I.
El tiempo pasado no existe ya sino en tu recuerdo. ¿Dónde están los dorados
años de tu juventud? ¿Qué te queda de ellos, sino el triste recuerdo de los
placeres criminales que gustaste, o bien el gozo de las acciones virtuosas que
practicaste? ¡Ah! mi vida ha corrido como un torrente, ha pasado como un sueño;
de mí dependió acumular tesoros para el cielo, ¡Y no lo hice! ¿Dónde están
ahora esos seguidores del mundo a quienes vi en las riquezas y en los placeres?
Pasaron ya, y ahora, acaso, estén en el infierno.
II.
El tiempo presente está en nuestras manos; utilicémoslo más santamente que en
el pasado. Este tiempo es solamente un momento, y en este momento debemos
merecer una eternidad de dicha o de desgracia. Dios no me pide más que este
momento: ¿se lo negaré? Aun cuando fuese necesario sufrir una eternidad para
gozar de Dios, ¿qué motivo tendríamos para quejarnos?
III.
El tiempo por venir es incierto; ignoras cuánto te queda en el reloj que debe
medir tu vida. No puedes asegurarte ni un solo momento más de vida.
¡Desventurado! No te queda sino una resolución para adoptar: emplear bien el
tiempo que tienes; pasa esta hora como si hubiese de ser la última de tu vida;
penétrate de este pensamiento todas las mañanas y no te costará concebir un
gran dolor por tus pecados y emplear bien tu tiempo.
El
buen empleo del tiempo. Orad por los misioneros.
ORACIÓN:
Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la
solemnidad del bienaventurado Jacinto, vuestro confesor, concedednos, por
vuestra bondad, imitar los ejemplos de aquél cuyo nacimiento al cielo
celebramos. Por J. C. N. S.
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