Nota
de Nicky Pío: En esta parte se van a encontrar entre otros temas, con las
llamadas “Sociedades Bíblicas” tema en la que pueden profundizar. Para los que
no sepan los masones profanan las Sagradas Escrituras, colocándole en el centro
de todas sus logias. Pero ellos dicen que sólo es parte del mobiliario. Aviso
que esta es la penúltima entrega…
Después de esto a nadie sorprenderán los
repugnantes alardes de ateísmo que han hecho algunas logias, sus horrendas
blasfemias, sus excitaciones incesantes contra la Iglesia y los sacerdotes, y
aun contra toda religión positiva, y como consecuencia, la infernal secta de los solidarios, que se obligan entre sí,
por medio de un pacto formal, a vivir sin religión y morir sin sacerdotes, a no
bautizar a sus hijos, a los entierros civiles, a la enseñanza laica,
a seguir las inclinaciones de la
naturaleza, y otras cosas que la pluma se resiste a escribir.
Por lo que hace a revoluciones políticas,
lodo el mundo sabe que han tomado parte activa, o a lo menos han apoyado todas
las acaecidas desde un siglo a esta parte, y en especial la de España en
Septiembre de 1808, como lo ha demostrado cumplidamente: el erudito Sr. Lafuente en su obra citada arriba (1).
(1) De
hecho y por la fuerza de las cosas, escribe Mgr. Dupanloup, la Masonería es una
sociedad política y revolucionaria: ella ejerce una influencia directa sobre
las revoluciones, ella las prepara, ella las hace; y cuantos en la masonería marchan
a la cabeza del movimiento, arrastrando consigo toda la masa de los adeptos,
éstos, verdadero corazón y alma de la secta, tienen por fin supremo el
convertirla, según la enérgica y profunda expresión de M, Enrique Martín, en
Laboratorio de la revolución, ó según el Il. Pial, en iglesia de la revolución.
— Estudio sobre la francmasonería, parte III, y a continuación lo demuestra con
testimonios de los mismos masones, y hechos de la historia contemporánea.
Pueden verse Los
Misterios de la Masonería, por León Taxil, donde se ponen de manifiesto
las ridiculeces de estos sectarios y las maldades de que son capaces, y La Iglesia y la Masonería, por X, en la que se citan
con abundancia de datos la mayor parte de los
crímenes realizados por esta secta en la presente centuria. — (Nota del Editor).
De lo cual se infiere que estas sectas merecen verdaderamente el
nombre de pestes, y que han sido justísimamente condenadas por la Iglesia
en nombre de los intereses de la religión, de la tranquilidad pública y de la
moralidad.
Sociedades bíblicas. — “Las sociedades bíblicas y las asociaciones de los misioneros protestantes,
decía en 1833 el Monthly Review, hace más de treinta años que han empezado sus
trabajos. Han reunido y gastado más rentas que un príncipe, y tienen agentes en
todas las partes del globo. Las islas más apartadas de los mares del Sud, del
Océano Pacífico y de los mares de la India, han sido visitadas por sus enviados.
Los hemos oído proclamar mil veces, no solamente que la idolatría estaba
destruida en sus islas pequeñas, sino que aun la Tartaria, la Persia y la India
estaban a punto de ceder a los esfuerzos de los misioneros y abrazar la
religión de la cruz... La sociedad bíblica de Londres tiene solamente en
Inglaterra 625 sociedades auxiliares que trabajan bajo su dirección; y hay otras
muchas semejantes en París, Lyon, Tolosa y otros ¡michos puntos de Francia, asi
como también en his principales capitales de Europa y América.”
Perrone
nos da una idea de la asombrosa actividad que emplean estas sociedades. “Se estableció la sociedad, dice, en 1805, y
desde esta fecha al 1810, o sea en un espacio de treinta y seis años,
distribuyó doce millones de ejemplares de la Biblia, traducidos a 148 idiomas.
En el año 1838 recaudaron estas sociedades, solo en Inglaterra, 846.316 libras
esterlinas, que equivalen a unos 80 millones de reales; y los ingresos en el
resto del mundo subieron a 1.500.000 libras esterlinas, o sea unos 150 millones
de reales. En 1839 contaba la sociedad con cinco mil misioneros, cincuenta
imprentas, trescientos coadjutores y maestros y centenares de ministros indígenas.”
Tan colosales sacrificios, lejos de producir
fruto alguno saludable, han causado gravísimos daños. Inundado el mundo de versiones
Ínfleles, mutiladas y llenas de errores graves, y constituyendo a los simples
fieles, y aun a los paganos, en jueces supremos del sentido de los libros santos,
han convertido en germen de errores y de corrupción esas páginas enviadas del
Cielo para luz de los entendimientos y santificación de las almas (2).
Además exponen la Biblia a la profanación y al desprecio de los infieles, retardando
así su conversión, en lugar de promoverla, pues sabido es que aquellos la
destinan a usos profanos y aun indignos, y se burlan de muchas cosas que chocan
con sus viejas preocupaciones. Y algunas veces han sido causa de persecuciones contra
los cristianos, como sucedió en la China, por haber abandonado en la orilla del
mar multitud de ejemplares vertidos al idioma de aquel país.
(2) Por
tal causa, dice el Papa Gregorio XVI en su Encíclica de 8 de Mayo de 1844, que
como ya en su tiempo se lamentaba San Jerónimo, hacen común el arte de entender
las Sagradas Escrituras a la habladora vieja, al anciano chocho, al palabrero
sofista y a todos, de cualquiera condición que sean, con tal que sepan leer, y
lo que es aún más absurdo y casi inaudito, ni aun a los infieles se niega esa
común inteligencia de los libros divinos.
Con razón, pues, han condenado repetidas
veces los Romanos Pontífices estas sociedades, manifestando sus verdaderos
propósitos, que son hacer la guerra a la Iglesia católica, como claramente han
confesado muchos de sus miembros. Los Papas, celosos de la pureza de las Sagradas
Escrituras y del respeto que merecen, han calificado a las sociedades bíblicas
con el nombre de pestes (3), atendiendo a los funestos efectos que han
producido. Ellas son para las almas lo
que es la peste para los cuerpos.
Pero no es extraño que las hayan condenado
los Romanos Pontífices, cuando los mismos protestantes las han combatido como inútiles
y perjudiciales. En un folleto titulado Razones
por las que no soy miembro de la sociedad bíblica, M. Arturo Perceval hacia revista de las traducciones de la Biblia
hechas en Europa y Asia, y declaraba que contienen errores tan groseros y
herejías tan monstruosas, que son capaces de alarmar todas las conciencias, aunque
sean poco timoratas. En su indignación contra los innobles autores de estas
traducciones, que habían ya costado a la sociedad muchos millones, exclamaba: “Sepan,
pues, ya los pobres engañados de Inglaterra, con qué fin se emplean sus sueldos
por semana. Seguramente que es para helarse la sangre en las venas de un cristiano
el pensar en la presunción sacrílega de una sociedad que así se atreve a
burlarse de la revelación del Todopoderoso, y que tiene la osadía de presentar a
las naciones paganas, y de ofrecer a la credulidad de los que la sostienen, estos
ejercicios de niños de escuela, como la palabra sagrada de Dios.
(3) Las sociedades bíblicas han sido
condenadas por todos los Pontífices que ha habido desde su origen, El nombre de
peste se lo aplicaron Pío VII en su Breve de 29 de Junio de 18I6, León XII en
su Encíclica de 3 de Mayo de 1821, y Pío IX en el párrafo 4° del Syllabus.
“LECCIONES
SOBRE EL SYLLABUS”
(Año
1894)
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