miércoles, 3 de junio de 2020

LA EUCARISTÍA CENTRO DEL CORAZÓN – Por el R. P. San Pedro Julián Eymard.



   “Permaneced en mí.” (Juan; XV, 4.)

I

   El corazón del hombre, necesita un centro de afecto y expansión. Al crear al primer hombre, dijo Dios: “No es bueno que el hombre esté solo: hagámosle una compañera semejante a él.”

   Y la Im Imitación de Cristo dice también: “Sin un amigo no podrías vivir dichoso.”

   Pues bien, Nuestro Señor Jesucristo, en el Santísimo Sacramento, quiere ser el centro de todos los corazones, y nos dice: Permaneced en mi amor. Permaneced en mí.

   ¿Qué cosa es permanecer en el amor de Nuestro Señor? Consiste esto en que hagamos de este amor que vive en la Eucaristía, nuestro centro de vida, el manantial único de nuestros consuelos; consiste en entregarse al Corazón bondadoso de Jesús en las penas, en los disgustos, en las decepciones, en esos momentos en que el corazón parece rendirse víctima del mayor abandono. Jesucristo mismo nos invita a ello diciéndonos: “Venid a mí todos los que os halláis agobiados, y yo os consolaré.”

   Consiste también en hacer partícipe a Jesucristo Nuestro Señor de nuestra alegría, de nuestra felicidad; pues es una delicadeza de amigo no querer gozar sino con el amigo.  

   Consiste asimismo en hacer de la Eucaristía el centro de nuestros deseos: Señor, no quiero más que lo que Vos queréis; haré esto o aquello para agradaros.

   Consiste en desear sorprender a Nuestro Señor con algún don, con algún pequeño sacrificio.

   Consiste, finalmente, en vivir por la Eucaristía; en guiarnos en nuestras acciones por su pensamiento, y en considerar como ley invariable de nuestra conducta el anteponer su servicio a todo lo demás.

   Y siendo esto así, ¿podremos decir que Jesús - Eucaristía sea nuestro centro? ¡Ay! Tal vez lo sea en las penas extraordinarias, en las oraciones más fervientes, en las necesidades que nos apremian; ¿pero en lo ordinario de la vida, pensamos, deliberamos, obramos en Jesús y por Jesús como en nuestro centro?

   ¿Y por qué Nuestro Señor Jesucristo no es mi centro?

   Porque no es todavía el yo de mi yo; porque aún no me hallo enteramente bajo su dominio, bajo la inspiración de su voluntad; porque abrigo deseos en pugna con sus deseos. ¡Jesús no lo es todo en mí, no ha tomado plena y total posesión de mi ser! Un hijo trabaja por sus padres, el ángel trabaja por Dios: yo, pues, debo trabajar por Jesucristo, mi Dueño y Señor.

   ¿Qué hacer en consecuencia? Entrar en ese centro y en él permanecer y obrar. No para gustar su dulzura, que no depende de mí, sino para ofrecerle de continuo el homenaje de cada acción. Vamos, pues, ¡oh alma mía!, sal del mundo, sal de ti misma, abandona tu habitual residencia. Dirígete hacia el Dios de la Eucaristía. Él tiene una morada para recibirte. Él te quiere; quiere vivir contigo, vivir en ti. Sé, pues, con Jesús, presente en tu corazón; vive del Corazón, vive en la bondad de Jesús-Eucaristía.

   Trabaja, oh alma mía, por imitar a Jesucristo en ti, y nada hagas sino por El.

   Permanece en el Señor, permanece en Él por un sentimiento de abnegación, de desinterés, de santa alegría, pronta siempre a cumplir sus mandatos. Permanece en el Corazón y en la paz de Jesús-Eucaristía.

II

martes, 2 de junio de 2020

Martirologio Romano. 2 de junio SANTOS MARCELINO (Presbítero) PEDRO (Exorcista) Y ERASMO (Obispo) y Mártires Marcelino y Pedro † Decapitados en el año 304 en las afueras de Roma † Martirizado (destripado) alrededor del año 303 en Formia, Italia








Erasmo: Patrono de los marineros; navegantes; mujeres en trabajo de parto; partos y alumbramientos. Protector contra los dolores abdominales; apendicitis; enfermedades y desórdenes intestinales y estomacales; cólicos; peligros del mar; dolores de parto; tormentas.


SANTOS MARCELINO, PEDRO Y ERASMO, Mártires

   El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos se apoderan de él. (Mateo 11, 12)

   En Roma, el triunfo de los santos Mártires Marcelino, Presbítero, y Pedro, Exorcista, los cuales, en tiempo de Diocleciano, por enseñar a muchos en la cárcel la doctrina cristiana, después de crueles prisiones y varios tormentos, fueron degollados por el Juez Sereno en un lugar, que se llamaba Selva Negra, y en adelante mudando el nombre, a honra de estos Santos, se llamó Selva Blanca. Sus cuerpos fueron sepultados en las catacumbas junto a san Tiburcio, y el Papa san Dámaso honró más tarde su sepulcro con un epitafio en verso.

   En Campania, san Erasmo, Obispo y Mártir, que, en tiempo del Emperador Diocleciano, azotado primero con plomadas, después despiadadamente apaleado, y bañado luego con resina, azufre, plomo, pez, cera y aceite hirviendo, quedó ileso; más tarde, imperando Maximiano, fue nuevamente atormentado en Formio con diversos y atroces suplícios; pero conservole Dios la vida para que confortase a los demás; por último, llamándole a Sí el Señor, murió santamente con la corona de los Mártires. Su cuerpo fue más tarde trasladado a Gaeta.

   En Lyon de Francia, los santos Mártires Potino, Obispo, Santo, Diácono, Vecio epágato, Maturo, Póntico, Átalo, Alejandro y Blandina, con otros muchos, cuyos esforzados y repetidos combates, en tiempo de Marco Aurelio Antonino y de Lucio Vero refiere una carta de la Iglesia de Lyon a las de Asia y Frigia. Entre estos santos, Blandina, de sexo más frágil, de cuerpo más débil y de condición más humilde, sufrió más largos y crueles tormentos, y, permaneciendo siempre constante, y siendo degollada, siguió a los demás, a quienes había animado al martirio.

   En la isla de Proconeso de la Propóntide, san Nicéforo, Obispo de Conslantinopla, el cual, defendiendo acérrimamente las tradiciones paternas en favor del culto de las sagradas imágenes, se opuso constantemente a León Armenio, Emperador Iconoclasta, y por él relegado al destierro, allí mismo después de catorce años de un prolongado martirio, pasó al Señor.

   En Roma, san Eugenio I, Papa y Confesor.

   En Trani de la Pulla, san Nicolás, Peregrino Confesor, cuyos milagros fueron leídos en el Concilio Romano que presidió san Urbano II Papa.

   Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

   R. Deo Gratias.



SANTOS MARCELINO, PEDRO Y ERASMO

   Pedro y Marcelino, encarcelados por orden de Diocleciano, convirtieron a la verdadera fe al guardián de la prisión, a su familia y a varias otras personas que habían acudido para ser testigos de una curación milagrosa que ellos habían obrado. El juez Sereno, para castigarlos, les infligió diversas torturas y los hizo decapitar.

   Erasmo sufrió increíbles tormentos en la misma persecución de Diocleciano. Se le ajustó al cuerpo desnudo una coraza enrojecida al fuego; se le arrojó en seguida a una caldera llena de aceite hirviendo; pero un ángel lo transportó a la ciudad de Formia, donde murió a causa de sus heridas.



MEDITACIÓN SOBRE LA DIFICULTAD QUE EXISTE PARA SALVARSE



   I. Hay que combatir para ir al cielo; es una ciudadela difícil de tomar. El camino que a él conduce está regado del sudor, de las lágrimas y de la sangre de todos los héroes del cristianismo. Si quieres juntarte a ellos en el cielo, es preciso que camines sobre sus huellas. ¿Qué sufres tú para ganar el paraíso? ¿Qué te propones hacer en lo por venir? Bien poco estimas una eternidad de dicha, puesto que nada quieres sufrir para merecerla.

   II. Hay que hacer violencia a todas las más dulces inclinaciones de la naturaleza. Amamos el honor, es preciso humillarse; buscamos el placer, es menester mortificarse; amamos las riquezas, hay que privarse de ellas. La vida de un cristiano de verdad es un estado de violencia continua para con la naturaleza; ¿estás en este estado? No te creas sin embargo que esta vida esté llena de tristeza, no; no hay placer más sólido que el de privarse, por amor de Dios, de todos los placeres (San Cipriano).

   III. Ánimo, pues; la gracia de Dios supera las dificultades que la naturaleza creía insuperables. La virtud es muy conforme a la recta razón, aunque parezca contraria a la razón oscurecida por el pecado. No hace falta sino un poco de energía para querer ser santo; no deliberes, resuélvete prontamente y embiste las dificultades mayores; pronto despreciarás aquello que excitaba tus deseos y despertaba tus temores. Poco es menospreciar lo que te embelesaba, desprecia todo lo que te asustaba (San Agustín).


La mortificación. Orad por la Patria.


ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos dais un nuevo motivo de alegría con la solemnidad de vuestros mártires Marcelino, Pedro y Erasmo, haced, os lo suplicamos, que regocijándonos de sus méritos, nos decidamos a seguir sus ejemplos. Por J. C. N. S.

   Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.


lunes, 1 de junio de 2020

Martirologio Romano 1 de junio SANTA ÁNGELA DE MÉRICI, Virgen

Patrona de los discapacitados; minusválidos; enfermos; quienes han perdido a sus padres. Protectora contra las enfermedades y la pérdida de los padres.


N. 21 de marzo de 1474 en Desenzano del Garda, Italia; † 27 de enero de 1540 en Brescia, Italia


   Quien guardare y enseñare mis mandamientos, grande será llamado en el reino de los cielos. (Mateo 5, 19)

   Santa Angela Mérici, Virgen, de la tercera Orden de san Francisco, que fue Fundadora de la Congregación de Vírgenes de santa Úrsula, y el 27 de Enero fue por el celestial Esposo llamada a recibir la inmarcesible corona.
 En Roma, san Juvencio, Mártir. En Autún, los santos Reveriano, Obispo, y Pablo, Presbítero, con otros diez; los cuales, en tiempo del Emperador Aureliano fueron coronados del martirio. En Cesárea de Palestina, San Pánfilo, Presbítero y Mártir, varón de maravillosa santidad y doctrina, y dadivoso con los pobres, el cual, en la persecución de Galerio Maximiano, fue por la fe de Cristo atormentado y encarcelado bajo el Presidente Urbano; y más tarde bajo Firmiliano, atormentado de nuevo, juntamente con otros consumó el martirio. También, padecieron entonces Valente, Diácono, Paulo y nueve más, cuya memoria se celebra en otros días. En Capadocia, san Tespesio, Mártir, que, bajo el Emperador Alejandro y el Prefecto Simplicio, después de sufrir otros tormentos, fue degollado. En Egipto, los santos Mártires Inquirió, jefe del ejercicio, y otros cinco soldados, los cuales, imperando Diocleciano, por la fe de Cristo fueron sacrificados con diferentes géneros de muerte. Igualmente san Firmo, Mártir, que en la persecución de Maximiano fue cruelísimamente llagado, apedreado y por último degollado. En Perusa, los santos Mártires Felino y Gratinando, soldados, que en tiempo de Decio, atormentados con varios suplicios, recibieron, con gloriosa muerte, la palma del martirio. En Bolonia, san Próculo, Mártir, que padeció en el imperio de Maximiano. En Ameria de Umbría, san Segundo, Mártir, que, en tiempo de Diocleciano, arrojado al Tíber, consumó el martirio. En Tiferno de Umbría, san Crescenciano, soldado Romano, que en tiempo del mismo Emperador fue coronado del martirio. En el monasterio de Lerins, en Francia, san Caprasio, Abad. En el monasterio de Oña, Obispado de Burgos, en España, san Iñigo, Abad Benedictino, ilustre por la gloria de la santidad y de los milagros. En Montefalco de Umbría, san Fortunato, Presbítero, esclarecido en virtudes y milagros. En Tréveris, san Simeón, Monje, que fue puesto por el Papa Benedicto IX en el número de los Santos.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

SANTA ÁNGELA DE MÉRICI, Virgen


   La gloria de los servicios inmensos prestados a la religión y a la sociedad desde hace más de tres siglos por las religiosas ursulinas, recae, después de Dios, en la santa cuya fiesta celebramos hoy. Una visión que tuvo un día mientras estaba en oración, la confirmó en el proyecto que había concebido de consagrarse a la instrucción cristiana de la juventud de su sexo. Con este objeto, asoció a algunas vírgenes cristianas, les redactó un reglamento de vida y dio a la congregación el nombre de Ursulinas, temiendo que, después, se la llamase con su nombre. La nueva sociedad hizo un bien inmenso en Brescia y sus alrededores, y fue elevada al rango de orden religiosa cuatro años después de la muerte de Ángela, que acaeció el 27 de enero de 1540.



MEDITACIÓN SOBRE LAS TRES CLASES DE CARIDAD

   I. La primera caridad que debemos al prójimo es el alimento y el vestido. Quien tiene bienes de este mundo, y viendo a su hermano en necesidad cierra las entrañas, ¿cómo es posible que resida en él el amor de Dios? ¿Haces tú caridad según tus medios? ¿O imitas, acaso, al rico Epulón que daba espléndidos festines mientras Lázaro a su puerta se moría de hambre? ¡Cuán terrible será oír: Tuve hambre y no me diste de comer, estuve desnudo y no me vestiste!

   II. La segunda caridad que debemos a nuestros hermanos es el pan de la inteligencia, la verdad religiosa. Instruyendo a los ignorantes continuamos la obra de Jesucristo. Una de las señales que da Él de la venida del Mesías, es que los pobres son evangelizados. Esta obligación se hace obligación de justicia si se trata de nuestros hijos. Recordad, padres y madres, que no sólo habéis engendrado para esta vida perecedera a vuestros hijos, sino para la vida eterna; y la vida eterna consiste en conoceros a Vos, que sois el solo Dios verdadero, y a Jesucristo a quien Vos habéis enviado (Evangelio de San Juan).

   III. Después de haber ilustrado la inteligencia, hay que formar el corazón y elevarlo hasta Dios. Si no podemos por nosotros mismos cumplir este deber de caridad para con el prójimo, ¿no podríamos acaso hacerla cumplir por medio de otros, favoreciendo las escuelas en las que los niños son formados en la religión y en la piedad? ¿Hemos confiado, por lo menos, a nuestros hijos a personas capaces de desarrollar en ellos el germen de piedad que nosotros hemos debido sembrar en su corazón? No confiaríamos nuestros caballos a un conductor inexperto, y se entregan los hijos al primero que venga (San Juan Crisóstomo).

   La buena educación de los hijos. Orad por las órdenes docentes.

ORACIÓN

   Oh Dios, que os dignasteis serviros de la bienaventurada Ángela para hacer florecer en la Iglesia una sociedad de vírgenes sagradas, concedednos, por su intercesión, que vivamos como ángeles, a fin de que, renunciando a todas las cosas terrenales, merezcamos gozar un día de los júbilos eternos. Por J. C. N. S.

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J., Tomo I; Patron Saints Index.





MES DE JUNIO CONSAGRADO AL "SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS"

"EN VOS CONFÍO"