Sociedades clérico-liberales. — “No podemos, dice el Santo Padre, disimular
el amarguísimo dolor que nos aflige al ver que hay en Italia miembros de uno y
otro clero hasta tal punto olvidados de su vocación, que en ninguna manera se
avergüenzan aún por medio de escritos muy perniciosos, de diseminar falsas doctrinas,
de excitar los ánimos de los pueblos contra Nos y esta Sede apostólica, atacar
nuestro principado civil y de esta Santa Sede, y favorecer impudentemente con
todo género de esfuerzos y auxilios a los perversos enemigos de la Iglesia
católica y de esta Sede. Estos eclesiásticos, después de haberse apartado de sus
Prelados, de Nos y de esta Sede, apoyados en el favor y auxilio del Gobierno
del Piamonte y de sus Magistrados, llegaron a tal punto de temeridad, que
despreciando enteramente las censuras y penas eclesiásticas, en ninguna manera
han temido establecer ciertas sociedades absolutamente reprobables, llamadas Clérico-liberales, de socorro mutuo, Emancipadora
del Clero italiano, y otras animadas del mismo depravado espíritu; y aunque sus
Obispos les hayan justamente prohibido ejercer el santo ministerio, sin
embargo, de ningún modo temen, a modo de intrusos, ejercerle criminal e ilícitamente
en muchos templos. Por lo cual reprobamos y condenamos las detestables
sociedades mencionadas y la mala conducta de dichos eclesiásticos. Al mismo tiempo
amonestamos y exhortamos una y otra vez a estos infelices eclesiásticos que se
arrepientan y vuelvan dentro de sí mismos, y atiendan a su propia salvación,
considerando seriamente que ningún daño tolera menos Dios que el causado por
los Sacerdotes, al ver que habiéndoles puesto para que sirvan de corrección a
los demás, dan ejemplos de maldad.”
Las Sociedades clérico-liberales se componen de clérigos impíos, libertinos y de
costumbres corrompidas, como son generalmente todos los que abrazan el
liberalismo, los cuales, mal avenidos con la disciplina y regularidad de su
estado, niegan la obediencia a sus prelados, censuran las disposiciones de la
autoridad eclesiástica, y apoyan a los gobiernos revolucionarios, y hasta
secundan sus leyes contrarias a la libertad y derechos de la Iglesia.
Estos clérigos tan altaneros contra la
autoridad eclesiástica, son los más serviles hacia la autoridad civil. Son,
pues, una peste para el clero, a quien tientan al par que afrentan, y por eso
tales sociedades han sido justísimamente condenadas. — Si todos los fíeles están obligados a obedecer a sus Obispos, con
mayor motivo los clérigos, por razón — de su estado, — de su ministerio — y del
juramento que prestaron al recibir la ordenación. Pero los clérigos liberales son la piedra de escándalo de los fíeles, a
quienes están obligados a edificar. Y en el delito llevan generalmente la pena,
porque pierden la estimación pública, y son
despreciados por los hombres de Estado, que los emplean como viles instrumentos
de sus planes, Podrían citarse muchos ejemplos recientes. —Los liberales aplauden en público y
desprecian en su interior a los infelices clérigos que
piensan como ellos, al paso que aborrecen en secreto; pero no pueden menos de
respetar a los clérigos que ellos mismos persiguen y acusan, cuando son un
obstáculo a sus planes, en cumplimiento de su deber. No
lo olviden los clérigos jóvenes para lo que pueda ocurrirles en el porvenir. (Nota de
Nicky Pío. Y ese porvenir profético de este
escrito ya llegó para quedarse)
“LECCIONES
SOBRE EL SYLLABUS”
(Año
1894)
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