I.
Pocas personas se conocen, porque pocos estudian su interior. Y sin embargo el
conocimiento de sí mismo es el más importante de todos los que se pueden
adquirir. Mira, pues, hoy, al pie de tu crucifijo, lo
que eres en el fondo de tu alma. ¿Qué bien has hecho? ¿Qué pecados has
cometido? ¿Qué virtudes has practicado? ¿Qué defecto domina en ti? Examina con
cuidado todas estas cosas.
II.
Tienes buena opinión de ti mismo porque crees
fácilmente a los que elogian tus virtudes. Una falsa apariencia puede engañar a
los hombres; pero Dios, que escruta los corazones, no puede ser engañado.
Además, comparas tu vida con la de los impíos y te tienes por santo, porque no
eres autor de crímenes monstruosos. Examina el
fondo de tu conciencia, compara tu vida con la de los santos, y te resultará
fácil la humildad. Muchas cosas se conocen y uno se ignora, se examina a los
otros y se tiene miedo de mirarse a uno mismo.
III. Ve lo que Dios aprueba o desaprueba en ti. Esas
brillantes cualidades que te atraen la atención de los hombres, tal vez te
hacen incurrir en la desgracia de Dios. ¿Trabajas
únicamente por amor a Dios? ¿Cumples tus deberes de estado? ¿Juzgas tú mismo de
tus acciones como juzgarías las de otro, sin prevención y sin amor propio? Colócate frente a ti mismo como si estuvieras frente a
otro, y llora sobre ti mismo (San Bernardo).
La
penitencia. Orad por los pecadores.
ORACIÓN:
Oh Dios, que habéis proporcionado un modelo admirable de humildad en la persona
del bienaventurado San Felipe Benicio, vuestro confesor, concedednos la gracia
de despreciar como él los bienes de la tierra para no aspirar sino a las cosas
del cielo. Por J. C. N. S.
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