I.
Dios honra a los santos en la tierra, les da poder casi absoluto sobre la
naturaleza, les da a conocer lo secreto de los corazones, les alza el velo de
lo porvenir y les granjea el respeto de los pueblos. Mientras la gente se aleja
horrorizada de los cadáveres comunes, tiene gran veneración por las cenizas y
las reliquias de los santos. Si realmente amas tú la gloria verdadera, si
quieres dejar aquí abajo memoria verdaderamente inmortal, trabaja por hacerte
santo. ¡Tus amigos son muy honrados, oh Dios mío! (El Salmista).
II. En el
cielo, los santos son aun incomparablemente más honrados. Son todos más
gloriosos que los reyes en su trono: son los favoritos de Dios, los príncipes
de su corte, y no temen ya perder la dicha de que gozan. Si tan grandes
peligros se corren para ganar el favor de los príncipes de la tierra, ¡qué no deberemos
hacer para hacernos amigos de Dios! ¿Qué haces para esto? ¿Buscas, acaso, la
ocasión de agradar a Dios en todo?
III. ¿Quieres participar de los honores que se tributan a los santos en
el cielo y en la tierra? Imítalos;
ama, como ellos, la humildad; oculta tus virtudes, y Dios las manifestará;
desprecia las riquezas y los honores del mundo, y Dios te coronará de luz y te
colmará de riquezas en el cielo. ¡Quieres llegar adonde llegaron los santos y tomas un camino
diametralmente opuesto al que ellos siguieron! Aspiras sólo a los bienes
de la tierra, ¿cómo puedes esperar que alguna vez Dios te conceda los bienes del
cielo?
El deseo de la santidad. Orad por la
conversión de los pecadores.
ORACIÓN: Señor, concedednos la gracia de
imitar a los que honramos, y enseñadnos a amar a nuestros enemigos, ya que
celebramos el Hallazgo de aquél que imploró, para sus perseguidores, la misericordia de J. C. N. S.
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