sábado, 28 de diciembre de 2019

EL JOVEN RELIGIOSO DE SAN ANTONINO – Por Monseñor de Segur. (El infierno espera a los que callan pecados mortales en la confesión)





   El sábio arzobispo de Florencia San Antonino refiere en sus escritos un hecho no menos terrible que el anterior (se refiere al terrible caso de Raymond Diocrés, 1084), y que hacia la mitad del siglo XV había asombrado a todo el Norte de Italia. Un joven de buena familia, que a los diez y seis o diez y siete años había tenido la desgracia de callar un pecado mortal en la confesión, y de comulgar en este estado, Habia ido dilatando de semana en semana y de mes en mes la penosa manifestación de sus sacrilegios, continuando, sin embargo, sus frecuentes confesiones y comuniones por un miserable respeto humano. Atormentado de remordimientos, pretendía acallarlos imponiéndose tan grandes penitencias, que le hacían pasar por un Santo.

   Pero como no lo consiguiese así tampoco, se resolvió a entrar en un convento. “Allí al menos, se decía, lo declararé todo y expiaré seriamente mis afrentosos pecados.” Más, por su desdicha, fué recibido como un Santo por los superiores, que ya le conocían de oídas, y con esto la vergüenza que sentía de aclarar sus graves pecados se sobrepuso una vez más. Dilató su confesión sincera para más adelante; redobló sus penitencias, y un año, dos años, tres años fué pasando en tan deplorable estado, sin atreverse jamás a revelar el peso horrible y vergonzoso que le abrumaba.

   Al fin una enfermedad grave vino, al parecer, a facilitarle el medio de descargar su conciencia. “Ahora voy, se dijo, a confesarlo todo de una vez; voy a hacer una confesión general antes de morir.” Pero sobreponiéndose aún entonces el amor propio al arrepentimiento, embrollo de tal manera la confesión de sus faltas, que el confesor no pudo entenderle. Quedóle todavía un vago deseo de volver sobre aquel asunto al día siguiente; pero le sobrevino un acceso de delirio, y desgraciadamente murió así.

   Los frailes, que ignoraban la horrorosa realidad, se decían unos á, otros: “Si éste no está en el cielo, ¿quién de nosotros podrá entrar allá?” Y hacían tocar a las manos del cadáver cruces, rosarios y medallas.

   El cuerpo fué llevado con cierta especie de veneración a la iglesia del monasterio, y quedó expuesto en el coro hasta la mañana del día siguiente, en que debían celebrarse sus funerales.

   Algunos momentos antes de la hora señalada para el entierro, uno de los frailes, encargado de tocar la campana, se encontró de repente cerca del altar con el difunto, rodeado de cadenas que parecían enrojecidas por el fuego, y mostrando en toda su persona ciertas señales de incandescencia.

   El pobre fraile, lleno de espanto, cayó de rodillas, fijos los ojos en la aterradora aparición; y entonces el réprobo le dijo: “No reguéis por mí: estoy en el infierno por toda la eternidad.” Y enseguida le contó la triste historia de su malhadada vergüenza y de sus sacrilegios, después de lo cual desapareció, dejando en la iglesia un olor infecto, como para atestiguar la verdad de todo lo que el fraile acababa de ver y de escuchar.

   Enterados del caso los superiores, hicieron llevar de allí el cadáver, juzgándole indigno de sepultura eclesiástica.


“EL INFIERNO”

SI LO HAY—QUE COSA SEA—COMO HUIR DE Él.

Por

MONS. DE SEGUR.


lunes, 23 de diciembre de 2019

SAN FRANCISCO DE ASÍS, PREPARA UN PESEBRE PARA EL DÍA DEL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR.





   La suprema aspiración, el más vehemente deseo y el más eficaz propósito de nuestro bienaventurado Francisco era guardar en todo y por todo el santo Evangelio y seguir e imitar con toda perfección y solícita vigilancia, con todo el cuidado y afecto de su entendimiento y fervor de su corazón los pasos y doctrinas de Jesucristo Nuestro Señor. Con asidua meditación recordaba sus divinas palabras y con sagaz penetración consideraba sus obras. Pero lo que ocupaba más de continuo su pensamiento, y tanto que apenas quería pensar en otra cosa, era la humildad de su encarnación y el amor infinito de su pasión santísima. Ciertamente es digno de piadosa y eterna memoria lo que, tres años antes de su gloriosa muerte, llevó a cabo el día de Navidad en honra de Nuestro Señor Jesucristo, en un pueblo por nombre Greccio. Moraba en aquel lugar un digno señor llamado Juan, de buena reputación y mejor vida, a quien Francisco profesaba amistad singular, porque si era en aquella tierra noble y muy honrada, despreciaba la nobleza de la carne y sólo atendía a conseguir la nobleza del espíritu.

   Quince días antes de Navidad llamóle Francisco como hacía otras veces, y le dijo: Si deseas que celebremos en Greccio la próxima fiesta del natalicio divino, adelántate y prepara con diligencia lo que voy a indicarte. Para hacer memoria con mayor naturalidad de aquel divino Niño y de las incomodidades que sufrió al ser reclinado en un pesebre y puesto sobre húmeda paja junto a un buey y un asno, quisiera hacerme de ello cargo de una manera palpable y como si lo presenciara con mis propios ojos. Oyó esto el buen hombre y apresuróse a preparar en aquel lugar todo lo que le había dado a entender a Francisco.

   Llegó por fin el día de la alegría y la hora de la satisfacción apetecida. Fueron convidados religiosos de varias partes, los hombres y mujeres del lugar, según su posibilidad, y con íntimo gozo, con luces y hachas, se dispusieron a iluminar aquella noche, que con inmensa claridad, cual astro refulgente, irradia sobre los días y los años. Llega en último lugar el siervo de Dios, y hallándolo todo a punto según lo deseara, alégrase en extremo. Dispónese luego el pesebre, acomódase la paja y se trae el buey y el asno. Hónrase allí la sencillez, se elogia la pobreza, se celebra la humildad, y Greccio se convierte en otra ciudad de Belén. Queda la noche iluminada como claro día y da placer a los hombres y a los animales. Llegan los pueblos y animan con nuevo entusiasmo y fervor aquel admirable misterio. Resuenan en el valle las voces, y los ecos responden con estremecimiento. Cantan los religiosos y entonan las divinas alabanzas y transcurre la noche en santa alegría. Contempla extático el siervo de Dios el pesebre, suspira tiernamente y se le adivina rebosante de ternura anegado en mar de celestiales goces. Celébrase el santo sacrificio de la misa junto al pesebre, y el sacerdote disfruta de inusitado consuelo.

   Viste Francisco los ornamentos sagrados propios del grado de diácono, a cuyo orden estaba elevado, y con voz conmovida entona el santo Evangelio.
Y aquella voz insinuante y dulce, clara y sonora, convida a todos a los premios eternos. Predica después al pueblo que le rodea, y de sus labios brotan dulcísimas palabras sobre el nacimiento del Rey-pobre y de la insignificante ciudad de Belén. Cuando ha de pronunciar el dulce nombre de Jesús, ardiendo en flagrantísimo amor, llámale, con sin igual ternura, el Niño de Belén; y esta palabra, a causa del estremecimiento y emoción, percíbese como tierno balido de oveja, y su boca llénase, más que con el nombre, con el dulce afecto que al pronunciarlo experimenta. Su lengua, cuando ha de nombrar al Niño de Belén o el nombre ternísimo de Jesús, muévese alrededor de los labios cual si lamiese y saborease algo dulcísimo y gustase el grato sabor de aquella divina palabra. El Altísimo multiplicó sus maravillas, pues un hombre piadoso de los que allí había contempló una admirable visión. Vió un niño exánime reclinado en el pesebre, al cual se acercó el santo varón de Dios y lo resucitó tan suavemente cual si le despertara del sopor del sueño. Tuvo esta visión particular sentido, y ciertamente muy adecuado, porque significaba que habiendo sido echado en olvido el divino Jesús y arrojado de muchos corazones, resucitó por su siervo Francisco, con el auxilio de la divina gracia, y quedó impreso en los corazones deseosos de verdad. Cesaron, por fin, los solemnes cultos, y cada cual volvió a su casa lleno de gozo y alegría.

   Conservóse la paja que se colocara en el pesebre, para remedio de los animales, por si el Señor manifestaba su misericordia en caso de necesidad. Y, en efecto, así sucedió, pues muchos animales de toda la región aquejados de diversas enfermedades, hallaron el conveniente remedio al comer de aquella paja. Aún más: muchas mujeres, al acercarse el tiempo de su laborioso parto, colocaban sobre sí de aquel heno y daban a luz con toda felicidad; y de la misma suerte, toda clase de personas aquejadas de distintos males obtuvieron con este remedio la deseada salud. Consagróse más tarde el lugar del pesebre en templo del Señor, y construyóse allí mismo un altar y se edificó una capilla en honor del beatísimo Padre Francisco, a fin de que allí donde algún tiempo habían comido su pienso de paja los animales, de allí en adelante los hombres, para la salud de su alma y de su cuerpo, comieran las carnes del Cordero sin mancilla, Jesucristo Nuestro Señor, que con suma e inefable caridad se nos dió a sí mismo, el cual vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, Dios eternamente glorioso, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya, aleluya.

Tomás  de Celano – Vida de San Francisco de Asís – Vida primera (libro primero).

domingo, 22 de diciembre de 2019

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad. Del nacimiento de Jesucristo nuestro Señor en el portal de Belén. (Meditación primera – Puntos I, II, III).





MEDITACIÓN PRIMERA.


PUNTO PRIMERO.


   Primeramente se ha de considerar lo que hizo el Verbo eterno encarnado en las entrañas de su Madre, cuando llegó la hora de salir de ellas.

   Ponderando lo primero, que así como no quiso anticipar el tiempo de su nacimiento, tampoco quiso dilatarle, sino nacer puntualmente cumplidos los nueve meses, para manifestarse al mundo con un entrañable deseo de comenzar su carrera con gran fervor y alegría de corazón, cumpliéndose lo que dijo David: Alegróse como gigante para correr su carrera; de lo sumo del cielo es su salida, sin parar hasta el otro extremo (Ps. XVIII, 7): porque aunque sabía cuan áspera había de ser la carrera desde su nacimiento hasta su muerte, se alegró con fortaleza para comenzarla, saliendo del vientre de la Virgen, que era su cielo, poniendo luego los pies en el lugar más vil y bajo que babia en la tierra: por lo cual debo darle gracias y suplicarle me dé luz para conocer y sentir lo que en esta su entrada pasa. O Niño más fuerte que gigante: pues como nuevo sol resplandeciente queréis salir por el oriente a correr vuestra carrera hasta el occidente de la cruz, alumbrad mí entendimiento y encended mi voluntad, para que vea y contemple vuestra salida, y ame con gran fervor las virtudes que descubrís en ella.


PUNTO SEGUNDO.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad. De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén. (Meditación 2 - Punto I, II y III).








MEDITACIÓN SEGUNDA.

PUNTO PRIMERO.


   En tercer lugar, se ha de considerar la jornada de la Virgen, el modo como caminaba y las virtudes que ejercitaba con deseo de imitarla en ellas: ponderando como por ser ella pobre, el camino largo, y el tiempo del invierno riguroso, no la faltaban trabajos; pero todos los llevaba con admirable paciencia y alegría. Iba con gran modestia de sus ojos, y el corazon puesto en Dios y en él Dios que llevaba en sus entrañas, con quien tenía sus coloquios y entretenimientos como arriba se dijo: Si algún rato hablaba con su Esposo, todo era de Dios con gran dulzura; y no se cansaba, aunque iba preñada, porque el hijo no era cargoso, y la esperanza de verle presto nacido la daba grande alegría y gusto salir de Nazaret, porque con mayor quietud gozaría de su Hijo, naciendo fuera de ella. O Virgen benditísima, no es menester deciros el como a la Esposa (Cant. II, 40, 44, .42): ... Que os deis prisa a caminar, pues ya paso el invierno y cesó la lluvia, y han salido las flores del verano; porque las ganas de padecer y obedecer, os hacen caminar en el rigor del invierno, para que nazca la flor de Jesé, en quien está nuestro descanso. ¡Oh quien pudiera imitar las virtudes que en este camino ejercitasteis, acompañando vuestros pasos con espíritu, ya que no me fué concedido hacerlo con el cuerpo!


PUNTO SEGUNDO.

martes, 17 de diciembre de 2019

LAS MANITOS DE MI NIETA. María de los Ángeles Pía. En la ecografía Doppler.



LA VIDA NOS SALUDA...DESDE EL VIENTRE DE MI HIJA...

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad. De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén.



MEDITACIÓN PRIMERA.
PUNTO PRIMERO


   En primer lugar, consideraré por fundamento de las meditaciones siguientes, como el Verbo encarnado, estando en las entrañas de su Madre, quiso hacer una en rada en el mondo, la más nueva, admirable y santa que jamás hubo ni habrá; penosa para sí y provechosa para nosotros, asentando los cimientos de la perfección evangélica· que babia de predicar. De modo que, su primera entrada en el mundo, como dice San Cipriano (Serm. de Nat.), fuese dechado de nuestra primera entrada en la Religión cristiana, para que entrasen sus discípulos por donde él entró, ejercitando las virtudes que ejercitó. Y para este fin dejó todo lo que el mundo ama y busca, y buscó todo lo que el mundo aborrece y huye. Y así, para nacer dió traza como salir de Nazaret por dejar las comodidades que pudiera tener, naciendo en casa de su Madre y entre sus deudos y conocidos, a donde no le fallara el abrigo de un aposento, y brizo y algún regalo, como no le faltó al Bautista, por nacer en casa de su padre; pero todo lo dejó, mostrando cuanto aborrece los regalos de la carne, y cuan amigo es de pobreza; pues deja lo poco que tiene su pobre Madre, y como peregrino quiere nacer en Belén, en tal coyuntura que todo le fallase.

   Con este ejemplo me confundiré, por verme tan amigo de mis comodidades y regalos que, no solamente no huyo de ellos, pero con ansia los busco; y si no los hallo, me aflijo. ¡O Jesús Nazareno, Florido con flores de virtudes celestiales, que sales de Nazaret por huir las flores de los regalos terrenos! suplícote por esta salida favorezcas mi flaqueza, para que renuncie las flores y blanduras de mi carne, deseando solamente las flores de tus virtudes, con las cuales adornes mi alma, para que le dignes nacer en ella. Amen.

PUNTO SEGUNDO.

LA OBEDIENCIA DEL SÚBDITO HUMILDE A EJEMPLO DE CRISTO – Por Tomás de Kempis.





1. Cristo. Quien trata, hijo mío, de salirse de la obediencia, se priva de la gracia, y quien busca lo particular, pierde lo común.

   Quien no quiere sujetarse voluntariamente y con gusto al superior, da a entender que la carne no le obedece bien todavía, y que a menudo murmura y se le rebela.

   Si quieres, pues, subyugar tu propia carne, aprende a obedecer prontamente al superior. Porque más fácilmente se triunfa del enemigo exterior cuando el hombre interior no está debilitado por guerra intestina.

   No tiene tu alma peor enemigo ni más molesto que tú mismo cuando no vives en buena armonía con el espíritu.

   Es absolutamente necesario que concibas un desprecio sincero de ti mismo, si deseas triunfar de la carne y de la sangre. Como todavía te amas con amor desordenado y excesivo, temes abandonarte del todo a la voluntad de otros.

   2. Pero ¿es mucho que tú, polvo y nada, te sometas por Dios a los hombres, cuando yo, altísimo y omnipotente, que lo hice todo de la nada, por ti me sometí humildemente a los hombres?

   Yo me humillé y anonadé más que ningún hombre, para que tú vencieras con mi humildad tu soberbia.

   Aprende a obedecer, polvo. Tierra y lodo, aprende a humillarte y dejar que pasen todos sobre ti. Aprende a quebrantar tu voluntad y sujetarte en, todo.

   3. Enójate contra ti, y no permitas que en ti viva la soberbia; antes muéstrate tan pequeño y sumiso que puedan todos pasar sobre ti y hollarte como el lodo de la calle.

   ¿De qué podrás quejarte, hombre vacío? ¿Qué puedes responder, inmundo pecador, a los que te reprochan tus faltas; tú que tantas veces ofendiste a Dios y mereciste el infierno?

   Más te perdonó mi providencia porque era tu alma preciosa a mis ojos, y para que reconocieras mi amor y vivieras eternamente agradecido a mis beneficios; para que continuamente practicaras la verdadera humildad y obediencia, y sufrieras los desprecios con paciencia.


“LA IMITACIÓN DE CRISTO”

viernes, 6 de diciembre de 2019

ENEMIGO DE LA FAMILIA “EL COMUNISMO”.





El comunismo tal vez es el proceso revolucionario que más directamente ha dañado a la familia ya que sus principios o máximas han sido condenados por la Iglesia Católica a través de sus representantes en la tierra.


Introducción.

   Antes que nada, me podrían decir: “pero qué importancia tiene este tema si ya el comunismo ha desaparecido en toda la anteriormente llamada: Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y ha dejado de ser una corriente política para el mundo, desapareciendo también los partidos comunistas, en casi todos los países del orbe. Solamente en algunas naciones con gobierno comunista, fuera del “Soviet” Ruso, se ha mantenido este régimen de gobierno: China Nacionalista, Corea del Norte, Vietnam de Norte, Cuba, Venezuela y Nicaragua, asi como algunos otros países más pequeños, en  Asia y Africa. Pero ha disminuido claramente su penetrancia (su aplicación de la doctrina socialista a la sociedad. por parte de los directivos comunistas, en cada país). “También es conveniente señalar que la política extensionista ha desaparecido en todos estos gobiernos.”

   Así es que, a pesar de lo señalado anteriormente, este tema es muy importante pues fue un paso esencial en el proceso destructivo de la familia católica. El comunismo es tal vez el proceso revolucionario que más directamente ha dañado a la familia, ya que sus principios o máximas (el ateísmo de estado, la igualdad de clases sociales –todos igual de pobres– y la supresión de las libertades particulares –propiedad privada, libertad del culto católico y propiedades, como donde vivir o cuantos hijos tener–) han sido condenadas por la Iglesia Católica a través de sus representantes en la tierra. Tres Papas anteriores, han refutado cada una de estas máximas solas o en su conjunto. Estos tres Papas, en el siglo XIX y principios del XX, –Pío IX, León XIII y Pío XI han escrito sendas encíclicas al respecto (referencias 1, 2 y 3). 1 Pío IX. Encíclica Quanta cura, 8 de diciembre de 1864. 2 León Xlll. Encíclica Quod Apostolici Muneris 28 de diciembre de 1878. 3 Pío XI. Encíclica Cuadragésimo Anno 15 de mayo de 1931.

   Ellos condenan explícitamente al comunismo. Pío IX le llama falsa y perversa doctrina, doctrina pestilente (Quanta cura) y Pío XI dice: “Católico y socialista son términos antitéticos... nadie puede ser buen católico y verdadero socialista”.

   Recordemos aquella máxima de Marx en su libro “El capitalismo”; “la religión es el opio de los pueblos”. Y entenderemos por qué Pío XII consideraba al comunismo como “intrínsecamente perverso” *Pío XII. Alocución a la juventud italiana. Ciudad del Vaticano. 1953

El proceso destructivo en Europa y la expansión del comunismo.

   El comunismo encuentra sus raíces en los abusos del capitalismo. El mundo liberal y capitalista del siglo XIX destrozó la antigua cristiandad. El liberalismo desmanteló las estructuras históricas de la sociedad europea. Tomando como ejemplo lo que le sucedió al obrero de esa sociedad europea en la edad media podemos entender mejor lo que sucedió en el resto de las personas que integran una familia. Aquí les mostramos el proceso:

   –Los obreros perdieron todos sus derechos, salvo uno: el derecho de vender su trabajo al mejor postor. Con esto, el hombre perdió todo sentido de responsabilidad para con la sociedad dentro de la cual vivía. Si valía solamente en términos de la fuerza de sus brazos, él no era responsable por lo que pasaba dentro de un mundo que ya había dejado de ser suyo. El hombre se redujo a ser un trabajador para una sociedad dentro de la cual no figuraba ni como participante ni como miembro. Desarraigado de la comunidad, el hombre perdió su sentido de patria. No se sentía leal a aquello que no le era leal a él. Junto con la responsabilidad desapareció también la seguridad. El trabajador industrial servía hasta que su salud y sus fuerzas se debilitasen. Al ocurrir esto, dejaba de ser útil para la fábrica y sus dueños. Puesto que su sueldo solía ser lo mínimo que su patrón podía pagarle, generalmente el trabajador no podía ahorrar nada para los años de su vejez. Se apoderaba de las masas industrializadas un sentido angustioso de inseguridad. Sus antiguos gremios habían desaparecido con la aniquilación de una economía basada en la artesanía. Pues todavía no habían aparecido los sindicatos modernos, el trabajador sentíase totalmente aislado, solo, sin ningún remedio para la incertidumbre de su vida. Aunque el campo todavía retenía hasta cierto punto su antigua independencia, ésta se había perdido en la ciudad.

   Por lo tanto, la destrucción externa de la sociedad tradicional produjo una destrucción interior. Los antiguos valores, tanto los humanos como los espirituales, no habían perdido su verdad, pero sí habían perdido su eficacia.

   ¿Dónde estaban estos valores? En gran parte, la Iglesia no actuaba con bastante prisa para contrarrestar o corregir los cambios producidos por el nacimiento de la gran ciudad industrial. A menudo los obreros estaban sin parroquias y sin sacerdotes, sobre todo en Francia y en Alemania. La falta de justicia y de caridad dentro del torbellino industrial, hizo que la fe desapareciera poco a poco dentro de las conciencias de los desposeídos. Esto produjo un vacío espiritual en el corazón del siglo del materialismo. Ya hemos visto que los apóstoles del liberalismo pregonaban una filosofía cuyo primer principio era la búsqueda de la riqueza y cuyo único deber era el cumplimiento de la palabra sobre los contratos entre las empresas y los obreros. El mundo se marchitaba hasta resultar materialista y nada más materialista. La nueva prosperidad de la burguesía disfrazaba un abismo espiritual y se apoyaba en la injusticia y la pobreza de los demás. Europa se descompuso no solamente desde fuera, en las instituciones de la sociedad, sino también desde dentro del corazón, del alma humana.

   El comunismo trataba de llenar este vacío. Pero hay que recordar que el vacío liberal fue el que engendró el comunismo como hijo suyo. El comunismo es el producto más típico y más importante del liberalismo. El caos de la sociedad no tenía sentido en términos cristianos, a menos que lo tuviera en términos del pecado. Pero este caos sí tenía sentido, y resultó perfectamente racional, dentro del pensamiento comunista.

¿Y el comunismo cómo destruye a la familia?

   Comentamos antes que este enemigo de la familia es el que más directamente la ha dañado. Utilizando las siguientes estrategias se afectó en forma importante a las familias, desquiciándolas.

1.- EL ATEÍSMO DEL ESTADO

   En primer lugar es una estrategia directa del comunismo, la de convertir a las sociedades en ateas, o sea, el ataque directo contra Dios. Esto en sí mismo, es muy grave y es con mucho, la principal arma contra las familias. Una sociedad sin Dios es una sociedad muerta. Lo mismo le sucede a una familia. Aquellas que no tienen a Dios por centro, no son realmente familias. Esto es lo que intentó hacer la revolución bolchevique en Europa. Quitar a Dios de los individuos, de las familias y de la sociedad.

jueves, 5 de diciembre de 2019

“DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN” – Por el Cardenal Carlos Salotti (de la vida de San José Cafasso)






   Quien ama a Dios en la persona de Jesús, ama también a esa mujer bella y pura que en los designios del Eterno fué escogida para ser madre del Verbo y para participar en el misterio de la redención del género humano. María es un nombre muy amado de la cristiandad. Desde el niño que en los vagidos de la cuna comienza a balbucirlo, hasta el anciano que en el lecho de muerte, invoca confiado su protección, todos los creyentes rodean de ternísimo afecto a la Virgen Nazarena. En su honor se canta el himno secular que vibran todas las notas de ternura, piedad, devoción y gratitud que Ella ha sabido merecerse cumpliendo con soberana generosidad su oficio de madre. Los santos no han podido separar el amor de Dios del amor de María; son como dos notas de una misma arpa, armonizadas en un ritmo que absorbe y junta en un afecto único todas las potencias del espíritu.

   San José Cafasso decía que para manifestar la devoción a la Santísima Virgen es necesario: “Tener siempre presente a María Santísima como el pensamiento y la vista más dulce y consoladora en esta mísera tierra, sentir y hablar de Ella con gusto y satisfacción, amarla tiernamente como el objeto más caro a nuestro corazón, después de Dios, poner en Ella ilimitada confianza en todas las contingencias de la vida, y finalmente, mostrarle nuestra devoción con las prácticas y ejercicios que más la agradan”. Estos caracteres con los cuales se manifiesta en los santos el amor a María, brillaron con magnífica luz en la persona de Don Cafasso, el cual, al honrar y venerar a la madre de Dios y de los hombres, alcanzó esa ternura y fervor que admiramos en los grandes héroes de la Iglesia.

   En efecto, nuestro Santo tuvo siempre en María su pensamiento y su corazón. Profería con respeto su nombre, invocaba sus favores, celebraba con amor sus fiestas, y de Ella obtenía consuelo y fortaleza en las dificultades de la vida. Y como el amor, cuanto más intenso, tanto más sale del corazón y se manifiesta en las palabras, así Don Cafasso no podía menos de hablar continuamente de su buena madre celestial. Desde la cátedra, el púlpito y el confesonario discurría a menudo de la Santísima Virgen con acentos que tocaban el alma y llenaban de devoción. No dejaba escapar ocasión para sugerir pequeños sacrificios y mortificaciones en su honor. La saludaba como a la más tierna de las madres, la compañera, la confidente del sacerdote en las fatigas del apostolado. Por eso, escribía y enseñaba: “El sacerdote que es devoto suyo y que, como otro Jesús le está sujeto, cariñoso y sumiso, no se aleja mucho del divino modelo; vive con ella; con ella conversa y se familiariza; le descubre sus secretos, sus penas y sus consuelos; divide con Ella sus temores y sus esperanzas, con Ella concierta sus empresas y por Ella soporta las fatigas”.

   Y así como hubiera querido tener mil lenguas para ensalzarla, hubiera deseado tener mil corazones para amarla. Después de Dios, la Virgen era el principal objeto de su amor. Amar es imitar. En verdad el Santo se preocupó siempre por imitar las virtudes más gratas a María; el recogimiento interno, la humildad, la modestia, y sobre todo, la pureza virginal, por la que parecía más un ángel que un hombre. Y de esta pureza inmaculada obtenía la inspiración para despertar en los pecadores horror al pecado. Del amor nace la confianza íntima e ilimitada que anima a pedir sin temor de ser desatendido; Don Cafasso, en efecto, señalaba a María como remedio de todos los males y bálsamo de todos los sufrimientos; invitaba por esto a confiar, en la protección de la que, por ser la criatura más grande del paraíso y por haber sido constituida Reina del cielo y de la tierra, no dejaba de asistir a los que a Ella recurren con amor y confianza. La protección más eficaz que él aconsejaba a los fieles para sostenerse en las luchas y adversidades era precisamente el amor y la confianza en el poderoso instrumento de la misericordia divina.

   Su amor a Nuestra Señora se manifestaba claramente en las prácticas devotas que sabía le eran más gratas: recitar todos los días el Rosario y la Corona de la Inmaculada; llevar el escapulario azul de la Inmaculada y el del Carmen; honrar en su capilla privada una imagen con el Niño en los brazos; rendirle honores especiales en el bello mes de las flores a Ella consagrado; celebrar magníficas fiestas para agradecer la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción; inculcar especiales actos de mortificación en honor de María; eran estas las principales prácticas con que la veneraba, deseando al mismo tiempo que fuera amada y venerada por todos.

   El sábado se lo dedicaba todo entero. Rendía especial homenaje a la buena madre en tal día, con oraciones y ayunos, y le pedía como insigne favor la gracia de morir un sábado y de ser asistido por Ella en los últimos momentos de la vida. En el ejercicio de la buena muerte, compuesto por él mismo, y en las oraciones que rezaba cada día de Ja semana, junto con la visita al Santísimo Sacramento, se leen aspiraciones verdaderamente dignas de un santo. Con el pensamiento ocupado en la meditación de la última hora, pedía a su tierna madre la gracia inefable de verla aparecer en el lecho de muerte para consolarse con su asistencia y con su ayuda, “¡Oh! no me faltéis en esta hora, le decía, ya que en Vos he puesto toda mi esperanza; y para que me concedáis este favor, mis lágrimas, gemidos, suspiros y angustias de esa hora sean otras tantas voces que os llamen del cielo a visitarme”.

   El alma de Don Cafasso se sentía fuertemente atraída hacia la Consolata, la Virgen que siempre ha protegido la ciudad de Turín, velando amorosa por sus destinos. En el santuario a Ella dedicado, palpita el corazón de todos los piamonteses, que desde los Alpes cubiertos de nieve y desde los valles ubérrimos donde ondean las mieses, corren a invocar el patrocinio de la hermosa Madonna. Todos los sábados iba el Santo a saludarla a su santuario; allá iba también a celebrar la Misa por los enfermos; y a los atribulados que venían a él, les aconsejaba poner sus cuidados y contar sus cuitas ante el altar de la Virgen. Tal devoción a la celestial patrona era un reflejo del amor a Dios hasta cuyo trono hacía llegar, por medio de María, el cántico de sus plegarias y el homenaje de su reconocimiento.


DE LA VIDA DE “SAN JOSÉ CAFASSO” año 1948.

lunes, 2 de diciembre de 2019

“SANTA TERESA DE JESÚS Y LA PERFECCIÓN ESPIRITUAL” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. “SEMANA TOMISTA”.





 “SANTA TERESA DE JESÚS Y LA PERFECCIÓN ESPIRITUAL” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. “SEMANA TOMISTA”. El Padre pertenecía a la SS.CC. Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar. Murió en 1996. Era un gran tomista, teólogo y filósofo chileno. En esta exposición trata sobre la íntima relación que hubo entre la gran “SANTA TERESA DE JESÚS” y la “ORDEN DE LOS DOMINICOS”


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“LA EUCARISTÍA” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. Pronunciada en 1983 en la Pontificia Universidad Católica de Chile





 “LA EUCARISTÍA” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. Pronunciada en 1983 en la Pontificia Universidad Católica de Chile en el ciclo de foros “El hombre y Dios”. El Padre pertenecía a la SS.CC. Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar. Murió en 1996. Era un gran tomista, teólogo y filósofo chileno.

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domingo, 24 de noviembre de 2019

UNA CARTA DESDE EL INFIERNO. (Para reflexionar sobre nuestras vidas)





Te vi ayer cuando comenzabas tus tareas diarias. Te levantase sin acordarte de orar a tu Dios. En todo el día no lo tuviste presente. De hecho ni siquiera recordaste bendecir los alimentos. Eres muy desagradecido con tu Dios y eso me gusta de ti. También me agrada la enorme flojera que tienes en todo lo que se refiere a tu formación como católico. Tu vida sacramental está por los suelos... sólo vas a Misa los domingos y eso llegando tarde. Confesar y comulgar, rara vez, cuando hay cierta presión por los compromisos familiares. ¿Y qué decir de tu tacañería en hacer apostolado? ¿En  difundir tu religión? ¿En enseñar a otros el amor de Cristo? ¿Los cuidados de María? Todo ello es muy útil para mí. No sabes cómo me alegra.

   Tantos años y sigues igual. Crees que no tienes nada que cambiar. Me encantas. Hemos pasado muchos años juntos y aún te detesto. Es más, te odio porque odio a tu Dios. Que no lo ames, que lo olvides, es una forma de triunfar, de contradecir Sus deseos.       

   Con tu cooperación estoy demostrando quien es el que manda en tu vida. Con todos esos momentos que hemos pasado juntos... Hemos disfrutado muchas películas “para adultos” y que decir de las veces que hemos ido a los espectáculos artísticos en vivo. De los programas de la tele tan picantes y de las imágenes en Internet. ¡Ah! Y cuando no te has “portado bien” con aquella personita. Pero más me agrada que engañes a tus remordimientos con aquello de “eres joven tienes derecho a gozar de la vida”. No hay duda... eres de los míos.

   Disfruto mucho de los chistes colorados que escuchas y cuentas. Tú te ríes de la picardía que tienen y yo me carcajeo de ver a un hijo de Dios haciendo eso. Pero el hecho es que ambos la pasamos bien con las canciones de música y letra sensual que escuchas. ¡Qué bien identificas cuales son los grupos musicales que más me gustan…porque yo mismo los poseo!

   También disfruto mucho cuando murmuras de los demás, los chismes que siembras se dispersan con mucha facilidad. Tienes gran habilidad para crear divisiones. ¡Ah! y por tu actitud de rebelión siempre contra toda autoridad. No dejes que nadie te diga lo que tienes que hacer. Eres libre de llevar a cabo lo que te venga en gana.

   Esta carta es para decirte GRACIAS por dejarme que utilice la mayor parte de tu tonta vida. Eres tan manejable, que sucumbes a las más simples tentaciones. El pecado se ha adueñado de tu vida. Sigue siendo así.

   En ocasiones me haces un gran servicio, cuando das malos ejemplos a los niños. Son tan receptivos, que me haces un gran favor encaminándolos a ser como tú. Te lo Agradezco mucho.

   Si tuvieras algo de sesos cambiarias de ambiente, de compañía, hablarías con tus padres, con aquel amigo que se entristece cuando yo estoy feliz, con el sacerdote ése que rechazas por fuera, pero lo admiras por dentro y que te hace sonrojar cuando te dirige la palabra. Les pedirías ayuda y seguramente te la darían y regresarías a tus oraciones, a los Sacramentos y a tu apostolado y entonces, adiós mi gabán, te me escaparías.

   No acostumbro enviar estos mensajes, pero eres tan conformista y flojo que no creo que vayas a cambiar. Te tengo bien estudiado y más adelante, cuando crezcas un poco más, utilizaré mi arma más efectiva: te induciré a que no creas en mí. Eso me conviene. Así ya nunca pelearas contra mí y yo, a tu muerte cuando se acabe tu tiempo, te arrastraré conmigo al fuego eterno. Ahí te unirás a los míos para maldecir y odiar eternamente a Dios, a la Virgen, a tus padres, a todos tus amigos y enemigos y a mí. Pero habré triunfado no amarás a nadie, no lo amaras a Él, a Cristo Jesús, a Cristo Dios.

   ¡NO!, ¡YA NUNCA PODRÁS ARREPENTIRTE Y TERMINARÁS ABORRECIENDO A TU DIOS Y YO DISFRUTARÉ DE SUS LÁGRIMAS!

   Tu enemigo que te ODIA, Satanás

   Posdata. Sí realmente quieres que te ayude a gozar en este mundo, no muestres esta carta a nadie.

“FAMILIA CATÓLICA”

martes, 12 de noviembre de 2019

El terror institucionalizado – Presbítero julio Meinvielle.





De aquí aparece claro que este sistema de completa y permanente vigilancia de todas las actividades de los ciudadanos en todos sus aspectos ha de derivar en el terror institucionalizado. Se crea en todo el país, comenzando por el Partido y por la Policía Secreta con él conectada, un complejo permanente de culpabilidad, como si se le estuviera traicionando, De aquí, las críticas y autocríticas, las confesiones, las purgas periódicas, ya individuales, ya en masas, que caracterizan al Estado soviético. (Nota nuestra: Esto puede aplicarse a cualquier estado Marxista, de manera solapada) Existe sobre todo esto una abundante literatura, cuya seriedad no puede ponerse en duda. El Partido Comunista,  (Nota  nuestra: Hoy el partido comunista se camuflo con la democracia.) con su policía secreta que le es inmanente, se convierte en una férrea estructura en manos de una camarilla que detenta la totalidad del poder, teniendo a su discreción la vida y el honor de todos y cada uno de los ciudadanos.



   Hay quienes piensan que este terror permanentemente institucionalizado no es intrínseco y esencial al comunismo. No lo creemos. Está en las entrañas de un sistema que con la dialéctica, que es lucha, trabaja sistemáticamente para cambiar la estructura y el funcionamiento del ser humano. Se quiere convertir al hombre en un ser que funcione en sentido contrario al que le piden sus aspiraciones más profundas. Hecho para el ser, la verdad y el bien, se le quiere hacer marchar en el sentido de la nada, de la mentira y del mal. Ya lo dijimos en nuestra primera lección sobre la dialéctica. La dialéctica, en que se funda el comunismo, exige, por su esencia misma, una transformación del hombre sobre la base de la mentira, el odio y el crimen.

   Este problema del “terror institucionalizado”, al que ahora sólo nos referiremos accidentalmente pero que debe ser estudiado con mayor prolijidad al tratar de la guerra revolucionaria, está vinculado con la célebre cuestión examinada en el siglo pasado por Donoso Cortés en su famoso Discurso sobre la Dictadura: “Señores, no hay más que dos represiones posibles: una interior y otra exterior, la religiosa y la política. Estas son de tal naturaleza, que cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión está bajo, y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política, la tiranía está alta. Esta es una ley de la humanidad, una ley de la historia”.

   Una sociedad como la intentada por el presunto humanismo marxista —sin religión, sin filosofía, sin política, sin propiedad, sin familia— no puede marchar sino por la fuerza del terror permanente e institucionalizado.


“EL PODER DESTRUCTIVO DE LA DIALECTICA COMUNISTA”

Cruz y Fierro Editores.

lunes, 11 de noviembre de 2019

DEMOCRACIA Y MASONERÍA





Hay una democracia legítima, lícita, no puede dudarse de ello; y no queremos decir que la democracia, por ser democracia tenga relaciones con la Masonería. Pero hay también una democracia de tipo liberal, y cabe preguntarse si de modo quizás inconsciente de parte de la democracia, y sí, consciente de parte de la Masonería, no hay muchas veces connivencias.

   En la medida con que esta democracia de tipo liberal acepta y difunde las ideas liberales, en la medida en que se proclama anticlerical o aclerical, dicha democracia hace el juego a la Masonería, ya que no hace otra cosa que aceptar y difundir doctrinas masónicas. ¡La cosa necesita explicaciones!

   Escribe León XIII, hablando de los masones: “Voceando libertad y prosperidad pública, haciendo ver que por culpa de la Iglesia y de los monarcas no había salido ya la multitud de su inicua servidumbre y de su miseria, engañaron al pueblo; y despertada en él la sed de novedades, le incitaron a combatir ambas potestades. Voceando libertad... ¿No es lo que está haciendo cierta democracia?

   Así como la Masonería tiene interés en que asociaciones como el Rotary Club difundan sus ideas, sin ser masónicas, para no espantar a los que todavía hacen algún caso de las condenaciones de la Iglesia, asimismo tiene interés en que haya movimientos, tendencias, y partidos que sin ser escandalosamente laicos, lo que apartaría todavía a muchos católicos sinceros, y bajo una máscara de ortodoxia, aceptan en grados varios sus ideas, y las ponen en práctica.

   ¿Y no puede aplicarse a cierta democracia las palabras de Pío IX a un grupo de católicos franceses, en junio de 1871?: “El ateísmo en las leyes (lo que-admite prácticamente cierta democracia), la indiferencia en materia de religión, (igual), y esas máximas perniciosas llamadas católico-liberales, éstas sí, éstas son verdaderamente la causa de la ruina de los Estados... ¡Creedme: el daño que os anuncio es más terrible que la Revolución!

domingo, 10 de noviembre de 2019

EL MAL “LA FALSA VERGÜENZA” (Lectura llena de consejos de Santos, útiles para confesores y penitentes)






“La vergüenza estorba a muchos de estos buenos campesinos a confesar todos sus pecados a sus sacerdotes, lo que les tiene en estado de eterna condenación”. (San Vicente de Paúl).

“Los que tienen un poco de experiencia saben perfectamente qne esta maldita vergüenza puebla de condenados el infierno”, (San Alfonso M. de Ligorio).

“La experiencia ha enseñado a todos harto por demás, que la mayor parte de los cristianos se condenan por defectos esenciales en sus confesiones ordinarias”. (P. Brydaine. — Vida, por el abate Carrón).

“Predicad a menudo contra las confesiones sacrílegas, porque Dios me ha revelado que la mayor parte de los cristianos que se condenan, es a causa de confesiones mal hechas”. (Santa Teresa, citada por Segneri y Mach).

LOS GRANDES SANTOS MODERNOS.

Siglos XVI y XVII.

  
   ¿Es verdad que un número más o menos considerable de penitentes callan por falsa vergüenza o rubor, u otro parecido motivo, sus pecados en confesión? A esta pregunta respondemos sin vacilaciones y resueltamente: Sí; es verdad.

   Evidentemente, no basta consignar aquí esta afirmación: es necesario probarla. Pues bien; entendiendo que sólo la autoridad de los hombres más experimentados en el gobierno y dirección de las almas puede sólidamente establecerla, no recurriremos a otros, sino a ellos, en demanda de nuestras pruebas.

   Para resolver la cuestión, sería cosa fácil y hacedera aducir testimonios anteriores a la época llamada moderna. Los Padres de la Iglesia, desde los primeros siglos del cristianismo, han tocado a menudo este punto que nos ocupa, y afirmado el hecho de la falsa vergüenza.

   Tertuliano, a principios del siglo III, exclamaba con toda la vehemencia que le era peculiar: “Grandes son los medros y ventajas que a la vergüenza proporciona el ocultar los propios pecados Acaso, porque hayamos sabido encubrir nuestras faltas a los hombres ¿podremos también encubrírselas a Dios?... ¿Es, acaso, mejor condenarnos por haber disimulado, que ser absueltos mediante una sincera confesión?”

   Doscientos años más tarde, San Agustín truena contra este mismo crimen. “Serás condenado, dice, por tu silencio, cuando pudieras salvarte con la confesión”.

   A estas citas, que nos sería fácil multiplicar, se opondrá quizá como objeción el profundo cambio y mudanza que se ha operado, así en las instituciones, como en las costumbres; pero, a decir verdad, esta objeción más es aparente, que real; más parece especioso sofisma, que argumento sólido y bien fundado en razón. En efecto, aquí se trata de un vicio inherente a la decaída naturaleza humana, y sabido es que, salvo ligeras diferencias de matiz la naturaleza humana es siempre la misma en todos los tiempos y bajo todas las latitudes.

   Pero, sea de esto lo que quiera, nosotros nos limitaremos a los tiempos modernos, citando con preferencia los testimonios de los Santos, cuya fecha de canonización es más próxima a nuestra época. Y nótese bien, que de estos ilustres personajes, unos han sido fundadores de Institutos apostólicos; otros son honrados con el título y dictado de Doctores de la Iglesia; y todos, finalmente, son tales, que conquistaron la aureola de la santidad en el ejercicio no interrumpido y, por ventura, harto prolongado del ministerio de las almas, bajo el triple concepto y calidad de apóstoles, misioneros y confesores.

   Viniendo de tales fuentes, un sólo texto, de ser claro y preciso, tendría garantizado su valor y merecería atención. Ahora bien; siendo esto así, como lo es, ¿qué deberá pensarse y entenderse, si todos unánimes asientan de consuno esta proposición: a menudo se callan pecados en el Santo Tribunal de la Penitencia? Cuando tales personajes, todos de común acuerdo, afirman una misma verdad experimental, ¿quién osará contradecirles? En nuestro humilde entender, un adversario así daría pruebas inequívocas, cuando no de otra cosa, de vana arrogancia e insensata presunción.

   Cuando se piensa en la mucha cautela, tino y discreción que se recomienda en esta tan delicada materia, es preciso reconocer en las palabras que estos hombres de Dios han dejado escapar de sus labios, o de sus plumas, el grito de espanto de un celo ardiente, que no han podido reprimir al denunciar una tan grande e inmensa desventura. Al tratar de esta materia, mientras, por una parte, toman toda clase de precauciones y cautelas, por otra, hablan en un tono y se expresan en un estilo tales, que denotan bien ostensiblemente la profunda emoción que embarga sus almas ante este misterio de iniquidad... ¡Tantos sacrilegios cometidos!... ¡Tantas almas condenadas por obra y gracia de este falso y maldito rubor, por obra y efecto de esta criminal vergüenza!...

   Y no hay por qué decir, pues es cosa llana y evidente, que este conocimiento es sólo fruto de una experiencia puramente humana, sí que también el resultado de gracias especiales y de luces e inspiraciones sobrenaturales; porque estos Santos, a quienes aquí aludimos y que luego citaremos largamente, poseyeron, y a menudo en grado eminente, el don de penetrar en las interioridades de las conciencias y leer en lo más profundo de los corazones.

   De intento, hemos escogido las más convincentes autoridades, cuyo número fácilmente hubiéramos podido multiplicar, si no hubiésemos preferido, a la vanidad de parecer eruditos, el mérito de ser claros y concisos en lo posible. Por lo demás, el lector que desee instruirse y, sobre todo, edificarse más, recurra a las obras que en el decurso de la presente citamos.

Por otra parte, asentado que hayamos, como cosa cierta y averiguada, que muchos penitentes se dejan vencer del falso rubor o vergüenza, nuestro intento es hablar en términos generales, como lo hicieron los Santos, sin fijar ni concretar cosa alguna más en particular y por menudo, que lo hicieron ellos. Los propios Santos nos servirán de guías y directores, cuando nos sea forzoso descender a más precisos detalles y sondear más íntimamente alguna cuestión.

   Abramos, pues, la serie de esta ilustre y gloriosa galería de Santos y de sabios, comenzando por San Francisco Javier (1506 - 1560) quien, después de haber ejercido con tanto fruto como aplauso el ministerio de las almas en Europa, llegó a ser el incomparable apóstol de las Indias y del Japón. Como a todos es notorio, San Francisco Javier fué el más ilustre de los compañeros de San Ignacio de Loyola, y es fama que convirtió y redujo a la fe un número casi incalculable de infieles y pecadores.

   Pues bien, he aquí lo que escribe en una carta de “Instrucciones prácticas, dirigida al P. Gaspar Barzée”. “Hay muchas personas a quienes el demonio inspira un tan fuerte rubor y vergüenza de sus vicios y pecados, que, por sí solas, serían incapaces de hacer una confesión tan completa como juzgaría de necesidad el confesor. A otras, y con el propio intento, inspira el demonio gran cobardía y descorazonamiento, y las llena de desesperación. Con todas estas personas, es preciso adoptar temperamentos de suma dulzura y amabilidad.”

   Más adelante, en la misma carta, leemos esto que sigue: “Hay algunos que, a causa de la debilidad de su edad o de su sexo, suelen ser vivamente tentados de sonrojo en declarar los vergonzosos desórdenes carnales en que se revolcaron. Si os halláis con esta clase de pecadores, prevenidlos con bondad, recordándoles que no son ellos ni los únicos ni los primeros, que en este impuro fango cayeron; y que habéis conocido pecados del mismo género, más graves y, según todas las apariencias, más enormes que los que ellos temen expresar....—Creedme, algunas veces, a fin de librar las almas de una vergüenza que llegaría a serles fatal, y de desatar la lengua de estas pobres víctimas, encadenadas por la malicia del demonio, es necesario algo más. Con efecto, conviene descubrirles, siquiera sea someramente y de una manera general, las propias miserias de nuestra vida pasada, si este remedio es necesario para obtener la indispensable confesión de los pecados que, de otro modo, nos los habrían de ocultar para su eterna condenación. Bien veo, que este medio es un tanto difícil y penoso para el confesor; pero ¿qué penas ni dificultades habrá que rehúya y de sí aleje el verdadero y ardiente amor de Dios, cuando son prenda y garantía de la salvación de las almas, redimidas por la sangre de Jesucristo?

   Esta última reflexión del gran apóstol, ya que no la practiquemos, por lo menos, siempre nos hará admirar la generosa industria y piadoso ardid, que en ella propone; ardid e industria, que, por lo demás, han sido recomendados y practicados por otros muchos Santos, como medio eficacísimo de obtener ciertas difíciles confesiones.

   San Carlos Borromeo, (1538-1584) el ilustre Cardenal arzobispo de Milán, debe ser citado en esta galería después de San Francisco Javier. Ningún hombre, en el siglo XVI, ejerció en la Iglesia una influencia más general ni más profunda, ni demostró un celo más ilustrado y ardiente. Bajo el título de Instrucciones a los Confesores, compuso un tratado magistral, que siempre gozó de mucho prestigio y autoridad, sobre el modo de administrar el Sacramento de la Penitencia. De él tomamos los siguientes párrafos, acomodados y pertinentes a nuestra tesis. “Y porque hay mucho descuido en hacer, como es debido, la confesión, principalmente en el tiempo en que la persona no vive en el temor de Dios y tiene poco o ningún cuidado de su alma, de modo que se confiesa más por costumbre y rutina, que por el conocimiento que tiene de sus pecados y deseo de enmendarse, en todo caso, por la gran utilidad y medro espiritual que se saca de las confesiones generales, sobre todo en los comienzos en que el hombre se resuelve de veras a enmendarse y volver a Dios, los confesores deberán, según la calidad de la persona, y en tiempo y lugar, exhortar a los penitentes a que hagan una confesión general, para que, por medio de ella, representándoseles ante los ojos toda su vida pasada, se conviertan con mayor fervor a Dios y reparen así todos los defectos que hubieren tenido sus precedentes”. Como se ve, el gran arzobispo de Milán recomienda la confesión general porque las más de las veces uno se confiesa más por costumbre y rutina, que por el conocimiento que tiene de sus pecados y deseo de enmendarse. En otros términos, el Santo nos dice que las requeridas disposiciones de integridad y contrición faltan en no pocos penitentes. Lo cual es lo único que, por el momento, queremos dejar asentado.