima, según las leyes divinas y canónicas, del masón como a una manceba, y a los hijos de matrimonio como a los habidos fuera de él.

   Todo esto se halla plenamente comprobado en los rituales de la masonería, que hasta se venden en los baratillos de libros, y donde pueden verse explicadas por menudo las abominables ceremonias del bautismo y del matrimonio masónico, y hasta el de las tenidas o sesiones fúnebres, otra horrible parodia de las exequias que la Iglesia celebra en sufragio de las almas de los fieles difuntos.


“APOSTOLADO DE LA PRENSA”


OTROS ADMIRABLES EFECTOS DE LA CONFESIÓN




Discípulo. —Padre, todas las lindas cosas que me ha dicho hasta ahora acerca de la confesión, se refieren a los que cometen pecados mortales; pero los que sólo cometen faltas veniales, pueden no tener por qué confesarse.

Maestro. —La confesión, amigo mío, es utilísima aún para aquellos que caen sólo en pecados veniales, porque, si bien no es necesaria la confesión para obtener el perdón de tales pecados, sin embargo, siempre es el medio mejor la para cancelarlos.

D. —Perdone, Padre, pero yo he leído que los pecados veniales pueden perdonarse por otros muchos medios; rezando, dando limosnas, con agua bendita...

M. —Es verdad, y estos medios se llaman sacramentales; pero los sacramentales obran solamente ex opere operantis, o sea, en la medida, casi siempre escasa, de la devoción del que los recibe, mientras que la confesión obra ex opere operato, es decir, por sí misma, como sacramento, en virtud de los méritos de Jesucristo; por lo que siempre los repite del modo más seguro.

D. —Entonces, aun respecto a los pecados veniales, que tan sólo son materia libre, es decir, que pueden confesarse o no confesarse, ¿la confesión es lo mejor y lo más seguro?

M. —Así es efectivamente. Y no sólo eso, sino que además de perdonar los pecados y la pena eterna, la pena temporal que pudiera quedar por satisfacer.

D. — ¿De veras?

M. —Tan cierto, que es dogma de fe, por lo que no podemos dudar de ello. Sí, la confesión remite cada vez que se practica dignamente una, dos, tres o quien sabe cuántas páginas de la cuenta de nuestra pena temporal, la que puede llegar a ser eternamente cancelada, como a este propósito enseña Santo Tomás, Doctor de la Iglesia, apellidado el angélico “Cuantas más veces uno se confiesa, tanto mayor pena temporal se le remite... por lo que bien puede suceder que repitiendo la confesión, queda remitida toda pena”.

D. —Pero esto debe ser la mayor de las indulgencias.

M. —Justamente. Esta es la indulgencia de las indulgencias, para nosotros que no nos gusta la penitencia, y que por lo mismo corremos el peligro de encontrarnos a la hora de la muerte con toda, o casi toda la pena temporal, para satisfacerla en las terribles llamas del Purgatorio. Ajustemos, pues, nuestras cuentas con la Divina Justicia mientras vivimos en este mundo, mediante la confesión frecuente.

Se lee que dos santas religiosas muy devotas de las Almas del Purgatorio se habían comprometido una, con la otra, que la que sobreviviera haría por la que muriese primero abundantes sufragios. Cuando una de ellas murió, he aquí que la otra, fiel a su promesa, se consagró por entero a rezar, a hacer penitencias y ayunos por el alma de la compañera, con el ansia de no poder acaso satisfacer suficientemente por la difunta, según estaba obligada por la formal promesa. Más cuál no fue su admiración cuando al día siguiente del entierro le apareció la difunta con semblante muy alegre, que sonriente, le dijo:

—No te molestes por mí, lo he pagado todo.

— ¿De qué manera?

—Con la confesión frecuente y dolorosa que practicaba durante mi vida.

JACINTA MARTO (I parte) Una vida breve, santa y llena de enseñanzas para la salvación de nuestras almas.




JACINTA  – Vamos a exponer brevemente y en partes la vida y muerte de Jacinta Marto. (Tomado del libro “Apariciones de la Santísima Virgen en Fátima” por el Padre Leonardo Ruskovic O.F.M. Año 1946)



   En la presente historia es muy conveniente hacer una breve reflexión sobre la vida de Jacinta. Su característica es: conmiseración hacia los pobres pecadores y sentir por ellos; después de la primera aparición de la Virgen en Cova de Iria, sed insaciable de inmolación ante la justicia ofendida de Dios.

   Niña inocente, ignorando aún la fealdad y malicia de aquel pecado que ultrajara la virtud angelical de la santa pureza, después que la bondadosa Madre de los pecadores le hubo manifestado que la mayoría de las almas se condenan, arrastradas por la ciega pasión de la sensualidad, practica toda clase de sacrificios para expiar de alguna manera tan nefandos crímenes.

   Jacinta nació el 11 de marzo de 1910. Su madre Olimpia contrajo segundas nupcias con don Manuel Marto. Del primer matrimonio tuvo dos hijos, y del segundo nueve. De los once, la menor era Jacinta.

   La historia nos atestigua que de estas numerosas familias salen ordinariamente eminentes figuras que honran a la humanidad, mientras que se atraen la maldición de Dios y de la Patria los matrimonios voluntariamente estériles, los que aniquilan las vidas de seres indefensos apenas embarcados en la arquilla de la existencia, los que anhelando únicamente el voluptuoso placer de satisfacer sus apetitos irracionales huyen de los frutos sagrados del matrimonio.

   Por ser la más pequeña de la familia, Jacinta era el rico tesoro y la flor más mimada de sus padres y hermanos. En ella, antes de la primera aparición, nada notaba de extraordinario, ni destello alguno de su futura santidad. Al contrario, tenía mucha imperfección. Con sus compañeras, afirma Lucía, era con frecuencia bastante antipática, por su carácter demasiado melindroso. Siempre luchaba por salir triunfante con su opinión. En los juegos era necesario dejarla que eligiera lo que más le agradaba. Ordinariamente no gustaba entretenerse sino con Francisco y su prima Lucía. Demostraba especial afición al juego de los botones; cuando la llamaban para comer, siempre guardaba varias piezas de este artículo con el fin de ser dueña absoluta en el juego siguiente. Pero el baile la atraía con singular complacencia; era suficiente sentir el pulsar de cualquier instrumento para que inmediatamente se pusiera a bailar y aunque niña todavía, era ya una “artista” en la danza, según expresión de su prima Lucía.

  Poca inclinación sentía a la oración. Para terminar cuanto antes el rezo del santo rosario, decía solamente: “Ave María, Ave María”, y cuando llegábamos al fin de cada misterio —nos cuenta Lucía—, rezábamos con mucha lentitud el padrenuestro y así concluíamos en un abrir y cerrar, de ojos.

   Cuando más tarde, principalmente en los dos últimos años de su vida, la encontramos practicando heroicas virtudes, podemos admirar el efecto de la gracia divina cuando el alma corresponde ampliamente a los amorosos llamados de Dios; la santidad no es un don gratuito del Señor, sino el resultado feliz de la íntima cooperación del hombre con la voluntad de Dios.

   La santidad consiste en el amor acendrado a Dios y al prójimo. Es necesario el esfuerzo del hombre, luchando contra sus malas inclinaciones. Las imperfecciones del alma son como herrumbres, que es menester limpiarlas para que no priven al alma de su lucidez y hermosura.

   En medio de la veleidad natural de la infantil edad, Jacinta procuraba no ofender a Dios. Jugaba en cierta ocasión a “las prendas”, juego en el que el ganador manda con absoluto imperio a los otros, quienes deben obedecer sumisamente. Me tocó a mí la suerte de ganar —cuenta Lucía—, y mandé a Jacinta a abrazar y besar a un hermanito mío que estaba allí cerca.

   —Eso no —contestó Jacinta—; ¿por qué no me mandas otra cosa? Mándame besar el Crucifijo, que está colgado de la pared.

   —Está bien —contestó Lucía—, bésalo.

Jacinta, subiéndose a una silla, abrazó tres veces la sagrada efigie, dándole tres ósculos, uno por Francisco, otro por Lucía y el tercero por ella; al besar el Crucifijo decía:

   —A Cristo, Nuestro Señor, beso cuanto quieras.

   Lucía les refería las dolorosas escenas do la Pasión del Señor; al concluir, Jacinta, muy enternecida, suspiró:

   — ¡Pobre Nuestro Señor!; en adelante no quiero pecar más, no quiero que Nuestro Señor sufra.

martes, 20 de diciembre de 2016

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad.



Del nacimiento de Jesucristo nuestro Señor en el portal de Belén.


MEDITACION PRIMERA.


PUNTO PRIMERO.


   Primeramente se ha de considerar lo que hizo el Verbo eterno encarnado en las entrañas de su Madre, cuando llegó la hora de salir de ellas.

   Ponderando lo primero, que así como no quiso anticipar el tiempo de su nacimiento, tampoco quiso dilatarle, sino nacer puntualmente cumplidos los nueve meses, para manifestarse al mundo con un entrañable deseo de comenzar su carrera con gran fervor y alegría de corazon, cumpliéndose lo que dijo David: Alegróse como gigante para correr su carrera; de lo sumo del cielo es su salida, sin parar hasta el otro extremo (Ps. XVIII, 7): porque aunque sabía cuan áspera había de ser la carrera desde su nacimiento hasta su muerte, se alegró con fortaleza para comenzarla, saliendo del vientre de la Virgen, que era su cielo, poniendo luego los pies en el lugar más vil y bajo que babia en la tierra: por lo cual debo darle gracias y suplicarle me dé luz para conocer y sentir lo que en esta su entrada pasa. O Niño más fuerte que gigante: pues como nuevo sol resplandeciente queréis salir por el oriente a correr vuestra carrera hasta el occidente de la cruz, alumbrad mí entendimiento y encended mi voluntad, para que vea y contemple vuestra salida, y ame con gran fervor las virtudes que descubrís en ella.


PUNTO SEGUNDO.


   Luego ponderaré, cuan liberal se mostró entonces con su Madre, a la manera que un hombre poderoso y rico, cuando se ha hospedado en casa de un aldeano pobre, y lo ha hecho buen hospedaje, no por interés sino por servirle, suele a la despedida pagárselo muy bien, y darle alguna preciosa dádiva, o por agradecimiento o por limosna: así lambien como a Virgen había hecho a su Hijo tan buen hospedaje nueve meses , al tiempo que quiso salir de la posada, la dió dones riquísimos de gracia, una altísima contemplación de aquel misterio, y unos júbilos de alegría extraordinarios, en lugar de los dolores que otras mujeres suelen sentir cuando están de parto; porque no era razón, que quien no tuvo deleite sensual en el concebir, tuviese dolor en el parir; y aunque consigo no dispensó en lo que era padecer dolores, quiso que su Madre en este caso no los padeciese. De la misma manera puedo considerar, que cuando entra Cristo nuestro señor sacramentalmente en nosotros, a la primera entrada nos da la gracia sacramental: y si le hacemos buen hospedaje, antes de la salida nos da ricas joyas de afectos de devoción y contemplación y júbilos de alegría, como quien paga el buen hospedaje que le hacemos. Por tanto, alma mía, mira como hospedas a este Huésped soberano, para que te deje rica y harta con los dones del cielo.


PUNTO TERCERO.


   En tercer lugar ponderaré, como Cristo nuestro señor por la misma causa quiso salir del vientre de su Madre con un modo milagroso, sin que ella padeciese detrimento en su virginidad, porque no era razón saliese de la casa donde tan buen hospedaje le habían hecho con daño de la entereza que tenía, honrando con esto a su Madre, y avisándonos a todos, que por hospedarle y servirle no recibiremos detrimento, haciendo, si fuere menester, para ello algún milagro; porque quien no le hizo para preservarse a sí de padecer, suele hacerle para preservar de ello a sus escogidos cuando les conviene. ¡O Maestro soberano! cuan bien me enseñáis con este ejemplo la condición del verdadero amor, que es riguroso para sí y blando con otros: para si quiere los rigores por afligirse, y para el prójimo los favores por regalarle: ayudadme con vuestra copiosa gracia, para que en ambas cosas imite vuestra encendida caridad.




lunes, 19 de diciembre de 2016

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad.




De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén.


MEDITACIÓN SEGUNDA.


PUNTO PRIMERO.


   En tercer lugar, se ha de considerar la jornada de la Virgen, el modo como caminaba y las virtudes que ejercitaba con deseo de imitarla en ellas: ponderando como por ser ella pobre, el camino largo, y el tiempo del invierno riguroso, no la faltaban trabajos; pero todos los llevaba con admirable paciencia y alegría. Iba con gran modestia de sus ojos, y el corazon puesto en Dios y en él Dios que llevaba en sus entrañas, con quien tenía sus coloquios y entretenimientos como arriba se dijo: Si algún rato hablaba con su Esposo, todo era de Dios con gran dulzura; y no se cansaba, aunque iba preñada, porque el hijo no era cargoso, y la esperanza de verle presto nacido la daba grande alegría y gusto salir de Nazaret, porque con mayor quietud gozaría de su Hijo, naciendo fuera de ella. O Virgen benditísima, no es menester deciros el como a la Esposa (Cant. II, 40, 44, .42): ... Que os deis prisa a caminar, pues ya paso el invierno y cesó la lluvia, y han salido las flores del verano; porque las ganas de padecer y obedecer, os hacen caminar en el rigor del invierno, para que nazca la flor de Jesé, en quien está nuestro descanso. ¡Oh quien pudiera imitar las virtudes que en este camino ejercitasteis, acompañando vuestros pasos con espíritu, ya que no me fué concedido hacerlo con el cuerpo!


PUNTO SEGUNDO.


   En cuarto lugar, consideraré la entrada de la Virgen en Belén, la cual fué en ocasión de tanto concurso de gente, que no halló quien la hospedase, ni en el mesón hubo aposento donde estuviese; y asi le fué forzoso recogerse a un pobre establo de animales, trazándolo la divina Providencia, para que él Hijo de Dios entrase en el mundo mendigando y padeciendo, sin haber quien se compadeciese de su trabajo.

   Sobre este paso se ha de ponderar la excelencia del Señor que busca posada para nacer y no la encuentra: la ceguedad de los hombres que no le conocen ni se la dan: los bienes de que se privan por no dársela: y como escoge para si lo peor del mundo, sacando afectos y sentimientos tiernos de todo esto.

   Lo primero ponderaré, como los hombres del mundo tienen palacios y casas muy acomodadas, y los ricos de Belén estaban muy abrigados y aposentados a su gusto; y el Hijo del Eterno Padre, Señor de todo lo criado (Juan. I, 3), viniendo a buscar posada, y en su propia ciudad donde era natural, y entre los de su tribu y familia, no halla quien le hospede (Juan. 1, 11). ¡Ho Verbo eterno encarnado, cuan presto comienza el mundo a desecharte, habiendo tú venido a remediarle! Ya puedes decir, que las raposas del campo tienen cuevas, y las aves del cielo nidos, donde pongan sus huevos y críen sus hijuelos; pero el Hijo del hombre, y su pobre madre, no halla donde reclinar su cabeza (Luc. IX, 58). Las raposas te echan de sus cuevas, porque los astutos y ricos de la tierra aborrecen la simplicidad y pobreza.

   Las aves no te admiten en sus nidos, porque los nobles y soberbios del· mundo desprecian tu humildad y bajeza; y así te vas al pobre y humilde establo, donde el buey conocerá a su poseedor, y el jumento dejará su pesebre por darle a su Señor (Isaías. I, 3). O Señor de los señores y poseedor de todo lo criado, echa de mi alma las raposerías astutas y las volaterías soberbias que la ocupan, para que tú halles paso dentro de ella.


PUNTO TERCERO


   De aquí subiré a considerar, como la causa de no hallar posada Cristo en Belén, era la ignorancia de aquella gente; porque llegando Dios a sus puertas, no le conocían, ni sabían el bien que les viniera si le admitieran, admitiendo otros huéspedes de quienes podían recibir poco o ningún provecho. ¡O cuan dichoso fuera el que  hospedara  este Señor para que naciera en su casa! ¡Qué de riquezas espirituales le diera! ¡Cuán bien le pagará el hospedaje como lo pagó a Marta y á Zaque! ¡O cuan dichosa seria mi alma si acertase a hospedar a este Señor y darle lugar para que naciese espiritualmente  ella! O Dios infinito, que rodeas las puertas de mi corazon, llamando con inspiraciones para que te abra, con deseo de entrar en él para enriquecerle con los dones de tu gracia (Apoc. III, .20), no permitas que te cierre la puerta por no conocerte, o te despida por no estimarte. Ven, Señor, ven y llama, que yo te oiré: toca a mi puerta, que yo te abriré y te daré la mejor pieza de mi casa que es mi corazón, para que descanses a tu voluntad en ella.


   Finalmente tengo de ponderar la paciencia con que la Vírgen y san José elevaron aquel trabajo y desamparo, y con cuanta alegría sufrieron los desvelos de los que los desechaban por ser pobres; y con qué gusto se recogieron al establo, tomando para si el lugar más desechado de la tierra. Con lo cual maravillosamente hermanaron humildad y pobreza con paciencia y alegría: a cuya imitación procuraré desear para mí lo peor y más despreciado del mundo, llevándolo con alegría cuando me cupiere en suerte; pues que no hay suerte mejor que imitar a estos gloriosos Santos, como ellos imitaron a Cristo.

viernes, 16 de diciembre de 2016

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad.




De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén.


MEDITACION PRIMERA.


Punto primero.


   En primer lugar, consideraré por fundamento de las meditaciones siguientes, como el Verbo encarnado, estando en las entrañas de su Madre, quiso hacer una en rada en el mondo, la más nueva, admirable y santa que jamás hubo ni habrá; penosa para sí y provechosa para nosotros, asentando los cimientos de la perfección evangélica· que babia de predicar. De modo que, su primera entrada en el mundo, como dice San Cipriano (Serm. de Nat.), fuese dechado de nuestra primera entrada en la Religión cristiana, para que entrasen sus discípulos por donde él entró, ejercitando las virtudes que ejercitó. Y para este fin dejó todo lo que el mundo ama y busca, y buscó todo lo que el mundo aborrece y huye. Y así, para nacer dió traza como salir de Nazaret por dejar las comodidades que pudiera tener, naciendo en casa de su Madre y entre sus deudos y conocidos, a donde no le fallara el abrigo de un aposento, y brizo y algún regalo, como no le faltó al Bautista, por nacer en casa de su padre; pero todo lo dejó, mostrando cuanto aborrece los regalos de la carne, y cuan amigo es de pobreza; pues deja lo poco que tiene su pobre Madre, y como peregrino quiere nacer en Belén, en tal coyuntura que todo le fallase.

   Con este ejemplo me confundiré, por verme tan amigo de mis comodidades y regalos que, no solamente no huyo de ellos, pero con ansia los busco; y si no los hallo, me aflijo. ¡O Jesús Nazareno, Florido con flores de virtudes celestiales, que sales de Nazaret por huir las flores de los regalos terrenos! suplícote por esta salida favorezcas mi flaqueza, para que renuncie las flores y blanduras de mi carne, deseando solamente las flores de tus virtudes, con las cuales adornes mi alma, para que le dignes nacer en ella. Amen.


Punto segundo.


   En segundo lugar, consideraré la ocasión que tomó Cristo nuestro Señor para hacer esta jornada, y salir con su intento; porque en aquellos días salió un edicto de Augusto César, que todo el orbe se empadronase, acudiendo cada uno a la ciudad de donde tenía su origen. En cumplimiento de esto fue José de Nazaret a Belén, para encabezarse allí con María su esposa, que estaba preñada.

   En este hecho ponderaré cuan diferentes son los pensamientos de Dios y los de los hombres; los del rey del cielo de los del rey de la tierra: porque este edicto estaba fundado en soberbia, ambición, jactancia y avaricia, mandando más de lo que podía; esto es, que todo el orbe se encabezase, como si todo fuera suyo, y deseando que todos fuesen sus vasallos y le pagasen pecho, aunque fuesen pobres y necesitados. Pero al contrario el rey del cielo Jesucristo; todos sus pensamientos tenia puestos en humildad, pobreza y sujeción, y en hollar pompas, riquezas y vanidades. No viene mandar ni a ser servido, sino a obedecer y servir a todo el mundo. Y en confirmación de esto, quiere que su Madre y él en ella se encabecen, y profesen ser vasallos de Augusto César y le paguen tributo, para confundir con este ejemplo la soberbia y codicia del mundo; porque si el Rey de reyes, y Monarca de todo lo criado entra en el mundo humillándose, y prestando vasallaje a un rey terreno y malo.

   ¿Qué mucho me humille yo, y me sujete a toda humana criatura por su amor? (Pet. II 13). Y ¿qué soberbia será no humillarme al mismo Dios, reconociéndome por su vasallo, y pagándole con obediencia el tributo que le debo? ¡O rey del cielo! no permitas en mí tal soberbia, pues te humillaste tanto para remediarla.


Punto tercero.


   Lo segundo ponderaré, que aunque este edicto se fundaba en soberbia y codicia, quiere Dios que sea obedecido de los suyos, porque gusta obedezcamos a nuestros superiores en todo lo lícito que nos madaren (Mateo. XXIII, 3), aunque lo manden por sus propios intereses y dañados fines, reconociendo en ellos a Dios, cuyo lugar tienen. Y así Cristo nuestro señor levantó de punto esta obediencia, haciendo esta jornada por cumplir la voluntad del Eterno Padre que babia ordenado naciese su Hijo en Belén de Judá (Mich. v, 2; Math. II, 6), aunque su providencia tomó este edicto del emperador Augusto, como medio para conseguir su intento. Y como Cristo nuestro señor venia al mundo a cumplir, no su voluntad, sino la del que le enviaba (Juan. VI, 38), quiso nacer en el lugar donde su Padre babia ordenado, y nacer obedeciendo, como murió obedeciendo, para que todos aprendamos a obedecer. ¡O Amado mío! pues mi vida está en hacer tu voluntad, mis entradas y salidas en cuanto hiciere, sean conformes a ella por siempre jamás. Amén.

jueves, 15 de diciembre de 2016

LA ADQUISICIÓN DE LA PACIENCIA Y LA LUCHA CONTRA LA CONCUPISCENCIA – Por Tomás de Kempis.




El discípulo. Por lo que veo, Señor, necesito tener mucha paciencia, porque se sufren muchas adversidades en esta vida.

Pues, haga lo que hiciere por estar en paz, no puedo vivir sin lucha y dolor.

Cristo. Así es, hijo mío. Mas no quiero que busques una paz libre de tentaciones y adversidades; sino una en que, si bien sufras diversas tribulaciones, o la prueba de muchas adversidades, todavía creas haber hallado la paz.

Si dijeres que no puedes sufrir tantas cosas, ¿cómo sufrirás después el fuego del purgatorio?

De dos males, se debe siempre escoger el menor.

Para escapar de los eternos males de la otra vida, procura sufrir con paciencia y por amor de Dios los males de ésta.

¿Crees que los mundanos no sufren nada o casi nada?

Si lo investigas, no hallarás tal cosa ni aun en los más regalados.

El discípulo. Sí, Señor; pero gozan de muchos placeres, y siguen sus propias inclinaciones. Por eso les hacen poca mella sus tribulaciones.

Cristo. Suponiendo que tengan cuanto quisieren, ¿cuánto crees que les durará? Los ricos del mundo “como el humo se disiparán” (Sal 36, 20), sin que de los pasados goces les quede siquiera el recuerdo.

Pero ni aun en este mundo los gozan sin temor, amargura y hastío.

Porque la fuente del placer suele serlo también de castigo y dolor. Y muy bien merecido que, así como andan a caza de placeres prohibidos, así también sufran vergüenzas y amarguras al gozarlos.

¡Ay, cuán engañosos, desordenados y vergonzosos son todos esos placeres y qué poco duran!

Mas los infelices mundanos no lo entienden así por la embriaguez y ceguera que les producen. Y, como brutos animales, por un insignificante deleite de esta vida mortal, en la muerte del alma se precipitan.

Pero tú, “hijo mío, no sigas tus deseos y resiste a las pasiones” (Ecl 18, 30). “Pon tus delicias en el Señor, y te otorgará las peticiones de tu corazón” (Sal 36, 4).

Si de veras quieres gozar y que yo endulce tu corazón con mayores consuelos, mira que en el desprecio de todo lo mundanal y en la renuncia de todo vilísimo placer estará tu bendición, y se te darán en cambio muchas consolaciones. Y cuanto más renuncies a todo consuelo del mundo, tanto más dulces y eficaces consuelos hallarás en mí.

Más no lo conseguirás luego sin cierta tristeza y rudos combates.

Hábitos inveterados te resistirán; mas con otros mejores los domarás. Murmurará la carne; más con el fervor del espíritu la domarás. La vieja culebra te vejará y tentará; mas con la oración la harás huir. Y si en útil trabajo vives ocupado, ancha entrada le taparás.


LA IMITACIÓN DE CRISTO


miércoles, 14 de diciembre de 2016

“LAS TÁCTICAS DE PAZ DE LOS SOVIÉTICOS” Por Monseñor. Fulton J. Sheen. (Algunas lecciones del pasado para los tiempos que corren)




   Estimados amigos del blog me permito un breve comentario: Esto que  Mons. Fulton J. Sheen nos relata puede ser aplicado a múltiples situaciones del plano internacional, ya político, ya religioso. Hoy sabemos que los líderes mundiales gritan ¡¡¡paz!!! Cuando ellos mismos son los autores de grandes masacres en todo el planeta. Por eso colocamos un agregado al título entre paréntesis, así nuestros lectores pueden sacar sus conclusiones. Y  como lo vengo repitiendo desde hace años y lo haré hasta el último día de mi vida. PARA ENTENDER CLARAMENTE EL PRESENTE, DEBEMOS RECURRIR A LAS LECCIONES DEL PASADO. Hasta aquí nuestras palabras, dejemos hablar ahora a Monseñor:


   Desde el día en que los ángeles cantaron himnos de paz sobre las colinas de Belén, todos los hombres han deseado la paz. Ningún pueblo sobre la faz de la tierra la anhela más que el pueblo Norteamericano. Pero, podemos ser víctimas de una “falsa paz”. Ruskin nos ha advertido que la paz puede ser comprada o también puede ser ganada. Es ganada mediante la resistencia al mal; es comprada mediante compromisos y transacciones con el mal.

   En esta hora, en la que tanto oímos hablar acerca de la paz, será útil y oportuno que nos preguntemos: ¿Qué es la paz?

   Hay tres definiciones diversas de paz:
   1) La noción comunista de la paz.
   2) La noción burguesa de la paz.
   3) El verdadero concepto de la paz.

   La noción comunista de la paz es tanto una táctica como un objetivo. Para ningún otro pueblo de la tierra es la paz al mismo tiempo una táctica y un objetivo como lo es para los Rojos. En su dualidad de propósito reside su engaño.

   La paz como táctica significa el uso de métodos no violentos y no militares, a fin de preparar para el ataque violento y la desmoralización a otras naciones. El objetivo de la paz comunista es el completo sometimiento del mundo a la dictadura comunista. Para ellos no puede haber paz real sino cuando haya una destrucción completa de toda propiedad privada, cuando se hayan abolido la moral y la religión, cuando se haya sometido todo proceso democrático a un dictador totalitario. Tal es el objetivo, pero la táctica consiste en hablar de paz a fin de inducir a las naciones a desarmarse y convencerlas de que las revoluciones inspiradas por Moscú son puramente locales. Mediante esas astucias esperan desmoralizar al resto del mundo preparándolo para la conquista definitiva.

   El concepto burgués de la paz es una idea negativa, a saber: la paz es la ausencia de guerra. Son muchos los que se situarían en favor de esa clase de paz. Con mucha frecuencia es comprada a costa de la justicia, e incluso a costa de la libertad y del derecho. Tal clase de “paz” produce con frecuencia una guerra fría en la que todos se hallan como saltando sobre un hierro caliente. La paz no es la ausencia de guerra, así como un diamante no es la ausencia de carbón. La paz debe tener algún concepto positivo que nos lleve al verdadero concepto de paz.

   La verdadera definición de paz, es: Paz es la tranquilidad del orden. No tan sólo tranquilidad, pues los ladrones pueden tener tranquilidad en la posesión de sus presas. Con muchísima frecuencia el mar está tranquilo antes de una furiosa tormenta. La paz es la tranquilidad del orden, y orden implica justicia, y justicia implica ley y derecho. Hay paz en un individuo cuando hay en él subordinación de los sentidos a la razón, de la razón a la fe, del cuerpo al alma, de toda la personalidad a Dios.

    La paz es inseparable de la justicia. No se procura, en realidad, la paz por sí misma, es un co-producto de la justicia. Pax opus justiciae, “La paz es obra de la justicia”. Hay paz nacional e internacional cuando cada uno da a su prójimo lo que le es debido, cuando los ciudadanos reconocen y honran a Dios, al Supremo Legislador, y cuando cada nación conviene en que todos los pueblos y todas las naciones deben participar en los bienes económicos de la tierra.

   Es importante decidir cuál de estos tres conceptos debe ser adoptado por nosotros. No debe ser cosa embarazosa hacer la elección. Un vagabundo se llegó cierto día hasta un campesino dueño de una granja y le pidió que le proporcionara un poco de trabajo. El agricultor le dijo: “Vaya al depósito, allí verá una cantidad de papas. Quiero que las divida en tres montones. En uno de ellos juntará a todas las que están buenas, en el segundo a todas las malas, y en el tercer montón coloque a las que están medio buenas y medio malas”. Una hora después salió el vagabundo del depósito y le dijo al granjero: “No quiero ese trabajo... me vuelve loco el tener que tomar decisiones”.

   No es posible dejar de hacer una decisión acerca de la paz, y esa decisión debe ser la ajustada, la verdadera. Quizás sea conveniente inquirir un poco acerca de cómo nos engañamos a nosotros mismos, de cómo hemos sido engañados, y de cómo Rusia nos ha engañado.

   Nos engañamos a nosotros mismos a no hacer la distinción debida entre la filosofía del Comunismo y la política exterior de Rusia.

   Muchos norteamericanos fueron engañados en los pasados quince años porque juzgaron a los soviéticos por su política exterior más bien que por su filosofía. La política exterior de Rusia es tan sólo una táctica, una maniobra, un esquema, una estrategia y una impostura.

   Cuando la política exterior de Rusia era favorable a los Estados Unidos y a las Potencias Occidentales, muchos creyeron que el Comunismo de Rusia era bueno. Cuando la política exterior de Rusia fué desfavorable para con las Potencias Occidentales, creyeron entonces que el Comunismo era malo. Si juzgáramos a Rusia por su filosofía, entonces la política externa soviética nunca nos engañaría. Sabríamos que su filosofía es intrínsecamente mala y que tiende a la subyugación de la humanidad bajo la dictadura, aun cuando su política externa, en un momento dado, coincida con la nuestra propia.

   Un ratero entra en una joyería con una filosofía de vida que consiste en ganarse la subsistencia mediante el robo. Su primer paso consistirá en “embaucar al vendedor”, en “armar el escenario”. Ésa es su política exterior: mirará con interés a determinadas piezas y hasta entregará un depósito a cuenta de una pequeña gema que simula ser de su interés. Poco tiempo después el joyero caerá de las nubes al comprobar que ha sido robado. Podemos perder nuestra libertad exactamente en esa forma, a menos que comprobemos y caigamos en la cuenta de que Rusia, en las Naciones Unidas y en los Estados Unidos, está “embaucando al mundo”, “haciendo escenario”. Estemos alerta contra el despojo de nuestra valiosa herencia de libertad.

   La nueva táctica de los Soviéticos consiste en convencernos de que “Rusia ya no es más la misma de antes”. Hay ahora allí un nuevo dictador, su nombre es Malenkov. Desea hacer hincapié en que vivirá en paz con el mundo. Incidentalmente, el nombre ruso Malenkov significa “pequeño”, “insignificante”. La prensa nos dice que Malenkov habrá de ser “mucho más favorable para con las Potencias Occidentales, de lo que era Stalin. Si Malenkov nos ofrece una propuesta, un brindis de paz, debemos aceptarlo”. No nos engañemos, no nos dejemos engañar. Tengamos bien presente la distinción entre la filosofía del Comunismo y sus tácticas. Si Malenkov suscribe la filosofía del Comunismo, entonces tiende a la destrucción del mundo.

Volviendo al ejemplo del joyero que fué robado una vez, añadiremos que recordaba al ladrón que lo despojara: se parecía a Stalin, de modo que se dijo: “No me engañará una segunda vez”. Llegó otro ladrón, pero esta vez un amigo de lo ajeno de aspecto distinguido, de buena presencia, bien vestido. El joyero se dijo: “¡Oh!, bien, éste no pertenece a esa pandilla... es un caballero de buen aspecto. Usa monóculo y lleva airosamente un bastón”. Éste podría ser en la comparación el nuevo dictador Malenkov.

   Si el joyero fuera listo meditaría para sí, no ya acerca de cómo luce exteriormente un hombre, sino que se preguntaría: “¿Cree él en la filosofía del robo?”. Si conociera que el nuevo visitante cree en la filosofía del robo, entonces no sería engañado y despojado nuevamente.