En una reciente Pastoral
de Su Eminencia el Cardenal Juan
Gualberto Guevara, Arzobispo de Lima, fechada el día siete de
febrero del presente año, se recuerdan de nuevo los graves peligros que para el dogma y la
moral, y, por ende, para la sociedad, encarna la masonería.
Cita el eminentísimo Prelado las diversas
condenas dictadas contra la secta por diversos Pontífices, a partir de Clemente XII, y hace constar que en el Concilio de los Obispos americanos celebrado
en Roma en el año 1899 –año de la
Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús , se previno a
los fieles que no se dejasen sorprender “con
el engaño de que la masonería no es peligrosa en todas partes ni en todos los
tiempos, y, por lo tanto, es necesario distinguir entre masonería y masonería.
El Concilio –añade el Cardenal Guevara–, poniendo atajo a este falso rumor, afirma categóricamente que la masonería fué y continúa
siendo perniciosa para la humanidad, hoy como ayer, y en cualquier parte donde
se establezca”.
Resume Su Eminencia en siete apartados lo
que sobre la masonería han enseñado los Papas, y pone de manifiesto cuán grande es
el delito de ser masón, y cuánto han de temerse los estragos de la secta,
cuando la Iglesia lo sanciona con la pena máxima que es la excomunión.
Termina la Pastoral con las siguientes
palabras: “No abrigamos prevención contra
nadie, simplemente defendemos la verdad y ponemos un atajo al error y a la
materia. A vosotros toca ahora cumplir vuestro deber. ¿A
quién creéis, a la Iglesia o a la masonería? ¿Quién
es vuestra Maestra en este intrincado asunto en el que se juega la suerte de la
Religión y de la Patria? ¿La Iglesia,
respondéis? Bien está; pues seguid las normas de la Iglesia, escuchad su
voz y someteos a sus mandatos.”
J. O. C.
“CRISTIANDAD”
N° 148 Año VII
15
de mayo de 1950
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