miércoles, 29 de agosto de 2018

SATANÁS EN LA POLÍTICA – Por Virgilio Filippo (Cura Párroco de Belgrano) – Año 1949.





   Una verdad hay innegable, y es que el PODER POLÍTICO es de los más formidables medios de dominación en manos de los que usan más la astucia y el egoísmo que el criterio recto y el bien general de una nación. Este poder se concentra bajo las apariencias de la más amplia libertad, de la más sincera fraternidad y la más cordial igualdad. El sufragio universal ha sido en la mayoría de los casos una farsa; y preciso es confesarlo, los argentinos estuvimos largos años sojuzgados por este espejismo. Se votó pero no se eligió, porque los elegidos ya lo estaban de antemano por una comandita que utilizo a un partido como pantalla.

   La POLÍTICA se ha hecho por esto una MALA PALABRA. Satanás se ha servido de los políticos venales para comprar todas las conciencias y vender a sus fieles servidores todas las patrias. Todavía les repite la frase que le dijo a Cristo cuando lo tentó de ambición mostrándole todos los pueblos de la tierra: “Todo esto es mío y te lo daré si arrodillándote  me adoras”. ¡Cuántos políticos no supieron vencer la tentación se arrodillaron, lo adoraron, y gobernaron para ensanchar más aún el reinado de Satanás! La ambición política es la más terrible y la más subyacente de las tentaciones. Es la que más ciega y ata.

   Si Satanás es el padre de la mentira, los Parlamentos han sido con frecuencia los cenáculos de la hipocresía, del artificio, del maquiavelismo, de la farsa más estúpida y más satánica. Son todavía en muchas naciones escuelas de sofistas. Las leyes se votan no con libertad sino con autoridad presionante. Se arma la máquina para representarse la farsa de la deliberación. A veces se defienden personas a costa de los conceptos más puros de la democracia y se pone el interés de un partido, que es el de un cenáculo de privilegiados, por encima del INTERÉS DE UNA NACIÓN.

   ¡Cuántas veces se defiende masónicamente a un adversario y se desprecia a un partidario, porque aquel conoce debilidades inconfesables!

   Hoy hay pueblos que tienen sus Cámaras al servicio de una doctrina “intrínsecamente perversa”. En efecto, los comunistas, en frase del Cardenal Francisco Spellman, defienden un programa de acción que “odia a Cristo, y han hecho un PACTO CON SATANÁS”. (“La Época”, 6 de enero de 1949).

EL REINO DE DIOS Y EL REINO DE SATANÁS – POR PEDRO SCHUMACHER, OBISPO DE PORTOVIEJO. (Parte II de II)



El Reino de Satanás.


II. El Reino de Satanás — la Francmasonería y el Liberalismo.


   “En nuestra época parece que los fautores del mal se han unido en Inmenso esfuerzo, a impulso y con ayuda de una sociedad esparcida en gran número de lugares y vigorosamente organizada, la francmasonería.”
   “Los que tomando nombre de Libertad se llaman a sí mismos Liberales, son imitadores de Lucifer, aquel cuyo nefando grito es: “¡No serviré!” (Palabras de León Xlll.)


   1. ¿Existe en el mundo un reino de Satanás?
   Hay un reino de Satanás en el mundo como lo declara repetidas veces Jesucristo: “Llega el príncipe de este mundo y en mí no tiene parte alguna” (s. Juan 14, 30.) “El príncipe de este mundo ya está juzgado.” (Ibid. 16, 11.)


   2. ¿Quiénes forman el reino de Satanás?
   El reino de Satanás se compone de todos los que hacen la guerra a Dios y a su santa Iglesia, siguiendo el ejemplo de Lucifer, quien se alzó contra el Señor diciendo: “¡No serviré!”


   3. ¿Qué nombre toman los que en el día siguen la bandera del ángel rebelde?
   Los enemigos más declarados del reino de Dios forman en el día de hoy una sociedad oculta o secreta que se llama francmasonería, con la cual está íntimamente unida la secta del liberalismo, porque tiene el mismo fin y los mismos principios.

   4. ¿Cuál es el fin característico de las sectas masónicas y liberales?
   El fin de estas sectas es separar al hombre de Dios y destruir la autoridad de la Iglesia católica.

EL REINO DE DIOS Y EL REINO DE SATANÁS – POR PEDRO SCHUMACHER, OBISPO DE PORTOVIEJO. (Parte I de II)





La Iglesia y la Francmasonería con el Liberalismo.


I. La Iglesia — El Reino de Dios.


   “El linaje humano, después de haberse rebelado contra Dios, se dividió en dos partidos distintos y opuestos. El uno es el Reino de Dios en la tierra; el otro es el Reino de Satanás, en cuyo poder y dominio están los que no quieren obedecer a la ley divina y eterna.” (Palabras de León XIII Enc. Humanum Genus.)


   1. ¿De quién traen su origen las sociedades civiles?
   Las sociedades civiles traen su origen de Dios, quien es Criador y supremo y soberano Ordenador de cuanto existe en el universo.


   2. ¿Por qué se debe reconocer a Dios por Autor y soberano Señor de la sociedad civil?
   Dios es el Autor y Señor de la sociedad civil primero, porque El crió al hombre en tales condiciones que debe buscar la sociedad de sus semejantes; segundo porque el mismo Dios comunicó al hombre la razón y la facultad de hablar que son los medios principales para organizar una sociedad y vivir en ella.
   “La naturaleza, o mejor dicho Dios, Autor de la naturaleza, quiere que los hombres vivan en sociedad: lo demuestran claramente ya la facultad del lenguaje, la más poderosa mediadora de la sociedad, ya el número de las necesidades innatas en el alma, y muchas de las cosas necesarias e importantísimas que los hombres, si viviesen solitarios, no podrían procurarse y que se procuran unidos y asociados entre sí.” (Palabras de León XIII. Enc. De Soc. Civ.)


   3. ¿Cuál es el fin que Dios ha señalado a la sociedad civil?
   El fin para el cual los hombres, movidos por la naturaleza, se reúnen en sociedad civil es que cada uno alcance los medios para llegar al fin que Dios le ha señalado, y es verdadero bienestar temporal en esta vida y felicidad eterna en la vida futura.
   El Papa León XIII precisa de la manera siguiente el fin y objeto de la sociedad civil en su Encíclica sobre los deberes de los católicos: “El fin de toda asociación humana es ayudar a cada uno para alcanzar el fin que Dios le ha puesto. Una sociedad civil, pues, que se propusiera buscar el bienestar temporal y lo que puede hermosear y hacer agradable la vida, pero en la administración y en todos los negocios públicos no tomara en cuenta a Dios y descuidara la ley moral dada por Dios, no cumpliría con su obligación, y sólo en apariencia, pero no en realidad y verdad, sería una sociedad humana fundada en derecho.” (Enc. Sap.)


   4. ¿De qué nos sirve la razón que Dios nos ha dado para organizar la sociedad civil?
   La razón nos da a conocer la ley natural de Dios que es el fundamento firme e indispensable para el orden público, y esta misma razón, iluminada por la fe, nos habilita para conocer la revelación sobrenatural, con la cual el Hijo de Dios ha completado y perfeccionado la ley natural, y le ha añadido los conocimientos y los medios sobrenaturales necesarios para alcanzar la vida eterna.


   5. ¿Cómo llamaremos a la sociedad humana cuando es ordenada según la ley de Dios?
   La sociedad civil organizada y ordenada según la ley divina es el reino de Dios en la tierra, porque semejante sociedad reconoce a Dios por Legislador y soberano suyo; le adora y le sirve. Esto es precisamente lo que el Liberalismo llama teocracia, afectando desprecio para una teoría que tanto ennoblece a la sociedad humana, pues ¿qué cosa puede ser más gloriosa para el hombre que reconocer a Dios por Señor, según está escrito? “Le adorarán todos los reyes de la tierra: todos los pueblos le servirán.” (Salmo. 71, 11.)

jueves, 23 de agosto de 2018

MÁXIMAS ETERNAS – MEDITACIÓN VI – Por San Alfonso María de Ligorio – SOBRE EL INFIERNO.



PRIMERO.

   Considera, que el infierno es una prisión horrible, llena de fuego, en el que son sumergidos los condenado teniendo sobre si un abismo: un abismo por debajo, un abismo por todas parles; fuego en los ojos, fuego en la boca, fuego en todo. Además cada uno de los sentidos tiene un suplicio particular; los ojos son cegados por el humo y las tinieblas, y espantados por la vista horrible de otros condenados y de los demonios: los oídos oirán sin cesar alaridos, quejas, maldiciones y blasfemias; el olfato sufrirá el mal olor de estos innumerables cuerpos en putrefacción; el gusto será atormentado por una sed ardiente y un hambre devoradora, sin que pueda jamás alcanzar una gota de agua ni una migaja de pan. Estos desgraciados prisioneros abrasados de sed, devorados por las llamas y presa de todos los tormentos, gimen, braman y se desesperan; pero ya no hay ni habrá jamás para ellos alivio ni consuelo. ¿Oh infierno, infierno? ¿Cómo se hallan hombres, que no quieren pensar en tí, ni creer en tu existencia, si no cuando son precipitados en tus abismos?

   Y tú, mi querido lector, ¿qué dices a esto? Si murieses al presente ¿Adónde irías? Tú que no puedes soportar una chispa que te cae sobre la mano, ¿sufrirás quedar sumergido en un mar de fuego y de tan crueles tormentos, sin socorro ni consuelo, por toda la eternidad?

SEGUNDO.

   Considera todavía más ¡ho hombre! las penas que afligirán las potencias del alma. La memoria será continuamente atormentada con los remordimientos de la conciencia, por ese gusano eterno, que roerá sin cesar al condenado, echándole en cara el haberse perdido voluntariamente por unos placeres, emponzoñados. ¡Ay! ¿Qué serán entonces para él esas satisfacciones de un momento comparadas no digo con cien años, sino con millones do años, de infierno? Ese gusano desapiadado le recordará el tiempo que Dios le concedió para repagar sus faltas, la facilidad y las ocasiones que le habrán presentado para salvarse, los buenos ejemplos de sus semejantes, con resoluciones conocidas pero no ejecutadas, y verá que ya no hay remedio para su desgracia ¡Oh!; ¡que doble infierno aquel! La voluntad  será siempre contrariada, nunca tendrá lo que le agrade sino lo que le disguste, es decir, todos los tormentos imaginables. El entendimiento conocerá la grandeza del bien perdido es decir, ¡Dios y el paraíso! ¡Oh Dios mío, Dios mío! ¡Perdonadme, por el amor de Jesucristo!

   ¡Oh pecador! tu que ahora haces poco caso de perder el paraíso y a Dios, entonces reconocerás tu ceguedad cuando ya no tengas remedio, cuando veas a los escogidos elevarse triunfantes y alegres al reino de los cielos; mientras que tu serás arrojado como un animal inmundo lejos de esta patria bienaventurada, lejos de la hermosa cara de Dios, lejos de la compañía de María Santísima, de los ángeles y de los Santos. Entonces exclamarás con desesperación: ¡Oh paraíso! ¡Oh felicidad! ¡Oh Dios! ¡Oh Bien infinito! ¡tú no eres, ni serás nunca para mí!

   — ¡Animo, hermano mío haz penitencia, muda de vida y no esperes  que el tiempo haya pasado también para tí. Entrégate a Dios y comienza a amarle verdaderamente. RUEGA A JESÚS Y A MARÍA que tengan piedad de tí.


“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”






lunes, 13 de agosto de 2018

PRIMEROS COMBATES CON LOS DEMONIOS (San Antonio Abad)




   El demonio que odia y envidia lo bueno, no podía ver tal resolución en un hombre joven, sino que se puso a emplear sus viejas tácticas contra él. Primero trató de hacerlo desertar de la vida ascética recordándole su propiedad, el cuidado de su hermana, los apegos de su parentela, el amor al dinero, el amor a la gloria, los innumerables placeres de la mesa y de todas las cosas agradables de la vida. Finalmente le hizo presente la austeridad de todo lo que va junto con esta virtud, despertó en su mente toda una nube de argumentos, tratando de hacerlo abandonar su firme propósito.

   El enemigo vio, sin embargo, que era impotente ante la determinación de Antonio, y que más bien era él que estaba siendo vencido por la firmeza del hombre, derrotado por su sólida fe y su constante oración. Puso entonces toda su confianza en las armas que están “en los músculos de su vientre” (Job 40,16). Jactándose de ellas, pues son su artimaña preferida contra los jóvenes, atacó al joven molestándolo de noche y hostigándolo de día, de tal modo que hasta los que lo veían a Antonio podían darse cuenta de la lucha que se libraba entre los dos. El enemigo quería sugerirle pensamientos sucios, pero él los disipaba con sus oraciones; trataba de incitarlo al placer, pero Antonio, sintiendo vergüenza, ceñía su cuerpo con su fe, con sus oraciones y su ayuno. El perverso demonio entonces se atrevió a disfrazarse de mujer y hacerse pasar por ella en todas sus formas posibles durante la noche, sólo para engañar a Antonio. Pero él llenó sus pensamientos de Cristo, reflexionó sobre la nobleza del alma creada por El, y sobre la espiritualidad, y así apagó el carbón ardiente de la tentación. Y cuando de nuevo el enemigo le sugirió el encanto seductor del placer, Antonio, enfadado, con razón, y apesadumbrado, mantuvo sus propósitos con la amenaza del fuego y del tormento de los gusanos (Jos 16,21; Sir 7,19; Is 66,24; Mc 9,48). Sosteniendo esto en alto como escudo, pasó a través de todo sin ser doblegado.

Toda esa experiencia hizo avergonzarse al enemigo. En verdad, él, que había pensado ser como Dios, hizo el loco ante la resistencia de un hombre. El, que en su engreimiento desdeñaba carne y sangre, fue ahora derrotado por un hombre de carne en su carne.

Verdaderamente el Señor trabajaba con este hombre, El que por nosotros tomó carne y dio a su cuerpo la victoria sobre el demonio. Así, todos los que combaten seriamente pueden decir: No yo, sino la gracia de Dios conmigo (1 Co 15,10).

   Finalmente, cuando el dragón no pudo conquistar a Antonio tampoco por estos últimos medios sino que se vio arrojado de su corazón, rechinando sus dientes, como dice la Escritura (Mc 9,17), cambio su persona, por decirlo así. Tal como es en su corazón, así se le aprareció: como un muchacho negro; y como inclinándose ante él, ya no lo acosó más con pensamientos –pues el impostor había sido echado fuera–, sino que usando voz humana dijo: “A muchos he engañado y a muchos he vencido; pero ahora que te he atacado a ti y a tus esfuerzos como lo hice con tantos otros, me he demostrado demasiado débil”.

   ¿Quién eres tú que me hablas así?, preguntó Antonio.

   El otro se apresuró a replicar con voz gimiente: Soy el amante de la fornicación. Mi misión es acechar a la juventud y seducirla; me llaman el espíritu de la fornicación. ¡A cuantos no he engañado, que estaban decididos a cuidar de sus sentidos! ¡A cuántas personas castas no he seducido con mis lisonjas! Yo soy aquel por cuya causa el profeta reprocha a los caídos: Ustedes fueron engañados por el espíritu de la fornicación (Os 4,12). Sí, yo fui quien los hice caer. Yo soy el que tanto te molesté y que tan a menudo fui vencido por la humildad”. Antonio dio gracias al Señor y armándose de valor contra él, dijo: Entonces eres enteramente despreciable; eres negro en tu alma y tan débil como un niño. En adelante ya no me causas ninguna preocupación, porque el señor está conmigo y me auxilia, ver la derrota de mis adversarios (Sal 117,7).

   Oyendo esto, el negro desapareció inmediatamente, inclinándose a tales palabras y temiendo acercarse al hombre.


“VIDA DE SAN ANTONIO ABAD” – Por San Atanasio de Alejandría



sábado, 11 de agosto de 2018

MÁXIMAS ETERNAS – MEDITACIÓN V – Por San Alfonso María de Ligorio – SOBRE EL JUICIO FINAL.





PRIMERO.


   Considera ¡oh cristiano! que apenas tu alma haya salido del cuerpo, será conducido al tribunal de Dios, para ser juzgado. El juez es un Dios Todopoderoso a quien tú has ultrajado y sumamente irritado. Los acusadores son los demonios tus enemigos; las piezas del proceso tus pecados: la sentencia es inapelable; el castigo es un infierno; allí no hay ya ni compañeros, ni parientes, ni amigos, el negocio pasa entre ti y Dios. Entonces verás toda la fealdad de tus crímenes sin que puedas excusarlos, como haces ahora. Serás examinado sobre, tus pecados de pensamiento, de palabra, de complacencia, de obra, de omisión y de escándalo; todo será pesado en la recta balanza de la justicia divina: y si te encuentras con falta en un solo punto eres perdido.

   ¡Jesús, mi salvador y mi juez! perdóname antes que vengáis a juzgarme.


SEGUNDO.


   Considera que la justicia divina, debe además juzgar a todas las naciones juntas en el valle de Josafat, cuando al fin del mundo resuciten los cuerpos para recibir juntamente con sus almas la recompensa y el castigo, según sus obras. Reflexiona que si te condenas, volverás A tomar este mismo cuerpo que tienes para servir de eterna prisión a tu alma desventurada. En este triste encuentro el alma maldecirá al cuerpo y el cuerpo maldecirá al alma; de suerte que el alma y el cuerpo que ahora se ponen de acuerdo para buscar los placeres prohibidos se unirán a pesar suyo, después de la muerte, para ser Verdugo el uno de la otra, — Por el contrario, si te salvas, tu cuerpo resucitará impasible y todo resplandeciente de hermosura y serás admitido en cuerpo y alma a gozar dé la vida bienaventurada, —Asi acabará la escena Dé Este mundo: entonces se desvanecerán todas las grandezas, todos sus placeres todas sus pompas.

   —Todo ha pasado ya, no queda más que dos eternidades, una de gloria y otra de castigo, una de dicha y otra de desdicha; una de gozos y otra de tormentos; en el paraíso, los justos; en el infierno, los pecadores. Muy digno de compasión será entonces el que haya amado el mundo y el que por las miserables satisfacciones de la tierra, haya perdido todo su cuerpo, su alma, el paraíso y a Dios.


TERCERO.


   Considera la eterna sentencia. El divino juez Jesucristo volviéndose hacia los réprobos les hará oír estas palabras: “se acabó, ingratos; ya no hay remedio, mi hora ha llegado; hora de verdad y de justicia, hora de cólera y de venganza ¡Desgraciados!  Vosotros habéis amado la maldición” ¡pues bien! ¡Que la maldición caiga sobre vosotros! ¡Malditos seáis, en el tiempo y malditos en la eternidad! ¡Salid de mi presencia, privados de todo bien y cargados de todos los males! ¡Id al fuego eterno!

   Enseguida Jesús, volviéndose a los escocidos les dirá: “¡venid vosotros benditos hijos míos! ¡Venid; a gozar el reino de los cielos que os está preparado! ¡Venid, no para llevar la cruz en pos de mí, sino para llevar la corona conmigo! ¡Venid, a tomar posesión de vuestra herencia, de mis riquezas y de mi gloria! ¡Venid a cantar eternamente mis misericordias¡ ¡Pasad, del destierro a la patria, de la miseria a  la abundancia, de las lágrimas al gozo, de los trabajos al reposo eterno!

   ¡Oh Jesús mío! Yo espero también, ser uno de estos benditos hijos. Os amo sobre todas las cosas. ¡Ah, bendecidme desde ahora!  ¡Bendecidme vos también, oh María, mi tierna Madre!


“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”